Verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios AMBIENTACION La NAVIDAD es una fiesta realmente hermosa del calendario cristiano: es una fiesta que estremece tan profundamente el corazón humano hasta llegar a ser el único tiempo del año en que hay treguas en los campos de batalla; es una época en que loa adultos olvidan sus problemas y disfrutan ingenuamente como si fueran niños. A la palabra «Navidad» está ligado todo un universo de símbolos: las velas, la estrella, la bombas resplandecientes, el pino, el pesebre, el buey y el asno, los pastores, José y María, el Niño que reposa sobre pajas. Ellos constituyen el eco del mayor acontecimiento de la historia: La Encarnación del Hijo de Dios. Esos símbolos nacieron de la fe y hablan al corazón. Hoy, sin embargo, estos símbolos han sido superados por el comercio y son una llamada a nuestro bolsillo. A pesar de todo, la Navidad ¡guarda aún su sacralidad inviolable! Toda vida es sagrada y nos remite a un misterio sacrosanto. Por eso, todo atentado contra la vida es una agresión a Dios mismo. En el Niño de Belén la fe celebra la manifestación de la vida y la comunicación del Misterio. La intuición de esta profundidad no se ha perdido, afortunadamente, en nuestra sociedad, a pesar de la secularización. Por eso Navidad es más que todos sus símbolos manipulados: es una fiesta más rica que todos los mecanismos de consumo.
1. PREPARACION: INVOCACION AL ESPIRITU SANTO Ven, Espíritu Santo, a despertar el corazón de la Iglesia, para que el Pueblo de Dios, atento a la Palabra, celebre con gozo la presencia salvadora de Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios. Revive en nosotros la actitud con que la Iglesia, a lo largo de su vida, bajo la guía del Magisterio, ha escuchado la Palabra que la invita a acoger al Señor que viene a visitar a su Pueblo. Prepáranos para encontrar en la Palabra la paz que necesitamos para apagar los odios y las discordias y poner fin a la violencia. Amén.
2. LECTURA: ¿QUÉ DICE el texto? Is. 52, 7-10: «Verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios» .
El Señor escucha el grito del pueblo. El profeta se sitúa en el momento del regreso del destierro y contempla desde los muros de Jerusalén a los liberados de Babilonia que vuelven
a Palestina. Los mensajeros anuncian la Buena Nueva de la salvación, que es una victoria del Dios-Guerrero y la entronización de Yahvé en la ciudad. Es uno de los pasajes más antiguos de la Escritura que habla de la Buena Nueva. El acontecimiento mismo del pueblo desterrado, que se ha encontrado libre, constituye la Buena Nueva, los demás gestos interpretativos del acontecimiento son otros tantos servicios de la Palabra. El profeta, probablemente el segundo Isaías, nos invita a la esperanza porque Dios viene a Sión, «consuela a su pueblo y rescata a Jerusalén». La promesa se refiere a los tiempos del destierro en Babilonia y a su próximo final. Pero nosotros leemos el pasaje desde la perspectiva de la encarnación del Hijo de Dios. Si en el AT se hablaba de lo hermosos que son los pies del mensajero que trae buenas noticias, nosotros, los cristianos, podemos leer con más alegría que los oyentes de Isaías el anuncio de que «tu Dios es Rey», o que «ven cara a cara al Señor», o que «verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios». En verdad, «¡qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz!».
Sal. 98(97): «los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios » El salmo nos hace cantar sentimientos de alegría y victoria: «canten al Señor un cántico nuevo porque ha hecho maravillas», y hemos repetido con convicción: «los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios». De nuestros labios siempre debe salir un cántico nuevo porque Dios está siempre actuando sobre nuestro mundo y sobre nuestra historia. Los que saben mitrar la historia con ojos de fe, saben estrenar siempre un nuevo cántico. La Navidad es, por excelencia, la entonación de un «cántico nuevo» al Salvador que viene a ser «Dios-con-nosotros» y, como tal, a cumplir las Escrituras.
