La Tormenta que se Avecina

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LA TORMENTA que se Avecina

Vol. 63, No. 4
Semana de Oración, 2–11 de diciembre, 2022

EN ESTE NÚMERO

Editorial 3

Mientras la tormenta se avecina

Permaneciendo firmes—Conociendo a Dios

Algunos de los tiempos más oscuros de la historia terrenal han sido iluminados por las almas fieles que se aferraron a Cristo 4

El Fin de los Tiempos

Para los que aman a Dios, paz y fuerza a fin de resistir; un día de ajuste de cuentas para los que no lo hacen ................................................. 9

Un Tiempo de Lucha

Debido al aumento de la maldad, ahora es el momento de agonizar con Dios buscando la victoria sobre el yo y el pecado ........... 12

La Verdad en Tiempos de Crisis

En los momentos de extrema prueba y dificultad, la nobleza de carácter—que es duradera—se revela 16

Un Mundo en Decadencia

En una sociedad sumida en la idolatría flagrante y ante la creciente persecución, la verdadera reforma es muy necesaria 20

La Fe Vence al Temor

Hay muchas cosas que nos asustan, pero al ver que la profecía se desarrolla exactamente como se predijo, tenemos esperanza 24

Preparad el Camino

El pueblo de Dios debe llevar el mensaje de Elías y Juan el Bautista a fin de preparar el camino del regreso de Cristo ................................ 28

La Tormenta que se Avecina

Permanecer bajo la sombra de sus alas —una poesía 32

Con un nivel de intensidad quizá impensado en la historia, este planeta es como un enorme barril de pólvora a punto de estallar. Pocos son los que buscan y se someten genuinamente al Dios del cielo a fin de obtener la paz interior.

“Estamos viviendo en un período importante e interesante de la historia de esta tierra. Necesitamos más fe que la que hemos tenido hasta ahora; necesitamos un sostén más firme de lo alto. Satanás está obrando con todo poder para obtener la victoria sobre nosotros, porque sabe que no tiene sino un corto tiempo para trabajar. Pablo se esforzó con temor y temblor para obtener su salvación; ¿y no debiéramos temer nosotros, no sea que permaneciendo aún la promesa alguno de nosotros parezca no haberla alcanzado, y nos demostremos indignos de la vida eterna? Deberíamos velar en oración, luchando con esfuerzo agonizante para entrar por la puerta estrecha.”1

¡Qué privilegio es el de participar en la Semana de Oración anual! Ahora, más que nunca, debemos aprovechar todas las oportunidades posibles para unirnos en alabanza y súplica a nuestra única fuente de fortaleza, el Señor Jesucristo, que sigue intercediendo bondadosamente en nuestro favor en los atrios celestiales.

La serie de lecturas de este año, basada en el tema “La Tormenta que se Avecina”, reconoce la situación actual a la que nos enfrentamos, aportando palabras de fe que nos fortalezcan para los difíciles días que se avecinan.

Por lo tanto, consideremos en oración las lecturas de esta Semana de Oración, compartiéndolas también con otras personas que puedan estar aisladas o confinadas en sus hogares, y recordemos las siguientes fechas:

Oración y ayuno: Sábado, 10 de dic. Ofrendas para las misiones: Domingo, 11 de dic.

Que el Espíritu Santo hable a nuestros corazones y nos fortalezca de acuerdo a nuestras necesidades como individuos y como pueblo. Que “el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca. A él sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.” (1 Pedro 5:10, 11). ‰

1 Fe y Obras, p. 50.

Publicación Oficial de la

Adventista del Séptimo Día Movimiento de Reforma

“La mayor necesidad del mundo es la de hombres que no se vendan ni se compren.” La Educación, pág. 57.

Editor L. Tudoroiu

Asistente del Editor B. Montrose Diseño y Diagramación E. Lee Traducción al Español P. Devai Web: http://www.sdarm.org; E-mail: info@sdarm.org

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Volumen 63, Número 4
Iglesia
ORACIÓN EN LA TORMENTA

MIENTRAS LA TORMENTA SE AVECINA

. . .

Independientemente del lugar del planeta en el que vivas, lo más probable es que en algún momento te enfrentes a una tormenta, al menos una vez en la vida. Las nubes suelen formarse y fusionarse entre sí hasta que todo el cielo se oscurece y finalmente estalla la tor menta, a veces con una furia tremenda.

En estos últimos días de la historia de la Tierra, la vida se compara con el desarrollo de una tormenta. El estado espiritual del alma humana se está volviendo cada vez más oscuro a medida que diversas formas de maldad se acercan a los corazones y a las mentes en todas partes.

Pero no debemos sentirnos abandonados en las tinieblas. El Dios del cielo ha dado en su Palabra una información completa para que no nos sorprenda lo que está sucediendo y lo que está por venir. Mediante su abundante gracia, Dios nos ha proporcionado pre ciosas palabras de esperanza.

“En este mismo momento los ángeles están soste niendo los vientos de contienda para que no soplen hasta que el mundo reciba la advertencia de su próxi ma condenación; pero se está preparando una tormen ta; ya está lista para estallar sobre la tierra; y cuando Dios ordene a sus ángeles que suelten los vientos, ha brá una escena tal de lucha, que ninguna pluma podría describirla.

“La Biblia, y sólo la Biblia da una idea exacta de es tas cosas. En ella se revelan las grandes escenas finales de la historia de nuestro mundo, sucesos que ya pro yectan sus sombras, que al aproximarse hacen temblar la tierra con su ruido y hacen desfallecer de temor a los hombres.

“‘He aquí que Jehová vacía la tierra y la desnuda, y trastorna su faz, y hace esparcir a sus moradores… Porque traspasaron las leyes, falsearon el derecho,

quebrantaron el pacto sempiterno. Por esta causa la maldición consumió la tierra, y sus moradores fueron asolados… Cesó el regocijo de los panderos, se acabó el estruendo de los que se alegran, cesó la alegría del arpa’ Isaías 24:1–18…

“‘Me duelen las fibras de mi corazón… no callaré; porque sonido de trompeta has oído, oh alma mía, pregón de guerra. Quebrantamiento sobre quebranta miento es anunciado; porque toda la tierra es destrui da.’

“‘Miré a la tierra, y he aquí que estaba asolada y vacía; y a los cielos, y no había en ellos luz. Miré a los montes, y he aquí que temblaban, y todos los collados fueron destruidos. Miré, y no había hombre, y todas las aves del cielo se habían ido. Miré, y he aquí el campo fértil era un desierto, y todas sus ciudades eran asoladas delante de Jehová’ Jeremías 4:19, 20, 23–26.

“‘¡Ah, cuán grande es aquel día! Tanto, que no hay otro semejante a él; tiempo de angustia para Jacob; pero de ella será librado’ Jeremías 30:7.

“‘Anda, pueblo mío, entra en tus aposentos, cie rra tras ti tus puertas; escóndete un poquito, por un momento, en tanto que pasa la indignación’ Isaías 26:20.”1

La protección de Dios y de sus ángeles, así como la seguridad de su presencia permanente, son pro metidos a quienes se entregan plenamente a Cristo. Al ver que la tormenta se está acumulando con tre menda intensidad, confiemos en la maravillosa Mano que está por encima de todo, la Mano que sostiene el universo y que fue clavada en la cruz por cada uno de nosotros. ‰

Referencias:

1 La Educación, pp. 179–181.

Editorial
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VIERNES, 2 DE DICIEMBRE, 2022

PERMANECIENDO FIRMES — CONOCIENDO A DIOS

De los discípulos, después de la transfiguración de Cristo, leemos que al concluir la maravillosa escena, “a nadie vieron, sino sólo a Jesús.” Mateo 17:8. “Sólo a Jesús”—en estas palabras se halla el secreto de la vida y el poder que señaló la historia de la iglesia primitiva. Cuando los dis cípulos oyeron por primera vez las palabras de Cristo, sintieron su nece sidad de él. Le buscaron, le hallaron, y le siguieron. Estuvieron con él en el templo, en la mesa, en la ladera de la montaña, en el campo. Eran como alumnos ante un maestro, y recibían diariamente de él lecciones de ver dad eterna.

Después de la ascensión del Salvador, el sentido de la presencia divina llena de amor y luz, perma neció todavía con ellos. Era una presencia personal. Jesús, el Salva dor, que había caminado, hablado y

orado con ellos, que había hablado palabras de esperanza y consuelo a sus corazones, mientras el mensaje de paz estaba en sus labios, había sido tomado de ellos al cielo. Mien tras el carro de ángeles le recibía, los discípulos oyeron sus palabras: “He aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” Mateo 28:20. Él había ascendido al cielo con forma humana. Sabían que estaba delante del trono de Dios, y que to davía era su amigo y Salvador; que sus simpatías eran invariables; que estaría identificado para siempre con la humanidad doliente. Sabían que estaba presentando delante de Dios los méritos de su sangre, mostrando sus manos y pies heridos, como re cuerdo del precio que había pagado por sus redimidos; y este pensa miento los fortalecía para soportar vituperio por su causa. Su unión con

él era más fuerte ahora que cuando estaba con ellos en persona. La luz y el amor y el poder de un Cristo que moraba en ellos irradiaba de ellos, de modo que los hombres, al con templarlos, se maravillaban.1

EN LAS ÉPOCAS OSCURAS QUE SIGUIERON

Bien sabía Satanás que las Sa gradas Escrituras capacitarían a los hombres para discernir los engaños de él y para oponerse a su poder. Por medio de la Palabra fue como el mis mo Salvador del mundo resistió los ataques del tentador. A cada asalto suyo, Cristo presentaba el escudo de la verdad eterna diciendo: “Escrito está”. A cada sugestión del adversario oponía él la sabiduría y el poder de la Palabra. Para mantener su poder sobre los hombres y establecer la autoridad del usurpador papal, Satanás necesita

Compilado de los escritos de Elena G. de White
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que ellos ignoren las Santas Escrituras.

La Biblia ensalza a Dios y coloca a los hombres, seres finitos, en su verda dero sitio; por consiguiente hay que esconder y suprimir sus verdades sagradas. Esta fue la lógica que adoptó la iglesia romana. Por centenares de años fue prohibida la circulación de la Biblia. No se permitía a la gente que la leyese ni que la tuviese en sus casas, y sacerdotes y prelados sin principios interpretaban las enseñanzas de ella para sostener sus pretensiones. Así fue como el papa vino a ser reconocido casi universalmente como vicegerente de Dios en la tierra, dotado de autori dad sobre la iglesia y el estado.

Una vez suprimido lo que des cubría el error, Satanás hizo lo que quiso. La profecía había declarado que el papado pensaría “mudar los tiempos y la ley”. Daniel 7:25. No tardó en iniciar esta obra. Para dar a los convertidos del paganismo algo que equivaliera al culto de los ídolos y para animarles a que aceptaran no minalmente el cristianismo, se intro dujo gradualmente en el culto cris tiano la adoración de imágenes y de reliquias. Este sistema de idolatría fue definitivamente sancionado por decreto de un concilio general. Para remate de su obra sacrílega, Roma se atrevió a borrar de la ley de Dios el segundo mandamiento, que prohíbe la adoración de las imágenes y a di vidir en dos el último mandamiento para conservar el número de estos.

El espíritu de concesión al paga nismo fomentó aún más el desprecio de la autoridad del cielo. Obrando por medio de directores inconversos de la iglesia, Satanás atentó también contra el cuarto mandamiento y trató de echar a un lado el antiguo sába do, el día que Dios había bendecido y santificado (Génesis 2:2, 3), para colocar en su lugar el día festivo observado por los paganos como “el venerable día del sol”. Este intento no se hizo al principio abiertamente. En los primeros siglos el verdadero día de reposo, el sábado, había sido guar dado por todos los cristianos, los cua les siendo celosos de la honra de Dios y creyendo que su ley es inmutable, respetaban escrupulosamente la san tidad de sus preceptos. Pero Satanás procedió con gran sutileza por medio de sus agentes para llegar al fin que

se propusiera. Para llamar la atención de las gentes hacia el domingo, fue declarado día de fiesta en honor de la resurrección de Cristo. Se celebraban servicios religiosos en ese día; no obs tante se lo consideraba como día de recreo, y seguía guardándose piado samente el sábado.

Con el fin de preparar el terre no para la realización de sus fines, Satanás indujo a los judíos, antes del advenimiento de Cristo, a que recargasen el sábado con las más rigurosas exacciones, de modo que su observancia fuese una pesada carga. Aprovechándose luego de la falsa luz bajo la cual lo había hecho considerar, hízolo despreciar como institución judaica. Mientras que los cristianos seguían observando generalmente el domingo como día de fiesta alegre, el diablo los indujo a hacer del sábado un día de ayuno, de tristeza y de abatimiento para ha cer patente su odio al judaísmo.2

LAS ESCRITURAS CONSER VADAS Y VIVIDAS

En los países que estaban fuera de la jurisdicción de Roma existieron por muchos siglos grupos de cristia nos que permanecieron casi entera mente libres de la corrupción papal. Rodeados por el paganismo, con el transcurso de los años fueron afecta dos por sus errores; no obstante si guieron considerando la Biblia como la única regla de fe y adhiriéndose a muchas de sus verdades. Creían estos cristianos en el carácter perpe tuo de la ley de Dios y observaban el sábado del cuarto mandamiento. Hubo en el África central y entre los armenios de Asia iglesias que mantu vieron esta fe y esta observancia. Mas entre los que resistieron las intrusiones del poder papal, los valdenses fueron los que más sobre salieron. En el mismo país en donde el papado asentara sus reales fue donde encontraron mayor oposición su falsedad y corrupción. Las iglesias del Piamonte mantuvieron su inde pendencia por algunos siglos, pero al fin llegó el tiempo en que Roma insistió en que se sometieran. Tras larga serie de luchas inútiles, los jefes de estas iglesias reconocieron aunque de mala gana la supremacía de aquel poder al que todo el mundo parecía

rendir homenaje. Hubo sin embargo algunos que rehusaron sujetarse a la autoridad de papas o prelados. Deter minaron mantenerse leales a Dios y conservar la pureza y sencillez de su fe. Se efectuó una separación. Los que permanecieron firmes en la antigua fe se retiraron; algunos, abandonando sus tierras de los Alpes, alzaron el pendón de la verdad en países extra ños; otros se refugiaron en los valles solitarios y en los baluartes peñasco sos de las montañas, y allí conserva ron su libertad para adorar a Dios.

La fe que por muchos siglos sos tuvieron y enseñaron los cristianos valdenses contrastaba notablemente con las doctrinas falsas de Roma. De acuerdo con el sistema verdadera mente cristiano, fundaban su creen cia religiosa en la Palabra de Dios es crita. Pero esos humildes campesinos en sus obscuros retiros, alejados del mundo y sujetos a penosísimo traba jo diario entre sus rebaños y viñedos, no habían llegado de por sí al cono cimiento de la verdad que se oponía a los dogmas y herejías de la iglesia apóstata. Su fe no era una fe nueva. Su creencia en materia de religión la habían heredado de sus padres. Luchaban en pro de la fe de la iglesia apostólica, —“la fe que ha sido una vez dada a los santos”. Judas 3. “La iglesia del desierto,” y no la soberbia jerarquía que ocupaba el trono de la gran capital, era la verdadera iglesia de Cristo, la depositaría de los teso ros de verdad que Dios confiara a su pueblo para que los diera al mundo.

Entre las causas principales que motivaron la separación entre la ver dadera iglesia y Roma, se contaba el odio de ésta hacia el sábado bíblico. Como se había predicho en la profe cía, el poder papal echó por tierra la verdad. La ley de Dios fue pisoteada mientras que las tradiciones y las costumbres de los hombres eran en salzadas. Se obligó a las iglesias que estaban bajo el gobierno del papado a honrar el domingo como día santo. Entre los errores y la superstición que prevalecían, muchos de los verdade ros hijos de Dios se encontraban tan confundidos, que a la vez que obser vaban el sábado se abstenían de traba jar el domingo. Mas esto no satisfacía a los jefes papales. No sólo exigían que se santificara el domingo sino que

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se profanara el sábado; y acusaban en los términos más violentos a los que se atrevían a honrarlo. Sólo huyendo del poder de Roma era posible obede cer en paz a la ley de Dios.

Los valdenses se contaron entre los primeros de todos los pueblos de Europa que poseyeron una tra ducción de las Santas Escrituras. Centenares de años antes de la Re forma tenían ya la Biblia manuscrita en su propio idioma. Tenían pues la verdad sin adulteración y esto los hizo objeto especial del odio y de la persecución. Declaraban que la igle sia de Roma era la Babilonia apóstata del Apocalipsis, y con peligro de sus vidas se oponían a su influencia y principios corruptores. Aunque bajo la presión de una larga persecución, algunos sacrificaron su fe e hicieron poco a poco concesiones en sus prin cipios distintivos, otros se aferraron a la verdad. Durante siglos de obscuri dad y apostasía, hubo valdenses que negaron la supremacía de Roma, que rechazaron como idolátrico el culto a las imágenes y que guardaron el ver dadero día de reposo. Conservaron su fe en medio de la más violenta y tempestuosa oposición. Aunque de gollados por la espada de Saboya y quemados en la hoguera romanista, defendieron con firmeza la Palabra de Dios y su honor.

