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Pilar Pareja Martínez

JUGANDO A LA MAESTRA

[Transcripción]

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Yo estudié en la escuela de la vereda hasta segundo de primaria, porque no había sino primero y segundo en la escuelita de Palermo. Mi papá donó ese terreno y se construyó la escuela. En ese momento la profesora que venía de Manizales y vivía ahí en la escuela, se llamaba doña Eladia, no recuerdo el apellido. La escuela tenía un aula y al otro lado un espacio de vivienda, dos cuartos y una cocineta. La gente de la vereda la fue construyendo de a poco. Entre todos empezaron a hacer rifas, mingas y eventos para recoger fondos y terminar de construir la escuela. Yo fui a estudiar desde tercero a Montenegro. Como éramos tan pequeñitas, mis hermanas y yo -en esa época una entraba muy pequeñita a estudiar- era muy complejo para mandarnos solas a estudiar a la escuela de Quimbaya. Mi mamá hubiera tenido que madrugar para llevarnos y volver a traernos en la tarde. Por eso yo hice desde tercero de primaria y todo el bachillerato en Montenegro. Mi mamá iba por nosotras cada fin de semana, por Julia mi hermana y por mí, a la casa de mi tía, una hermana de ella, María Cristina. Le decían Maruja Martínez. Ella vivía en el pueblo, pueblo.

Jugando a la maestra Un fin de semana, al volver a Amerindia, me encontré con una muchacha casi de la misma edad mía que estaba, según supe, ayudando a mi mamá en los oficios de la casa. Se llamaba Dalila y cuando la conocí yo estaba terminando once, ya tenía como 16 años, y ella tenía como 14 y acababa de terminar octavo en Manizales. Resultó que había venido a vivir en la finca de aquí, en Amerindia, en la casa de los agregados. Ella era sobrina de doña Celina y de don Arturo. No había terminado el colegio porque su familia se trasladaba constantemente, por lo que pasaba a quedarse con otras personas para poder continuar sus estudios. Dalila sí estudió la primaria aquí en Quimbaya. Vivía en la vereda La Montaña y ya terminando la primaria subía a estudiar al pueblo. Estudió en varias escuelas, porque los papás se movían mucho de vereda, de pueblo, de hecho, de departamento, buscando la cosecha. Ella a fuerza de lidia terminó la primaria, pero estaba a punto de quedarse sin estudiar el bachillerato y alguna vez me contó que la profesora le ofreció a la mamá llevársela y darle estudio, porque Dalila tuvo años que no estudió, igual que sus hermanas, por eso tenía 14 años y estaba apenas en octavo. La profesora le prometió a la mamá que la traería frecuentemente y que la mantendría al tanto escribiéndole. Hasta que murió el abuelo y Dalila tuvo que devolverse para Quimbaya.

Casa de los agregados en Amerindia, donde vivió Dalila Fotos tomadas y cedidas por Pilar Pareja Martínez ¦¦¦ Biografía Dalila Jaramillo

Jugando a la maestra Dalila también tenía varias hermanas y pues para los papás era una ayuda que le dieran estudio a una de sus hijas. Eso era muy común en esa época, familiares, los compadres o comadres, vecinos o profesoras, en este caso, se hacían cargo de la educación de niños y niñas mientras pudieran. Yo venía cada ocho días y el juego de cada ocho días era “la maestra”. Yo estaba un poco grande, pero a mí no me molestaba jugar a la maestra, de hecho, a muchos de los niños amigos de aquí de la vereda, los Ibarra, a Martha, Lucy, Malva, Mery, Gallo y por supuesto a Dalila, yo les enseñaba, pero ya no les gustaba jugar conmigo porque yo me lo tomaba muy en serio. Yo era la maestra y ellos tenían que quedarse quietos hasta el descanso y yo les enseñaba varias horas, entonces ya no se amañaban. Dalila era más bien tímida al principio, ella vivió mucho tiempo en casa ajena, conoció la ciudad, estudió allá, pero seguía siendo muy introvertida.

