Ir por el mundo a llevar el Evangelio AMBIENTACIÓN En el contexto del «Mes e las Misiones», que es Octubre, la Iglesia nos convoca a una «Jornada mundial de oración por las Misiones». Este Domingo (que, en Año Litúrgico, corresponde al Domingo 30º del Teimpo rdinario, del cclo C) ha sido proclamado como el «Domingo de las Misiones», jornada de oración en toda la Iglesia. El Evangelio tiene que ser anunciado a cada ser humano, porque Jesús es la «verdad del hombre». Los discípulos deben anuinciar el Evangeiioen todo el mundo, a todos los pueblos, a cada persona.
1. PREPARACION: Invocación al Espíritu Santo
Ven, Espíritu Santo, para ayudarnos a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Jesús la ha leído a los discípulos en el camino de Emaús. Crea en nosotros el silencio para que podamos escuchar la voz del Padre en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Que nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de la resurrección de Jesucristo y testimoniar a los otros que Él está vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Amén.
2. LECTURA: ¿QUE DICE el texto? Zac. 8, 20-23: «Vendrán pueblos numerosos y naciones poderosas a visitar al Señor en Jerusalén» Zacarías no sólo anuncia el bienestar del pueblo en su vuelta a Sión, sino que afirma el carácter universal de la salvación que Dios tiene programada: "vendrán pueblos incontables y numerosas naciones a consultar al Señor en Jerusalén". O sea, todos se habrán enterado de que la Palabra salvadora, la Verdad plena, está en Jerusalén, y correrán a porfía a "consultar" al Dios verdadero. «Diez extranjeros agarrarán a un judío por la orla del manto»: o sea, le pedirán insistentemente que les diga cómo se va a Jerusalén y que les admita en el grupo de los que rinden culto a su Dios. Aunque mezclado con un sentimiento fuertemente nacionalista (es a «Jerusalén» donde han de venir los pueblos: v.. 22, y a hombres judíos a los que toman como guías: v. 23), sin embargo, se muestra en este oráculo con potencia el universalismo de la voluntad salvífica de Dios. De todos los pueblos (v. 20) y lenguas (v. 23a) vendrán a buscar e implorar el favor de Yahvéh (v. 21), pues Yahvéh está allí («con ustedes»: v. 23). Cinco siglos más tarde, cuando la cruz haya sido elevada en esa misma ciudad de Jerusalén, se hará realidad esta confluencia universal hacia la salvación con que sueña Zacarías, y con la cual termina su libro. (Desde el capítulo 9 parece ser ya obra de otro autor: el «Deutero Zacarías»).
Sal. 117(116): Señor, que todos puedan invocar tu nombre» El Evangelio de Dios tiene un destino universal. La proclamación de los mensajeros ha de llegar a toda la tierra. La vocación misionera de san Pablo nos hace pensar en el mandato de Jesucristo, cuyo universalismo cantamos con el salmo 117(116).
Hch. 13, 46-49: «Sepan que nos dedicamos a los gentiles» Lo primero que ponen de relieve las palabras de Pablo es el privilegio judío. Un privilegio cronológico: «era necesario anunciarleos a ustedes, antes que a nadie...» Esta necesidad comprendía varios aspectos: toda la historia evangélica y el acontecimiento cristiano como tal ocurrió entre los judíos; Jesús misino se dirigió exclusivamente a los judios y ordenó a sus discípulos que hiciesen lo mismo; Jesús fue el «salvador» judío («la salud viene de los judíos», Jn. 4,22); el pueblo judío fue el depositario y heredero de todas las promesas del Antiguo Testamento. Pero, después del rechazo del Evangelio por parte de los judíos, el acercamiento del Evangelio a los gentiles era igualmente serio y urgente.
La escena narrada por Lucas reproduce perfectamente el esquema típico del rechazo judío y aceptación gentil del Evangelio. Esto es lo que tendría lugar constantemente en la predicación de Pablo y había sido ya anticipado en la de Jesús (Lc. 4,14-10). En Antioquia los misioneros declaran que se vuelven a los paganos y apoyan su decisión no sólo en la actitud judía de repulsa, sino también en las palabras de la Escritura, que habla de la luz para los gentiles (Is. 49,6). Estas palabras - que ya había utilizado Lucas al principio del evangelio (Lc. 2,32) - habían sido interpretadas por los judíos como descriptivas del destino de su pueblo; ahora son los cristianos los herederos de este destino glorioso. Ahora se puede decir también de los gentiles que están destinados para la vida eterna. Los gentiles recibieron con alegría la palabra de Dios, pero los judíos, por procedimientos torcidos, intentaron el fracaso de la misión expulsando de allí a los misioneros. Lucas, sin embargo, no quiere terminar la narración de esta historia con este cuadro sombrío. Por eso añade la frase última, que habla de la alegría y presencia del Espíritu en los discípulos. Alegría y paz como frutos del Espíritu. Tema favorito de Lucas.