Tras los elevados baluartes de sus montañas, refugio de los persegui dos y oprimidos en todas las edades, hallaron los valdenses seguro es condite. Allí se mantuvo encendida la luz de la verdad en medio de la obscuridad de la Edad Media. Allí los testigos de la verdad conservaron por mil años la antigua fe.

Dios había provisto para su pue blo un santuario de terrible grande za como convenía a las grandes ver dades que les había confiado. Para aquellos fieles desterrados, las mon tañas eran un emblema de la justicia inmutable de Jehová. Señalaban a sus hijos aquellas altas cumbres que a manera de torres se erguían en in alterable majestad y les hablaban de Aquel en quien no hay mudanza ni sombra de variación, cuya palabra es tan firme como los montes eternos. Dios había afirmado las montañas y las había ceñido de fortaleza; nin gún brazo podía removerlas de su

lugar, sino sólo el del Poder infini to. Asimismo había establecido su ley, fundamento de su gobierno en el cielo y en la tierra. El brazo del hombre podía alcanzar a sus seme jantes y quitarles la vida; pero antes podría desarraigar las montañas de sus cimientos y arrojarlas al mar que modificar un precepto de la ley de Jehová, o borrar una de las promesas hechas a los que cumplen su volun tad. En su fidelidad a la ley, los sier vos de Dios tenían que ser tan firmes como las inmutables montañas.

Los montes que circundaban sus hondos valles atestiguaban constan temente el poder creador de Dios y constituían una garantía de la pro tección que él les deparaba. Aquellos peregrinos aprendieron a cobrar cariño a esos símbolos mudos de la presencia de Jehová. No se quejaban por las dificultades de su vida; y nunca se sentían solos en medio de la soledad de los montes. Daban gracias a Dios por haberles dado un refugio donde librarse de la crueldad y de la ira de los hombres. Se regocijaban de poder adorarle libremente. Muchas veces, cuando eran perseguidos por sus enemigos, sus fortalezas natura les eran su segura defensa. En más de un encumbrado risco cantaron las alabanzas de Dios, y los ejércitos de Roma no podían acallar sus cantos de acción de gracias.

Pura, sencilla y ferviente fue la piedad de estos discípulos de Cristo. Apreciaban los principios de verdad más que las casas, las tierras, los amigos y parientes, más que la vida misma. Trataban ansiosamente de inculcar estos principios en los cora zones de los jóvenes. Desde su más tierna edad, éstos recibían instruc ción en las Sagradas Escrituras y se les enseñaba a considerar sagrados los requerimientos de la ley de Dios. Los ejemplares de la Biblia eran ra ros; por eso se aprendían de memo ria sus preciosas palabras. Muchos podían recitar grandes porciones del Antiguo Testamento y del Nuevo. Los pensamientos referentes a Dios se asociaban con las escenas sublimes de la naturaleza y con las humildes bendiciones de la vida cotidiana. Los niños aprendían a ser agradecidos a Dios como al dispensador de todos los favores y de todos los consuelos.

Como padres tiernos y afectuo sos, amaban a sus hijos con demasia da inteligencia para acostumbrarlos a la complacencia de los apetitos. Les esperaba una vida de pruebas y pri vaciones y tal vez el martirio. Desde niños se les acostumbraba a sufrir penurias, a ser sumisos y, sin em bargo, capaces de pensar y obrar por sí mismos. Desde temprano se les enseñaba a llevar responsabilidades, a hablar con prudencia y a apreciar el valor del silencio. Una palabra in discreta que llegara a oídos del ene migo, podía no sólo hacer peligrar la vida del que la profería, sino la de centenares de sus hermanos; porque así como los lobos acometen su pre sa, los enemigos de la verdad perse guían a los que se atrevían a abogar por la libertad de la fe religiosa.

Los valdenses habían sacrificado su prosperidad mundana por causa de la verdad y trabajaban con incan sable paciencia para conseguirse el pan. Aprovechaban cuidadosamente todo pedazo de suelo cultivable entre las montañas, y hacían producir a los valles y a las faldas de los cerros menos fértiles. La economía y la abnegación más rigurosa formaban parte de la educación que recibían los niños como único legado. Se les enseñaba que Dios había determina do que la vida fuese una disciplina y que sus necesidades sólo podían ser satisfechas mediante el trabajo personal, la previsión, el cuidado y la fe. Este procedimiento era laborioso y fatigoso, pero saludable. Es preci samente lo que necesita el hombre en su condición caída, la escuela que Dios le proveyó para su educación y desarrollo.

Mientras que se acostumbraba a los jóvenes al trabajo y a las privacio nes, no se descuidaba la cultura de su inteligencia. Se les enseñaba que todas sus facultades pertenecían a Dios y que todas debían ser aprove chadas y desarrolladas para servirle.

En su pureza y sencillez, las iglesias valdenses se asemejaban a la iglesia de los tiempos apostólicos. Rechazaban la supremacía de papas y prelados, y consideraban la Biblia como única autoridad suprema e infalible. En contraste con el modo de ser de los orgullosos sacerdotes de Roma, sus pastores seguían el

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ejemplo de su Maestro que “no vino para ser servido, sino para servir”. Apacentaban el rebaño del Señor conduciéndolo por verdes pastos y a las fuentes de agua de vida de su santa Palabra. Alejado de los monumentos, de la pompa y de la vanidad de los hombres, el pueblo se reunía, no en soberbios templos ni en suntuosas catedrales, sino a la sombra de los montes, en los valles de los Alpes, o en tiempo de peligro en sitios peñascosos semejantes a fortalezas, para escuchar las palabras de verdad de labios de los siervos de Cristo. Los pastores no sólo predica ban el Evangelio, sino que visitaban a los enfermos, catequizaban a los niños, amonestaban a los que anda ban extraviados y trabajaban para resolver las disputas y promover la armonía y el amor fraternal. En tiempo de paz eran sostenidos por las ofrendas voluntarias del pueblo; pero a imitación de San Pablo que hacía tiendas, todos aprendían algún oficio o profesión con que sostenerse en caso necesario.

Los pastores impartían instruc ción a los jóvenes. A la vez que se atendían todos los ramos de la ins trucción, la Biblia era para ellos el estudio principal. Aprendían de me moria los Evangelios de S. Mateo y de S. Juan y muchas de las epístolas. Se ocupaban también en copiar las Santas Escrituras. Algunos manuscri tos contenían la Biblia entera y otros solamente breves trozos escogidos, a los cuales agregaban algunas sen cillas explicaciones del texto los que eran capaces de exponer las Escritu ras. Así se sacaban a luz los tesoros de la verdad que por tanto tiempo habían ocultado los que querían ele varse a sí mismos sobre Dios.

Trabajando con paciencia y te nacidad en profundas y obscuras cavernas de la tierra, alumbrándose con antorchas, copiaban las Sagradas Escrituras, versículo por versículo, y capítulo por capítulo. Así proseguía la obra y la Palabra revelada de Dios brillaba como oro puro; pero sólo los que se empeñaban en esa obra podían discernir cuánto más pura, radiante y bella era aquella luz por efecto de las grandes pruebas que sufrían ellos. Ángeles del cielo rodea ban a tan fieles servidores.

Satanás había incitado a los sacer dotes del papa a que sepultaran la Pa labra de verdad bajo los escombros del error, la herejía y la superstición; pero ella conservó de un modo maravilloso su pureza a través de todas las edades tenebrosas. No llevaba la marca del hombre sino el sello de Dios. Incansa bles han sido los esfuerzos del hombre para obscurecer la sencillez y claridad de las Santas Escrituras y para hacer les contradecir su propio testimonio, pero a semejanza del arca que flotó sobre las olas agitadas y profundas, la Palabra de Dios cruza ilesa las tem pestades que amenazan destruirla. Como las minas tienen ricas vetas de oro y plata ocultas bajo la superficie de la tierra, de manera que todo el que quiere hallar el precioso depósito debe forzosamente cavar para encontrarlo, así también contienen las Sagradas Escrituras tesoros de verdad que sólo se revelan a quien los busca con since ridad, humildad y abnegación. Dios se había propuesto que la Biblia fuese un libro de instrucción para toda la humanidad en la niñez, en la juventud y en la edad adulta, y que fuese estu diada en todo tiempo. Dio su Palabra a los hombres como una revelación de sí mismo. Cada verdad que vamos descubriendo es una nueva revelación del carácter de su Autor. El estudio de las Sagradas Escrituras es el medio di vinamente instituido para poner a los hombres en comunión más estrecha con su Creador y para darles a cono cer más claramente su voluntad. Es el medio de comunicación entre Dios y el hombre.

Si bien los valdenses considera ban el temor de Dios como el prin cipio de la sabiduría, no dejaban de ver lo importante que es tratar con el mundo, conocer a los hombres y lle var una vida activa para desarrollar la inteligencia y para despertar las percepciones. De sus escuelas en las montañas enviaban algunos jóvenes a las instituciones de saber de las ciudades de Francia e Italia, donde encontraban un campo más vasto para estudiar, pensar y observar, que el que encontraban en los Alpes de su tierra. Los jóvenes así enviados estaban expuestos a las tentaciones, presenciaban de cerca los vicios y tropezaban con los astutos agentes de Satanás que les insinuaban las

herejías más sutiles y los más peli grosos engaños. Pero habían recibido desde la niñez una sólida educación que los preparara convenientemente para hacer frente a todo esto.

En las escuelas adonde iban no debían intimar con nadie. Su ropa es taba confeccionada de tal modo que podía muy bien ocultar el mayor de sus tesoros: los preciosos manuscri tos de las Sagradas Escrituras. Estos, que eran el fruto de meses y años de trabajo, los llevaban consigo, y, siem pre que podían hacerlo sin despertar sospecha, ponían cautelosamente alguna porción de la Biblia al alcance de aquellos cuyo corazón parecía dispuesto a recibir la verdad. La ju ventud valdense era educada con tal objeto desde el regazo de la madre; comprendía su obra y la desempeña ba con fidelidad.3

UN LLAMAMIENTO PARA NOSOTROS

No importa cuál sea vuestra obra, queridos hermanos y hermanas, hacedla para el Maestro y haced lo mejor que podáis. No paséis por alto las oportunidades de oro presentes y no permitáis que vuestra vida sea un fracaso mientras os sentáis ocio samente soñando con la comodidad y el éxito en una obra para la cual Dios nunca os ha capacitado. Haced la obra que esté a vuestro alcance. Hacedla, aunque sea en medio de peligros y penurias en el campo mi sionero; pero os ruego, no os quejéis de las dificultades y de los sacrifi cios personales. Considerad a los valdenses. Ved qué planes trazaron ellos para que la luz del Evangelio pudiera brillar en las mentes entene brecidas. No debemos trabajar con miras a recibir nuestra recompensa en esta vida, sino con nuestros ojos fijos tenazmente en el premio que se nos otorgará al fin de la jornada. Se necesitan ahora hombres y mujeres que sean tan fieles al deber como la brújula al polo, hombres y mujeres que trabajen sin que sea necesario que se les suavice el camino y se sa quen los obstáculos.4 ‰

Referencias:

1 Los Hechos de los Apóstoles, pp. 53, 54.

2 El Conflicto de los Siglos, pp. 49, 50.

3 Ibíd., pp. 68–75. [Edición de 1954.]

4 Testimonios para la Iglesia, tomo 5, p. 382. [Énfasis añadido.]

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SÁBADO, 3 DE DICIEMBRE, 2022

EL FIN DE LOS TIEMPOS

En medio a la agonía de la cruz, Cristo clamó: “Consumado es” (Juan 19:30). Todas las profecías dadas a lo largo de los siglos que señalaban a este momento habían llegado a su fin. Todo lo que el uni verso vio fue que Aquel que no tuvo pecado “herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pe cados; el castigo de nuestra paz fue sobre él”; y aun así fue un evento glorioso para la humanidad porque “por su llaga fuimos nosotros cura dos” (Isaías 53:5). “Consumado es” fue para los malvados una declara ción espantosa. Habían perdido en su intento de derrotar al Salvador y huyeron de la escena de la cruz. “Consumado es” no fue para el pue blo de Dios una declaración terrible. Era una declaración que hacía posi ble el acceso a la gracia a todo aquel que deseara la salvación.

Una vez más, Cristo está a punto de declarar un final. Una vez más, las profecías dadas a lo largo de los siglos están a punto de llegar a su cumplimiento. Las últimas adver tencias dadas a un mundo inmerso en el pecado llegarán a su conclu sión. Al igual que cuando dijo “Con sumado es” en la cruz, habrá dos grupos en esta proclamación final de Cristo. “El que es injusto, sea in justo todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía. He aquí yo vengo pronto, y mi ga lardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra. Yo soy el Alfa y la Omega, el princi pio y el fin, el primero y el último” (Apocalipsis 22:11–13).

Ahora mismo, al acercarnos a esta declaración de Cristo, todos

estamos eligiendo en qué grupo es taremos. Las señales predichas en la profecía se están cumpliendo cada vez con mayor rapidez. Los pecados de la humanidad se practican ahora audazmente desafiando al Creador. Nuestra avaricia, nuestra indulgen cia, nuestro deseo de supremacía, están matando tanto a nuestros

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cuerpos como al mundo que nos rodea. A medida que la humanidad aleja al Creador, su misericordia se retira del mundo y lo que sigue es una devastación a una escala sin precedentes. Ha habido desastres naturales a lo largo de los milenios, pero los que estamos experimentan do hoy van más allá de cualquier cosa del pasado, y sólo empeorarán. “Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre” (Mateo 24:37). Creyendo que sabe más que Dios, la humanidad ha arrojado sobre sí misma plagas, pan demias y catástrofes de su propia creación.

Llega el momento en que los pe cados son demasiado grandes para que el Señor los soporte, “porque sus pecados han llegado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus maldades” (Apocalipsis 18:5). Cuan do Cristo haga esa declaración final indicando que su obra de intercesión por la humanidad está concluida, ¿de qué lado te encontrarás tú? De niño recuerdo haber escuchado este mensaje predicado en mi pequeña iglesia en Puslinch, Canadá. Las profecías fueron presentadas cla ramente. Las fechas, los imperios y las naciones, los gráficos que repre sentaban visualmente las profecías, eran todos importantes porque hoy, cuando veo que estas profecías se es tán cumpliendo ante mis ojos, puedo reconocerlas como lo que realmente son. Estoy muy agradecido a todos los que compartieron las profecías y los mensajes de advertencia. Muchos de nosotros hemos estudiado las profecías, pero ahora somos testigos oculares de su cumplimiento.

EL FIN DE LOS TIEMPOS Y LOS JUSTOS

Para aquellos que han aceptado el poder transformador del Evange lio de Cristo, el fin de los tiempos les trae un gozo incomprensible. Han reconocido que su propia justicia no es más que “trapo de inmundicia” (Isaías 64:6) y han aceptado a Cristo y su justicia como propia. El poder de Cristo ha transformado sus vidas y los ha colocado en una condición de armonía con la voluntad del Creador. Se deleitan en hacer la vo

luntad de Dios, y su ley está en su corazón (Salmos 40:8).

El pueblo de Dios ha aceptado la salvación por su gracia y la transfor mación mediante su poder. El mis mo Juan al que le fueron dadas las profecías de la revelación para que las compartiera con nosotros nos dice que su poder proviene de su fuente, Jesucristo. “Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nom bre” (Juan 20:31). El Apocalipsis no es más que una extensión de las buenas nuevas de la salvación. Des pués de todo, las profecías registra das en el último libro de las Escritu ras se declaran como “La revelación de Jesucristo” (Apocalipsis 1:1). Las profecías del fin de los tiempos re velan el poder de un Dios poderoso para salvar a su pueblo. “Bienaven turado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca” (Apocalipsis 1:3).

El fin de los tiempos no asusta al pueblo de Dios. Nuestro Salvador nos ha dicho cuando veamos cum plirse las señales del fin: “Levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca” (Lucas 21:28). Esperamos ansiosamente ver a nuestro Señor cara a cara. Deseamos alabar y dar gracias a nuestro Sal vador, que todo lo sacrificó por no sotros. Aunque no lo merezcamos, él preparó una vía de escape para nosotros. El registro profético dice que en ese gran día el pueblo de

Dios mirará hacia arriba, mientras todos los terrores del pecado están consumiendo al mundo y a sus ha bitantes, y exclamará: “He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es Jehová a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación” (Isaías 25:9).

