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El Pacto de la Gracia

�� Año Bíblico: Hechos 11-13

Para memorizar: “Para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu” (Gálatas 3:14).

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“Antes que los fundamentos de la tierra fueran establecidos, se hizo el pacto de que todos los que fueran obedientes, todos los que por medio de la abundante gracia provista, llegaran a ser santos en carácter, y sin culpa ante Dios, al apropiarse de esa gracia, serían hijos de Dios. Este pacto, hecho desde la eternidad, fue dado a Abrahán cientos de años antes que viniera Cristo.”—

Fundamentals of Christian Education, pág. 403. Lectura adicional: Patriarcas y Profetas, págs. 378–390.

Domingo

7 de noviembre

�� Año Bíblico: Juan 17-18

1. CRISTO EN LOS TIEMPOS PATRIARCALES

a. Dirigiéndose a los gálatas influenciados por los judaizantes, ¿cómo introdujo Pablo la conexión entre Abrahán, al que todos los hebreos reclamaban como su padre por linaje, y Cristo? Gálatas 3:6–8.

Gálatas 3:6–8 Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia. ⁷ Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham. ⁸ Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones.

“No sólo cuando vino el Salvador, sino a través de todos los siglos después de la caída del hombre y de la promesa de la redención, ‘Dios estaba en Cristo reconciliando el mundo a sí.’ 2 Corintios 5:19. Cristo era el fundamento y el centro del sistema de sacrificios, tanto en la era patriarcal como en la judía. Desde que pecaron nuestros primeros padres, no ha habido comunicación directa entre Dios y el hombre. El Padre puso el mundo en manos de Cristo para que por su obra mediadora redimiera al hombre y vindicara la autoridad y santidad de la ley divina. Toda comunicación entre el cielo y la raza caída se ha hecho por medio de Cristo.”—Patriarcas y Profetas, págs. 381, 382.

b. ¿Quiénes son los bendecidos en contraste con los maldecidos? Gálatas 3:9, 10.

Gálatas 3:9, 10 De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham. 10 Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas.

�� Año Bíblico: Juan 19-21

2. CRISTO Y LAS DOS LEYES

a. Explica la conexión entre Cristo y su eterna ley moral de los Diez Mandamientos. Isaías 42:21; Gálatas 3:11–14.

Isaías 42:21 Jehová se complació por amor de su justicia en magnificar la ley y engrandecerla. Gálatas 3:11–14 Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá; 12 y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas. 13 Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero , 14 para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.

“La ley de Dios existía antes de que el hombre fuera creado. Fue adaptada a las condiciones de seres santos: aun los ángeles eran gobernados por ella. No se cambiaron los principios de justicia después de la caída. Nada fue quitado de la ley. No podía mejorarse ninguno de sus santos preceptos. Y así como ha existido desde el comienzo, de la misma manera continuará existiendo por los siglos perpetuos de la eternidad…

“En el día de Dios, que se aproxima rápidamente, todo el mundo ha de ser juzgado por esta ley que gobierna a los ángeles, que exige pureza en los pensamientos, las disposiciones y los deseos más secretos, y que permanecerá ‘eternamente y para siempre’. Salmos 111:8.”—Mensajes Selectos, tomo 1, págs. 257, 258.

“Cristo y el Padre, estando lado a lado sobre el monte, con majestad solemne proclamaron los Diez Mandamientos.”—El Evangelismo, pág. 447.

“Si la ley de Dios hubiese podido cambiarse o abrogarse, Cristo no habría necesitado sufrir las consecuencias de nuestra transgresión. Él vino para explicar la relación de la ley con el hombre, e ilustrar sus preceptos por su propia vida de obediencia.”—El Deseado de Todas las Gentes, pág. 273.

b. Explica el contraste en la ley ceremonial que apuntaba al Cordero sacrificial de Dios. Hebreos 9:27, 28 (primera parte); 10:1, 4–10.

Hebreos 9:27, 28 (primera parte) Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, 28 así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos... Hebreos 10:1, 4–10 Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan. ⁴ porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados. ⁵ Por lo cual, entrando en el mundo dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; Mas me preparaste cuerpo. ⁶ Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron. ⁷ Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, Como en el rollo del libro está escrito de mí. ⁸ Diciendo primero: Sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley), ⁹ y diciendo luego: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero, para establecer esto último. 10 En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.

“Se le dio la promesa de un Salvador, y se establecieron sacrificios que dirigían sus pensamientos hacia el futuro, hacia la muerte de Cristo como supremo sacrificio. Si nunca se hubiera violado la ley de Dios, no habría habido muerte ni se habría necesitado un Salvador, ni tampoco sacrificios.”—Patriarcas y Profetas, pág. 378.

“Muchos confunden estos dos sistemas y se valen de los textos que hablan de la ley ceremonial para tratar de probar que la ley moral fue abolida; pero esto es pervertir las Escrituras. La distinción entre los dos sistemas es clara. El sistema ceremonial se componía de símbolos que señalaban a Cristo, su sacrificio y su sacerdocio. Esta ley ritual, con sus sacrificios y ordenanzas, debían los hebreos seguirla hasta que el símbolo se cumpliera en la realidad de la muerte de Cristo, Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Entonces debían cesar todas las ofrendas de sacrificio.”—Ibíd., pág. 380.

Martes

9 de noviembre

�� Año Bíblico: Hechos 1-3

3. GRACIA

a. ¿Cuándo fue necesario por primera vez el pacto de la gracia, siendo inmediatamente provisto, señalando al Salvador venidero? Génesis 3:9–11, 14, 15, 21.

Génesis 3:9–11, 14, 15, 21 Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? 10 Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. 11 Y Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses? 14 Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida. 15 Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar. 21 Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió.

“Tan pronto como hubo pecado, hubo un Salvador.”—El Deseado de Todas las Gentes, pág. 180.

“El pacto de la gracia se estableció primeramente con el hombre en el Edén, cuando después de la caída se dio la promesa divina de que la simiente de la mujer heriría a la serpiente en la cabeza. Este pacto puso al alcance de todos los hombres el perdón y la ayuda de la gracia de Dios para obedecer en lo futuro mediante la fe en Cristo. También les prometía la vida eterna si eran fieles a la ley de Dios. Así recibieron los patriarcas la esperanza de la salvación.”—Patriarcas y Profetas, pág. 386.

b. ¿Cómo se renovó este pacto con Abrahán, y cuándo se ratificó? Génesis 22:18; Gálatas 3:14–18.

Génesis 22:18 En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz. Gálatas 3:14–18 Para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu. 15 Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea de hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade. 16 Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo. 17 Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa. 18 Porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa; pero Dios la concedió a Abraham mediante la promesa.

“[Abrahán] confió en Cristo para obtener el perdón de sus pecados. Fue esta fe la que se le contó como justicia. El pacto con Abrahán también mantuvo la autoridad de la ley de Dios. El Señor se le apareció y le dijo: ‘Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí, y sé perfecto.’ El testimonio de Dios respecto a su siervo fiel fue: ‘Oyó Abraham mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes,’ y el Señor le declaró: ‘Estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu simiente después de ti en sus generaciones, por alianza perpetua, para serte a ti por Dios, y a tu simiente después de ti.’ Génesis 17:1, 7; 26:5.

“Aunque este pacto fue hecho con Adán, y más tarde se le renovó a Abrahán, no pudo ratificarse sino hasta la muerte de Cristo. Existió en virtud de la promesa de Dios desde que se indicó por primera vez la posibilidad de redención. Fue aceptado por fe: no obstante, cuando Cristo lo ratificó fue llamado el pacto nuevo. La ley de Dios fue la base de este pacto, que era sencillamente un arreglo para restituir al hombre a la armonía con la voluntad divina, colocándolo en situación de poder obedecer la ley de Dios.”—Ibíd., pág. 387.

Miércoles

10 de noviembre

�� Año Bíblico: Hechos 4-6

4. LOS DOS PACTOS

a. ¿Cuál era el “antiguo” pacto, quién lo quebrantó, y por qué no se podía confiar en él? Éxodo 24:6–8; 32:1, 31.

Éxodo 24:6–8 Y Moisés tomó la mitad de la sangre, y la puso en tazones, y esparció la otra mitad de la sangre sobre el altar. 7 Y tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, el cual dijo: Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos. 8 Entonces Moisés tomó la sangre y roció sobre el pueblo, y dijo: He aquí la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas. Éxodo 32:1, 31 Viendo el pueblo que Moisés tardaba en descender del monte, se acercaron entonces a Aarón, y le dijeron: Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido. 31 Entonces volvió Moisés a Jehová, y dijo: Te ruego, pues este pueblo ha cometido un gran pecado, porque se hicieron dioses de oro.

“Otro pacto, llamado en la Escritura el pacto ‘antiguo,’ se estableció entre Dios e Israel en el Sinaí, y en aquel entonces fue ratificado mediante la sangre de un sacrificio…

“Durante su servidumbre, el pueblo había perdido en alto grado el conocimiento de Dios y de los principios del pacto de Abrahán…

“Como habían vivido en un ambiente de idolatría y corrupción, no tenían un concepto verdadero de la santidad de Dios, de la extrema pecaminosidad de su propio corazón, de su total incapacidad para obedecer la ley de Dios, y de la necesidad de un Salvador. Todo esto se les debía enseñar.