Jn. 17, 1b.17-23: «Que sean completamnte uno» EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN JUAN R/. Gloria a Ti, Señor. 1
Así habló Jesús, y alzando los ojos al cielo, dijo: « Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. 17
Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad. 18 Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. 19 Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad. 20 No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, 21 para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. 22 Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: 23 yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca
que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. Palabra del Señor. R/. Gloria a Ti, Señor Jesús. RE-LEAMOS LA Palabra para interiorizarla A- Contexto: La oración sacerdotal: Jn. 17, 1-26 Es la ercera y última parte del discurso de Cristo después de la Cena. El Señor vuelve al primer motivo de su plegaria, anunciado ya en el v. 11: el tema de la unidad de los discípulos (vv. 21, 23), que tiene su fundamento en el conocimiento del Padre (vv. 24, 36).
B- Comentario: Como San Pablo, San Juan pone la unidad de los cristianos en dependencia de la muerte de Cristo (Jn 11, 50-52): la reconciliación de los hombres con Dios, adquirida por la cruz, los lleva a reconciliarse entre ellos (Ef. 2, 13-22). Pero Juan descubre el fundamento de la unidad entre los creyentes en la unidad que existe entre el Padre y el Hijo. Mientras el mundo incita al hombre a la autonomía, Cristo ha venido a dar testimonio de una vida vivida en dependencia y en apertura. Por esta razón, la unidad de los creyentes es el signo vivo de la unidad de Cristo con su Padre. Pero del mismo modo que los hombres deben participar de un mismo pan eucarístico para ser uno (1 Co. 10, 17), necesitan participar en la única vida divina (la gloria) para realizar esa unidad. Esta no consiste en una conformidad, sino en la transparencia del uno al otro («Tú en Mí y Yo en Tí», v. 22). Sin embargo, el proyecto de una unidad tan perfecta solo se realizará en la escatología (v. 24), cuando la plenitud de la vida anime a los hombres como anima al Señor. Mientras llega esta plenitud, se ofrecen dos vías a los creyentes: el conocimiento y el amor (vv. 25-26). Juan traspasa una parte del misterio divino proyectando sobre Dios dos palabras que evocan la experiencia humana: amor y unidad. Este es, tal vez, uno de los pasajes más explícitos de todo el Nuevo Testamento sobre el misterio de Dios; y el procedimiento de Juan es perfectamente normal: puesto que somos creados a imagen del Invisible, es normal que nuestro amor y nuestro deseo de unidad sean irradiación de Dios.
El centro de la oración de Jesús es la súplica por la unidad de los discípulos. Tiene su principio y modelo en la unión entre el Padre y el Hijo y tiene su objetivo y finalidad apostólica: dar testimonio de Jesús y ayudar a creer. Se trata de una relación que engloba toda la personalidad del creyente, es una relación vital. Sólo así se supera el riesgo de llegar a ser funcionario de la salvación y se puede experimentar el gozo de la presencia. Entonces Cristo puede continuar la revelación del Padre a través de la palabra y de la vida de perfecta comunión de los creyentes. Durante su vida Jesús ha dado a sus discípulos su palabra y el discípulo se ha caracterizado por el hecho de acogerla y guardarla (Jn 17, 16). La misión del discípulo es ahora la de difundir esta palabra y conquistar así hombres que crean en Jesús a través de la palabra. El contenido de la palabra se describe como creer que el Padre ha enviado a Jesús y que lo ha hecho por amor. Es esencial recordar que la comunión con Jesús es imposible sin el amor fraterno. Así como el amor fraterno crea unidad, así la comunión con Jesús debe crear la comunión entre los creyentes.
