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Mariana Vega Blanes

Mónica Jill Mercado Robles Martínez, Regina Galán Bataller Stephanie Jocelyn Ruiz Castro, Mariana Vega Blanes,

Repugnancia y género

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Para poder entender el contexto sobre los géneros y la construcción social en México, debemos tener claro qué significa cada término y cómo ha cambiado a lo largo de la historia. No se debe confundir entre sexo y género, pues existe una gran diferencia. El primero se refiere a las características biológicas, anatómicas, fisiológicas y cromosómicas de los seres humanos, que lo definen como hombre o como mujer; el género, en cambio, se define como la unión de ideas y atribuciones sociales que cada cultura y tiempo dicta con base en las diferencias sexuales. Los roles de género, pues, son las conductas que se espera que realice una persona por el sexo que tiene (Instituto Nacional de las Mujeres, 2007). De acuerdo con Marta Lamas (2000) “la cultura marca a los sexos con el género y el género marca la percepción de todo lo demás: lo social, lo político, lo religioso, lo cotidiano”. Desafortunadamente, la cultura mexicana desde hace algunos siglos se ha construido con base en estereotipos masculinos, los cuales caracterizan a los hombres como jefes de familia y los que toman las decisiones, mientras que las mujeres han adoptado el trabajo en el hogar. Debido a estos roles, algunos hombres creen que tienen el derecho de controlar y manejar los recursos económicos, así como el poder sobre las mujeres, generando notorias diferencias de género (especialmente en el trabajo y el hogar). En una encuesta realizada por el Observatorio de la Situación de la Mujer en México (1999) se observó que más de la mitad de los hombres encuestados (entre 18 a 45 años) no estarían dispuestos a dedicarse al cuidado de la casa y que la mujer trabajara. Sin embargo, el comportamiento de las mujeres es parecido, pues más de la mitad tampoco estarían dispuestas a dejar el hogar (McArthur, 1999). Otro sector vulnerable ante el machismo es la comunidad LGBTI. De acuerdo con una encuesta realizada por el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) en el

2018, 6 de cada 10 personas LGBTI sufrieron algún tipo de discriminación. Asimismo, el 30% de los encuestados sufrió tratos discriminatorios por parte de la policía, lo cual muestra que incluso las autoridades son, en parte, responsables de la violencia generada. Sin mencionar que México ocupa el segundo lugar a nivel mundial en tasa de homicidios a personas transgénero (Romero, 2018) y en crímenes de odio por homofobia (Melín, 2019). Aunque las mujeres están alzando la voz en busca de una equidad de género, aún existe una percepción errónea hacia los grupos feministas, pues se piensa que son grupos extremistas que buscan tratos preferentes; no obstante, en realidad buscan la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Así como en el feminismo, la comunidad LGBTI también ha creado un movimiento de liberación a favor del trato igualitario y la despenalización de la homosexualidad. Martha Nussbaum ha sido una pieza clave para comprender mejor estos movimientos, pues en varias de sus publicaciones ha relacionado el feminismo con la búsqueda de la justicia y la teoría de género. Las reflexiones actuales alrededor del género han planteado que las mujeres y los hombres no se definen por su biología, sino por su construcción de lenguaje y sus representaciones. Este pensamiento hace que se plantee la Teoría Queer, la cual busca darle voz a las personas que han sido silenciadas por la homofobia, el racismo, el centrismo, la ciencia e incluso la misma comunidad LGBTI (González, 2016).

Machismo mexicano: el origen de la discriminación

De acuerdo con Carmen Lugo, socióloga mexicana, el machismo (ideología que justifica la superioridad del hombre sobre la mujer) en la sociedad mexicana apareció desde la época prehispánica, donde la mujer era considerada un ser inferior y sin derechos. El mestizaje español tuvo gran peso en esto, pues los españoles impartieron su cultura de forma violenta hacia las indígenas. Este dominio se ha visto en otras culturas, pero en la mexicana hubo una sobreexpresión: el hombre se ve como un conquistador y la mujer como una posesión violenta. A partir de ese contexto histórico, las aficiones, los juegos, las decisiones y la vida social se volvió masculina, mientras que la vida doméstica se le dio a las mujeres. Esto permitió que los roles de género mexicanos se crearan; motivando al hombre a recurrir a formas vulgares para conseguir lo que quiere, pues herir a una mujer lo hace más macho. De acuerdo con Lydia Cacho (2018), gran