“Dios los llevó al Sinaí; manifestó allí su gloria; les dio la ley, con la promesa de grandes bendiciones siempre que obedecieran: ‘Ahora pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto,… vosotros seréis mi reino de sacerdotes, y gente santa.’ Éxodo 19:5, 6. Los israelitas no percibían la pecaminosidad de su propio corazón, y no comprendían que sin Cristo les era imposible guardar la ley de Dios; y con excesiva premura concertaron su pacto con Dios. Creyéndose capaces de ser justos por sí mismos, declararon: ‘Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos.’ Éxodo 24:7. Habían presenciado la grandiosa majestad de la proclamación de la ley, y habían temblado de terror ante el monte; y sin embargo, apenas unas pocas semanas después, quebrantaron su pacto con Dios al postrarse a adorar una imagen fundida. No podían esperar el favor de Dios por medio de un pacto que ya habíanroto.”—Patriarcas y Profetas, págs. 387, 388.

b. ¿Cómo renovó el Señor misericordiosamente el pacto original dado a Abrahán, llamándolo el “nuevo” pacto? Jeremías 31:33, 34; Salmo 40:8.

Jeremías 31:33, 34 Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. 34 Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado. Salmo 40:8 El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, Y tu ley está en medio de mi corazón.

“La misma ley que fue grabada en tablas de piedra es escrita por el Espíritu Santo sobre las tablas del corazón. En vez de tratar de establecer nuestra propia justicia, aceptamos la justicia de Cristo. Su sangre expía nuestros pecados. Su obediencia es aceptada en nuestro favor. Entonces el corazón renovado por el Espíritu Santo producirá los frutos del Espíritu. Mediante la gracia de Cristo viviremos obedeciendo a la ley de Dios escrita en nuestro corazón. Al poseer el Espíritu de Cristo, andaremos como él anduvo.”—Ibíd., pág. 389.

Jueves

11 de noviembre

�� Año Bíblico: Hechos 7-8

5. CRISTO BRILLA DESDE EL INTERIOR

a. ¿Cómo describe el Nuevo Testamento el mismo pacto de gracia para nosotros hoy? Hebreos 8:10–13; Santiago 2:18–23.

Hebreos 8:10–13 Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos, Y sobre su corazón las escribiré; Y seré a ellos por Dios, Y ellos me serán a mí por pueblo; 11 Y ninguno enseñará a su prójimo, Ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; Porque todos me conocerán, Desde el menor hasta el mayor de ellos. 12 Porque seré propicio a sus injusticias, Y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades. 13 Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer. Santiago 2:18–23 Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. 19 Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan. 20 ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? 21 ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? 22 ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? 23 Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios.

“Abrahán creyó a Dios. ¿Cómo sabemos que creyó? Sus obras testificaron del carácter de su fe, y su fe le fue contada por justicia.

“Necesitamos hoy la fe de Abrahán para iluminar las tinieblas que nos rodean, que impiden que nos lleguen los dulces rayos del amor de Dios y que detienen nuestro crecimiento espiritual. Nuestra fe debiera ser fecunda en buenas obras, pues la fe sin obras es muerta. Cada tarea que realizamos, cada sacrificio que hacemos en nombre de Jesús, produce una recompensa enorme. En el mismo acto del deber Dios habla y nos da su bendición.”—Reflejemos a Jesús, pág. 71.

“El poder transformador de la gracia de Cristo moldea a quien se entrega al servicio de Dios. Cuando se halla imbuido del Espíritu del Redentor, está dispuesto a negarse a sí mismo, listo para tomar su cruz y presto a realizar cualquier sacrificio por el Maestro. Ya no puede ser indiferente a las almas que perecen alrededor suyo. Se eleva por encima del autoservicio. Cristo lo ha transformado en una nueva criatura y el egoísmo no halla lugar en su vida…

“¿Comprende usted tan cabalmente el sacrificio hecho en el Calvario, como para estar dispuesto a subordinar todo otro interés a la obra de salvar almas? La misma intensidad que caracterizaba el deseo de salvar a los pecadores en la vida del Salvador, se revelará también en la de sus verdaderos seguidores. Al cristiano no le interesa vivir para sí. Se deleita en consagrar todo lo que tiene y todo lo que es al servicio del Maestro. Lo motiva un deseo inexpresable de ganar almas para Cristo. A los que no participan en absoluto de este deseo, les conviene preocuparse por su propia salvación. Oren ellos por el espíritu de servicio.”—Testimonios para la Iglesia, tomo 7, págs. 12, 13.

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