El interés adventista de compren der la profecía no es para hallar mo mentos de fuego y azufre, sino para obtener una relación más profunda, una revelación, de Jesucristo. Indig nos como somos, sabemos que no hemos hecho nada para obtener esta salvación: “Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hici mos” (Lucas 17:10). Reconocemos que “debe haber un poder que obre desde el interior, una vida nueva de lo alto, antes que el hombre pueda convertirse del pecado a la santidad. Ese poder es Cristo. Únicamente su gracia puede vivificar las facultades muertas del alma y atraer ésta a Dios, a la santidad.”1

En la visión profética, la sierva del Señor ve al pueblo de Dios en su viaje a través de los últimos tiempos. Mientras los terrores del fin suceden a su alrededor, ellos se han separado más y más de este mundo hasta lle gar a depender plena, total y comple tamente de Dios. Fueron mostradas en la visión cuerdas provenientes de lo alto y el pueblo de Dios se aferraba firmemente a estas cuerdas.

“Cuando escuchamos las risas y el bullicio que parecían venir del abismo nos estremecimos. Escucha

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mos canciones de guerra y canciones de danza. Escuchamos música ins trumental y fuertes risas, mezcladas con maldiciones, gritos de angustia y amargos lamentos, y nos sentimos más ansiosos que nunca de seguir en nuestro angosto y difícil camino. Gran parte del tiempo nos veíamos obligados a suspender todo nuestro peso de las cuerdas, que aumenta ban de tamaño a medida que avan zábamos…

“Por un momento vacilamos antes de aventurar una respuesta. Luego exclamamos: ‘Nuestra única esperanza consiste en confiar plena mente en la cuerda. Hemos depen dido de ella durante todo el difícil trayecto. Ahora no nos fallará’. Aún la duda nos angustiaba. Entonces escuchamos las palabras: ‘Dios sostiene la cuerda y no hay por qué temer’. Luego los que venían detrás repitieron las mismas palabras y agregaron: ‘Él no nos fallará ahora, puesto que hasta aquí nos ha traído a salvo’.”2

Dependiendo totalmente de Dios, el final de los tiempos es para los justos el cumplimiento de las profecías y una expectativa segura del encuentro con nuestro Salva dor. Los terrores que tienen lugar a nuestro alrededor son el resultado de la retirada de la gracia protectora de Dios. Pero hemos confiado en él y él nos ha dado la promesa de que nuestro pan y nuestra agua serán seguros. (Isaías 33:16.)

EL FIN DE LOS TIEMPOS Y LOS IMPÍOS

Desprovistos de la gracia salva dora de Cristo, los impíos tienen una experiencia muy diferente durante los últimos tiempos. No pueden entender por qué el pueblo de Dios vive como nosotros. La sal vación es un misterio para ellos. “A

quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Colosenses 1:27). Contemplan con horror cómo el mundo que les rodea se deshace ante sus ojos.

El nombre del último libro de la Biblia es diferente, según el idioma al que se haya traducido. En las lenguas germánicas y eslavas, por ejemplo, es una “Revelación”, pero en muchas lenguas latinas se de nomina “Apocalipsis”. Es el mismo libro, pero tu experiencia personal con Cristo determina si las profecías contenidas en él, y su cumplimiento, son una revelación de tu Salvador o tu horrible apocalipsis. Mientras se desarrollan los acontecimientos finales, los impíos recuerdan a un pueblo que había compartido los mensajes de advertencia de esas profecías. En los momentos finales, justo antes de la declaración de que todo ha terminado —cuando toda vía permanecen los últimos rayos de misericordia—, algunos aceptan el mensaje del Evangelio y se unen a los justos para agradecer su salva ción en la revelación. Lamentable mente, muchos rechazan el mensaje final de advertencia y el apocalipsis se derrama sobre ellos.

Las escenas proféticas muestran el retiro de la misericordia de Dios, pero en realidad no es Dios el que se ha retirado, sino la humanidad la que lo ha alejado. El ser humano se ha vuelto contra la creación por su propia voluntad. El ser creado le dice ahora a su Creador que ya no es bienvenido entre ellos. No necesitan a Dios. Creen que saben más que Dios.

La magnitud del pecado ha ido creciendo exponencialmente. “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres

amadores de sí mismos, avaros, va nagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implaca bles, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios” (2 Timoteo 3:1–4).

En estos versículos, el apóstol Pablo describe una situación al final de los tiempos en la que la sociedad se ha divorciado tan completamente de Dios que la misma naturaleza co mienza a desmoronarse bajo el peso de la corrupción. El cuerpo humano se convierte en una perversión, en algunos casos por la enfermedad y en otros por la corrupción inten cionada del cuerpo. La propia na turaleza del mundo que nos rodea, agobiada por la codicia humana, co mienza a desmoronarse. Y aun así, conociendo y viendo el derrumbe de la sociedad, siguen adelante. Los impíos declaran que se han liberado de las restricciones impuestas por el Creador. “Les prometen libertad, y son ellos mismos esclavos de co rrupción. Porque el que es vencido por alguno es hecho esclavo del que lo venció” (2 Pedro 2:19).

Pero ahora Cristo dice: “Consu mado es”. Con horror, los impíos se dan cuenta de que no hay nada que puedan hacer. Han rechazado la salvación y sucumben plenamente al control del mal. Lucharán por los restos de recursos que les quedan. La sociedad se derrumba a su alrededor, y buscan a alguien a quien culpar, ya que no pueden admitir que sus pro pios pecados les han vencido.

La Palabra ya ha registrado para nosotros lo que le sucede a la socie dad y a la misma naturaleza cuando un pueblo rechaza la voluntad de su Creador. “He aquí que Jehová vacía la tierra y la desnuda, y trastorna su faz, y hace esparcir

a sus mora
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“Debido a que abunda la iniquidad, se enfría el amor de muchos. Esto no tiene por qué ser así si todos acuden a Jesús y se fían de él con confianza y fe. Si su mansedumbre y su humildad son apreciadas, traerán paz, descanso y poder moral a todas las almas.”

dores… La tierra será enteramente vaciada, y completamente saqueada; porque Jehová ha pronunciado esta palabra. Se destruyó, cayó la tierra; enfermó, cayó el mundo; enfermaron los altos pueblos de la tierra. Y la tierra se contaminó bajo sus mora dores; porque traspasaron las leyes, falsearon el derecho, quebrantaron el pacto sempiterno. Por esta causa la maldición consumió la tierra, y sus moradores fueron asolados; por esta causa fueron consumidos los habi tantes de la tierra, y disminuyeron los hombres” (Isaías 24:1, 3–6).

Cualesquiera que sean los de sastres y los horrores que se hayan registrado en la historia, no pueden compararse con lo que está a punto de ocurrir en este mundo. Ya esta mos viendo cómo surgen los proble mas. La propagación de enferme dades pandémicas, los fenómenos meteorológicos distorsionados, el aumento de los conflictos violentos y la destrucción de la naturaleza, son sólo el comienzo de lo que está por venir. Para los impíos, el tiempo del fin es realmente un “apocalipsis”.

UN TIEMPO DE MISERICORDIA

Ahora, mientras permanecen los últimos momentos de la misericor dia de Dios, nos es dado a cada uno de nosotros un último llamamiento para que nos aferremos a la gracia. “Y oí otra voz del cielo, que decía: Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas” (Apoca lipsis 18:4). Salir de este mundo y se pararse de él, significa simplemente aferrarse de la gracia. Nuestro Crea dor desea fervientemente darnos los

mejores dones y llenarnos de la jus ticia de Cristo. “Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso” (2 Corintios 6:17, 18).

“Estamos haciendo el viaje de la vida en medio de los peligros de los últimos días. Debemos vigilar cuidadosamente cada paso, y asegu rarnos de estar siguiendo a nuestro gran Líder. El escepticismo, la in fidelidad, la disipación y el crimen están en todas partes. Sería fácil sol tar las riendas del dominio propio y lanzarse por el precipicio hacia una destrucción segura. ¡Qué grande es la misericordia que nos rodea y nos preserva en todo momento!”3

El pueblo de Dios ha aceptado su don de la justicia en Cristo: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperan za en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro” (1 Juan 3:1–3).

Entonces, habiendo recibido el don —y habiendo sido transforma dos por él—, ¿no lo compartiremos con los demás? El nuestro no es un mensaje de terror. No predicamos fuego y azufre. Los acontecimientos se registran proféticamente para que tú y yo conozcamos el tiempo en que vivimos. Ahora más que nunca, nece sitamos compartir la justicia de Cris

to con un mundo que necesita deses peradamente una transformación.

“Vivimos en una época cuando prevalece la maldad. Los peligros de los últimos días se acumulan a nuestro alrededor, y debido a que abunda la iniquidad, se enfría el amor de muchos. Esto no tiene por qué ser así si todos acuden a Jesús y se fían de él con confianza y fe. Si su mansedumbre y su humildad son apreciadas, traerán paz, descanso y poder moral a todas las almas.

“Se nos señala la brevedad del tiempo para estimularnos a buscar la justicia y convertir a Cristo en nuestro Amigo. Pero éste no es el gran motivo. Tiene sabor a egoísmo.

¿Es necesario que se nos señalen los terrores del día de Dios para com pelirnos mediante el miedo a obrar correctamente? Esto no debería ser así. Jesús es atractivo. Está lleno de amor, misericordia y compasión. Se propone ser nuestro Amigo, cami nar con nosotros en todos los áspe ros caminos de la vida. Nos dice: Yo soy el Señor tu Dios; camina junto a mí y llenaré de luz tu camino. Jesús, la Majestad del cielo, se propone elevar a su compañerismo a los que acuden a él con sus cargas, sus fla quezas y sus preocupaciones. Los hará sus amados hijos, y finalmente les dará una herencia de mayor va lor que el imperio de los reyes, una corona de gloria más preciosa que cualquiera que haya ceñido la frente del más exaltado monarca terre nal.”4 ‰

Referencias:

1 El Camino a Cristo, p. 18.

2 Christian Experience and Teachings of Ellen G. White, pp. 182, 184.

3 The Signs of the Times, 26 de enero, 1882.

4 The Review and Herald, 2 de agosto, 1881.

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UN TIEMPO DE LUCHA

Desde el triste momento en que nuestros primeros padres dejaron su hogar en el jardín, la esperanza de todo creyente ha sido ver el día en que terminen el pecado, el sufri miento y el dolor, y podamos regre sar por fin a nuestro hogar celestial. La vida aquí en este mundo de pecado tiene muchas luchas, prue bas y tentaciones con las que cada persona debe luchar. Teniendo en cuenta esto, Job escribió: “El hombre nacido de mujer, corto de días, y hastiado de sinsabores” (Job 14:1). Más adelante en la historia, cuando se enfrentó a muchos desafíos, Da vid exclamó: “Porque mi alma está hastiada de males, y mi vida cercana al Seol” (Salmos 88:3).

A lo largo de la historia, los hom bres y las mujeres han luchado con tra las dificultades físicas, las cues

tiones financieras, los problemas de relacionamiento, las batallas de la mente o las emociones, y las luchas por la salud o la supervivencia. Sin embargo, en todas estas luchas hay una bendita esperanza. Aunque a veces la mano de la fe sea débil, aunque a veces luchemos contra la desesperación, la duda o la depre sión, de alguna manera, incluso en medio de las tinieblas, podemos afe rrarnos a las maravillosas promesas de Dios.

“Las potestades de las tinieblas rodean el alma y ocultan a Jesús de nuestra vista, y a veces no podemos hacer otra cosa sino esperar entriste cidos y asombrados hasta que pase la nube. A veces estos momentos son terribles. Parece faltar la esperanza, y la desesperación se apodera de nosotros. En estas horas angustiosas

DOMINGO, 4 DE DICIEMBRE, 2022

debemos aprender a confiar, a de pender únicamente de los méritos de la expiación, y en toda nuestra impo tente indignidad confiar enteramente en los méritos del Salvador crucifica do y resucitado. Nunca pereceremos mientras hagamos eso, nunca.”1

¡Qué maravillosa promesa! Inclu so en los más sombríos momentos de dificultades, aunque hayamos fracasado en nuestro camino cristia no, si acudimos a él con toda nues tra indignidad, entonces Jesús, el que nos defiende, nuestro Salvador, nuestro Intercesor, no nos recha zará. Él nos toma como somos, con toda nuestra indignidad indefensa. Nunca, jamás, te dejará perecer, por que él es el que perdona “todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias” (Salmo 103:3), incluso la terrible enfermedad del pecado.

[Énfasis añadido en todo el texto.] Por Benjamin Thiel
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Ahora, en esta última hora de la historia de la tierra, con las nubes de tormenta acumulándose a nuestro alrededor, Jesús sigue en pie inter cediendo por nosotros. Podemos lle varle nuestro caso y estar seguros de que si le confiamos todo a él, estará con nosotros hasta el final.

“Nuestra gran necesidad es en sí misma un argumento, y habla elocuentemente en nuestro favor. Pero se necesita buscar al Señor para que haga estas cosas por nosotros. Nos dice: ‘Pedid, y se os dará.’ Y ‘el que ni aun a su propio Hijo perdo nó, sino que le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos ha de dar también de pura gracia, todas las cosas juntamente con él?’ Mateo 7:7; Romanos 8:32.”2

“La sangre de Jesús está rogan do con poder y eficacia por los que están apostatando, por los que son rebeldes, por los que pecan contra la gran luz y el amor. Satanás está a nuestra diestra para acusarnos, y nuestro Abogado está a la diestra de Dios para rogar por nosotros. Él nunca ha perdido un caso que le ha sido entregado. Podemos confiar en nuestro Abogado porque presenta sus propios méritos en favor de no sotros. Oíd su oración antes de que fuera traicionado y juzgado. Escu chad su oración por nosotros, pues nos mantenía en su recuerdo.”3

“Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará Jehová” (Salmos 34:19).

EL TIEMPO DE ANGUSTIA

Cuando se navega en alta mar puede haber muchas dificultades. A menudo, algunas de las mayores dificultades se presentan al acercarse a la orilla. A veces, al viajar en barcos grandes o pequeños, me he mareado mucho y he deseado volver a tierra firme. Pero cuando por fin se vislum bra la tierra, la última parte del viaje suele ser aún más turbulenta. El peli gro de los rompientes, las corrientes y las rocas puede amenazar con la muerte o la destrucción en cualquier momento. Para desembarcar en el lugar adecuado y con seguridad, hay que fijar el rumbo y preparar el barco o la lancha mucho antes de desembarcar para evitar que se estre

lle contra la orilla. Así, en el viaje de nuestra vida, podemos estar hartos de este mundo de pecado y sufri miento y anhelar el llegar finalmente al cielo. Al mirar hacia delante, nos damos cuenta gozosamente de que nos acercamos a la orilla celestial.

Pero la última parte del viaje tiene peligros para los que hay que prepa rarse con mucha antelación. Nuestro rumbo y preparación determinarán cómo nos desenvolveremos en el tiempo de lucha que se avecina. ¿Es tamos preparados para el desembar co final con todas sus turbulencias? ¿Cómo nos preparamos?

ADVIRTIENDO A LOS DEMÁS

Hoy en día todavía hay oportu nidad para que los seres humanos se acerquen a Jesús, el gran Sumo Sacerdote, y experimenten el perdón y la paz que él ofrece gratuitamente. Podemos prepararnos para el tiempo de lucha compartiendo el mensaje de salvación con el mundo que nos ro dea mientras dure el último tiempo de gracia.

“Hay muchos que están tranqui los, que están como dormidos. Dicen: ‘Si la profecía ha predicho la imposi ción de la observancia del domingo, la ley seguramente será promulga da’, y habiendo llegado a esta con clusión se sientan en tranquila expec tativa del evento, consolándose con el pensamiento de que Dios protege rá a su pueblo en el día de angustia. Pero Dios no nos salvará si no nos esforzamos por hacer la obra que nos ha confiado. Debemos ser halla dos fielmente [cumpliendo nuestro deber como] soldados en guardia, no sea que Satanás obtenga una ventaja que es nuestro deber impedir.

“Debemos estudiar diligente mente la Palabra de Dios, y orar con fe para que Dios sujete los poderes de las tinieblas, porque hasta ahora el mensaje ha llegado comparativa mente a pocos, y el mundo ha de ser iluminado con su gloria. La verdad presente —los mandamientos de Dios y la fe de Jesús— aún no ha sido difundida como debe serlo. Hay muchos casi a la sombra de nuestras propias puertas por cuya salvación no se ha hecho nunca nin gún esfuerzo personal.