3. MEDITACIÓN: ¿QUÉ NOS DICE el tecto? Hace 90 años « En este Año jubilar se cumple precisamente el 90º aniversario de la Jornada Mundial de las Misiones, promovida por la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe y aprobada por el Papa Pío XI en 1926. Por lo tanto, considero oportuno volver a recordar la sabias indicaciones de mis predecesores, los cuales establecieron que fueran destinadas a esta Obra todas las ofertas que las diócesis, parroquias, comunidades religiosas, asociaciones y movimientos eclesiales de todo el mundo pudieran recibir para auxiliar a las comunidades cristianas necesitadas y para fortalecer el anuncio del Evangelio hasta los confines de la tierra. No dejemos de realizar también hoy este gesto de comunión eclesial misionera. No permitamos que nuestras preocupaciones particulares encojan nuestro corazón, sino que lo ensanchemos para que abarque a toda la humanidad» (Papa FRANCISCO: Mensaje para la Jornada mundial de las Misiones, 2016).
La Misión es un querer de Jesús Jesús quiere que su obra continúe después de su muerte y resurreción. La difusión de la obra de Jesús sólo es posible si los discípulos son una sola cosa, si están en comunión con él. Por medio de la palabra de los discípulos y la acción del Espíritu debe continuar la conquista de nuevas personas que crean en Jesús. El segundo tema se centra en el futuro de los creyentes. Su fe es un camino que desemboca en la visión de la gloria de Jesús.
El universalismo del Don de Dios El universalismo forma parte, HOY, de las aspiraciones de muchos hombres. Toda visión demasiado estrecha de la humanidad, está destinada al fracaso. Hay que tener amplitud de miras. «Así habla el Señor del universo: "He aquí que afluirán los pueblos y habitantes de muchas ciudades"». El universalismo forma parte del alma de Israel. Inmersos entre paganos, durante su largo destierro, los Judíos más fervorosos adquirieron conciencia de que su Fe iba destinada a todos los hombres. Y expresaban esta convicción anunciando que todos los pueblos irían un día, en peregrinación, a Jerusalén. Nosotros, escuchando estas palabras, nos damos cuenta de que no se trataba, en los planes de Dios, de Jerusalén en su sentido geográfico: ya entonces los planes de Dios eran «católicos», universales. Pero que en Jesús lo empezaron a ser más plenamente. La Nueva Jerusalén es la Iglesia de Jesús. Si de los judíos se podía decir: «Dios está con ustedes», mucho más de nosotros, porque él nos ha enviado al que se llama en verdad «Dios-con-nosotros». Si iban a subir los pueblos a consultar la Palabra de Dios a Jerusalén, mucho más desde que ha venido el que es la Palabra viviente de Dios, Jesús. Por descristianizada que nos parezca nuestra generación, en los planes de Dios todos están destinados a la fe y a la salvación. Pero queda en el aire el interrogante: ¿somos en verdad, los que formamos la Iglesia, un signo tan lúcido de la presencia de Dios, una comunidad tan atractiva a la que da gusto acudir a "consultar con Dios" y a escuchar su Palabra? Los que nos ven actuar, ¿se sienten atraídos y nos tiran de la manga para que sin falta les dejemos juntarse con nosotros en nuestra vida de fe?
Debemos ser misioneros Todos los cristianos debemos ser «misioneros», preocupados de que cuantos más mejor escuchen la Palabra de Dios y se enteren de sus planes de vida. Empezando por los que tenemos más cerca en la familia o en la sociedad. También nuestro mundo de hoy, a veces sin saberlo explícitamente, anda a la búsqueda de los valores que le den la felicidad. ¿Encuentran en nosotros la luz que les oriente? ¿les resultamos creíbles en nuestro testimonio de fe? ¿se cumple en la Iglesia lo que el salmo decía poéticamente de Sión: "contaré a Egipto y a Babilonia entre mis fieles", hasta el punto de sentirse todos orgullosos, porque «uno por uno todos han nacido en ella»? Seguro que tendremos que mejorar nuestra imagen para que todo esto deje de ser utopía.
Acercarnos a Dios Podemos acercarnos a Dios por la experiencia humana del amor y de la unidad. En primer lugar, el amor supone una participación. Se puede hablar del amor de un padre por su hijo ingrato, o del amor de una esposa por su esposo infiel; por muy dramáticos y nobles que sean, estos amores son incompletos; les falta la alegría inherente a todo amor; sólo conseguirán su plenitud en la participación y la reciprocidad. Este es, por otra parte, el sentido de la oración de Cristo por la unidad de los cristianos. Esta unidad no es solamente una conformidad con las mismas estructuras, ni habitación bajo un mismo techo, sino, sobre todo, participación y reciprocidad: "Tú en Mí y Yo en Ti". Decir que Dios es amor, es decir que no puede vivir solo en su trascendencia, es decir, que El quiere compartir y que espera una reciprocidad. Además, el amor es la sola actividad humana que colma el abismo de alteridad hasta el punto de que el que ama tiende a convertirse en la persona amada, y recíprocamente. Dios es amor; esto significa ineludiblemente, siendo el hombre el único "otro" que Dios puede encontrar; Dios es amor, es decir, Dios solo puede desear -y hacer todo lo posible para ello- que el hombre que El ha amado, Jesús primero y después toda la humanidad, sean como El.