Hbr. 1, 1-6: «Dios nos ha hablado por el Hijo» Dios habló por los profetas, ahora lo hace por su Hijo. Escribiendo a cristianos que proceden del Judaísmo, el autor de la carta a los Hebreos puede argumentar a partir del AT, para hacer ver cómo Cristo, en el NT, cumple en plenitud todas las promesas. La carta a los Hebreos es una oración sagrada, con su exordio y su parte doctrinal sobre el misterio de Jesús: el principio y el fin, preexistente y salvador. El autor se sirve del lenguaje ritual del A. Testamento y del lenguaje filosófico del judaísmo, sobre la Sabiduría, el Logos y la Ley, para presentarnos a la persona de Jesús, Dios y hombre que supera el rito y la ley. Los versículos que hoy leemos son como un resumen de toda la carta y una cristología concentrada: Dios nos ha hablado por los profetas, y ahora lo hace por medio de su Hijo; Cristo es «reflejo de la gloria» de Dios y "sostiene el universo con su palabra poderosa"; es
Hijo y Heredero; es superior a todos los ángeles; y ya desde la creación inicial, por medio de él, Dios «ha ido realizando las edades del mundo».
Jn. 1, 1-18: «La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros»
EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN JUAN 1
En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. 2 Ella estaba en el principio junto a Dios. 3 Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada. Lo que se hizo 4 en ella era la vida y la vida era la luz de los hombres, 5 y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron. 6 Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. 7 Éste vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. 8 No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz.
9
La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre, viniendo a este mundo.10 En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció.11Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.12 Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre;13 los cuales no nacieron de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre sino que nacieron de Dios.
14
Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y
hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Unigénito, lleno de gracia y de verdad. 15
Juan da testimonio de él y clama: «Este era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo». 16 Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia.17 Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. 18 A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo Unigénito, que está en el seno del Padre, él lo ha contado.
Palabra del Señor
R/. Gloria a Ti, Señor Jesús.
Re-leamos el texto para interiorizarlo: a) Contexto: El Prólogo es la primera cosa que se ve al abrir el evangelio de Juan. Pero fue la última en ser escrita. Es el resumen final, puesto en el comienzo. En él, Juan describe la peregrinación de la Palabra de Dios. Ella estaba junto a Dios, desde antes de la creación y por medio de ella todo fue creado. Todo lo que existe es expresión de la Palabra de Dios. Como la Sabiduría de Dios (Pv. 8,22-31), la Palabra quiso llegar más cerca de nosotros y se hizo carne en Jesús. Vino en medio de nosotros, realizó su misión y volvió a Dios. Jesús es esta Palabra de Dios. Todo lo que dice y hace es comunicación que nos revela al Padre. Este prólogo es, probablemente, un himno de los primeros cristianos en honor de Jesucristo. San Juan tal vez añade algo, p. e. los versículos 2.6-8. Elaborado para presentar al Verbo, la Palabra. «Dabar» en hebreo, «Logos» en griego. Se divide en tres momentos: Quién es, qué hace, se encarna. Es introducción a todo el evangelio. Se nos dirá en seguida (desde el capítulo 2) cuál es la misión y la obra del Verbo encarnado. Primer momento: Quién es. (vv.1-2). Intemporal. En el comienzo: Lo absoluto, recuerda a Gn 1, 1. Abre la experiencia novedosa de la nueva creación. El uso del imperfecto: existía, era, estaba, que traduce la única forma griega «En» (ἦν, del verbo eimi = ser, estar), facilita expresar el ser, el estar, el existir y expresa lo presente en la esfera del pasado, lo indefinido en la duración, lo sin fronteras... Este el Verbo, divino, intemporal, en el seno del Padre (iluminar con Jn. 8,24; 10,30; 1Jn. 1,1-2. Segundo momento: qué hace. (v. 3) Es la Palabra creadora: eficaz, produce lo que dice, omnipotente, presente en la creación (Gn. 1; Col. 1, 15-20; Hbr. 1, 1-3; Ap. 1, 8; Sal. 148, 5). Presencia del Verbo antes de la encarnación: Jn 8, 58. Tercer momento: Encarnación: vv. 11-14: Vino a lo propio, a su casa: el mundo creado (Gn 28, 17), o Israel: 2 Sm 7, 16; Mt 15, 24. El evangelio de hoy nos ayuda a profundizar en la celebración de la Navidad: es el prólogo del evangelio de Juan. Esta lectura, junto con las anteriores, da a la Misa de hoy un tono contemplativo y teológico en las fiestas del Nacimiento del Hijo de Dios.
b) Comentario: vv. 1-3: Diciendo «En el principio era la Palabra», Juan evoca la primera frase de la Biblia que dice: «En el principio Dios creó el cielo y la tierra» (Gn. 1,1). Dios creó todo por medio de su Palabra. «El habló y las cosas empezaron a existir» (Sal. 33(32),9; 148,5). Todas las creaturas son una expresión de la Palabra de Dios.
