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Obsolescencia programada: Comprar, botar, comprar

Botar para reemplazar parece ser la lógica que mueve nuestra economía actual, donde la inmediatez y la velocidad con la que los aparatos dejan de sernos “útiles” se incrementan día a día. ¿Hasta qué punto controlamos este círculo vicioso? ¿Hay forma de detenerlo?

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Por Macarena Rojas

Por el año 2005 la taquilla del cine recibió una película titulada “Robots”. Su protagonista, Rodney, desde sus ansias por inventar y su cariño a la familia y amigos, busca alguna forma de acabar con el concepto divisorio en su propia sociedad tecnológica: aquello que es nuevo y eficaz, versus lo viejo y desechable. Podemos aplicar este mismo concepto para explicar los actuales problemas de nuestros aparatos electrónicos y su cuestionable vida útil.

Fuera de la ficción, pero no tan diferente, la poca duración de ciertos aparatos ha dado de qué hablar en nuestra sociedad. Recordemos el episodio protagonizado por varias empresas tecnológicas conocidas (Samsung y Epson, por ejemplo) por el deterioro temprano en sus impresoras durante 2017.

La investigación a las multinacionales realizada en Francia, fue la primera en su tipo donde, según la asociación Halte à l’obsolescence programmée (HOP, ‘basta a la obsolescencia programada’), denunciaba a finales de septiembre las “técnicas” de los proveedores para, según ellos, obligar a los consumidores a comprar cartuchos de tinta y/o impresoras antes de lo debido, por fallas importantes al funcionamiento del aparato.

Apple también se encontró bajo el ojo del huracán a inicios del 2019, a causa de una demanda multitudinaria en nuestro país, donde miles de personas denunciaron que sus aparatos se ralentizaron de forma excesiva al poco tiempo de uso. Esto afectó específicamente a los primeros dueños de artefactos iPhone 5C, 6, 6 Plus, 6S, 6S Plus, 7, 7 Plus, y SE, adquiridos entre los años 2014 y 2017.

Estas situaciones se vinculan a un fenómeno conocido como “obsolescencia programada”, una teoría que sostiene que los productos son diseñados con una vida útil limitada para fomentar el consumo.

EL INICIO Y EL PORQUÉ DEL FENÓMENO

La obsolescencia programada, según comenta Daniel Yunge, académico de la Escuela de Ingeniería Eléctrica de la PUCV, “comenzó con la misma Revolución Industrial, las ampolletas fueron el primer caso”.

Un medio internacional fue el encargado de mostrar el enigma de la bombilla de luz que alumbra desde el año 1901. Se le llama “Bombilla Centenaria” y lleva, a la fecha, 117 años sin que la luz en su interior se apague. En el presente, esta duración tan larga de algún aparato electrónico es casi imposible, considerando que estos artefactos son aquellos con vida útil más baja. Según la documentalista Cosima Dannoritzer, quien dirigió el documental “Comprar, tirar, comprar” (o en inglés, “The Light Bulb Conspiracy”), basado en la duración de las bombillas de luz, algunos inventores aspiraron a crear bombillas de larga duración, pero un acuerdo secreto entre fabricantes, firmado en 1924, habría resultado en que los focos se hicieran para durar un máximo de mil horas, como ocurre en la actualidad. Podemos decir que la “conspiración” de las bombillas es el primer ejemplo de obsolescencia programada que tenemos en la era moderna.

Además, no sólo tiene relación con los aparatos electrónicos. “Otro caso notorio fueron las pantimedias”, agregó el docente. “Cuando hicieron las primeras, duraban muchísimo tiempo, eran de fibra sintética. Pero fue el mismo fabricante quien se dio cuenta que no era conveniente para el negocio el que duraran tanto, así que era mejor que se rompieran y la gente debiese comprar nuevas”. Y así con muchos otros ejemplos.

Según el académico, que los artefactos posean una fecha límite de utilidad “va asociado al mismo libre mercado. Toda la economía funciona mejor, en teoría, cuando hay consumo”.

En la misma línea Guillermo Cabrera, profesor de la Escuela de Ingeniería Informática de nuestra Universidad, asegura que la obsolescencia programada mete al usuario “en un ciclo de botar para reemplazar”, donde se crea una costumbre por tener el artefacto más novedoso o reciente en el mercado.

Herbert Spencer, diseñador UX (enfoque en la experiencia de usuario) y docente de la Escuela de Arquitectura y Diseño de la PUCV, concuerda con que es el consumo el que motiva esta tendencia a programar la inutilidad de los artefactos, “pero en el fondo también es el crecimiento. La economía necesita crecer todo el tiempo. Esto es fruto de eso, de cómo está funcionando la sociedad ahora”.

EL CASO DE APPLE

Específicamente respecto al problema de Apple, la decepción de los consumidores fue notoria y el asunto no tardó en escalar hasta que la cantidad de demandantes ascendió a las casi 200 mil personas. La justicia chilena acogió esta demanda en contra de la empresa y las acciones legales contra la compañía de Steve Jobs en Chile, según lo informado por un medio nacional, fueron presentadas en enero de este año por la Organización de Consumidores y Usuarios (Odecu).

Allí se acusa a la multinacional de prácticas que redujeron notablemente la vida útil de sus teléfonos móviles mediante actualizaciones y parches que vuelven más lento el sistema operativo de los teléfonos, obligando así al usuario a comprar un celular nuevo con mejor rendimiento.