“No estamos preparados para el momento en que nuestra labor deba concluir… La controversia por el sábado abrirá el tema ante el pueblo, y se dará una oportunidad para que sean presentados los requerimientos del genuino sábado…

“Es momento de que el pueblo de Dios trabaje como nunca antes, debido al aumento de la maldad. El pueblo temeroso de Dios y observa dor de los mandamientos debe ser diligente, no sólo en la oración, sino en la acción; y esto llevará la verdad ante los que nunca la han oído. El mundo está sobrecargado de false dad e iniquidad, y aquellos a quie nes Dios ha hecho depositarios de su ley y de la religión pura de Jesús deben estar decididos a dejar brillar su luz.”4

DEPENDIENDO HABITUAL MENTE DE DIOS

Se ha dicho acertadamente que el carácter se revela en una crisis. Para mantenernos firmes en la crisis que se avecina, debemos acostumbrar nos cada día a depender de Dios mediante la fe. La reacción humana natural a los problemas es preocu parse, quejarse, luchar, esconderse o huir. En lugar de hacer cualquiera de estas cosas, nuestra acción o há bito repetido a menudo debería ser ponernos de rodillas y luchar con Dios en oración mediante la fe.

“Los tiempos de apuro y angus tia que nos esperan requieren una fe capaz de soportar el cansancio, la demora y el hambre, una fe que no desmaye a pesar de las pruebas más duras. El tiempo de gracia les es concedido a todos a fin de que se preparen para aquel momento. Ja cob prevaleció porque fue perseve rante y resuelto. Su victoria es prue ba evidente del poder de la oración importuna. Todos los que se aferren a las promesas de Dios como lo hizo él, y que sean tan sinceros como él lo fue, tendrán tan buen éxito como él. Los que no están dispuestos a ne garse a sí mismos, a luchar desespe radamente ante Dios y a orar mucho y con empeño para obtener su ben dición, no lo conseguirán. ¡Cuán po cos cristianos saben lo que es luchar con Dios! ¡Cuán pocos son los que

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jamás suspiraron por Dios con ardor hasta tener como en tensión todas las facultades del alma! Cuando olas de indecible desesperación envuel ven al suplicante, ¡cuán raro es verle atenerse con fe inquebrantable a las promesas de Dios!

“Los que sólo ejercitan poca fe, están en mayor peligro de caer bajo el dominio de los engaños satánicos y del decreto que violentará las con ciencias. Y aun en caso de soportar la prueba, en el tiempo de angustia se verán sumidos en mayor aflicción porque no se habrán acostumbrado a confiar en Dios. Las lecciones de fe que hayan descuidado, tendrán que aprenderlas bajo el terrible peso del desaliento.”5

¡TENIENDO NUESTROS PE CADOS PERDONADOS!

Se acerca el momento en que Jesús arrojará el incensario en el santuario celestial y se pronunciarán las siguientes palabras: “El que es in justo, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia to davía; y el que es santo, santifíquese todavía” (Apocalipsis 22:11).

A fin de permanecer firme du rante el tiempo de lucha, cuando Jesús ya no interceda por cada uno de nosotros en el santuario celestial, es esencial, por la gracia de Dios, que nuestros pecados sean borrados me diante la sangre del Cordero. “Bien aventurados aquellos cuyas iniquida des son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos” (Romanos 4:7).

“Afligen sus almas ante Dios, re cordándole cada uno de sus actos de arrepentimiento de sus numerosos pecados y la promesa del Salvador: ‘¿Forzará alguien mi fortaleza? Haga conmigo paz, sí haga paz conmigo.’ Isaías 27:5. Su fe no decae si sus ora ciones no reciben inmediata contes tación. Aunque sufren la ansiedad, el terror y la angustia más desesperan tes, no dejan de orar. Echan mano del poder de Dios como Jacob se afe rró al ángel; y de sus almas se exhala el grito: ‘No te soltaré hasta que me hayas bendecido.’

“Si Jacob no se hubiese arrepen tido previamente del pecado que cometió al adueñarse fraudulenta

mente del derecho de primo genitura, Dios no habría escu chado su oración ni le hubiese salvado la vida misericordio samente. Así, en el tiempo de angustia, si el pueblo de Dios conservase pecados aún incon fesos cuando lo atormenten el temor y la angustia, sería aniquilado; la desesperación acabaría con su fe y no podría tener confianza para rogar a Dios que le librase. Pero por muy profundo que sea el sentimiento que tiene de su indignidad, no tiene culpas escondidas que revelar. Sus pecados han sido examinados y borrados en el juicio; y no puede recordarlos

Todos los que tratan de excusar u ocultar sus pecados, dejándolos sin confesar y sin haber sido perdonados en los registros del cielo, serán vencidos por Satanás… Los que tardan en prepararse para el día del Señor, no podrán ha cerlo en el tiempo de la angustia ni en ningún momento subsiguiente. El caso de los tales es sin esperanza.

“Los cristianos profesos que llegarán sin preparación al último y terrible conflicto, confesarán sus pecados con palabras de angustia consumidora, mientras los impíos se reirán de esa angustia. Esas con fesiones son del mismo carácter que las de Esaú o de Judas. Los que las hacen lamentan los resultados de la transgresión, pero no su culpa misma. No sienten verdadera contri ción ni horror al mal. Reconocen sus pecados por temor al castigo; pero, lo mismo que Faraón, volverían a maldecir al cielo si se suspendiesen los juicios de Dios.”6

“Jacob no se dejó apartar. Sabía que Dios era misericordioso y apeló a su misericordia. Se remontó a su dolor pasado y al arrepentimiento de sus errores, e insistió en su petición de ser librado de la mano de Esaú. Así continuó su insistencia durante toda la noche. Al repasar sus errores pasados, se sintió casi desesperado. Pero sabía que debía recibir ayuda de Dios o perecer. Se aferró al ángel, e insistió en su petición con clamores agonizantes y sinceros, hasta que prevaleció. Así sucederá con los jus

tos. Al repasar los acontecimientos de su vida pasada, sus esperanzas casi se hundirán. Pero al darse cuen ta de que se trata de un caso de vida o muerte, clamarán fervientemente a Dios, y apelarán a él en relación con su dolor pasado y su humilde arrepentimiento de sus muchos pe cados… Así ofrecerán a Dios sus fer vientes peticiones día y noche.”7

Ahora es el momento de recon ciliarse con Dios y pedir perdón por nuestros pecados. Ahora es el mo mento de abandonar las cosas que nos impiden hacer una entrega total a Dios.

PERDIENDO NUESTRA NATURALEZA TERRENAL

Durante el último tiempo de lucha, todo lo terrenal —cualquier apego a esta tierra— será consumido. En nuestro diario caminar cristiano cuando miramos a Jesús, nuestro Amigo, nuestro Hermano Mayor, nuestro Intercesor, nuestro todo, nosotros también perdemos nuestro apego a las cosas terrenales. Las co sas que tenemos aquí, son sólo herra mientas para servir a nuestras necesi dades, las necesidades de los demás y la causa de la verdad. Buscamos una ciudad que tiene fundamentos, cuyo constructor y hacedor es Dios. Aunque este debe ser nuestro enfo que de por vida durante el tiempo de lucha, cualquier último apego físico a este mundo debe desaparecer.

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el momento de que el pueblo de Dios trabaje como nunca antes, debido al aumento de la maldad. El pueblo temeroso de Dios y observador de los mandamientos debe ser diligente, no sólo en la oración, sino en la acción; y esto llevará la verdad ante los que nunca la han oído.”

“Aquellos que son colaboradores con Dios, no participarán en acti vidades meramente por diversión. No estarán buscando su propio gozo y felicidad… La gran obra de la redención será su suprema consi deración. La comida, la bebida y el vestido; las casas y tierras, serán de interés secundario.”8

“En el tiempo de angustia, de nada les valdrán a los santos las casas ni las tierras, porque entonces tendrán que huir delante de turbas enfurecidas, y en aquel entonces no podrán deshacerse de sus bienes para hacer progresar la causa de la verdad presente. Me fue mostrado que la voluntad de Dios es que, antes que venga el tiempo de angustia, los santos se libren de cuanto los estorbe y hagan pacto con Dios por medio de sacrificio. Si ponen sus propiedades sobre el altar y preguntan fervorosa mente a Dios cuál es su deber, les en señará cuándo habrán de deshacerse de aquellas cosas. Entonces estarán libres en el tiempo de angustia y no habrá trabas que los detengan.”9

“Deberíamos aprender ahora a conocer a Dios, poniendo a prueba sus promesas. Los ángeles toman nota de cada oración ferviente y sin cera. Sería mejor sacrificar nuestros propios gustos antes que descuidar la comunión con Dios.”10

“La historia de Jacob nos da además la seguridad de que Dios no rechazará a los que han sido engañados, tentados y arrastrados al pecado, pero que hayan vuelto a él con verdadero arrepentimiento. Mientras Satanás trata de acabar con esta clase de personas, Dios en viará sus ángeles para consolarlas y protegerlas en el tiempo de peligro Los asaltos de Satanás son feroces y resueltos, sus engaños terribles, pero el ojo de Dios descansa sobre su pueblo y su oído escucha su sú plica. Su aflicción es grande, las lla mas del horno parecen estar a punto de consumirlos; pero el Refinador los sacará como oro purificado por

el fuego. El amor de Dios para con sus hijos durante el período de su prueba más dura es tan grande y tan tierno como en los días de su mayor prosperidad; pero necesitan pasar por el horno de fuego; debe consumirse su mundanalidad, para que la imagen de Cristo se refleje perfectamente.”11

EL TIEMPO DE LA LUCHA TERMINÓ

Gracias a Dios que el tiempo de lucha llegará a su fin con una mara villosa seguridad de parte de Dios mismo. Entonces “los justos en su angustia mental…” claman “a Dios día y noche para verse libres de la mano de los impíos que los rodea rán”.12 Dios escucha su oración y sus súplicas, y la voz de Dios, como la de muchas aguas, estremece los cie los y la tierra. Los edificios son con movidos y destruidos. “Los 144.000 santos vivientes reconocieron y entendieron la voz; pero los mal vados se figuraron que era fragor de truenos y de terremoto. Cuando Dios señaló el tiempo, derramó sobre nosotros el Espíritu Santo, y nuestros semblantes se iluminaron refulgentemente con la gloria de Dios, como le sucedió a Moisés al bajar del Sinaí.”13

La mensajera del Señor descri be además: “Entonces oí un grito triunfal de victoria, fuerte, musical y claro. Miré a la compañía que, poco antes, estaba en semejante angustia y esclavitud. Su cautiverio había cambiado. Una luz gloriosa brillaba sobre ellos. ¡Qué hermosos se veían entonces! Todas las marcas de preocupación y cansancio ha bían desaparecido, y la salud y la belleza se veían en todos los rostros. Sus enemigos, los idólatras que los rodeaban, cayeron como muertos; no pudieron soportar la luz que brillaba sobre los santos liberados. Esta luz y esta gloria permanecieron sobre ellos, hasta que Jesús fue visto

en las nubes del cielo, y la fiel y pro bada compañía fue transformada en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, de gloria en gloria. Se abrieron los sepulcros, y los santos salieron, revestidos de inmortalidad, gritan do: ‘Victoria sobre la muerte y el se pulcro’; y junto con los santos vivos fueron arrebatados para encontrarse con su Señor en el aire, mientras ricas y musicales exclamaciones de gloria y victoria se oían en cada len gua inmortal.”14

Hermanos y hermanas, tenemos ante nosotros un futuro maravilloso, pero ya es hora de prepararnos para la tempestad y el tiempo de lucha antes del acercamiento final a la orilla celestial. Al examinar nuestra vida, ¿estamos preparados para afrontar este tiempo que nos espera? Con amor por las almas que nos rodean, ¿estamos dando con fervor la advertencia final a la gente como deberíamos? ¿Tenemos la costum bre de depender completamente de Dios o nos apoyamos en algún pun tal terrenal? Podemos sentirnos to talmente indignos, pero no debemos quedarnos sin perdón; la sangre de Jesús borrará nuestros pecados. En este momento, ¿has acudido a Jesús? ¿Estás lavado en la sangre del Cor dero? Sigamos al Cordero, y al fijar nuestros ojos en Jesús, nuestro ape go a las cosas terrenales, a las cosas que pronto pasarán, se desvanecerá en la insignificancia. ¡Que Dios nos ayude a hacer esta preparación para el tiempo de lucha! ‰

Referencias:

1 Testimonios para la Iglesia, tomo 1, p. , 278.

2 El Camino a Cristo, p. 95.

3 Comentario Bíblico ASD [Comentarios de E. G. de White], tomo 7, p. 960.

4 The Ellen G. White 1888 Materials, pp. 502, 503.

5 El Conflicto de los Siglos, p. 679. [Edición de 1954.]

6 Ibíd., pp. 677, 678.

7 Spiritual Gifts, tomo 3, p. 133.

8 Hijas de Dios, p. 12.

9 Primeros Escritos, pp. 56, 57

10 El Conflicto de los Siglos, p. 680. [Edición de 1954.]

11 Ibíd., p. 678.

12 La Historia de la Redención, p. 99.

13 Primeros Escritos, p. 14.

14 Christian Experience and Teachings of Ellen G. White, p. 178.

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“Es

MIÉRCOLES, 7 DE DICIEMBRE, 2022

LA VERDAD EN TIEMPOS DE CRISIS

“¿Qué es la verdad?” (Juan 18:38). El pretor romano dedujo que el prisionero que tenía delante sabía la respuesta. Sin embargo, y lamentablemente, no se molestó en esperar esa respuesta. ¡Qué pérdida, una pérdida terrible,… el no saber lo! Podría haberlo sabido. La Verdad personificada estaba allí delante de él, pero Poncio Pilato no se esforzó en obtenerla. ¿Y nosotros? “Y no sabes…” (Apocalipsis 3:17), lo que el Testigo Verdadero nos dice hoy a cada uno de nosotros.

Lo peor para Pilato fue que no sabía que estaba en la crisis de su vida. Pensó que Jesús estaba en peligro, no él. Creyó que él era el juez, ¡que estaba bien! ¡Qué enorme engaño! Esa actitud, probablemente, le costó la vida eterna. En esas po cas horas decidió su destino eterno.

Allí mismo, de pie en su presencia, cubierto con la humilde apariencia de un prisionero estaba “el Cami no, y la Verdad, y la Vida” (Juan 14:6). Parecía un cautivo, pero era el Libertador. “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres” (Juan 1:4). Pero Pilato lo perdió por completo. No lo sabía…

¿Qué habrías hecho tú en esa si tuación? ¿Habrías buscado y segui do la verdad a toda costa?

Por cierto, ¿estás en crisis ahora mismo? ¿Lo estoy yo? ¿Y si sin sa berlo, como Pilato, asumimos que otra persona es la que puede estar en peligro? A todos nosotros, el Se ñor puede estar diciéndonos: “¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos” (Lucas 19:42).

¡Hoy debemos saberlo, mis que ridos hermanos! ¡Mañana podría ser demasiado tarde! Necesitamos co nocer la verdad que nos hará libres. (Juan 8:32.)

LA MAYOR CRISIS—DELANTE NUESTRO

“Los gobernantes y estadistas, los hombres que ocupan puestos de confianza y autoridad, los hombres y mujeres que piensan, de toda cla se social… reconocen que está por ocurrir algo grande y decisivo, que el mundo está al borde de una crisis estupenda.”1

“El conflicto que está por sobre cogernos será el más terrible que se haya presenciado jamás.”2

“El ‘tiempo de angustia, cual nunca fue después que hubo gente’ se iniciará pronto; y para entonces

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necesitaremos tener una experiencia que hoy por hoy no poseemos y que muchos no pueden lograr debido a su indolencia. Sucede muchas veces que los peligros que se esperan no resultan tan grandes como uno se los había imaginado; pero este no es el caso respecto de la crisis que nos espera. La imaginación más fecun da no alcanza a darse cuenta de la magnitud de tan dolorosa prueba. En aquel tiempo de tribulación, cada alma deberá sostenerse por sí sola ante Dios.”3

La buena noticia es que Dios prometió y pagó nuestra salvación: “¡Ah, cuán grande es aquel día! tan to, que no hay otro semejante a él; tiempo de angustia para Jacob; pero de ella será librado” (Jeremías 30:7). Así como Jacob prevaleció frente a esa terrible angustia, ¡también noso tros debemos prevalecer!

“Jacob prevaleció porque fue perseverante y resuelto. Su victoria es prueba evidente del poder de la oración importuna. Todos los que se aferren a las promesas de Dios como lo hizo él, y que sean tan sinceros como él lo fue, tendrán tan buen éxi to como él.”4

Aunque Dios hizo una amplia provisión para nuestra salvación y pagó un precio infinito por ella, no todos sus hijos serán salvados. ¿Qué hay de ti? ¿Y de mí?

“Los que no están dispuestos a negarse a sí mismos, a luchar deses peradamente ante Dios y a orar mu cho y con empeño para obtener su bendición, no lo conseguirán. ¡Cuán pocos cristianos saben lo que es lu char con Dios! ¡Cuán pocos son los que jamás suspiraron por Dios con ardor hasta tener como en tensión todas las facultades del alma! Cuan do olas de indecible desesperación envuelven al suplicante, ¡cuán raro es verle atenerse con fe inquebranta ble a las promesas de Dios!”5

¡Una terrible advertencia! ¡Que el Señor nos ayude hoy a despertar y a prepararnos!

LA PRECIOSA VERDAD

La verdad es preciosa si la en tendemos y la aceptamos. Nos trae vida, la vida de Dios, que nos ha sido dada gratuitamente a través del plan de salvación, “porque la vida

fue manifestada… y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó” (1 Juan 1:2). Conocer la verdad nos sitúa en una posición privilegiada; nos permite ver el panorama completo, comprender las causas, proyectar los resultados, tomar las decisiones correctas y, al final, disfrutar de re sultados agradables y deseables.

“¿Qué es la verdad?” Pilato lo preguntó hace 2.000 años, y hoy la pregunta es más pertinente que nun ca. ¿Y si se hubiera tomado el tiempo de escuchar? Tal vez habría escucha do, como Nicodemo, una respuesta directa, impactante, pero que cam biaría su vida, ¡revelándole la salva ción de su alma! Pero no lo hizo…

¡Ahora es nuestro momento! Preguntémonos: ¿Quiero realmente conocer la verdad sobre mí mismo, sobre mi alma? Si realmente tenemos hambre de la verdad, seremos satis fechos; significará más para nosotros que el conocimiento correcto sobre las cosas o los principios involucrados. La verdad es la preciosa Persona de Jesús, el Hijo de Dios e Hijo del hom bre. Él no sólo tiene la verdad sobre todo, sino que él ES la Verdad. Y aún más, si lo aceptamos, él es el Evan gelio, él es la solución para cualquier crisis, él es la Salvación, ofreciéndose a nosotros: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida” (Juan 14:6).

LA MENTIRA

Desde la época del árbol de la ciencia del bien y del mal, el engaño se ha entrelazado con la verdad. Lo que ayer se tildaba de “noticias falsas” mañana puede aparecer como “cien cia probada” y viceversa; “la verdad tropezó en la plaza” (Isaías 59:14).

Desde el principio de su rebe lión, Satanás trajo la falsedad mez clada con algo de verdad. “Porque es mentiroso, y padre de mentira.” Miente descaradamente diciendo que Dios no castiga el pecado (Gé nesis 3:4) y dice “a gran voz” que el Señor no puede salvar. (2 Reyes 18.)

Al aceptar sus engaños, la naturale za humana se ha corrompido y se ha vuelto incompatible con la verdad.

Tenemos “ojos para ver y no ven” (Ezequiel 12:2). En tiempos de crisis, esta ceguera es aún mayor. En una crisis, estamos estresados y tendemos

a reaccionar en lugar de actuar sabia y reflexivamente. Somos propensos a dejarnos engañar por nuestros temo res y sentimientos que distorsionan la realidad. Sólo vemos “gigantes” y somos “nosotros, a nuestro parecer, como langostas” (Números 13:33).

El estrés de la crisis acorta el tiempo necesario para la tranquila reflexión. Nos vemos empujados a resolver los asuntos rápidamente, a hacer las cosas ¡para escapar! Y en el proceso, la verdad puede perderse… Sólo al final, cuando nos calmamos y la crisis ha pasado, podemos discernir los errores y engaños, y ver la verdad con más claridad. A veces este escrutinio es doloroso y triste. Descubrimos que la verdad era diferente de lo que pensábamos y que hemos actuado de forma insensata. “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jere mías 17:9.)

Por lo tanto, no tenemos que buscar en nosotros mismos las solu ciones a las crisis. ¡Debemos ir a la fuente de la verdad! Empezando por el principio, la primera verdad —la más importante— es:

¿QUIÉN ES DIOS?

Al principio, “el Dios de sus padres” llamado “YO SOY EL QUE SOY” (Éxodo 3:14) no era conocido por los israelitas. Pero en el Mar Rojo comenzaron a conocerlo. Aho ra vieron el resultado del orgullo y la gloria de Egipto: los cadáveres de sus opresores, arrastrados por las olas a lo largo de la orilla. Vieron la Mano de Dios extinguiendo la tierra de Egipto debido a su obstinada oposición; habían visto la Columna de nube y de fuego, habían visto los enormes muros de agua obedecien do a la voz del Creador. ¡Habían visto su poderosa Mano trabajando milagrosamente para ellos! ¡Esa era la Verdad revelada para ellos: el Gran “YO SOY” estaba en medio de ellos, un Padre amoroso, deseoso de ayudar, omnipotente! Mediante la fe habían llegado a conocer al Señor. “Por la fe pasaron el Mar Rojo como por tierra seca” (Hebreos 11:29).

¡Esto es aún más precioso! El Señor es la “Verdad”, es la “Vida” (Juan 14:6). Él es la Fuente de la vida misma, de toda la creación. Él es la

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solución para cualquier problema imaginable, él es el “Camino” de escape así como el camino de la justicia. Él declara: “Nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). Él tiene el control perfecto y no puede ser sorprendido. Al conocerlo, al recibirlo, sus hijos reciben la vida y la salvación, porque conocerlo es la vida eterna (Juan 17:3). “El que tiene al Hijo, tiene la vida” (1 Juan 5:12). ¡Esta es la verdad!

“El conocer a Dios es amarle.”6 En los momentos de dificultad lo ve mos más claro; su amor y su poder salvador se demuestran reales. El Señor dice: “E invócame en el día de la angustia; Te libraré, y tú me hon rarás” (Salmos 50:15).

¿QUIÉN SOY YO?

La segunda verdad importante en una crisis es acerca de quiénes somos.

“Es en la crisis cuando se revela el carácter.”7 Pedro creía conocerse a sí mismo, pero en la crisis de la detención de Cristo, se descubrió a sí mismo. Mientras las palabras de ne gación estaban todavía frescas en sus labios, miró a Jesús. Allí vio a Jesús como nunca antes: lleno de perdón y sin sombra de reproche. “Una oleada de recuerdos le abrumó. La tierna misericordia del Salvador, su bondad y longanimidad, su amabi lidad y paciencia para con sus discí pulos tan llenos de yerros: lo recordó todo… [Pedro] reflexionó con horror en su propia ingratitud, su falsedad, su perjurio.”8 Al igual que Pedro, al reflejar a Jesús podemos compren der nuestra total impotencia y la cruel malicia de nuestros corazones. Una experiencia dolorosa, pero salvadora. Es este descubrimiento el que nos lleva, como a Pedro, al arrepentimiento y a la conversión. A semejanza de él, nos convertimos en una nueva criatura, pero únicamente cuando comprendemos plenamente nuestra desesperada condición y nos aborrecemos a nosotros mismos.

Daniel confesó: “Tuya es, Señor, la justicia, y nuestra la confusión de rostro” “porque contra ti pecamos”. “De Jehová nuestro Dios es el tener misericordia y el perdonar, aunque contra él nos hemos rebelado” (Da niel 9:7–9). El apóstol Pablo recono

ció: “Yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien” (Romanos 7:18). ¡Preciosa y salvadora com prensión!

A la luz del carácter de Dios, admitimos nuestra verdadera condi ción: “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Romanos 7:24.)

“Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él: Heme aquí” (Isaías 58:9).

EL SEÑOR ESTÁ AQUÍ PARA SALVAR

“¿Dónde está Jehová?” (2 Reyes 2:14.) Cada vez que un alma en su impotencia y desesperación bus ca al Señor, él responde: “¡Heme aquí!” Él quiere estar con nosotros en cualquier momento y más aún en tiempos de crisis. Él está ahí para traer “en sus alas… salvación”. Esta es la esencia misma de la vida de Dios. “YO SOY” significa que él está en todas partes (Salmo 139); en la necesidad, él está con cada hijo suyo. “Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía” (Génesis 28:16), es la verdad para nosotros.

Seis siglos antes de Cristo, en Babilonia, frente al horno de fuego, los tres jóvenes judíos dijeron con confianza: “Nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará” (Daniel 3:17). Esa era la verdad. No la ira del rey, ni las lla mas ardientes, sino la amada Persona de Jesús, que estaba allí, caminando libremente con ellos en ese fuego. El apóstol Pablo lo confirma: “Puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios” (He breos 7:25). ¿Necesitamos algo más?

¡SOMOS LA MAYORÍA!

En la crisis de Dotán, rodeados por los ejércitos sirios, Eliseo, el hombre de Dios, explicó a su siervo: “No tengas miedo, porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos” (2 Reyes 6:16). ¿Cuál era la verdad en aquella crisis? Estaban asediados por los sirios sin aparente posibilidad de escapar. Pero en realidad estaban rodeados por los poderosos ejércitos protectores de los ángeles celestiales. No ellos, sino los sirios, estaban en peligro.

DIOS NO PUEDE SALVAR A LOS ADVERSARIOS

Otra verdad solemne es que “la nube que fue una muralla de tinie blas para los egipcios, fue para los hebreos un gran torrente de luz… derramando claridad sobre su sen dero”.9 “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (San tiago 4:6). Él quiere ayudar a todos; pagó la salvación de todos; ¡pero sólo puede salvar a los que lo acep tan a él y a su gracia!

Sería un terrible engaño conti nuar voluntariamente en oposición contra Dios, burlarse de su gracia y en el momento de la crisis suponer que él está con nosotros. Recuerda la última crisis en la vida del rey Saúl (1 Samuel 15:22, 23), y en la vida de Ju das Iscariote (Mateo 27:3–5). Es cierto que el Señor, en su longanimidad, a menudo retrasa la ejecución de la jus ticia determinada por nuestras elec ciones, pero ese camino de oposición, de rebeldía, de indolencia espiritual, si se sigue insistentemente, nos lle vará seguramente a la destrucción. “Por cuanto llamé, y no quisisteis oír, extendí mi mano, y no hubo quien atendiese, sino que desechasteis todo consejo mío y mi reprensión no quisisteis, también yo me reiré en vuestra calamidad… Entonces me llamarán, y no responderé; me bus carán de mañana, y no me hallarán” (Proverbios 1:24–28).

SÓLO UNOS POCOS PREVALECERÁN

“Tan sólo una pequeña porción de los que ahora profesan la verdad se dejarán santificar,”10 “porque muchos son llamados, mas pocos es cogidos” (Mateo 20:16). “Sólo dos de los adultos que componían el vasto ejército que salió de Egipto entraron en la tierra de Canaán. Los cuerpos muertos de los demás quedaron re gados por el desierto, debido a sus transgresiones.”11

“Los que tardan en prepararse para el día del Señor, no podrán ha cerlo en el tiempo de angustia ni en ningún momento subsiguiente. El caso de los tales es sin esperanza.”12 ¡Esta debe ser la verdad más doloro sa para el corazón de nuestro amado Salvador! Para muchos, ¡su sacrificio infinito habrá sido en vano!

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NUESTRA

PARTE: ¡CREER! (“Viendo al Invisible”)

El apóstol Pablo, cuya vida fue una crisis sin fin (véase 2 Corintios 11:23–29) nos ha dado la clave: “No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2 Corintios 4:18).

“Por la fe [Moisés] dejó a Egip to… porque se sostuvo como viendo al Invisible” (Hebreos 11:27). En otras palabras, “verlo” significa creer en él, en todo lo que es y hace. “El justo vivirá por fe” (Hebreos 10:38). La fe es “la certeza [la rea lidad concreta, la seguridad] de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1). Por la fe lo recibimos (Juan 1:12), por la fe obtenemos su justicia (Filipenses 3:9), por la fe somos transformados (2 Corintios 3:18), y por la fe somos salvos (Efesios 2:8).

Apartemos nuestra mirada de todo lo que el enemigo nos pone de lante. Que la gente diga lo que quie ra. Tenemos una visión mucho más brillante que contemplar: veamos al amado Jesús, LA VERDAD, el Poderoso Comandante invisible del Universo, con toda la creación a sus pies, listo para sanar y salvar. “Una vez que la mirada se fija en él, la vida halla su centro… El deber llega a ser un deleite y el sacrificio un pla cer. Honrar a Cristo, asemejarse a él, es la ambición superior de la vida, y su mayor gozo.”13

Al igual que en la crisis del Mar Rojo, “a menudo la vida cristiana está acosada de peligros, y se hace difícil cumplir el deber. La imagi nación concibe la ruina inminente delante, y la esclavitud o la muerte detrás. No obstante, la voz de Dios dice claramente: ‘Avanza.’ Debemos obedecer este mandato aunque nuestros ojos no puedan penetrar las tinieblas, y aunque sintamos las olas frías a nuestros pies.”14

Por la fe en él somos capacita dos para obedecer. “La fe actúa por amor y purifica el ser entero, y con la fe habrá la correspondiente obediencia, una ejecución fiel de las palabras de Cristo.”15

Entonces, contémplalo a él, ¡el “señalado entre diez mil”!

ESCRITO ESTÁ

Es en la Palabra de Dios escrita donde “vemos” y “conocemos” a nuestro Salvador, y también la rea lidad de nuestra propia fragilidad. Cristo venció con el “escrito está” (Mateo 4:4, 7, 10). No debatió con el enemigo; “No quiso parlamentar con la tentación.”16 Que el Señor nos ayude a hacer lo mismo. “Cuando nos veamos asaltados por las ten taciones, no miremos las circuns tancias o nuestra debilidad, sino el poder de la Palabra. Toda su fuerza es nuestra.”17

“‘No con sólo el pan vivirá el hombre, mas con toda palabra que sale de la boca de Dios.’ Muchas veces el que sigue a Cristo se ve co locado en donde no puede servir a Dios y llevar adelante sus empresas mundanales. Tal vez le parezca que la obediencia a algún claro reque rimiento de Dios le privará de sus medios de sostén… Pero lo único en que podemos confiar en este mun do es la Palabra de Dios… Cuando aprendamos a conocer el poder de su palabra no seguiremos las sugestio nes de Satanás para obtener alimento o salvarnos la vida. Lo único que pre guntaremos será: ¿Cuál es la orden de Dios, y cuál es su promesa? Cono ciéndolas, obedeceremos la primera y confiaremos en la segunda.”18

PERMANECED TRANQUILOS

Rodeados de montañas, bloquea dos delante por el mar y presionados por detrás por los ejércitos egipcios, los israelitas, sin armas, no veían más que una muerte inminente. Por fe, Moisés viendo al Señor en medio de ellos, dijo: “Jehová peleará por voso tros, y vosotros estaréis tranquilos” (Éxodo 14:14). “Mas Jehová es el que da la victoria” (Proverbios 21:31). “Estaréis tranquilos”. Para ellos y para nosotros, éste es uno de los ejercicios de fe más difíciles. Honre mos al Señor confiando plenamente en él, como el verdadero pueblo del descanso (shabbath en hebreo) y ¡pre parémonos!

NO HAY LUGAR PARA EL DESÁNIMO

Jesús dice: “En el mundo ten dréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).

Cristo no fracasó, ni se desanimó. Así como él prevaleció, nosotros también podemos prevalecer. Su gracia nos basta y su poder se per fecciona en la debilidad. Digamos con Pablo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13). Confiando en él, “somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Romanos 8:37).

¡AFÉRRATE A ÉL Y TRIUNFA!

¡La victoria está asegurada por el Poderoso Conquistador! Sólo debe mos someternos a su voluntad, y “si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Romanos 8:31).

En la noche de la última crisis intensa, el Sol de Justicia saldrá, y su pueblo será elevado con él a la gloria, purificado, resplandeciente, reflejando la belleza de su Reden tor. La gran verdad de que “Dios es amor” resonará en toda la creación de Dios. Que el Señor nos ayude a cooperar con él, a permitirle que nos salve plenamente, a caminar con él diariamente hasta que la fe se desva nezca en la gloria, cuando nos reciba en los atrios celestiales. Amén. ‰

Referencias:

1 La Educación, p. 179. [Énfasis añadido.]

2 Testimonios para la Iglesia, tomo 6, p. 407.

3 El Conflicto de los Siglos, p. 607. [Énfasis añadido.]

4 Ibíd., p. 606.

5 Ibíd.

6 El Deseado de Todas las Gentes, p. 13.

7 Palabras de Vida del Gran Maestro, p. 339.

8 El Deseado de Todas las Gentes, p. 659.

9 Patriarcas y Profetas, p. 295.

10 Testimonios para la Iglesia, tomo 1, p. 527.

11 Ibíd., p. 527.

12 El Conflicto de los Siglos, p. 605.

13 La Educación, p. 296.

14 Patriarcas y Profetas, p. 295.

15 Mensajes para los Jóvenes, p. 140.

16 El Deseado de Todas las Gentes, p. 94.

17 Ibíd., p. 99.

18 Ibíd., p. 96.

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“Todos los que se aferren a las promesas de Dios como lo hizo él [Jacob], y que sean tan sinceros como él lo fue, tendrán tan buen éxito como él.”

VIERNES, 9 DE DICIEMBRE, 2022

UN MUNDO DECADENTE

¿En qué periodo de tiempo vivi mos hoy?