En el principio el Verbo existía: constantemente dirigido hacia el amor del Padre, se ha convertido en la explicación verdadera, en la exégesis única (Jn 1,18), la revelación de su amor. Este evangelio nos habla de la pre-existencia del Verbo en el seno de Dios, como el «Logos», la Palabra viviente, por la que es creado el universo. Pero en la plenitud del tiempo se hace hombre, se encarna y «habita entre nosotros», nos revela al Padre y nos hace partícipes de la plenitud de su gracia y de su vida.
vv. 4-5: En el Logos era la vida y la vida era la luz, pero las tinieblas no la han acogido. En el Antiguo Testamento la revelación del Verbo de Dios es revelación de luz: a ella corresponde la plenitud de la gracia, la gracia de la gracia, que se nos da en Jesús, revelación del amor sin límites de Dios (Jn 1,4-5,16). También todo el testimonio del Antiguo Testamento es un testimonio de luz: desde Abrahán a Juan Bautista, Dios manda testimonios de la luz; Juan Bautista es el último de ellos: anuncia la luz que está por venir en el mundo y reconoce en Jesús la luz esperada (Jn 1,6-8;15). Esta Palabra viva de Dios, presente en todas las cosas, brilla en las tinieblas. Las tinieblas intentan apagarla, pero no lo consiguen. La búsqueda de Dios, siempre nueva, renace en el corazón humano. Nadie consigue taparla. ¡No conseguimos vivir sin Dios por mucho tiempo! Dabar Yahweh (Palabra de Dios) es la comunicación de Dios con el hombre, dada para todos aquéllos que Dios ha llamado y aquéllos sobre los cuáles cae, sobre los cuáles viene la palabra del Señor (cfr Is 55,10-11). Como dice San Agustín: «La Palabra de Dios es la verdadera luz». La Palabra sale de la boca de Dios, pero conserva toda su fuerza, es persona, crea y sostiene el mundo. Esta palabra que crea y salva se identifica con la Torah, con la que Israel entiende la revelación divina en su totalidad, con la Sabiduría: De Sión saldrá la ley y de Jerusalén la palabra del Señor (Is 2,3). El «menra» (arameo) es el concepto que ha servido a Juan para pasar del dabar (hebreo) al logos (griego). En los targum el menra tiene una función creadora, pero sobre todo reveladora, que se expresa de modo particular a través de la imagen de la luz. En el Targum Neophiti, en el famoso poema de las cuatro noches sobre Éx. 12,42 está escrito: «La primera noche fue aquélla en la que IHWH (= Yaweh) se manifestó sobre el mundo para crearlo: el mundo estaba desierto y vacío y las tinieblas recubrían la faz del abismo. Y el menra de IHWH era la luz que brillaba». En el Targum Jerusalaim el manuscrito 110 dice: «Con su palabra IHWH brillaba e iluminaba». El midrash subraya que la ley existía antes del mundo, era vida, era luz: «Las palabras de la Torah son luz para el mundo» (Midrash Dt Rabba 7.3). Hija unigénita de Dios, la Torah ha sido escrita con fuego negro en la llama blanca y yace sobre las rodillas de Dios, mientras Dios se sienta sobre el trono de gloria (cfr. Midrash al Salmo 90.3).