parte del machismo se debe a que “los hombres no fueron educados para enfrentar los logros de las mujeres” por lo que la educación desde el hogar también es una causa cultural de este problema. En ocasiones, muchos hombres crecen viendo violencia contra la mujer dentro de su entorno, por lo que llegan a naturalizar estos actos y comienza la socialización basada en la exclusión. Por otro lado, la discriminación y los actos violentos hacia la comunidad LGBTI, surgen por la homofobia, la cual se detona por el miedo y la ignorancia. Esta última, se debe a que las personas fueron criadas con la idea de que el sistema es binario; es decir, todo aquello que es distinto a hombre o mujer debe ser rechazado. Cabe remarcar que esta ideología se ve favorecida por las actitudes del Estado, ya que en muchos casos la violencia hacia esta comunidad es denunciada, pero la corrupción impide que se tomen cartas en el asunto, generando impunidad en los responsables (Pantoja, S. 2015). Una de las características que presentan ambos grupos es que la discriminación proviene principalmente de las creencias sociales y los estereotipos, por lo que gradualmente se han tomado cartas en el asunto para solucionar este problema. El 9 de mayo de 1971 apareció el primer grupo feminista mexicano el cual se encargó de transformar usos, costumbres y mentalidades de la sociedad (Lau, A. 2003). Por esta misma época (en junio de 1979) la comunidad LGBTI tuvo su primera Marcha del Orgullo Homosexual en México, con la que buscaron eliminar los estigmas que tenía la sociedad mexicana hacia este grupo (Secretaría de Cultura, 2019). Si bien se han realizado diversos movimientos en busca de una igualdad de derechos, actualmente el país sigue enfrentándose a diversos retos, como: hacer que las personas sean conscientes de la situación; conseguir la participación activa de los ciudadanos; lograr que la sociedad mexicana reconozca la existencia de la multiplicidad de tipos de familias; mantener la legitimidad del Estado mexicano sin ignorar la existencia de los grupos sexuales minoritarios; dejar atrás los prejuicios y la cultura machista; y tener presente el irreversible daño social que provoca la discriminación (no solo a los afectados directos, sino también a las personas cercanas como amigos y familiares).

¿La solución está en la palma de nuestras manos?

Algunos expertos como Lydia Cacho, Julia Isabel Flores y Lourdes Fernández sugieren varias

soluciones ante estos problemas, como promover organizaciones no gubernamentales que apoyen a ambos grupos; proporcionar mayor información sobre sexualidad y roles de género; e impulsar el pensamiento crítico frente a los problemas que publican los medios de comunicación. En ocasiones algunas iglesias pueden difundir discursos discriminatorios, por lo que es importante que las personas no se dejen influir por los mensajes de odio y sean capaces de generar su propia opinión, siempre respetando los derechos de los demás. De igual forma, se propone generar un pacto social de solidaridad suscrito por las diversas comunidades y sectores, basado en el respeto a los derechos fundamentales y en la promoción de la idea de que su atentación afecta a la sociedad entera, en tanto que demuestra la fragilidad extrema del respeto a los derechos humanos. Otro elemento que se debe aprovechar es la época tecnológica en la que vivimos, pues las redes sociales permiten difundir información a muchas personas en cuestión de segundos, por lo que varias campañas podrían realizarse en estos medios para tener un mayor alcance. Es importante reconocer que este problema no se solucionará de la noche a la mañana; no obstante, resulta urgente comenzar a implementar las propuestas para que el número de casos nuevos por discriminación disminuya gradualmente y poco a poco se alcance la equidad de género. De acuerdo con la ONU, la mejor manera de contrarrestar la violencia de género es prevenirla tratando sus orígenes y causas estructurales. Esto se puede lograr promoviendo el respeto y la igualdad de género desde los primeros años de vida, pues esta época es crucial para la formación de valores de cada individuo.

La repugnancia mexicana

Como se mencionó anteriormente, Martha Nussbaum ha centrado gran parte de su investigación y sus publicaciones en la búsqueda de la justicia social para evitar la discriminación y el racismo por sexo y género, además de la inclusión de las emociones como la repugnancia en procesos legales. En nuestro caso de estudio se puede aplicar el principio de repugnancia y las ideas de justicia social, género, feminismo y liberalismo de Martha Nussbaum, las cuales se explicarán a continuación. En la teoría de género y el feminismo, Martha Nussbaum postula una idea internacionalista, es decir, las ideas que se tratan y las injusticias que se buscan resolver son hoy en

día en su mayoría pertenecientes a la sociedad estadounidense (como la cultura de la violación, acoso sexual, crímenes que relacionan racismo y discriminación por género, etc.); sin embargo, en el resto del mundo también ocurren problemas relacionados con el feminismo que no son regularmente vistos ni considerados como nuestros (como la discriminación laboral en Chile y la mutilación genital en algunos países africanos) (Sáez Torres, 2000). Además de internacionalista, el feminismo que defiende Nussbaum es similar al liderado por Mackinnon y Dworkin, quienes impugnan el posmodernismo y el relativismo, especialmente la idea de la independización entre la política y la justificación moral, por ende, la moral no afecta ni a la creación de políticas ni a la justicia, además de la supresión de cualquier fundamento ético en la toma de decisiones (Mackinnon, 1989). Sin embargo, Nussbaum no concuerda con su idea de una ética distinta para las mujeres. Basándose en el liberalismo de John Rawls y retomando el concepto de autonomía de la mujer, Martha Nussbaum enlista algunas “capacidades” humanas (como la vida, la integridad física, la salud, la habilidad de vivir en armonía con otras especies y la planificación razonada de la vida que se quiere llevar) como medios que se deberían tomar en cuenta para hacer legislaciones y políticas, de manera que sea posible alcanzar la justicia social. Aún falta un largo camino por recorrer en materia de la autonomía, pues las mujeres aún no son capaces de tomar decisiones sobre sus propios cuerpos (como en el caso del aborto); por lo que éste es un factor importante a considerar en busca de la igualdad de género. Para Martha Nussbaum, no existen diferencias entre los hombres y las mujeres ya que esa idea es una construcción social. Considerar que hay diferencias entre los hombres y las mujeres es una manera de justificar los roles que ocupa cada individuo y por ende oprimir y considerar a la mujer como un medio (no un ser humano) para que otras personas consigan cumplir sus metas (Sáez Torres, 2000). Estas ideas son retomadas por algunos grupos feministas y LGBTI, que consideran necesario transformar el concepto de lo que es un ser humano y replantear los fines de la vida individual para dejar atrás el machismo y la discriminación, y de esta manera romper con las diferencias de género impuestas por la sociedad. Por otro lado, Nussbaum menciona que la repugnancia es una emoción humana que tiene el poder de definir en gran medida nuestras actitudes y acciones del día a día (Nussbaum, 2006). De acuerdo con ella, esto último se puede observar cuando “[...] lavamos nuestros cuer-

pos, buscamos privacidad para orinar y defecar, eliminamos los olores desagradables con un cepillo de dientes y enjuague bucal, olemos nuestras axilas cuando nadie nos ve, nos miramos en el espejo para asegurarnos de no tener mocos atrapados entre los pelos de la nariz” (Nussbaum, 2006). De igual forma, afirma que todo a lo que le asignamos el calificativo de “repugnante” se puede conectar con la “vulnerabilidad” que sentimos al pensar en nuestro decaimiento y en la descomposición de nuestro cuerpo. Partiendo de esa base, Nussbaum explica que la repugnancia hacia las mujeres (misógina) se relaciona con que ellas están en mayor contacto con lo animal de nuestro origen y con fluidos (al dar a luz o al tener relaciones sexuales con un hombre y ser penetrada o la menstruación). Por otra parte, la repugnancia hacia las personas pertenecientes a la comunidad LGBTI (en especial los gays) proviene de la “ambivalencia” de considerar que los hombres son impenetrables, por lo cual que el sexo homosexual contenga penetración anal y una mezcla de fluidos como materia fecal y semen resulta inconcebible (Nussbaum, 2006). Aplicando la perspectiva de Nussbaum a nuestro objeto de estudio, se puede deducir que la discriminación y la violencia hacia las mujeres y la comunidad LGBTI parten de la repugnancia generada en las personas. Por lo tanto, Nussbaum sostiene dos visiones: que la repugnancia se pueda utilizar como parte del proceso legal y que no se pueda utilizar. Nos dice que se debería utilizar en los casos en donde la repugnancia que se causa en un tercero sea debido a una molestia física como pueden ser los olores provenientes de la cloaca de la casa de los vecinos; sin embargo, si la repugnancia proviene de la respuesta de un tercero a las características inherentes de otra persona (como su género o su preferencia sexual), no se debería de usar. De acuerdo con Nussbaum, es importante hacer la distinción entre enojo y repugnancia, ya que el enojo es una respuesta hacia acciones hirientes de alguien mientras que la repugnancia es una respuesta negativa hacia las características de una persona. Es importante que al educar a los niños y niñas se toque el tema de la repugnancia para que ellos sean capaces de identificar cuando la discriminación está siendo motivada por este principio y sean conscientes de que pueden tomar cartas en el asunto.

Conclusiones

El principio de repugnancia de Martha Nussbaum es una herramienta que permite comprender la motivación detrás de los comportamientos discriminatorios y misóginos. Erróneamente se suele creer que la violencia hacia las mujeres y la comunidad LGBTI surge del enojo, no obstante, Nussbaum postula una perspectiva diferente en la que las características personales generan un sentimiento más allá del enojo, generan repugnancia. Esa repugnancia, dependiendo de su origen, se podría aplicar a casos legales de injusticias sociales contra mujeres o la comunidad LGBTI como base para dictar una sentencia o eliminarla dependiendo de la naturaleza de la injusticia. Algunos grupos feministas y LGBTI se basan en las propuestas de Martha Nussbaum para defender sus derechos. Uno de sus postulados más importantes es que no existen diferencias entre hombres y mujeres ya que considerarnos diferentes es lo que nos ha llevado a imponer roles de géneros que oprimen a ciertos grupos, por lo que se debe trabajar para eliminar esa construcción social. Las personas tienen el derecho a elegir el rol que desean desempeñar en su vida diaria, dejando de lado los prejuicios y estereotipos. Tras haber identificado la raíz del problema, es posible diseñar una solución que se adecúe a las circunstancias de manera que sea posible alcanzar la justicia social. De acuerdo a la solución postulada anteriormente y las ideas de Martha Nussbaum, como sociedad debemos promover desde la infancia las ideas de justicia social y equidad; además de enseñar a observar y comprender los sentimientos de repugnancia para que todos logren distinguir entre los que conducen a la opresión y los que están dentro del derecho de protestar.

Referencias bibliográficas

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