La FE debe llegar a todos «Todos los pueblos y culturas tienen el derecho a recibir el mensaje de salvación, que es don de Dios para todos. Esto es más necesario todavía si tenemos en cuenta la cantidad de injusticias, guerras, crisis humanitarias que esperan una solución. Los misioneros saben por experiencia que el Evangelio del perdón y de la misericordia puede traer alegría y reconciliación, justicia y paz. El mandato del Evangelio: «Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado» (Mt 28,19-20) no está agotado, es más, nos compromete a todos, en los escenarios y desafíos actuales, a sentirnos llamados a una nueva «salida» misionera, como he señalado también en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium: "Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio"» (Papa FRANCISCO: Mensaje para la Jornada mundial de las Misiones, 2016).
El camino que lleva a Dios El amor es también dolor y sufrimiento. El amor de la madre se convierte en sufrimiento por el hijo que está enfermo. En el hombre la cosa es evidente: yo no espero nunca tener conciencia de ser amado; espero solo los signos y las palabras por las cuales ese amor se expresa, y luego mi pensamiento interpreta a
su modo esos signos y esas palabras. Me siento llevado hacia el otro y luego vuelvo hacia mí. La amistad constituye una alianza real; nunca es transparente. Hay siempre una opacidad: el otro sigue siendo siempre inaprehensible. Solo en la prostitución puede el otro ser aprehendido, porque entonces no es más que un cuerpo; pero entonces el amor no es más que una palabra vacía de contenido. Así, pues, el amor es el único camino que puede llevar a Dios, porque es la experiencia que preserva más totalmente la alteridad del otro y respeta de modo más total a Dios en su trascendencia.
La Misión nos llevará al perdón Finalmente, el amor es siempre gratuidad e iniciativa. Entre los seres que se aman hay como una especie de competición para ser el primero en amar. Este es el sentido de los regalos, que no consisten solamente en ofrecer al otro algo útil, sino también en ofrecerle algo inútil y gratuito con tal que eso signifique: «Mira, yo te he amado antes» (1Jn. 4, 10). Amar es, pues, dar sin ánimo de recibir y, por tanto, también perdonar; pero es también aceptar que el otro dé y acercarse a él sabiendo que también él tiene un regalo para nosotros. Así es Dios: el primero en amar y en perdonar («en remisión de los pecados»: 1Jn. 4, 10), pero también alguien que escucha al hombre amado y está atento a los regalos que este le hace.
La Misión al servicio de la comunión La unidad es la expresión y la prueba más evidente del amor. Porque esta unidad por la que ruega Jesús sólo es posible cuando los miembros de la comunidad se aman de tal manera que cada uno se entrega a los demás sin límite. La unidad no se logra dando «cosas», sino dándose uno mismo, entregando la propia persona. La unión de la comunidad es condición previa para la unión con el Padre y Jesús, fruto del Espíritu. Si existe, la comunidad vive unida con ellos. Si falta, esa unión se hace imposible. Quienes no aman no pueden tener un conocimiento y un trato verdadero con Dios. Esta unidad de la comunidad ha de ser visible, puesto que Jesús la presenta como testimonio ante el mundo de la veracidad de su misión. El mundo creerá en Dios si lo experimenta en el amor de sus discípulos. Si falta el amor, Jesús aparecerá como un teórico de la utopía humana, como un filósofo más. Sólo si su proyecto de vida se encarna en una comunidad será creíble para los hombres, hartos de palabras bonitas.
La Misión continúa el Ministerio de Jesús Hasta ahora, Jesús ha hecho presente al Padre en la tierra con su vida. En adelante será la comunidad unida en el amor la que muestre su existencia y su amor a la humanidad. Un deseo de Jesús bastante difícil, pero posible, porque él mismo lo está impulsando. «También les di a ellos la gloria que me diste, para que sean uno como nosotros somos uno».