De izquierda a derecha: Claudia Pareja Martínez, Dalila Jaramillo, Pilara Pareja Martínez Recorte de periódico (sf), archivo personal de Pilar Pareja ¦¦¦ Biografía Dalila Jaramillo

Jugando a la maestra Claudia, mi hermana, que es dos años menor que yo, ella siempre estuvo acá, ella sí pudo estudiar aquí en la escuelita y parte del bachillerato en el pueblo. Como Claudia iba a estudiar en las mañanas, y ninguna de nosotras se quedaba aquí, Dalila le colaboraba en los oficios a mi mamá, ayudando entre la casa de los agregados y mi casa. En las tardes, Dalila se entretenía aquí leyendo, repasando cosas que yo le compartía de mis tareas, literal, como si yo fuera la profesora. Dalila y yo éramos más afines porque las dos habíamos vivido por fuera de la casa materna mucho tiempo. Claudia, mi hermana, a pesar de estar aquí en Quimbaya y viéndose más en semana con Dalila, era menos amigable, porque era muy consentida. Claudia no era tan extrovertida y tenía un gravísimo problema y es que era muy apegada a mi mamá, su mundo era mi mamá y no tenía tanta facilidad de hacer amiguitas por estar con ella. Dalila leía en las tardes y a veces se arrimaba donde Bernardo, y él, siendo tan quisquilloso, le prestaba libros y le conversaba y le ayudaba con cosas que ella le preguntaba. Ella le preguntaba por un poeta que él escuchaba declamar, Dalila se aprendió todos los poemas y declamaba muy bien, eran unos poemas del poeta Jorge Zalamea Borda en unos discos que ponía Bernardo, en las tertulias. En la finca eran muy comunes las visitas de amigos de mi papá, algunos escritores, otros no. En las tardes, mi papá recibía a sus amigos y a veces les entraba la noche en tertulias interminables. Un frecuente visitante y huésped era el escritor y poeta Iván Cocherín . Él podía llegar una tarde e irse dos semanas después. Hacían unas tertulias absolutamente maravillosas y a cualquier hora del día, porque a ellos no les importaba, venían todos sus amigos de Pereira, entre ellos un pintor famoso, Rubén Jaramillo, que yo recuerde. De hecho, hay varios cuadros de él acá en la casa, esta acuarela que hay allá del rostro de Bernardo,

es de Rubén Jaramillo y un cuadro que hay en la biblioteca de la India Soratama es de Rubén Jaramillo. Ellos fueron muy amigos y venían con mucha frecuencia, se emborrachaban aquí o en cualquier parte, no importaba, generalmente se estaban todo el día, básicamente como en época de diciembre. Se reunían con Bernardo, él tenía un horno de barro. Hacían unas cosas maravillosas en ese horno, mi mamá era la encargada de hacer todos los preparativos antes de un gran asado. Mataban chivo o mataban guagua o mataban conejo, lo que quisieran y todo era hecho en ese horno. Yo recuerdo esto porque yo venía de vacaciones en esa época de diciembre. Cuando venía de Montenegro y mi papá tenía esas visitas, Dalila y yo aprovechábamos para parar oreja a los temas de los que hablaban, pero siendo muy discretas. Cuando Cocherín venía era básicamente el mundo Bernardo-Cocherín. No entrábamos nosotras. Si mucho, el único momento que teníamos para conversar y eso, era el momento cuando nos sentábamos a comer, o a la hora del desayuno o a la hora del almuerzo que estábamos todos juntos, porque de resto era Cocherín y Bernardo quienes interactuaban.

¦¦¦ Biografía Dalila Jaramillo

Jugando a la maestra

Máquina de escribir de Bernardo Pareja Foto: Pilar Pareja Martínez - archivo personal

Mi papá no es que dejara coger la máquina de escribir, a él realmente no le gustaba mucho que otra persona la usara, pero yo sí hacía mis trabajos para el colegio en ella. Y con Dalila a veces cogíamos la máquina cuando él estaba ocupado con otros quehaceres, pero a escondidas. Él era bastante quisquilloso con todo lo suyo. De hecho, no se podía limpiar el escritorio que usaba, porque él escribía en cualquier pedacito de papel o servilleta y colocaba lo escrito

debajo de otra cantidad de cosas, él sabía dónde estaban sus apuntes; entonces si una se iba a limpiar corría el riesgo de botar algo para él importante, y eso era gravísimo. De manera que una medio sacudía por encima. Sin embargo, en esa máquina yo le enseñé a escribir a Dalila, cuando estábamos solas, o cuando yo estaba haciendo mis trabajos para el colegio. Ella se entusiasmaba mucho y se veía a futuro como una escritora, pero como no había terminado el colegio, se frustraba un poco, entonces yo la animaba y la ponía a escribir mis tareas y le dejaba tareas en la semana para que no perdiera el impulso de leer, sobre todo. Mi papá fue el que la recomendó con un tinterillo para que se fuera a vivir a Armenia y pudiera estudiar, aunque fuera en la nocturna, y terminar el bachillerato. Dalila ya tenía quince años y Bernardo le daba como pesar que ella se quedara sin estudio, porque el deseo de superación de Dalila era impresionante. Mi papá también pudo ver lo curiosa e inteligente que era y notó que escribía muy bien. Escribió todas las cartas que quiso para la mamá. Él tenía un conocido en Armenia, don Luis, que era tinterillo, entonces con él le ayudó a conseguir trabajo a Dalila, además porque ya nosotras estábamos terminando el colegio y nos veníamos para la finca, así que ella ya no tenía mucho en qué ayudar aquí. Su tía estaba un poco enferma y las niñas más pequeñas de ella ya estaban creciendo y la responsabilidad ya era mayor. Dalila alcanzó a vivir aquí en la casa de los agregados con la tía como dos años. Pero después que se fue para Armenia, no venía mucho a la finca. Es que a la pobre no le quedaba mucho tiempo, y para venir de Armenia a Quimbaya uno siempre se demoraba mucho; en ese entonces se hacía la ruta por la carretera vieja. Si venía, tenía que quedarse y madrugar al otro día. Lo que sí hizo siempre fue mandarnos cartas a la tía y a mí.

¦¦¦ Biografía Dalila Jaramillo

Jugando a la maestra Un día en una carta me contó que había terminado el bachillerato. Hizo dos años en uno en un colegio nocturno y estaba trabajando en una librería. Las cartas llegaban al almacén La Cigarra en Quimbaya y a Bernardo se las empacaban con la prensa, cada ocho días. Yo le seguía ayudando en los estudios y le corregía a veces lo que escribía, porque yo para ese entonces era corresponsal del periódico La Patria de Manizales en Montenegro. Cocherín era columnista de La Patria y mi papá también escribía en ese periódico.

Foto del carnet de Pilar Pareja Fotos: Pilar Pareja Martínez - archivo personal

Foto del carnet de Bernardo Pareja Fotos: Pilar Pareja Martínez - archivo personal

Un día Bernardo me llevó a Armenia y yo me quedé en la librería con Dalila. Eso fue uno de esos martes que él tenía sagrados para reunirse con la poeta quindiana Carmelina Soto. Carmelina y Bernardo se amaron, de hecho, tenían una cita impajaritable todos los martes en Armenia en el apartamento de Carmelina. Habían pasado por ahí cuatro años desde que Dalila salió de aquí de la finca, ya tenía una vida, un trabajo que le gustaba y conocía a más gente. En esa época era un poco menos introvertida. En una ocasión mi papá me contó que había visitado a Dalila en la librería junto con Cocherín, y terminaron en una tertulia en la casa de un amigo en Armenia. También estaba Carmelina y seguro otros intelectuales.

¦¦¦ Biografía Dalila Jaramillo

Jugando a la maestra Mi papá la invitó a un reconocimiento que le harían a él en Manizales y Cocherín le dijo que se podía quedar en la casa de él su esposa Mery en Chipre. Fue un evento de reconocimiento a Bernardo y a doce poetas más, denominado el grupo Las trece pipas, no recuerdo en qué año, porque fueron muchos los reconocimientos que a mi papá le hicieron a lo largo de su trayectoria como escritor. Y aunque él era tímido para esas cosas y decía: “de los homenajes líbrame señor”, la verdad es que le encantaban. Cuando Bernardo tenía que ir a Manizales a un evento de esos, era tétrico, porque él tenía que estar en Manizales a las ocho de la mañana, por ejemplo: entonces se levantaba a la una de la mañana, porque él siempre fue nervioso en ese sentido, que lo fuera a dejar el bus, que fuera a llegar tarde. Mi papá usaba casi siempre el mismo estilo de zapatos, pero de diferente color: negro, azul oscuro, y de pronto café.

Reconocimiento a Las Trece Pipas Foto: Archivo privado de Bernardo Pareja ¦¦¦ Biografía Dalila Jaramillo

Jugando a la maestra

Reconocimiento a Las Trece Pipas Foto: Archivo privado de Bernardo Pareja

En ese momento, a la una de la mañana no había quien prendiera la planta, porque era una planta de encendido manual; se alumbraba con vela o con una lámpara o con la linterna. Entonces él se vestía y se podía quedar listo horas esperando que fueran las 4 de la mañana y que pasara el bus, para irse para Manizales. Hay una anécdota muy cómica que Dalila me relata en una carta después: Dalila va a Manizales para ver a Bernardo porque ella le tiene un gran aprecio y agradecimiento. Ella me cuenta que después de terminado el evento se van para la casa de Cocherín en Chipre, y allá con Mery que es la esposa de Cocherín y sus hijos, están sentados conversando y hablando sobre el evento, cuando de pronto Dalila mira a Mery y las dos no pueden musitar palabra porque no paran de reír y solo señalan al piso por donde está sentado mi papá, todos las miran y se preguntan: ¿y a estás dos qué les pasa? Es que se dan cuenta que mi papá tiene un zapato de un color y otro de otro color, y todo el mundo comienza a reír y ni Cocherín ni mi papá se dan por enterados, porque eran igual de elevados, y para ellos eso no tenía ninguna importancia.

Iván Cocherìn y Bernardo pareja junto a otros escritores grecocaldeseces en el Primer Encuentro nacional por la literatura en Ibagué. 1980 Fotos: Pilar Pareja - Archivo personal ¦¦¦ Biografía Dalila Jaramillo

Jugando a la maestra Iván Cocherín era de Marmato. Un tiempo después él le contó a Bernardo que había invitado a Dalila a declamar en el lanzamiento de la casa de la cultura de Marmato, y allí fue uno de los primeros espacios públicos donde Dalila debutó como poeta. Al parecer Dalila también escribió para La Patria en Manizales, porque ella se radicó allá. Buscando las cartas de Dalila, que nunca encontré, me topé con varias cartas de Iván Cocherín a Bernardo Pareja. Ellos tenían una bonita amistad. Dalila podría, seguramente, dar fe de que fue así, porque la vivió de cerca y de alguna manera se nutrió de ella. Bernardo y Cocherín, escritores y poetas de provincia, ávidos lectores, le permitieron descubrir un mundo diferente y la enamoraron de la literatura, como lo hicieron conmigo y después con otras personas. Cocherín era andariego y muy conocido por escritores, políticos y medios de comunicación de Caldas, principalmente. Bernardo se movía en medio de la literatura y la música de la región. Estar cerca de ellos, en especial de Bernardo a temprana edad, fue estimulante para Dalila y para otros muchachos y muchachas de Quimbaya que en diferentes épocas y en vida de mi papá, se leyeron sus poemas y vinieron muchas veces a conversar con él, seguro con el fin de aclarar sus dudas. Él siempre los recibió. Un día le dije a Bernardo que debíamos hacer una especie de glosario para esas palabras tan difíciles de entender para algunos lectores que, o se acercaban a sus textos con recelo, o se alejaban completamente de ellos. Él al principio se negó, pero un día me dijo que sí. Antes de que mi papá muriera, empecé a hacer ese trabajo con él. Gracias a esta sacudida de memoria, recordé que no lo terminamos pero que vale mucho la pena continuar con esa tarea.

Pilar Pareja Martínez

La segunda en nacer de tres hijas de Bernardo Pareja y Julia Martínez. En palabras de Pilar, su padre y su madre fueron seres maravillosos que, entre otras cosas, enseñaron a sus hijas la importancia de desarrollar la vida bajo los principios de la ética, la justicia, la solidaridad, la autonomía, el amor por el campo y el respeto profundo por todos los seres vivos. Pilar es ingeniera civil de la universidad del Quindío. Durante un buen número de años, se dedicó a construir obras de ingeniería y hoy día es muy feliz construyendo al lado de su familia un terruño amable con el entorno, donde disfruta de los sabores, aromas, colores y sonidos que solo el campo puede brindar.

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