El logos-luz se hace presente en el mundo: Todo es vida en él: el Verbo substituye a la Torah. Se transcienden los signos, y más que substitución se asiste a un cumplimiento. Si la Torah para el judío es la hija de Dios, Juan muestra que élla es el logos, que desde el principio está junto a Dios, es Dios.
vv. 6-8: Juan Bautista vino para ayudar al pueblo a que descubriera y saboreara esta presencia luminosa y consoladora de la Palabra de Dios en la vida. El testimonio de Juan el Bautista fue tan importante, que mucha gente pensaba de él que era el Cristo (Mesías). (Hechos 19,3; Jn 1,20) Por eso, el Prólogo aclara diciendo: "¡Juan no era la luz! Vino para dar testimonio de la luz!"
vv. 9-11: Así como la Palabra de Dios se manifiesta en la naturaleza, en la creación, asimismo se manifiesta en el «mundo», esto es, en la historia de la humanidad y, en particular, en la historia del pueblo de Dios. Pero el «mundo» no reconoció ni recibió la Palabra. Aquí, cuando dice «mundo», Juan quiere indicar el sistema tanto del imperio como de la religión de la época, ambos encerrados en si mismos y, por esto mismo, incapaces de reconocer y recibir la Buena Nueva (Evangelio), la presencia luminosa de la Palabra de Dios. El «vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron». v. 12-13: Es verdad que muchos, a pesar de que «viene a su casa», no le acogen. Pero los que le acogen reciben el mejor don que podemos recibir: ser «hijos de Dios». Las personas que se abren aceptando la Palabra, se vuelven hijos e hijas de Dios, no por propios méritos, ni por ser de la raza de Israel, sino por el simple hecho de confiar y creer que Dios, en su bondad, nos acepta y nos acoge. La Palabra de Dios entra en la persona y hace con que ella se siente acogida por Dios como hija, como hijo. Es el poder de la gracia de Dios. Cristo, Verbo Encarnado, «verdadero Dios y verdadero Hombre», revela la verdadera personalidad del hombre. Anunciar la Buena Nueva, la «Gran Noticia» de la Salvación, adquirida por el «Dios-con-nosotros», será adquirir las propias responsabilidades de creaturas, ser lo que tenemos que ser por nuestra condición humana. v. 14: «La palabra se hizo carne» = «O Logos sarx egueneto» (ὁ λόγος σὰρξ ἐγένετο): Afirmación central del hecho fundamental. Encarnación histórica: el tiempo del verbo griego (aoristo) está inficando una acción, un hecho ya realizado.. Dios no quiere quedarse lejos de nosotros. Por esto, su Palabra llegó más cerca todavía y se hizo presente en medio de nosotros en la persona de Jesús.
El paso del sujeto (Verbo = Logos = Logoj) al predicado (carne = sarx = σὰρξ) encierra toda la dimensión del misterio... Este misterio desafía toda reflexión. El Verbo, Palabra poderosa, salvadora, consoladora, infinita, en su ser divino, llega a ser, deviene, «se hizo» (ἐγένετο) carne, o sea fragilidad, mortalidad. Algo inaudito se encierra ahí. El NT. lo llama el «misterio» (Col. 1, 26; Ro.16, 25; Ap. 10, 7). Es el plan salvador de Dios a través de un hecho culminante en la historia: la encarnación de Dios en la persona de Jesús, Cristo y Señor. Lo divino y lo mortal en una sola persona. La «carne» (= sarx = σὰρξ) acentúa la realidad humana en cuanto caduca, débil y mortal (Jn 3, 6; 17, 2; Gn 6, 3; Is 40, 6). El Prólogo dice literalmente: «La Palabra se hizo carne y puso su tienda («skené» -en hebreo-) entre nosotros»: forma de hablar que evoca la «habitación» de Dios en el Tabernáculo y el templo (Ex 25, 8; Nm 35, 34). Antiguamente, en el tiempo del éxodo, allí en el desierto Dios vivía en una tienda en medio del pueblo (Ex 25,8). «Sekinah» y «Skene» son dos voces hebreas que se relacionan. La presencia (shekina) de Dios habita en una tienda (skene): presencia mudable, peregrina, provisoria. Al hacerse carne se habla de la presencia divina en dimensión humana, cercana, familiar. Ahora, la tienda donde Dios mora con nosotros es Jesús, «lleno de gracia y de verdad» Jesús vino a revelar quién es este Dios nuestro, que está presente en todo, desde el comienzo de la creación. En Cristo habita entre nosotros, se hace visible y tangible, al alcance de todos. No como en el templo (Jn 10, 33). «Vimos (aoristo) su gloria»: La gloria es manifestación de Dios que llega para salvar «maravillosamente». Es el mismo Dios que se muestra glorioso salvando (Ex 24, 16; 40, 3435; 1 R 8, 10-11; Ex 9, 3; 10, 4. 18-19; 11, 22-23; 43, 1). Esa manifestación esplendorosa de Dios salvador en A.T. se contempla ahora en el Verbo encarnado (Jn 2, 11; 13, 31; 12, 23.28; 17, 2.22-23). Es la gloria del Padre Dios presente entre los hombres en la fragilidad de la carne (Jn. 17, 5). Siendo el Hijo unigénito es el heredero total. La gloria de Dios le pertenece en totalidad (Is. 42, 8). «Lleno de gracia y de verdad» (cfr. Ex 34, 6-7). Dios se presenta como el que concede su favor, su amor, su misericordia y es fiel: la verdad. Dios es verdadero cuando cumple sus promesas y permanece fiel. Jesucristo es la encarnación de la misericordia y la fidelidad de Dios. En él se cumplen las promesas salvadoras (Ap. 1, 5). Este Logos se ha convertido en sekinah (= «presencia») de Dios entre nosotros, y ha hecho ver la gloria, la presencia esplendorosa de Dios a los hombres. La gloria que habitaba en la tienda del Éxodo (cfr. Éx 40,34-38), que habitaba en el templo (cfr. 1Re 8,10), ahora habita en la carne del Hijo de Dios. Es una verdadera «epifanía» (= manifestación). La shekinak se hace visible, porque la shekinah es Cristo, lugar de la presencia y de la gloria divina. Hay quien ha visto la gloria de Dios: «el Unigénito lleno de gracia y de verdad»; él viene a revelarnos el rostro del Padre, el único que puede hacerlo, porque está en el seno del Padre.
v. 15-16: De esta plenitud de vida tiene origen la nueva creación. Moisés ha dado la ley, Cristo da la gracia y la verdad, el amor, la fidelidad. En el Hijo se puede contemplar a Dios sin morir, porque quien ve al Hijo ve al Padre: Jesús es la exégesis, la narración de la vida divina. Y el lugar de revelación es su carne. He aquí por qué Juan dirá en el cumplimiento de la hora: «Nosotros hemos visto su gloria» (Jn 1,14). La luz está escondida en su dar la vida por amor de los hombres, en el amor hasta el final, sin volver atrás, respetando la libertad del hombre de crucificar al Autor de la vida: Dios es glorificado en el momento de la pasión: un amor cumplido, definitivo, sin límites, un amor demostrado hasta las últimas consecuencias. Es el misterio de la luz que se hace camino en las tinieblas, sí, porque el amor ama la oscuridad de la noche: cuando la vida se hace más íntima y las propias palabras mueren para vivir en el respiro de la persona amada la luz está en el amor que ilumina aquella hora de expropiación, hora en la que se pierde uno mismo, para encontrarse restituído en el abrazo de la vida.
vv. 17-18: «La ley fue dada por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios ninguno lo ha visto: sólo el Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, él lo ha revelado». La inteligencia de lo que acaece en la historia de nuestra vida nos lleva a salir de la ceguera de la presunción y a contemplar la luz que brilla sobre el rostro del Hijo de Dios. Y nuestros ojos, inundados de luz, se abren a los acontecimientos. ¿Cuándo conseguiremos ver a Dios entre nosotros?