El Señor ha puesto sobre la comunidad este don que Él ha recibido personalmente del Padre, -el don de la filiación- el poder ser con él hijos del Padre porque les ha comunicado su propio Espíritu, por eso la comunidad está unida no como resultado de su propio esfuerzo, como una meta moral alcanzada, o por la perfecta organización de la misma, sino que es única y exclusivamente un don de Dios. La comunidad no puede ser por sí misma la que garantiza esa unidad; sólo puede alcanzarla y dar testimonio de la misma por su permanente unión con Jesús. Por eso, mientras la comunidad viva orientada hacia Jesús en persona y haga más caso de la palabra de Jesús que de la palabra de sus miembros, no debe temer por su unidad. Nunca le faltará ese don. Porque es el propio Cristo glorioso y presente el que constituye el centro y también el fundamento de la unidad. Si la unidad es el don de Cristo, presente en la comunidad, quiere decir también que la comunidad no debe considerar la unidad como una posesión firme, como una meta alcanzada para siempre, sino que está siempre en camino hacia la unidad, en camino hacia la unidad completa y colmada: "Yo en ellos y tú en mí, para que sean completamente uno: "perfectamente uno" Biblia Jerusalén: "sean consumados en la unidad". La unidad perfecta y consumada es también para la comunidad su futuro. La unidad de la comunidad -de la Iglesia- es una realidad ya presente por la acción salvadora de Jesús y al mismo tiempo es una realidad futura, cuya consumación está por llegar. Don presente y meta futura y constante de los cristianos. Y siempre puesta en tela de juicio por el simple hecho de "estar en el mundo", que es la condición de los discípulos.
4. ORACIÓN: ¿QUÉ LE DECIMOS NOSOTROS a DIOS? Padre, haz, de mí un apóstol detu FE. Donde impera la oscuridad del paganismo» permíteme difundir tu luz. . . Donde impera el odio fratricida, el Amor. Donde impera el error de la herejía, la Verdad. Donde impera la culpa, el Perdón. Donde impera la infidelidad, el reinado de Jesús. Concédeme que, con mi oración y sacrificio, pueda alcanzar de Ti para cada Continente lo que cada continente necesita. A Africa, u n clero nativo de sacerdotes que lideren la liberación integral de sus pueblos.
A Asia, una rica cosecha nacida de la a sangre de tantos mártires. A Oceania, un collar de islas hecho Rosario por la Fe. A Europa, cansada y escéptica, una juventud renovada en el altar de Dios. A América, el trueque de su riqueza y poderío material por el honor de ofrecer u n recio e inconmovible pedestal a l a CRUZ. Permite, Padre, llegue mi oración hasta donde no pueden llegar mis pies. . . . . m i s d o n a c i o n e s a, para aliviar el sufrimiento de quienes padecen necesidad... . . . m i s sacrificios y mortificaciones, para ayudar a plantar la Cruz en medio de aquellos Pueblos que no conocen tu Verdad y tu Amor. Amén. 5. CONTEMPLACIÓN - ACCIÓN: ¿QUÉ NOS PIDE HACER la PALABRA? Llamado del Papa Francisco: «El Jubileo extraordinario de la Misericordia, que la Iglesia está
celebrando, ilumina también de modo especial la Jornada Mundial de las Misiones 2016: nos invita a ver la misión ad gentes como una grande e inmensa obra de misericordia tanto espiritual como material. En efecto, en esta Jornada Mundial de las Misiones, todos estamos invitados a «salir», como discípulos misioneros, ofreciendo cada uno sus propios talentos, su creatividad, su sabiduría y experiencia en llevar el mensaje de la ternura y de la compasión de Dios a toda la familia humana. En virtud del mandato misionero, la Iglesia se interesa por los que no conocen el Evangelio, porque quiere que todos se salven y experimenten el amor del Señor. Ella «tiene la misión de anunciar la misericordia de Dios, corazón palpitante del Evangelio» (Bula Misericordiae vultus, 12), y de proclamarla por todo el mundo,
hasta que llegue a toda mujer, hombre, anciano, joven y niño» (Papa FRANCISCO, Mensaje para la Jornada mundial de las Misiones, 2916).
Algunas preguntas para pensar durante la semana: 1. ¿Tengo conciencia de mi compromiso misionero fundado en el Sacramento del bautismo? 2 ¿Qué resonancia produce en mí, en mi Familia y en mi Parroquia la Jornada mundial de las Misiones? 3. ¿Cómo entiendo la relación entre La Misión y las Misiones? 4. ¿Cuál es mi campo de Misión?.
Carlos Pabón Cárdenas, CJM.
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