“En los días de Martín Lutero, hubo quienes vinieron a él y le dije ron: ‘No queremos su Biblia, quere mos el Espíritu’. Martín Lutero les dijo: ‘Os daré un golpe en la nariz con su espíritu’. Por muy grandes que sean vuestras pretensiones, no sois hijos de Dios.”1

En tiempos pasados, los justos sentían que era imposible estar re lacionados con Roma, y aunque el antagonismo contra este sistema de error se mantenía sólo a riesgo de la vida y la propiedad, muchos to davía tenían el valor de permanecer separados, luchando por la verdad. La verdad bíblica era más preciosa para ellos que la riqueza, el honor o incluso la vida misma. No podían soportar ver la verdad enterrada

bajo un montón de superstición y sofismas mentirosos.

Los reformadores tomaron la Pa labra de Dios en sus manos y levan taron el estandarte de la verdad ante el pueblo, declarando valientemente lo que el Señor les había revelado a través de un cuidadoso examen de la Biblia. Sufrieron la más cruel de las muertes por su fidelidad a Dios, pero por la sangre de Cristo adquirieron para nosotros libertades y privilegios, que tristemente, ahora están siendo entregados fácilmente al poder del mal por muchos que dicen ser protestantes.

Recordemos las 95 Tesis de Mar tín Lutero que en su día resonaron por montañas y valles y estremecie ron a Europa como un terremoto. Este valiente hombre convocó a un ejército espiritual de nobles seguido

res de Cristo, y la verdad que defen dían no pudo ser silenciada por las llamas, la tortura, el encarcelamien to o la muerte. Y aún hoy, las voces remanentes de ese noble ejército de mártires revelan el poder romano y la apostasía —el misterio de ini quidad que Pablo previó— que se intensificaría en los últimos días.

“Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos, herma nos, que no os dejéis mover fácil mente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca. Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el

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cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, hacién dose pasar por Dios. ¿No os acor dáis que cuando yo estaba todavía con vosotros, os decía esto? Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste. Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad” (2 Tesa lonicenses 2:1–7).

LA VERDAD SUAVIZADA

Cuando la iglesia primitiva se corrompió, alejándose de la sencillez del evangelio y aceptando ritos y hábitos mediante un pago, perdió el Espíritu y el poder de Dios, y para gobernar la conciencia del pueblo, buscó el apoyo del poder secular. Esto dio lugar al papado, una iglesia que dirigió el poder del estado y lo empleó para favorecer sus propios fines, especialmente para castigar la supuesta “herejía”.

“Siempre que la iglesia alcanzó el poder civil, lo empleó para casti gar a los que no admitían todas sus doctrinas. Las iglesias protestantes que siguieron las huellas de Roma al aliarse con los poderes mundanos, manifestaron el mismo deseo de restringir la libertad de conciencia. Ejemplo de esto lo tenemos en la lar ga persecución de los disidentes por la iglesia de Inglaterra. Durante los siglos XVI y XVII miles de ministros no conformistas fueron obligados a abandonar sus iglesias, y a muchos pastores y feligreses se les impusie ron multas, encarcelamientos, tortu ras y el martirio.

“Fue la apostasía lo que indujo a la iglesia primitiva a buscar la ayuda del gobierno civil, y esto preparó el camino para el desarrollo del papa do, simbolizado por la bestia. San Pablo lo predijo al anunciar que ven dría ‘la apostasía,’ y sería ‘revelado el hombre de pecado.’ 2 Tesalonicenses 2:3 (VM). De modo que la apostasía en la iglesia preparará el camino para la imagen de la bestia. La Biblia declara que antes de la venida del Señor habrá un estado de decadencia religiosa análoga a la de los primeros siglos. ‘En los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque los hom

bres serán amadores de sí mismos, amadores del dinero, jactanciosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a sus padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calum niadores, incontinentes, fieros, abo rrecedores de los que son buenos, traidores, protervos, hinchados de orgullo, amadores de los placeres, más bien que amadores de Dios; teniendo la forma de la piedad, mas negando el poder de ella.’ 2 Timoteo 3:1–5 (VM). ‘Empero el Espíritu dice expresamente, que en tiempos veni deros algunos se apartarán de la fe, prestando atención a espíritus seduc tores, y a enseñanzas de demonios.’ 1 Timoteo 4:1 (VM). Satanás obrará ‘con todo poder, y con señales, y con maravillas mentirosas, y con todo el artificio de la injusticia.’ Y todos los que ‘no admitieron el amor de la ver dad, para que fuesen salvos,’ serán dejados para que acepten ‘operación de error, a fin de que crean a la men tira.’ 2 Tesalonicenses 2:9–11 (VM). Cuando se haya llegado a este estado de impiedad, se verán los mismos re sultados que en los primeros siglos.

“Muchos consideran la gran di versidad de creencias en las iglesias protestantes como prueba terminan te de que nunca se procurará asegu rar una uniformidad forzada. Pero desde hace años se viene notando entre las iglesias protestantes un po deroso y creciente sentimiento en fa vor de una unión basada en puntos comunes de doctrina. Para asegurar tal unión, debe necesariamente evi tarse toda discusión de asuntos en los cuales no todos están de acuer do, por importantes que sean desde el punto de vista bíblico.”2

EL ESTABLECIMIENTO DE LA IMAGEN DE LA BESTIA

Juan el Revelador describe: “Después vi otra bestia que subía de la tierra; y tenía dos cuernos se mejantes a los de un cordero, pero hablaba como dragón. Y ejerce toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella, y hace que la tierra y los moradores de ella adoren a la primera bestia, cuya herida mortal fue sanada. También hace grandes señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo a la tierra

delante de los hombres. Y engaña a los moradores de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en presencia de la bestia, mandando a los moradores de la tierra que le hagan imagen a la bestia que tiene la herida de espada, y vivió. Y se le per mitió infundir aliento a la imagen de la bestia, para que la imagen hablase e hiciese matar a todo el que no la adorase” (Apocalipsis 13:11–15).

La imagen de la bestia se forma antes de que se cierre la puerta de la gracia. Esta segunda bestia de Apo calipsis 13 ejerce toda la autoridad de la primera bestia en su presencia y hace que la Tierra y sus habitantes adoren a la primera bestia, cuya he rida mortal fue sanada. “Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pu siese una marca en la mano derecha, o en la frente; y que ninguno pudie se comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre” (Apocalipsis 13:16, 17).

Esta es la prueba final por la que el pueblo de Dios llamado a salir de Babilonia (confusión) pasará antes de ser sellado. Todos los que demuestran su lealtad a Dios obser vando su ley y negándose a aceptar un falso sábado, se colocan bajo el estandarte del Señor Dios Jehová, y reciben el sello del Dios vivo. En contraste, aquellos que renuncian a la verdad de origen celestial y en cambio aceptan el domingo (el primer día de la semana del paga no dios sol) en lugar del sábado (el séptimo día—el día de descanso sa grado de Dios establecido en la crea ción) recibirán la señal de la bestia.

UNA TRIPLE UNIÓN

El Revelador describe además: “Y vi salir de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta, tres espíritus in mundos a manera de ranas; pues son espíritus de demonios, que hacen señales, y van a los reyes de la tierra en todo el mundo, para reu nirlos a la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso” (Apocalip sis 16:13, 14).

“Las doctrinas de los caudillos religiosos han abierto la puerta a

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No es momento de buscar las costumbres y prácticas del mundo; nuestro enfoque debe ser, en cambio, buscar la voluntad de Dios para ver lo que dicen las Escrituras, y luego caminar según la luz que Dios nos ha dado. Nuestras inclinaciones, hábitos y prácticas no deben tener la preeminencia. La Palabra de Dios debe ser nuestra norma.

la incredulidad, al espiritismo y al desprecio de la santa ley de Dios, y sobre ellos descansa una terrible res ponsabilidad por la iniquidad que existe en el mundo cristiano.

“Sin embargo, esa misma clase de gente asegura que la corrupción que se va generalizando más y más, debe achacarse en gran parte a la violación del así llamado ‘día del Señor’ (domingo), y que si se hi ciese obligatoria la observancia de este día, mejoraría en gran manera la moralidad social. Esto se sostie ne especialmente en los Estados Unidos de Norteamérica, donde la doctrina del verdadero día de repo so, o sea el sábado, se ha predicado con más amplitud que en ninguna otra parte. En dicho país la obra de la temperancia que es una de las reformas morales más importan tes, va a menudo combinada con el movimiento en favor del domingo, y los defensores de éste actúan como si estuviesen trabajando para promover los más altos intereses de la sociedad; de suerte que los que se niegan a unirse con ellos son denunciados como enemigos de la temperancia y de las reformas. Pero la circunstancia de que un movi miento encaminado a establecer un error esté ligado con una obra buena en sí misma, no es un argumento en favor del error. Podemos encubrir un veneno mezclándolo con un ali mento sano pero no por eso cambia mos su naturaleza. Por el contrario, lo hacemos más peligroso, pues se lo tomará con menos recelo. Una de las trampas de Satanás consiste en mezclar con el error una porción su ficiente de verdad para cohonestar aquél. Los jefes del movimiento en favor del domingo pueden propagar reformas que el pueblo necesita, principios que estén en armonía con la Biblia; pero mientras mezclen con ellas algún requisito en pugna con

la ley de Dios, los siervos de Dios no pueden unirse a ellos. Nada puede autorizarnos a rechazar los manda mientos de Dios para adoptar los preceptos de los hombres.

“Merced a los dos errores capita les, el de la inmortalidad del alma y el de la santidad del domingo, Sata nás prenderá a los hombres en sus redes. Mientras aquél forma la base del espiritismo, éste crea un lazo de simpatía con Roma. Los protes tantes de los Estados Unidos serán los primeros en tender las manos a través de un doble abismo al espi ritismo y al poder romano; y bajo la influencia de esta triple alianza ese país marchará en las huellas de Roma, pisoteando los derechos de la conciencia.”3

Mediante un decreto destinado a imponer una institución papal en oposición a la ley de Dios, el espíritu inmundo del protestantismo apósta ta se une dando una mano al poder romano y la otra al espiritismo. Bajo la influencia de esta alianza, los Estados Unidos son inducidos a repudiar todos los principios de su Constitución que habían hecho de él un gobierno protestante y republi cano, y en cambio adoptan medidas para la propagación de los errores y falsedades del papado. Al ocurrir esto, podemos saber que la hora del poder hipnotizador de Satanás está cerca y el fin está próximo. Romanistas, protestantes y mun danos aceptarán juntos la forma de la piedad sin la eficacia de la misma y verán en esta alianza un gran co mienzo del tan esperado milenio.

EL FOCO DE PERSECUCIÓN TANTO DE PROTESTANTES COMO DE CATÓLICOS

Jesús advirtió a sus seguidores: “Y guardaos de los hombres, por que os entregarán a los concilios, y

en sus sinagogas os azotarán; y aun ante gobernadores y reyes seréis llevados por causa de mí, para tes timonio a ellos y a los gentiles. Mas cuando os entreguen, no os preocu péis por cómo o qué hablaréis; por que en aquella hora os será dado lo que habéis de hablar. Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros. El hermano en tregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y los hijos se levan tarán contra los padres, y los harán morir. Y seréis aborrecidos de to dos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 10:17–22).

Las persecuciones protestantes en nombre del romanismo —porque la religión de Cristo fue casi ani quilada— cobrarán plena vigencia cuando se unan el protestantismo y el papismo.

Cuando las principales iglesias de los Estados Unidos, uniéndose en los puntos de doctrina que les son comunes, influyan sobre el Estado para que imponga sus decretos y apoye sus instituciones, la América protestante habrá formado entonces una imagen de la jerarquía romana, y será inevitable la imposición de pe nas civiles contra los disidentes. “Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús pade cerán persecución” (2 Timoteo 3:12).

NUESTRA PROFUNDA NECESIDAD DE REFORMA

Nos estamos acercando al final de la historia de la tierra, y ahora no es momento de buscar las costum bres y prácticas del mundo; nuestro enfoque debe ser, en cambio, buscar la voluntad de Dios para ver lo que dicen las Escrituras, y luego caminar según la luz que Dios nos ha dado. Nuestras inclinaciones, hábitos y

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prácticas no deben tener la preemi nencia. La Palabra de Dios debe ser nuestra norma.

“¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra. Con todo mi corazón te he busca do; No me dejes desviarme de tus mandamientos. En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti” (Salmos 119:9–11).

No hay necesidad de ser enanos espirituales si ejercitamos continua mente nuestras facultades espiritua les. Limitarse a orar por esto y aque llo no satisface las necesidades del caso. Debemos acostumbrar nuestra mente a concentrarse intensamente en los temas espirituales.

“Ahora, pues, ninguna condena ción hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del peca do, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cum pliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la car ne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocu parse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tam poco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.

“Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Es píritu de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pe cado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en voso tros. Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que viva mos conforme a la carne; porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis” (Ro manos 8:1–13).

El ejercicio fortalece y da vigor. Muchos profesos cristianos se en cuentran en camino de perder am bos mundos. Ser medio cristiano y medio mundano no hace que uno se salve en parte, sino que se pierda por completo.

CONCLUSIÓN

Hay que renunciar a todo lo que nos aleja de Dios.

“Las riquezas son el ídolo de mu chos. El amor al dinero y el deseo de acumular fortunas constituyen la cadena de oro que los tiene sujetos a Satanás. Otros adoran la reputa ción y los honores del mundo. Una vida de comodidad egoísta, libre de responsabilidad, es el ídolo de otros. Pero estos lazos de servidumbre de ben romperse. No podemos consa grar una parte de nuestro corazón al

Señor, y la otra al mundo. No somos hijos de Dios a menos que lo seamos enteramente.”4

“Desear ser bondadosos y santos es rectísimo; pero si no pasáis de esto, de nada os valdrá. Muchos se perderán esperando y deseando ser cristianos. No llegan al punto de dar su voluntad a Dios. No deciden ser cristianos ahora.”5

Aprovechemos el tiempo mien tras la puerta de la gracia esté abierta. No podemos perder un momento. El fin está cerca. Pronto las vías de circulación disponibles para transmitir la verdad estarán rodeadas de peligros a diestra y si niestra. Esto se hace para obstruir el camino de los mensajeros del Señor para que no puedan realizar lo que aún pueden hacer ahora. Debemos seguir adelante con nuestra labor. Los poderes de las tinieblas están actuando con una intensa energía que procede del abismo, y los pasos sigilosos del maligno buscan alcan zar a los que ahora están dormidos.

Tenemos ahora advertencias que son posibles de dar, una obra que se nos concede hacer rápidamente. Pronto será más difícil de lo que podemos imaginar. Que el Señor nos ayude a mantenernos en el lado de lo correcto, a trabajar con los ojos fijos en Jesús, nuestro Líder, y, con paciencia y perseverancia, avanzar hacia la victoria. ‰

Referencias:

1 Sermons and Talks, tomo 1, p. 22.

2 El Conflicto de los Siglos [Edición de 1954], pp. 496, 497. [Cursivas del autor.]

3 Ibíd., pp. 643–645.

4 El Camino a Cristo, p. 44.

5 Ibíd., p. 47, 48.

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SÁBADO, 10 DE DICIEMBRE, 2022

LA FE VENCE AL TEMOR

Cuando pensamos en la tormenta que se avecina, a menudo la situamos en el contexto de la segunda venida de Cristo. Nuestros deseos, nuestras esperanzas, nuestras inspiraciones, se centran en esa bendita esperanza de la venida de nuestro Señor y Salva dor. Pero, ¿qué pedimos cuando ha blamos de la venida de Jesús? Cuan do decimos que debemos apresurar la venida del verdadero Mesías por segunda vez, esto incluye algunos acontecimientos que no son tan glo riosos como el segundo advenimien to. La Biblia nos recuerda los tiempos dificultosos que suceden antes de ese día. “¡Ay de los que desean el día de Jehová! ¿Para qué queréis este día de Jehová? Será de tinieblas, y no de luz; como el que huye de delante del león, y se encuentra con el oso; o como si entrare en casa y apoyare su

mano en la pared, y le muerde una culebra” (Amós 5:18, 19).

La tormenta final no es algo que deba tomarse a la ligera. Jesús des cribe cosas terribles que sucederán, algo que está más allá de nuestra comprensión hasta que esos even tos realmente ocurran. “Entonces les dijo: Se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá grandes terremotos, y en diferentes lugares hambres y pestilencias; y habrá terror y grandes señales del cielo. Pero antes de todas estas cosas os echarán mano, y os perseguirán, y os entregarán a las sinagogas y a las cárceles, y seréis llevados ante reyes y ante gobernadores por causa de mi nombre” (Lucas 21:10–12).

A pesar de la preparación más diligente, ¿qué sucederá cuando ocurran realmente estas escenas?