El problema fue reconocido por primera vez por la empresa cuando ocurrió en 2017. Según lo informado por medios internacionales, Apple confirmó que, de forma deliberada, hizo que sus aparatos fueran haciéndose más lentos por cada actualización de su software. Esto ralentizó el rendimiento de los aparatos y generó que miles de usuarios en Estados Unidos fueran los primeros en iniciar acciones legales en su contra a cambio de una compensación.

“Apple, cuando aceptó que estaba reduciendo la vida útil de sus aparatos, argumentó que lo hicieron para no sobrecargar la batería”, explica Daniel Yunge. “Éstas son de litio e inestables en general, entonces para no sobrecargarlas, para que el consumo sea menor, ellos limitaban la frecuencia del procesador para así resguardar la seguridad del usuario”, señala.

En ese sentido, el argumento legal de la Odecu es que diversos modelos de iPhone presentaban un funcionamiento deficiente, ya que los parches de software con los que fueron actualizados eran transmitidos remotamente por Apple vía internet, alterando el funcionamiento de los procesadores de los equipos anteriores al último modelo, procedimiento que, en su conjunto, no era explicado a los usuarios y era aplicado deliberadamente en los dispositivos.

Es en estos casos cuando, según Guillermo Cabrera, “el usuario percibe que su batería se va más rápido, o que el aparato no tiene la misma velocidad que antes. Entonces se asocia a que está viejo. Ése es el juego psicológico y la estrategia de consumo”.

SIN OPCIONES: EL COSTO EMOCIONAL

Desde la ingeniería informática, Cabrera asegura que las personas que han sufrido algún tipo de ralentización en sus aparatos, por causas ligadas a la orden remota de parches o actualizaciones, se preguntan si realmente tenían opciones para aceptar o rechazar la instalación de éstas. “El proveedor va a decir que sí, que da las opciones, pero por otro lado éste mismo no explica los efectos secundarios que puede tener esta actualización en tu aparato”. instalar parches y hasta dónde están informados sobre lo que ocurre con o sin ellos en sus artefactos”, complementa el académico.

Spencer, especializado en temas de experiencia de usuario, asegura que “en Apple, por ejemplo, no da igual si se instala una actualización o no, porque todo va en el mismo hardware”. Aunque, según lo observado en esta problemática, ése no sería el peor de los problemas si se considera que cada vez se reducen más las opciones para el usuario de tecnologías.

“Creo que lo más complejo y lo más terrible del asunto es cuando diseñan cosas que físicamente van a ser basura luego”, asegura. ejercer cierta presión sobre sus clientes mediante la “extorsión emocional”.

En Apple, según el académico, “todas las aplicaciones que compré, si es que me quiero ir de la compañía, por ejemplo, no me las puedo llevar. Toda esa inversión se pierde”. Esto relacionado a la compra de aplicaciones en App Store, la música de iTunes, etc. “No eres realmente propietario de lo que pagaste, estás atrapado en Apple, eres esclavo de tus posesiones”, complementa.

Daniel Yunge también hace énfasis en la importancia de lo sentimental, ligada a los efectos de la obsolescencia programada. “En general los usuarios se encariñan con sus dispositivos. Si se te echa a perder, aunque el costo sea similar al de adquisición, los usuarios pagan por ello porque tiene un valor emocional”.

Por estas mismas malas experiencias y la necesidad de proteger al usuario del círculo vicioso causado por la obsolescencia programada, Herbert Spencer recalca que gran parte del trabajo va en la educación autodidacta de las personas respecto de su propia tecnología: “hay gente a la que le da lo mismo, porque quieren tener el teléfono más taquilla”.

El profesor se arriesga con una idea novedosa: un aparato que el usuario pueda editar: “podría ser que exista algún modelo del producto más caro, pero que dure más. O teléfonos como una especie de lego, cosas así. Modelos alternativos que le hagan sentido a la gente”.

MEDIOAMBIENTE, OBSOLESCENCIA Y DESAFÍOS

economía mediante el consumo, sin mayor análisis sobre lo que podría afectarse en el camino con ello, como por ejemplo nuestro medioambiente: ¿el fin realmente justifica los medios, incluso si esos medios generan basura tecnológica sin precedentes?

Cabrera es quien destaca la importancia de repensar la tecnología y su obsolescencia desde esta arista. “Estos productos en sí mismos son contaminantes”, advierte, relacionado cómo la lógica de botar y reemplazar termina potenciando la contaminación. “Hay que ver posibilidades de producción más limpias: baterías ecológicas, aparatos más sustentables, hay todo un desafío ahí y en investigación al respecto también”.

Al igual que Spencer, asegura que gran parte del cambio partirá de los usuarios, que “deben educarse. Por ejemplo, las baterías no se botan en cualquier parte. Es un tema cultural, una corresponsabilidad que hay ahí entre las personas y las empresas”.

Son, finalmente, varios desafíos y cuestionamientos personales que los usuarios deben realizar a la hora de elegir un aparato electrónico. Porque la tecnología, a pesar de ser obsoleta con cada vez mayor rapidez, está muy lejos de abandonar nuestra sociedad. La mejor forma de vivir con ella es, según lo que hemos podido entender, adquiriendo una participación un poco más activa del proceso selectivo, e informándonos sobre nuestros artefactos y el cómo estos funcionan y/o prolongan su vida útil.

Herbert Spencer Escuela de Arquitectura y Diseño

Guillermo Cabrera Escuela de Ingeniería Informática

Daniel Yunge Escuela de Ingeniería Eléctrica

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