3. MEDITACION: ¿QUÉ NOS DICE el texto? El misterio de la LUZ Una imagen que se repite varias veces hoy es la de la luz: «has iluminado esta noche santa con el nacimiento de Cristo, la luz verdadera» (oración colecta de la Misa de medianoche), «el pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande» (Isaías), «hoy brillará una luz sobre nosotros» (antífona de entrada y salmo responsorial, misa de la aurora); «los que vivimos inmersos en la luz de tu Palabra» (oración colecta, misa de la aurora), «amanece la luz para el justo» (salmo, misa de la aurora), «hoy una gran luz ha bajado a la tierra» (versículo del aleluya, misa del día), «la Palabra era la luz verdadera que alumbra a todo hombre» (evangelio misa del día). ¡Somos invitados a la fiesta de la Luz! Con razón damos gracias a Dios «porque la luz de tu gloria brilló ante nuestros ojos con nuevo resplandor» (prefacio 1º. de Navidad). ¿Cuáles son los motivos de la alegría de la Navidad? Por muy preocupados que estemos por los problemas de la vida, y por oscuro que veamos el panorama social o eclesial, es bueno que nos dejemos contagiar de la alegría y la esperanza que ya anunciaba Isaías: «el pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz
grande... porque un hijo se nos ha dado». Lo que él anunciaba en el AT, nosotros tenemos mayor ocasión de creerlo como ya realizado inicialmente en Cristo Jesús.
El Misterio de la Palabra (Dabar - Logos) El Logos, poder creador y salvador de Dios. Tiene sus raíces en la cultura griega, conocida a través de Filón (20 a. C. a 40 p. C.) y en la misma Biblia. En Antiguo Testamento Dios crea con su Palabra eficaz y omnipotente (Gn 1); Es el poder salvador: Is 55, 10-11, Palabra que viene de Dios, empapa la tierra y la fecunda y regresa a Dios, “no vacía” Sab 7, 22; 9, 9.12; Prov 8, 22; Sirá 24, 1-22. Sal 119 (p.e. v. 142). Se une al tema de la sabiduría. El Dios trascendente e irrepresentable (Ex 20, 4) se manifiesta a través de su Palabra. La Biblia escoge este fenómeno humano para hablar de la relación de Dios con el hombre. La palabra es de vivos e inteligentes. La palabra revela la persona. A medida que hablamos nos damos a conocer, incluso podemos revelar lo más íntimo y secreto del corazón. Esa palabra, cuando es divina, es personificada. Se manifiesta, actúa, crea. Era el mejor vehículo para hablar de la Encarnación: el Verbo de la Trinidad que asume la condición humana, siendo espiritual e inmaterial. La palabra griega Logos rica de sentidos, significa entre otras cosas: (a) la razón de ser de la realidad, la quintaesencia de los seres. (b) La palabra creadora: palabra omnipotente y eficaz a cuya voz todo responde con la existencia. (c) La sabiduría que pone orden y concierto en la variedad infinita de lo creado. (d) La palabra que ilumina y vivifica: es luz y vida. (e) La palabra reveladora, encarnada y presente en Jesús, revelación máxima de Dios Padre. (C.M.Martini, El Evangelio según San Juan, p. 27).
La PALABRA como presencia Juan nos hace volar alto: «En el principio»… Nos hace subir al origen, a la fuente primera: la Trinidad. Juan, el «hijo del trueno» («boanerges»), relampaguea, aturde, abate con su mensaje. Este evangelista es el promotor de los grandes temas evangélicos: El Verbo, La Vida, La, Luz, El Juicio, La Gloria, La Verdad. Es el evangelista de las antinomias y contraposiciones: «El Verbo se hizo carne...». =>: Jesús es la manifestación del Padre, que recrea: poniendo un ritmo nuevo y un estilo nuevo; que purifica: levantando al pobre y perdonando al caído; que domina: demostrando su poderío y animando a la confianza. =>: Jesús es la Palabra personal del Padre: que congrega: invitando, atrayendo, reuniendo; que capacita: renovando, purificando, fortificando; que participa: su vida, su amor, su gracia.
=>: Jesús es la manifestación de la gloria del Padre: reconocemos esta presencia en nuestra asamblea eucarística. Celebramos esta presencia en nuestra santa Misa. Adoramos esta presencia con nuestro canto y nuestra sincera oración. Navidad es un mensaje para el hombre de hoy, para el cristiano de hoy, para el mundo de hoy.
=>: Nos habla de la bondad de Dios: Dios es bueno por naturaleza; es bueno de mil maneras distintas; es bueno sin limitaciones. Dios se acerca al hombre: viene. Dios recrea al hombre: da serenidad. Dios conduce al hombre: guía.