“Sucede muchas veces que los pe ligros que se esperan no resultan tan grandes como uno se los había imaginado; pero este no es el caso respecto de la crisis que nos espera. La imaginación más fecunda no al canza a darse cuenta de la magnitud de tan dolorosa prueba.”1 Hemos tenido una pequeña muestra de lo que será entonces durante esta épo ca de Covid. Cuando estés leyendo esto, es posible que la crisis de Co vid haya cesado. Por otro lado, ya lleva más de dos años y no muestra signos de disminuir, sino que muta constantemente. Es como huir de un león peligroso para toparse con un oso. Y justo cuando creemos escapar a tiempo, cerramos la puerta de una casa cercana y apoyamos las manos en la repisa de la chimenea para que nos muerda una serpiente.

Por Peter D. Lausevic
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[Énfasis añadido en todo el texto.]

Lo más inquietante es que, según los Cen tros de Control de Enfermedades de Estados Unidos, el total de muertes ha ido aumen tando de forma constante desde el año 2000, cuando empezó con unos 2,4 millones, y en 2019, antes de la llegada de Covid, estaba casi en 2,9 millones.

Es cierto que la población también ha crecido durante ese tiempo y de 2000 a 2009 el porcentaje de la población que moría en reali dad ha ido disminuyendo desde cerca de 0,85% hasta cerca de 0,79%. Luego, algo sucedió en 2010 y ha ido aumentando nuevamente hasta que en 2019 alcanzó el 0,87%. Para el año 2020 el número total de muertes había alcanzado la asombrosa cifra de 3,4 millones o el 1% de la población.

A principios de febrero de este año, se han confirmado cerca de 390 millones de casos de Covid en todo el mundo y casi el 1,5% ha muerto a causa de la enfermedad (aunque personalmente conozco algunos ca sos en los que la persona ya se estaba muriendo y esperábamos su muerte en cualquier momento, y luego se contagió de Covid y se incluyó en esa estadística). Pero eso sigue mostran do la gravedad de esta enfermedad y se convierte en algo más personal cuando fallece uno de tus familiares o amigos directos.

Si vives en un lugar afectado por una enfermedad, te absorben las noticias que rodean a esa enfermedad. Si vives en un lugar desgarrado por la guerra —y en este momento hay muchos lugares así en el planeta— no te preocupan tanto las plagas como la acción militar. Si vives en un lugar donde acaba de producirse una catástrofe, te preocupa encontrar un refugio. Y si estás en un lugar afectado por la sequía, te preocupa qué comer. Así que la cuestión para nosotros es realmente: ¿Cómo vamos a tratar todos estos datos a nivel personal?

VIVIENDO EN UNA ÉPOCA DE TEMORES

¿Qué está ocurriendo verdade ramente a nuestro alrededor? ¿Qué está sucediendo con este mundo tal y como lo conocemos? “Terror, foso y red sobre ti, oh morador de la tie

Total de muertes en EE.UU.

Porcentaje de población fallecida

rra. Y acontecerá que el que huyere de la voz del terror caerá en el foso; y el que saliere de en medio del foso será preso en la red; porque de lo alto se abrirán ventanas, y tembla rán los cimientos de la tierra” (Isaías 24:17, 18).

La pregunta evidente desde un punto de vista profético no es por qué está sucediendo todo esto, sino por qué estos eventos son tan suaves en comparación con la destrucción que vemos retratada en la Biblia como vientos destructores y torbellinos traicioneros. Sabemos que todo esto debe suceder y aún peor, antes de la llegada del día del Señor. ¿Qué es lo que está reteniendo todo? “Diciendo: No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos sellado en sus frentes a los siervos de nuestro Dios” (Apocalipsis 7:3). Lamentablemente, el profeso pueblo de Dios no está preparado y nuestro Creador, en su misericordia, nos está dando un poco más de tiempo para

prepararnos mitigando los desastres de su plena furia.

Los científicos están haciendo todo lo posible para explicar lo que sucede y tratar de encontrar una solución a todos estos eventos, desde las pandemias hasta el cam bio climático. Sin embargo, si Dios no está en el contexto, no pueden identificar la verdadera causa ni encontrar la verdadera solución. “El Espíritu refrenador de Dios se está retirando ahora mismo del mundo. Los huracanes, las tormen tas, las tempestades, los incendios y las inundaciones, los desastres por tierra y mar, se siguen en rápida su cesión. La ciencia procura explicar todo esto. Menudean en derredor nuestro las señales que nos dicen que se acerca el Hijo de Dios, pero son atribuidas a cualquier causa menos la verdadera. Los hombres no pueden discernir a los ángeles que como centinelas refrenan los cuatro vientos para que no soplen

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hasta que estén sellados los siervos de Dios; pero cuando Dios ordene a sus ángeles que suelten los vientos, habrá una escena de contienda que ninguna pluma podrá describir.”2

Durante este temible tiempo, cada miembro de la iglesia va a ser probado personalmente como nunca antes. Nuestras creencias fundamen tales serán puestas en duda tanto desde afuera como, tristemente, des de adentro. “La fe de los miembros de la iglesia será probada en forma individual, como si no hubiera otra persona en el mundo.”3 No se trata sólo de la tormenta final que implica el decreto dominical universal. Está claro que hay temas previos. La prueba final es precisamente eso: la prueba final. La cuestión siempre ha sido y siempre será la voluntad de Dios contra la voluntad del hombre. “Pues en vano me honran, enseñan do como doctrinas mandamientos de hombres” (Marcos 7:7).

¿Estamos realmente despiertos a los verdaderos problemas que se plantean? ¿O creemos que podemos transigir en todas las cuestiones y que cuando llegue el decreto del do mingo seremos de repente fieles? “La crisis está ahora sobre nosotros. La batalla debe librarse entre el cristianismo de la Biblia y el cristianismo de la tradición humana. ¿No hay una negligencia criminal en nuestra actual condición de somnolencia?”4

VICTORIA EN LA CRISIS

¿Qué está tratando de lograr Dios al darnos pruebas preliminares mien tras vemos la tormenta que se ave cina? El gran tema siempre ha sido la entrega de la voluntad humana a la bondadosa voluntad de nuestro Padre celestial. “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Santiago 4:7). La sumisión tiene que ver con la voluntad, con la mente. Por eso todo tiene que ver con el control de nuestros propios pen samientos. “Derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obe diencia a Cristo” (2 Corintios 10:5). El propósito de Satanás siempre ha sido controlar nuestra forma de pensar. “Aunque Satanás se regocijaba por los sufrimientos de los santos, no estaba satisfecho con esto. Quería dominar tanto la mente como el cuerpo.”5

Cuando vemos guerras, pestes y catástrofes —tanto artificiales como naturales— mezcladas con persecu ción, ¿qué ha designado Dios para ayudarnos individualmente a resistir todo esto? “No dejando de congre garnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca” (Hebreos 10:25). Ver que ese día se acerca, significa que mien tras experimentamos el cumplimien to literal de todas estas profecías de bemos encontrar la manera de seguir reuniéndonos para exhortarnos unos a otros de la misma forma que lo hacían nuestros antepasados cuando esas reuniones estaban prohibidas.

Esta es la razón por la que se establecieron los Estados Unidos, otorgando el derecho dado por Dios de reunirse en comunión unos con otros sin interferencia del gobierno. Sin este derecho, la Constitución de los Estados Unidos se habría des baratado, por lo que tuvieron que adjuntar una Carta de Derechos que declaraba en parte al principio: “‘El Congreso no dictará leyes para esta blecer una religión ni para estorbar el libre ejercicio de ella’.”6 Esa misma primera enmienda sigue dejando claro que la libertad de ejercer tu re ligión incluye “el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente”, lo que envuelve protestar por lo que hace el gobierno de forma pacífica. Mientras vivamos en relativa paz, debemos aprovechar el privilegio de reunir nos para exhortarnos unos a otros, porque se acerca un momento en el que lamentaremos haber perdido to das las oportunidades descuidadas que no hayamos sabido apreciar. En lugar de reunirnos, puede que haya mos optado por quedarnos en casa o hayamos intentado encontrar otras formas de omitir o descuidar la co munión entre nosotros. Entonces nos daremos cuenta, tristemente, de que esto se debió a menudo a razones simplemente menores.

¿QUIÉN TIENE TEMOR?

A medida que nos acercamos a la culminación de todas nuestras espe ranzas, ¿qué podemos esperar por parte del mundo al ver cómo se de sarrollan los acontecimientos profe tizados ante nuestros propios ojos? “No salgas al campo, ni andes por el camino; porque espada de ene

migo y temor hay por todas partes” (Jeremías 6:25). ¿Y quién exacerba este temor hasta un nivel alarman te? “Porque oí la murmuración de muchos, temor de todas partes: Denunciad, denunciémosle” (Jeremías 20:10). He leído titulares que hacen que una persona se aterrorice, pero luego cuando buscas la historia real no es tan mala como el titular. Y no se trata sólo de noticias. Hace poco, leyendo un artículo del British Medi cal Journal, vi un titular impactante. Pero al leer los detalles se veía una imagen diferente. Y mucha gente se limita a leer los titulares y vive con un miedo constante.

¿Qué está dispuesta a hacer la gente cuando tiene miedo? Benja mín Franklin, uno de los principa les padres fundadores de Estados Unidos que ayudó a redactar la Declaración de Independencia, dijo cierta vez: “Aquellos que renuncian a la libertad esencial, para comprar un poco de seguridad temporal, no merecen ni la libertad ni la seguri dad.” Una vez que una persona tie ne miedo, está dispuesta a renunciar a todo. ¿Y cuál es la fuerza motriz del temor? “Y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a ser vidumbre” (Hebreos 2:15). En el momento en que tenemos miedo a morir, nos convertimos en esclavos y estamos dispuestos a renunciar a cualquier cosa con tal de tener cierta seguridad de estar vivos. Cuando una persona ya no tiene miedo a morir, ya no es un esclavo.

Si una persona continúa con este tipo de temor, ¿dónde terminará? “Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los for nicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda” (Apocalipsis 21:8). Esto muestra cla ramente que los redimidos vencerán ese temor.

FE, NO TEMOR

¿Lucha el pueblo de Dios, a ve ces, con el temor? El patriarca Jacob suplicó a Dios: “Líbrame ahora de la mano de mi hermano, de la mano de Esaú, porque le temo; no venga acaso y me hiera la madre con los hijos” (Génesis 32:11). Es cierto que gran parte de lo que estaba afrontando se

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lo había autoinfligido, pero, no obs tante, le causaba miedo. La solución fue llevarlo al Señor en oración y cuando lo hizo, Jacob salió como un hombre diferente—un hombre sin ningún temor.

Cuando miramos las circunstan cias que nos rodean y empezamos a tener miedo, ¿cuál es la mejor so lución que brinda Dios? Cuando los hijos de Israel vieron que el ejército egipcio se acercaba, que un acantila do escarpado les impedía escapar por un lado y que tenían el mar frente a ellos, ¿qué mensaje le dio Dios a su pueblo? “Entonces Jehová dijo a Moisés: ¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que marchen” (Éxodo 14:15). Sí, en medio de todo esto, es hora de avanzar y no retroce der. “Hay ocasiones cuando le parece imposible al siervo de Dios hacer la obra que necesita hacerse, por causa de la falta de medios para realizar un trabajo vigoroso y sólido. Algunos te men que con las facilidades puestas a su disposición no pueden hacer todo lo que sienten que es su deber hacer. Pero si avanzan por fe, se revelará la salvación de Dios, y la prosperidad acompañará sus esfuerzos.”7 En otras palabras: “Si hacemos humildemente nuestra labor con fidelidad, el Señor se encargará de los resultados. Tenga mos fe en Dios.”8

Cuando observamos los aconteci mientos mundiales —incluido Covid o cualquier otra plaga o desastre catastrófico—, ¿cómo debemos re lacionarnos con ellos? “No llaméis conspiración a todas las cosas que este pueblo llama conspiración; ni temáis lo que ellos temen, ni tengáis miedo” (Isaías 8:12). Si realmente creemos que cumplimos la voluntad de Dios, entonces no nos importará si vivimos o morimos. “Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Se ñor somos” (Romanos 14:8).

CÓMO VENCER EL TEMOR

Lo primero que debemos resol ver es: ¿Qué estamos buscando? Nuestro Maestro nos ordena: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). ¿Está el reino celestial en el número 1 para nosotros? Si es así, entonces el tiempo que vivamos en este mun

do pecaminoso no tiene ninguna importancia para nosotros mientras cumplamos el propósito para el cual Dios nos ha puesto en este mundo. La vida de Esteban fue truncada al principio de su obra y la de Juan se prolongó hasta una edad muy avanzada. Cada uno de ellos había realizado su labor y ninguno temía a la muerte. Pero su voluntad estaba completamente inmersa en la volun tad de Dios y confiaban plenamente en él para el cumplimiento de sus designios.

Lo que provoca en nosotros el miedo a morir es cuando no esta mos haciendo la voluntad de Dios. “Si tú dispusieres tu corazón, y ex tendieres a él tus manos; Si alguna iniquidad hubiere en tu mano, y la echares de ti, y no consintieres que more en tu casa la injusticia, entonces levantarás tu rostro limpio de mancha, y serás fuerte, y nada temerás” (Job 11:13–15).

Esto sólo puede suceder una vez que nacemos de nuevo y tenemos una fuerza celestial que dirige nues tra vida. “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que ha béis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!” (Romanos 8:14, 15). Recuerda que fue el temor a la muerte lo que llevó a la gente a estar sujeta a la esclavi tud toda su vida. Eso significa que una vez que nacemos de nuevo y nos convertimos en hijos de Dios, ya no tenemos miedo a la muerte. Sí, ama mos tanto a nuestro Padre celestial que cambia por completo nuestra perspectiva de la vida. “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor” (1 Juan 4:18).

El temor a la muerte es el motor de la esclavitud. El miedo a mo rir en la guerra, a una catástrofe, a una pandemia, al hambre, a la persecución... no son diferentes. Es cierto que no debemos entrar en una persecución sin necesidad. Se nos dice que huyamos cuando hay una guerra. Debemos utilizar todos los remedios disponibles —especial mente los naturales— cuando llega la enfermedad. Pero si de alguna

manera nos vemos atrapados en una situación peligrosa, ¿cuál debe ser nuestra preocupación? “Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer. Pero os en señaré a quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber quita do la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a éste temed” (Lucas 12:4, 5).

¿Qué sucederá cuando estemos preparados? “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás con migo; tu vara y tu cayado me infun dirán aliento” (Salmos 23:4). En la infinita sabiduría y misericordia de Dios, él puede permitirnos sufrir, pero nunca con temor. “No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” (Apocalipsis 2:10).

¿Cómo podemos vivir en tiem pos de calamidades y no volver a tener miedo? “Aunque la visión tardará aún por un tiempo, mas se apresura hacia el fin, y no mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará. He aquí que aquel cuya alma no es rec ta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá” (Habacuc 2:3, 4).

Esta fe es más que una simple creencia. “Puede existir una creencia sin confianza; pero la confianza no puede existir sin fe. Todo pecador traído al conocimiento del poder salvador de Cristo, manifestará esta confianza en grado creciente a medi da que avanza en experiencia.”9

¿Poseemos nosotros, individual mente y como pueblo, esta clase de fe que nos guiará a través de todos los tiempos difíciles que se avecinan? Que el Señor responda a la oración de los discípulos en nuestras vidas hoy: “Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe” (Lucas 17:5). ‰

Referencias:

1 El Conflicto de los Siglos, p. 607.

2 Testimonios para la Iglesia, tomo 6, p. 407.

3 Comentario Bíblico ASD [Comentarios de E. G. de White], tomo 7, p. 994.

4 The Review and Herald, 1 de enero, 1889.

5 Primeros Escritos, p. 210.

6 El Conflicto de los Siglos, pp. 297, 437.

7 Los Hechos de los Apóstoles, p. 287.

8 The Ellen G. White 1888 Materials, pp. 71.

9 Mensajes Selectos, tomo 3, p. 218.

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DOMINGO, 11 DE DICIEMBRE, 2022

PREPARAD EL CAMINO

En la antigüedad, cada vez que un rey o una persona de alta autoridad similar realizaba un viaje importante a otro país, solía enviarse con antelación un equipo de personas de confianza a la región que se iba a visitar, para comprobar las condiciones de los caminos y la seguridad del entorno al que iría su rey, con el fin de concederle seguridad y éxito a él y a sus consejeros.

Hoy las autoridades siguen el mismo método, aunque con recursos más sofisticados. Antes de que los reyes o el presidente celebren sus reuniones, ya tienen toda la información necesaria sobre el país al que van a ir.

Antes que el Rey del Universo, Jesús, estuviera a punto de encarnarse como nuestro Rey de la

gracia, una compañía celestial de ángeles se adelantó para ver qué preparativos se estaban haciendo para recibir a su amado Rey. Pero sufrieron una tremenda decepción. En Jerusalén, la capital de Israel, no había ninguna señal visible de que el pueblo y sus dirigentes se alegraran por el esperado nacimiento de su verdadero Rey. Aunque los sacerdotes y los líderes religiosos tenían en sus manos todos los rollos de las profecías, ignoraban por completo aquel maravilloso acontecimiento.

Los ángeles estaban casi listos para regresar al Cielo con la triste noticia, cuando encontraron a un pequeño grupo de pastores en un campo de Belén, debatiendo las profecías sobre la venida del Mesías. A ellos, los ángeles les dieron la

buena nueva de que el Rey había nacido en un lugar muy humilde.

Inmediatamente, los sinceros pastores visitaron el lugar donde encontraron a Jesús en un pesebre y comenzaron a difundir las buenas nuevas a la gente.

Otro grupo de fieles estudiosos de las estrellas y las profecías, procedentes de una lejana tierra pagana, concluyó que el rey celestial ya había nacido. Tenían acceso a las profecías de Balaam sobre la llegada del Mesías: “Lo veré, mas no ahora; Lo miraré, mas no de cerca; Saldrá ESTRELLA de Jacob, y se levantará cetro de Israel, y herirá las sienes de Moab, y destruirá a todos los hijos de Set” (Números 24:17).

No era una estrella común. Estaba formada por un grupo lejano de ángeles resplandecientes,

Por Davi Paes Silva
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los mismos que aparecieron a los pastores en Belén.

Los nobles viajeros de Oriente hicieron una larga travesía para ver al Rey recién nacido. Finalmente, llegaron a Jerusalén. Estos también esperaban encontrarse con un ambiente de alegría por la llegada del Rey divino; y también se llevaron una tremenda decepción. Al llegar a Jerusalén, fueron invitados por el rey Herodes, que fingió recibirlos amistosamente, pidiéndoles que le dieran información precisa sobre los detalles tan pronto como encontraran a Jesús.

Herodes exigió a los sacerdotes judíos que encontraran la profecía en cuestión. Como resultado de su investigación, informaron al rey de que Cristo nacería en Belén, según la profecía de Miqueas: “Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad” (Miqueas 5:2).

Con muy pocas excepciones, la nación entera no se hallaba preparada para recibir a Jesús. Sólo encontramos a los pastores, a los sabios de oriente, a Isabel, a Zacarías, a Simeón, y a muy pocos más. Los líderes interpretaban las profecías mesiánicas según su orgullo nacional. Y cuando Cristo vino a su pueblo, lo rechazaron.

EL PRECURSOR

Una profecía de Isaías había dejado claro que un precursor vendría para advertir al pueblo sobre la llegada de su Libertador y a prepararle el camino. “Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios” (Isaías 40:3).

Otra profecía se encuentra en Malaquías sobre el agente divino que vendría a preparar al pueblo para la venida del Señor: “He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición” (Malaquías 4:5, 6).

El cumplimiento de esta profecía fue claramente revelado en el Nuevo Testamento.

Cuando predicaba en el desierto de Judea, Juan el Bautista declaró sobre su propia misión: “Vino palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y él fue por toda la región contigua al Jordán, predicando el bautismo del arrepentimiento para perdón de pecados, como está escrito en el libro de las palabras del profeta Isaías, que dice: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor; Enderezad sus sendas. Todo valle se rellenará, y se bajará todo monte y collado; Los caminos torcidos serán enderezados, y los caminos ásperos allanados; y verá toda carne la salvación de Dios” (Lucas 3:2–6).

EL MENSAJE DE ELÍAS

Dios envió un mensajero especial para preparar el camino de la primera venida de Jesús, en la persona de Juan el Bautista. Él representaba a Elías y cumplió fielmente su misión. De la misma manera hoy, el Señor está enviando otra advertencia a través de sus mensajeros que representan a Elías, a fin de preparar a un pueblo no para la primera venida, sino ahora para la segunda venida de Jesús.

“Juan fue llamado a hacer una obra especial. Había de preparar el camino del Señor y enderezar sus veredas. El Señor no lo envió a la escuela de los profetas y rabinos. Lo apartó de las asambleas de los hombres y lo llevó al desierto para que pudiera aprender de la naturaleza y del Dios de la naturaleza. Dios no quería que él tuviera el molde de los sacerdotes y magistrados. Fue llamado a hacer una obra especial. El Señor le dio su mensaje. ¿Fue a los sacerdotes y magistrados y les preguntó si podía proclamar su mensaje? No. Dios lo apartó de ellos para que no fuera influido por su espíritu y enseñanza. Era la voz que clamaba en el desierto: ‘Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios. Todo valle sea alzado, y bájese todo monte y

collado; y lo torcido se enderece, y lo áspero se allane. Y se manifestará la gloria de Jehová, y toda carne juntamente la verá; porque la boca de Jehová ha hablado’. Isaías 40:3–5. Este es precisamente el mensaje que debe ser dado a nuestros. Estamos cerca del fin del tiempo, y el mensaje es: Preparad el camino del Rey; quitad las piedras; alzad pendón a los pueblos. El pueblo debe ser despertado. No es tiempo ahora de pregonar paz y seguridad. Se nos exhorta: ‘Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob su pecado’. Isaías 58:1.”1

¿CUÁL ES EXACTAMENTE NUESTRA MISIÓN?

“En esta época, justo antes de la segunda venida de Cristo en las nubes del cielo, Dios llama a hombres que preparen a un pueblo para estar en pie en el gran día del Señor. Ha de llevarse a cabo en estos últimos días una obra semejante a la que hizo Juan. El Señor está dando mensajes a su pueblo, por medio de los instrumentos que ha elegido, y quiere que todos presten atención a las amonestaciones y advertencias que envía. El mensaje que precedió al ministerio público de Cristo fue: Arrepentíos, publicanos y pecadores, arrepentíos, fariseos y saduceos, ‘porque el reino de los cielos se ha acercado’. Nuestro mensaje no debe ser de paz y seguridad. Como pueblo que cree en la inminente aparición de Cristo, tenemos que llevar un mensaje definitivo: ‘Prepárate para encontrarte con tu Dios’.

“Nuestro mensaje debe ser tan directo como el de Juan. Él reprendía a los reyes por su iniquidad. A pesar del peligro que corría su vida, nunca permitió que la verdad languideciera en sus labios. Nuestra labor en esta época debe ser igual de fiel…

“En esta época de apostasía casi universal, Dios llama a sus mensajeros para que proclamen su ley con el espíritu y el poder de Elías. Así como Juan el Bautista, al preparar a un pueblo para el primer advenimiento de Cristo,

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llamó su atención sobre los Diez Mandamientos, así nosotros debemos dar, con un sonido inequívoco, el mensaje: ‘Temed a Dios y dadle gloria, porque ha llegado la hora de su juicio’. Con la seriedad que caracterizó al profeta Elías y a Juan el Bautista, debemos esforzarnos por preparar el camino para el segundo advenimiento de Cristo.”2

“Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia. Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz… Creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pedro 3:10–14, 18).

“El deseo del Señor es que sus seguidores crezcan en gracia, que su amor abunde cada vez más, que sean llenos de los frutos de la justicia, que son mediante Jesucristo, para alabanza y gloria de Dios.”3

¿CÓMO SERÁ REALIZADA ESTA LABOR?

En el texto de Isaías que presenta la preparación del camino del Señor, la Escritura continúa describiendo la exaltación de los humildes y la humillación de los exaltados:

“‘Todo valle sea alzado, y bájese todo monte y collado; y lo torcido se enderece, y lo áspero se allane’ (Isaías 40:4.) Todo obstáculo a la redención del pueblo de Dios ha de ser removido examinando su Palabra y presentando un claro: ‘Así dice Jehová’. La luz verdadera ha de brillar porque las tinieblas cubren

la tierra y oscuridad los pueblos. La verdad del Dios viviente deberá aparecer en contraste con el error. Proclamad las buenas nuevas. Tenemos un Salvador que ha dado su vida para que aquellos que creen en él no perezcan, sino que tengan vida eterna.

“Surgirán obstáculos en el avance de la obra de Dios, pero no temáis. A la omnipotencia del Rey de reyes, nuestro Dios, que cumple su pacto, une la delicadeza y el cuidado de un tierno pastor. Nada puede impedirle el camino. Su poder es absoluto y es la prenda para el seguro cumplimiento de sus promesas a su pueblo. Él puede remover todos los obstáculos al avance de su obra. Él posee los recursos para eliminar toda dificultad a fin de que aquellos que le sirven, y tienen respeto por los medios que él utiliza, puedan ser libertados. Su bondad y su amor son infinitos y su pacto es inalterable.

“Los planes de los enemigos de su obra al parecer son firmes y bien trazados, pero él puede echar abajo los planes más sólidos, y lo logrará a su debido tiempo, cuando vea que nuestra fe ha sido lo suficientemente probada y que estamos acercándonos a él y haciendo de él nuestro consejero.

“En los días más oscuros, cuando las apariencias sean de lo más lúgubres, no temáis. Tened fe en Dios. Él está obrando su voluntad, haciendo bien todas las cosas en favor de su pueblo. La fuerza de aquellos que le aman y le sirven será renovada de día en día. Su sabiduría será puesta al servicio de ellos para que no tropiecen al llevar a cabo sus propósitos.

“No debiera haber desaliento en el servicio de Dios. Nuestra fe deberá resistir toda la presión que se ponga sobre ella. Dios puede y quiere otorgar a sus siervos toda la fuerza que necesiten. Él cumplirá de una manera sobreabundante las esperanzas más elevadas de los que confían en él.

“Dijo el experimentado apóstol Pablo: ‘Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte’. 2 Corintios 12:9, 10.

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el camino del Rey; quitad las piedras; alzad pendón a los pueblos. El pueblo debe ser despertado.

es tiempo ahora de pregonar paz y seguridad. Se nos exhorta: ‘Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob su pecado’.”

“Oh, mis hermanos, retened firme hasta el fin vuestra confianza del principio. La luz de la verdad de Dios no debe apagarse. Ha de brillar en medio de las tinieblas del error que envuelven el mundo. La Palabra de Dios ha de abrirse ante aquellos que están en los lugares más encumbrados de la tierra, como también ante los más humildes.

“La iglesia de Cristo es la agencia de Dios para la proclamación de la verdad y recibe el poder de él para llevar a cabo una obra especial; y si ella es fiel al Señor y obediente a sus mandamientos, morará en ella la excelencia del poder divino. Si ella honra al Señor Dios de Israel, no hay poder que pueda ponerse en su contra. Si ella es fiel a su cometido, las fuerzas del enemigo serán incapaces de vencerla, así como el tamo no puede resistir al torbellino.

“La iglesia tiene por delante el amanecer de un día esplendoroso y glorioso, siempre y cuando se vista con la cota de la justicia de Cristo, apartándose de toda alianza con el mundo.

“Es menester que los miembros de iglesia confiesen sus rebeldías y que se unan. Mis hermanos, no permitáis que nada se introduzca que os separe unos de otros o de Dios. No habléis de diferencias de opinión, sino más bien uníos en el amor de la verdad tal como es en Jesús. Presentaos ante el Señor y reclamad la sangre del Salvador como razón para recibir auxilio en el conflicto contra el mal. No rogaréis en vano. Al acercaros a Dios, contritos de corazón y llenos de la seguridad que da la fe, venceréis al enemigo que procura destruiros.

“Volveos al Señor, oh prisioneros de esperanza. Buscad la fuerza en Dios, el Dios viviente. Manifestad una fe constante y humilde en su poder y en su deseo de salvar. De Cristo fluye el manantial vivo de

salvación. Él es la Fuente de vida y de todo poder. Cuando por la fe nos aferremos de su poder, él cambiará de la manera más maravillosa la perspectiva más desanimadora. Hará esto para la gloria de su nombre.

“Dios invita a sus seguidores fieles, que creen en él, que les inspiren ánimo a los que son incrédulos y que no tienen esperanza. Que el Señor nos ayude a auxiliarnos unos a otros y a probarlo por medio de una fe viviente.”4

EL LLAMADO DEL MOMENTO

“El Señor quiere que se repita la proclamación del testimonio directo dado en los años pasados. Desea una renovación espiritual. Las energías espirituales de su pueblo han permanecido adormecidas por mucho tiempo; pero deben resucitar de esa muerte aparente.

“Por la oración y la confesión de nuestros pecados, debemos preparar el camino del Rey. Mientras lo hagamos, vendrá a nosotros el poder del Espíritu. Necesitamos la energía del Pentecostés, y ella vendrá porque el Señor prometió enviar su Espíritu [que todo lo vence].

“Nos esperan tiempos peligrosos. Todo aquel que tiene conocimiento de la verdad deberá despertarse y colocarse en cuerpo, alma y mente bajo la disciplina de Dios. El enemigo nos persigue; debemos estar bien despiertos y prevenidos contra él; debemos revestir la armadura completa de Dios; debemos seguir las directivas que nos han sido dadas por el espíritu de profecía. Debemos amar la verdad presente y obedecerla. Esto nos preservará de aceptar graves errores. Dios nos ha hablado por su Palabra, por los testimonios enviados a la iglesia y por los libros que han contribuido a explicar nuestro deber presente y la posición que debiéramos ocupar actualmente. Debemos prestar atención a las

advertencias que nos han sido dadas línea tras línea, precepto tras precepto; si las descuidamos, ¿de qué excusa nos valdremos?”5

“Despejad el camino del Rey; quitad los escollos; quitad la basura; quitad las piedras, para que el Espíritu de Dios pase por entre nosotros, y podamos ver la salvación de Dios como una lámpara encendida. Eso es lo que necesitamos. No podemos permitirnos encubrir ni un solo pecado. Necesitamos las más ricas bendiciones; porque la prueba viene directamente sobre nosotros. Sólo un poco de tiempo, sólo un corto tiempo, y cada uno será severamente probado. Necesitamos una renovación diaria de la gracia de Dios en nuestros corazones, para que podamos subir la escalera de la perfección peldaño a peldaño, elevándonos cada vez más en el camino que conduce al cielo, a la santidad y a Dios.

“Que el Espíritu de Dios entre en nuestras reuniones. Que podamos ver su salvación, y que su gloria se revele aquí. Que cada voz se levante para glorificar a Dios, no para buscar defectos en los demás.”6

“Que el Señor bendiga a su pueblo durante esta semana de oración. Que todos los males sean corregidos, todos los pecados confesados, y el perdón sea escrito frente a sus nombres en los libros del cielo. Que los miembros de cada iglesia, de cada hogar, busquen al Señor y humillen sus almas ante él. Limpiemos, en la medida de lo posible, el camino del Rey de toda la escoria con la que lo hemos obstruido.”7 ‰

Referencias:

1 Mensajes Selectos, tomo 1, p. 479.

2 The Southern Watchman, 21 de marzo, 1905.

3 The Signs of the Times, 12 de junio, 1901.

4 Testimonios para la Iglesia, tomo 8, pp. 17–19.

5 Ibíd., pp. 312.

6 The Review and Herald, 18 de mayo, 1905.

7 Ibíd., 9 de diciembre, 1890.

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“Preparad
No

P.O. Box 7240

Roanoke, VA 24019-0240

¿SE MUDÓ? Por favor infórmenos.

LA TORMENTA QUE SE AVECINA

Ardiente de ira sigue este mundo; el amor puro enfriándose está. La única paz que podemos hallar en los senderos de antaño está.

Las Escrituras muestran el camino de la vida; los simples pensamientos humanos son vanos. Las filosofías y las ideas de los hombres traen tristeza, necesidad y sufrimientos.

Ahora es el momento de buscar al Señor para que los corazones sean purificados y limpiados. Las nubes que se avecinan pronto estallarán en una tormenta como nunca se ha visto.

Necesitamos la mente de Cristo en nuestro interior y su amor redentor, Porque al avanzar por la vida, necesitamos “sostenernos desde arriba”.

Hay que confesar cada pecado y afrontar cada prueba, Debemos ser fuertes para defender a Cristo; y que no haya engaño en nuestra boca.

Cuando enfrentado a poderosas fuerzas hostiles, el espíritu a irritarse tiende. Entonces la principal preocupación suele ser asegurarse de que “yo” esté a salvo.

En cambio, necesitamos la gracia de Dios ahora mismo, para no traicionar a nuestro Señor. Para enfrentarnos con paz a la turba enfurecida y no desenvainar nunca una espada.

Contemplar a los que nos han hecho mucho daño sin importar lo que hayan hecho; Y amarlos como lo hace Jesús, perdonando a cada uno.

La tormenta no tiene que ver con nuestro dolor; la tormenta muestra quiénes somos. Reflejando la fe de Cristo en nuestro interior —a todos, cercanos y lejanos.

La luz que brilla en la noche más oscura entre una multitud de aflicciones Irradiará desde aquellos cristianos que aman tanto a amigos como a enemigos.

Así que, al pensar en “la tormenta que se avecina”, mi mayor temor debería ser Que nunca entristezca a Aquel que por mí su vida dio.

Porque al contemplar su vida y su muerte y todo lo que ha hecho, Nuestro corazón debe elevarse en alegre esperanza: ¡La victoria está ganada!

Periodical Postage PAID Roanoke, VA 24022
—B. Montrose

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