=>: Nos habla de la pobreza: Dios elige el camino más sencillo, más simple, más aceptado: por eso se hace hombre. Dios elige la condición humana más generosa, más convincente, más fácil para el hombre: así demuestra su amor. Dios elige el rumbo más inaudito, insospechado, incomprensible: ¡por eso es Dios! Se hizo pobre por nosotros. Se hizo pobre para enriquecernos. Se hizo pobre para nosotros. c) Nos habla de la paz: De un modo distinto: el hombre busca tranquilidad, comodidad, serenidad, y Dios ofrece gozo, regocijo, alegría. De una forma distinta: el hombre hace planes, proyectos, reuniones y no la consigue. Dios restablece un orden que salva, reanima, pacifica. Con una exigencia distinta: el hombre busca una paz estática cerrada, sin apertura, y Dios exige una paz difusiva, expansiva, conquistadora!
Misterio central La encarnación es misterio central de nuestra fe. Si queremos conocer a Jesucristo, no sólo como objeto de un estudio, sino, sobre todo, como la presencia de Dios en nosotros y en el mundo, pasemos por estos textos. Todavía son maneras muy humanas de hablar de Dios, pero son las únicas que tenemos. La Palabra, Verbo, Logos, que se encarna es comunicación divina que nos llega y ante la cual necesitamos oídos para escuchar y corazón para recibir. Mucho ha reflexionado la teología sobre este misterio pero siempre desde categorías de pensamiento propias del hombre. Dios sigue siendo el inefable. La presencia de Dios entre los hombres, misterio apetecido por el hombre de todos los tiempos y religiones, toma visibilidad en Jesús de Nazareth, hijo de María.
4. ORACION: ¿QUÉ LE DECIMOS NOSOTROS a DIOS? Más para contemplar que para orar. Adoremos a Dios en su designio salvador. Adoremos su divinidad en la debilidad de la carne. Agradezcamos la condescendencia infinita de Dios al abajarse a nuestra naturaleza para elevarnos a la condición de hijos. Abramos nuestra “tienda” para que Jesús, Dios encarnado, la habite. No la
hagamos indigna de su presencia. Pidamos perdón por ser de aquellos que no han acogido la Palabra. Dejémonos iluminar por el Verbo. Aceptemos la Vida divina que nos dispensa. El quiere prolongar s encarnación en el mundo de hoy, a través de nosotros mismos: démonos a él para asumir esta vocación inigualable. En este día esperado y memorable, queremos, Padre bondadoso, entonarte el cántico nuevo de nuestra acción de gracias. Lo hacemos con la confianza y libertad que nos proporciona el ser hijos tuyos, gracias a la En carnación de tu Unigénito, que se ha hecho hermano nuestro. Que el admirable intercambio navideño de la divinidad que desciende y se da a la humanidad, y la humanidad que acoge a la divinidad ascendiendo hacia ella, llegue un día a su plenitud con la fiesta sin fin en tu Casa, por los siglos de los siglos. Amén.
5. CONTEMPLACION-ACCION: ¿QUÉ NOS PIDE HACER la PALABRA? Silenciosamente contemplemos en nosotros, en nuestros hermanos, en el mundo este misterio de la encarnación de Dios. Sintamos que El nos habita en la persona de Jesús. Descansemos en él y gocémonos de su presencia salvadora. Recitemos, en privado o en comunidad, el Ángelus. Propongámonos que en todos los espacios de nuestra vida habite Jesús. Igualmente en el ambiente en que vivimos.
Relación con la Eucaristía La Eucaristía, Palabra y Sacramento, nos mantiene en el proceso de humanización cristiana hasta llegar a la plenitud de la medida de Cristo. Este encuentro con el Hombre Nuevo nos debe llevar a nuestro propio encuentro personal, pasando por el encuentro con los demás, en sus dimensiones de pareja, familia, grupo, etc., para realizar un encuentro total clon el mundo. La fiesta de la paz es una fiesta de encuentro y sobre todo de humanización.
Algunas preguntas para pensar durante la semana 1. ¿Cómo expreso la alegría en la celebración de la Navidad? 2. ¿Qué compromiso adquiero, para con mi familia y mi sector, como fruto de la celebración de la Navidad?
Carlos Pabón Cárdenas, CJM Libro vitual: O: