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Esteban Feune 52 Sara García 60 June Fernandez
from IMPÚDICA (6) VIRUS
by CCESV
MUCHÍSIMO QUE HACER
Por Esteban Feune
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Yo no sabía, como no sabía ni sé tantas cosas, miles de cosas que con certeza no sepa ni sabré, que la palabra virus, esa palabra tan carnívora y categórica como un cross a la mandíbula, que yo asociaba, y sigo asociando, a una banda argentina de rock llamada precisamente así, Virus… yo no sabía, iba diciendo, que esa palabra que acaba de arrojar en medio segundo 1.290.000.000 de resultados en Google significa «zumo de plantas nocivas para la salud», es decir veneno. He leído por ahí, pero no quiere decir que sea «cierto», que la palabra virus, en latín, se asocia con la raíz indoeuropea «weis», que significa fluir.
Y en fluir me quedo un rato fluyendo porque recordé mi poema preferido de César Vallejo. Ese texto, Los nueve monstruos, parece, como mucha de la buena, buenísima, buenisisísima poesía (¿qué tal este verso del brasileño Carlos Drummond de Andrade, del poema Congreso internacional del miedo que empieza, como el del peruano, con un adverbio y la clava: «le cantaremos al miedo, que esteriliza los abrazos»?), va-ti-ci-na-dor.
Los poetas serios, que suelen ser cómicos y por tanto trágicos, son siempre también profetas. Y en 1937 el autor de Trilce le cantó al dolor, honrándolo, y finiquitó su hermosa arenga hablándole sin perífrasis al ministro de Salud, al que intimó con la pregunta «¿qué hacer?», para cerrar luego, en ostinato: «¡Ah! desgraciadamente, hombres humanos, / hay, hermanos, muchísimo que hacer».
El dolor crece en el mundo a cada rato, predijo el César en cuyo poema los anunciados monstruos no acuden al papel; estar, deben estar, pero imagino que circunnavegan en barcarolas por el infierno, allá abajo que es acá arriba, a un tris de las llamas y con mohín de goce o de espanto. Como si hubiera sabido de estadísticas y récords y conteos, todos funestos socios de la aritmética, el César auguró que el dolor «crece a treinta minutos por segundo, paso a paso». No se amilanó un ápice el vate nacido en Santiago de Chuco y muerto en París ―dueño del más hermoso de los epitafios, ideado por su mujer Georgette: «nevé tanto para que tú duermas» a la hora de presagiar, aunque póstumamente, que jamás fue la salud más mortal y que jamás, claro, «tan cerca arremetió lo lejos».
El dolor se multiplica y habrá que agarrarse a la poesía, de la poesía. A algo deberemos agarrarnos, supongo; de algo. En el futuro que ya es este presente que acaba de esfumarse, en el futuro no profético, en el futuro aun frustrado, fruncido y frustrante solo la poesía, tal vez, con sus raros antídotos nuevos ― parece mentira, pero en Raros peinados nuevos, de 1984, Charly García cantaba «Ya no quiero criticar / solo quiero ser un enfermero» pueda decir lo no dicho, explorar lo inexplorado, profundizar lo superficial para frotar la lámpara y echar un poco, solo un poco de luz allí donde reinan silencios, fronteras cerradas, paranoia, contagios en masa, odio, vacunas tardías.
Acabo de hacerle a mi flamante mazo de tarot de Marsella la pregunta «¿hacia dónde vamos?» y elegí, después de mezclar y remezclar, tres cartas de entre los veintidós arcanos mayores. A la izquierda ubiqué la torre o la casa Dios, que salió, ay, patas para arriba; a la derecha, la templanza; al centro, la papisa o la sacerdotisa.
A vuelo de buen cubero comentaré que la carta de la izquierda, número 16, habla de nuestra capacidad inherente de convertir alquímicamente la razón en intuición y alberga múltiples y fascinantes, como el infinito tarot en sí, revelaciones. ¿Será que, como se intuye en la imagen, los dos personajes que salen de la torre y permanecen boca abajo conectan con las plantas, acariciándolas, por una necesidad de reconexión con la naturaleza? Será menester que despertemos nuestros cuerpos verdaderos y ayudemos, entonces, a la madre tierra con ofrendas fulgurantes y danzas celebratorias en las postrimerías de la catástrofe.
La carta de la derecha, número 14, protege, cura, equilibra y llega después, no por nada, del arcano 13, que, según narran Alejandro Jodorowsky y Marianne Costa en La vía del tarot, eliminó lo inútil y creó el vacío necesario para el restablecimiento de la circulación interior. En la imagen aparece un ángel anfibio de alas celestes y zapatito morado, ni hombre ni mujer, ni activo ni pasivo, arraigadx en la tierra habiendo sublimado lo carnal y transmitiendo su mensaje de paz y ecuanimidad.
La carta del medio, número 2, es sinónimo de incubación, propia y ajena y, como tal, símbolo de pureza superior, virginal, inalcanzable. Estamos finalmente, ¡era hora!, ante la chamana que representa la fuente mágica de fecundidad, lo sagrado femenino. La papisa tiene un libro entre manos: deberemos asumir que no sabemos, arrodillarnos y ponernos, pues, a estudiar con la maestra entregándonos a su guía y a sus visiones. Quedé petrificado con la tirada simple de tres cartas. Fui por unos minutos un mero atanor por el que viajaba la energía del universo, su reclamo global, inocultable. Me vino a la mente una reflexión de Eugenio Carutti, astrólogo y antropólogo argentino. La leí en su maravilloso libro Inteligencia planetaria, que de alguna forma él transformó en conferencia y puede verse en YouTube. Tiene que ver con estos momentos de turbulencia incesante que vivimos y plantea, dicho mal y pronto, que solo nos salvará la inteligencia vincular mediante el surgimiento de una nueva consciencia humana, sin banderas ni etiquetas, capaz de absorber las diferencias.
Hay un ejemplo paradigmático. Las hormigas son a priori una especie destructora que no se relaciona con otras especies. ¿A qué se dedican? Se miran el ombligo y encarnan el mantra napoleónico «el fin justifica los medios» sin establecer alianzas con el ecosistema. Por su parte, las abejas trabajan al revés: se vinculan con las flores y con los seres humanos, con quienes comparten su dulce medicina. Generan, así, movimiento, intercambio, tolerancia y sensibilidad. Ambas especies son súper inteligentes, pero, a la larga, los predadores generan enemigos. Nosotros somos como las hormigas y deberíamos empezar a parecernos a las abejas.
No hay más tiempo que perder. Heridos, dejemos de buscar a Dios ―adósenle la careta que deseen― en el cielo y osemos encontrarlo en la tierra, nuestro único altar palpable y plausible, nuestra única divinidad, nuestra única fuente de alegría. Y en la poesía, por supuesto.
«El dolor se multiplica y habrá que agarrarse a la poesía, de la poesía. A algo deberemos agarrarnos, supongo; de algo. En el futuro que ya es este presente que acaba de esfumarse, en el futuro no profético, en el futuro aun frustrado, fruncido y frustrante solo la poesía, tal vez, con sus raros antídotos nuevos [...] pueda decir lo no dicho.»
> Esteban Feune
DESDE HACE MUCHOS AÑOS VENIMOS LUCHANDO CONTRA EL VIRUS DEL MACHISMO
Cuando la covid-19 llegó en marzo de 2020, la crisis ya estaba aquí1 . Antes del virus ya enfrentábamos las consecuencias de una profunda crisis estructural heredada por la propagación del virus del machismo, tan invisibilizado en la sociedad salvadoreña y en todo el mundo. Ya habíamos declarado los feminicidios como pandemia, y enfrentábamos la violencia sexual y los embarazos impuestos como vulneraciones sistemáticas de derechos humanos. Ante todo ello y desde hace mucho, las feministas salvadoreñas luchamos por transformar esta realidad, desde la solidaridad, desde el activismo y la incidencia.
Los efectos de esta crisis han sido diversos y las cifras que dan cuenta de ella, desgarradoras. En 2017 se registraron 19,190 embarazos en niñas y adolescentes, es decir, 53 niñas o adolescentes embarazadas por día2. Esta alarmante cifra está relacionada con la violencia sexual que viven a diario las menores de edad en El Salvador. En 2019 se registraron un total de 8 casos diarios relacionados con violencia sexual. El 75 % de estos fueron contra niñas y adolescentes menores de 17 años. Desde pequeñas a las mujeres se nos enseña a desconfiar de los extraños como medida preventiva, cuando la evidencia señala que los agresores casi siempre son personas conocidas, familiares cercanos, vecinos y otros que viven cerca o dentro de la misma casa.
La presión a la que son sometidas las niñas por convertirse en madres de la noche a la mañana también se traduce en muerte. De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (OPS), en El Salvador el 28 % de las muertes maternas ocurre en adolescentes; 4 de cada 10 son suicidios por intoxicaciones utilizando plaguicida. En un país con una de las leyes más restrictivas en materia de aborto, el suicidio es la primera causa de muerte materna indirecta en adolescentes3 .
Desde hace años venimos denunciando que una de las grandes deudas del Estado salvadoreño con las niñas y mujeres es la ausencia de educación integral en sexualidad. En la región centroamericana, Nicaragua, Honduras y El Salvador son los países con leyes que discriminan de manera específica a las niñas y mujeres al penalizar de forma absoluta el aborto.
Estas legislaciones tienen graves consecuencias en la salud y vida de las niñas y mujeres, pues no solo se penaliza y se criminaliza por enfrentar emergencias obstétricas, partos prematuros no asistidos o por enfrentar abortos; se les criminaliza también por vivir en situación de pobreza4. En la actualidad, 18 mujeres están privadas de libertad por un delito que no cometieron, perseguidas del hospital a la cárcel. En lugar de recibir atención médica se les vulneran sus derechos fundamentales, se les juzga con base en estereotipos de género y se les niega el acceso a la justicia.
Detrás de la crisis precovid-19 en la que ya vivíamos las mujeres también está el Estado al poner en riesgo sus vidas porque no pueden tener acceso a abortos terapéuticos. No debemos olvidar nunca, en ese sentido, la historia de Beatriz5, quien, a pesar de tener un embarazo anencefálico, sumado a una condición de salud previa (lupus eritematoso sistémico), tuvo que poner en riesgo su propia vida debido a un embarazo inviable. Beatriz enfrentó todos los obstáculos de un sistema misógino: le fallaron los sistemas de salud y de justicia, y de manera reiterada. Su historia vive en nuestra memoria como un ejemplo de la violencia estatal contra las mujeres, también, como un ejemplo de lucha y resistencia. Ahora mismo su caso se encuentra en revisión en el Sistema Interamericano de Derechos Humanos.
La covid-19 vino a profundizar y desnudar más aún las desigualdades. Desde los cordones sanitarios ― que realmente han sido cordones militares― hasta la represión que también se está dando en los espacios virtuales, la lógica represora del presidente Bukele implica intolerancia a la crítica y a voces que disienten de sus acciones y discursos. Las feministas no hemos estado exentas de estos ataques.
1 Informe donde se profundiza la situación de crisis en la región. https://im-defensoras.org/2020/06/la-crisis-ya-estaba-aqui-defensoras-mesoamericanas-ante-covid-19/ 2 Mapa de embarazos en niñas y adolescentes. https://elsalvador. unfpa.org/es/news/19190-embarazos-en-ni%C3%B1as-y-adolescentes-durante-el-a%C3%B1o-2017-en-el-salvador 3 El suicidio es la primera causa de muerte materna indirecta en adolescentes. https://agrupacionciudadana.org/el-suicidio-es-la-primera-causa-de-muerte-materna-indirecta-en-adolescentes/ 4 LAS17 y más en El Salvador. https://las17.org/ 5 Conoce el caso de Beatriz. https://agrupacionciudadana.org/ conoce-el-caso-de-beatriz/
Cuando hacemos críticas contra las acciones del Gobierno se desencadena una serie de agresiones de todo tipo, misóginas en muchos casos. Se trata de un ataque a la libertad de expresión que genera violencia simbólica contra las defensoras de derechos humanos y las mujeres periodistas.
La Red Salvadoreña de Defensoras de Derechos Humanos6 registró en los primeros cinco meses del año 31 agresiones contra defensoras y periodistas. Las redes sociales se han convertido en un espacio hostil, sobre todo, frente a la contraloría ciudadana. Mientras las organizaciones hemos asumido parte del trabajo que la institucionalidad no supo cómo enfrentar en los primeros meses de la pandemia y hemos exigido respuesta al Gobierno, el presidente ha propiciado la estigmatización de las personas defensoras de derechos humanos por ser críticas; nos acusó de estar «a favor del virus» y dijo que nuestras críticas son partidarias.
Las medidas impulsadas desde el Gobierno salvadoreño han sido homogenizantes, ignorando las opresiones históricas que atraviesan los cuerpos de las niñas, mujeres y disidencias sexo-genéricas. Reducir todo al «Quédate en casa» ha sido miope al considerar que quedarse en casa ha implicado para muchas mujeres y niñas quedarse en casa con el agresor.
El confinamiento y la cuarentena obligatoria colocaron a las mujeres en una situación de riesgo debido a la violencia machista, profundizando la precariedad de las vidas de muchas mujeres y la feminización de la pobreza. La precariedad económica y laboral se hacen notar a través de las diferentes denuncias de trabajadoras domésticas, textiles y bordadoras a domicilio, las cuales se escuchan cada vez más fuerte. Las trabajadoras de industrias Florenzi siguen exigiendo justicia. Se trata de 194 mujeres que han enfrentado despedidos injustificados, hambre e inoperancia del Ministerio de Trabajo ante las violaciones a sus derechos laborales.
La crisis ha generado un desplazamiento de las necesidades en materia de salud sexual y reproductiva que nunca han sido centrales para nuestro país, pero que en este contexto, debido a no ser considerados servicios esenciales, el acceso a estos se ha visto limitado: desde la dificultad para acceder a métodos anticonceptivos debido a la precariedad económica hasta los problemas de movilidad dadas las restricciones del servicio de transporte público. Algunas cifras retomadas por organizaciones y medios de comunicación sustentan esta realidad. Hasta la fecha se reportan 379 casos de embarazos en niñas y adolescentes con edades de 10 a 14 años y 9,709 adolescentes de 15 a 19 años. También informaron sobre el fallecimiento de 11 mujeres adultas embarazadas, muertes que pudieron ser evitadas7 . Es doloroso, también, que hasta noviembre del 2020 se han reportado 88 feminicidios. Esta realidad resuena ante los manejos mediáticos gubernamentales que insisten en que las mujeres estamos «más seguras», minimizando la problemática que atraviesa los cuerpos y las vidas de las niñas y mujeres salvadoreñas.
Otra de las crisis precovid-19 es la crisis carcelaria. A pesar de las medidas que se han planteado para descongestionar cárceles por parte de la Alta Comisionada de Derechos Humanos de Naciones Unidas y de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, el Gobierno salvadoreño sigue ignorando estas recomendaciones. Las cárceles salvadoreñas en sobrepoblación colocan en un riesgo inminente a las personas privadas de libertad. El grupo de trabajo sobre detenciones arbitrarias manifestó que las mujeres que están encarceladas por emergencias obstétricas constituyen detenciones arbitrarias8 y, sin embargo, el Estado salvadoreño sigue sin hacer nada al respecto.
6 Red Salvadoreña de Defensoras de Derechos Humanos. https://im-defensoras.org/2020/10/alerta-defensoras-el-salvador-el-gobierno-salvadoreno-despide-de-forma-injustificada-a-la-periodista-monica-rodriguez/ 7 Comunicado Sombrilla Centroamericanan. https://www.facebook.com/SombrillaCA/posts/2303558389951304 8 El Salvador: Grupo de Trabajo de Naciones Unidas afirma que mujeres que sufrieron emergencias obstétricas son víctimas de detenciones arbitrarias. https://www.cejil.org/es/salvador-grupo-trabajo-naciones-unidas-afirma-que-mujeres-que-sufrieron-emergencias-obstetricas-son 9 Podcast Centroamérica Unida y Resistiendo. https://podcasts. google.com/feed/aHR0cHM6Ly9hbmNob3IuZm0vcy8xZWQzYzIzYy9wb2RjYXN0L3Jzcw?sa=X&ved=2ahUKEwiEpo2u3LDsAhXGbDABHfmTBHoQ4aUDegQIARAC&hl=es-419
Las redes salvan y la organización feminista también
En estos momentos tan complejos, en medio de una gran incertidumbre y con todos los desafíos ante los que nos coloca la pandemia, las feministas hemos impulsado diferentes acciones de solidaridad y lucha. Desde los primeros días de la pandemia, posicionamos nuestros mensajes en las redes sociales para denunciar cómo la violencia de género se había profundizado durante el confinamiento. Fue por ello que decidimos viralizar el mensaje #FeminicidioEsPandemia para resaltar una crisis que existía antes de la covid-19.
Ante la situación de la violencia de género, diferentes organizaciones de derechos humanos y feministas, abrimos líneas telefónicas de atención, como una forma de materializar el mensaje «No estás sola» de nuestras consignas. Desde la Colectiva Feminista para el Desarrollo Local, Red Salvadoreña de Defensoras de Derechos Humanos y la Agrupación Ciudadana por la despenalización del aborto, hemos brindado 621 atenciones, 310 asesorías legales y 311 atenciones psicológica a mujeres que han enfrentado violencias machistas en el período entre marzo y noviembre 2020.
Nos hemos tenido que reorganizar, repensar y transformar en algunos procesos. Aprovechamos la virtualidad para dar vida y reforzar espacios; como La Sombrilla Centroamericana, un espacio regional que lucha por los derechos sexuales y derechos reproductivos de la subregión, y que se ha sostenido gracias al apoyo virtual con asambleas periódicas y divulgando posicionamientos, a través de podcasts9 , posibilitado un acuerpamiento feminista centroamericano.
Por otra parte, hemos continuado acompañando a las mujeres criminalizadas debido a la penalización absoluta del aborto, por medio de la campaña #EsJustoliberarlasSV, en donde se está buscando la libertad inmediata de mujeres que están encarceladas de manera arbitraria.
Siempre recordaré 2009 como el año en que empecé a nombrarme «feminista». Participé en la Escuela de Debate Feminista (EDF) organizado por Las Dignas, un proceso formativo en el cual aprendí sobre historia de la lucha y los desafíos del movimiento feminista en El Salvador, un espacio en el que aprendí a nombrar las violencias machistas que atraviesan nuestras vidas.
Fue en 2009 cuando el movimiento «Solidarias por Karina» también logró que una mujer joven que había sido criminalizada debido a la penalización absoluta del aborto recuperara su libertad, tras una lucha jurídica y social.
«¡Ni golpe de Estado ni golpes a las mujeres!» fue la emblemática consigna que grité en mis primeras marchas feminista en solidaridad con las compañeras «Feministas en resistencia» de Honduras.
Gracias al feminismo me organicé para luchar contra las injusticias del sistema patriarcal y he conocido del trabajo enorme que se hace desde este movimiento: luchas contra las violencias machistas, luchas por la vida dignas, por la despenalización del aborto; por la justicia y libertad de las mujeres. Las feministas hemos articulado y tejido solidaridad, acompañado y acuerpado a otras. Hemos luchado contra el virus del machismo tan invisibilizado en la sociedad salvadoreña y en todo el mundo.
¿Cómo seguimos?
Uno de los cambios más drásticos que ha implicado la pandemia tiene que ver con posponer el 15º Encuentro Feminista de América Latina y el Caribe, que se iba a realizar en nuestro país por segunda ocasión. Luego de una consulta latinoamericana, decidimos posponerlo hasta 2021, asumiendo el compromiso de generar las condiciones de autocuidado necesarias que permitan un correcto desarrollo de este encuentro feminista que será un espacio de construcción, debate y posicionamiento político para seguir creando lazos de identidad y solidaridad regional con nuestras compañeras de América Latina y el Caribe comprometidas en el día a día con la construcción de otros mundos posibles, libres de machismo y opresión.
«Desde pequeñas a las mujeres se nos enseña a desconfiar de los extraños como medida preventiva, cuando la evidencia señala que los agresores casi siempre son personas conocidas, familiares cercanos, vecinos y otros que viven cerca o dentro de la misma casa.»
> Sara García
LA PEOR PANDEMIA ES EL CAPITALISMO PATRIARCAL
Quienes creemos en otro mundo posible esperamos ante cada crisis globalizada del capitalismo que ese gigante de pies de barro que acumula poder explotando personas, recursos y territorios por fin caiga. ¿Qué mejor momento que una pandemia como la del covid-19 para comprender que los trabajos relacionados con los cuidados de las personas son los realmente esenciales? ¿Qué mejor momento para ver que es posible consumir menos, viajar menos, contaminar menos? ¿Qué mejor momento para reforzar los servicios públicos y las redes comunitarias? ¿Acaso no ha quedado claro que nos va la vida en ello?
El confinamiento llegó en plena cuarta ola feminista, con Argentina, Brasil, España, Turquía o Uganda como epicentros descentralizados de huelgas de mujeres, de protestas contra los feminicidios y marchas contra líderes políticos misóginos y fascistas. Llegó apenas unos meses después de que mujeres de todo mundo gritásemos a agresores y a gobiernos autoritarios «El violador eres tú». Nos dijeron “quédate en casa», «teletrabaja», “estudia en línea», y lanzamos muchas preguntas: ¿Y las personas que no tienen casa?, ¿y las que no tienen luz natural, calefacción o una computadora?, ¿y las familias monomarentales?, ¿y las trabajadoras del hogar internas?, ¿y las mujeres confinadas con sus maltratadores?, ¿y las que están confinadas en un burdel? Recibimos por respuesta las cifras que constataban el aumento de desigualdades y violencias. Las feministas organizadas en España y en Latinoamérica reclaman que las restricciones y las ayudas dejen de tomar como sujeto al denominado BBVA —Blanco, Burgués, Varón, Adulto— y tengan en cuenta el impacto de género.
La Iniciativa Mesoamericana de Defensoras de Derechos Humanos (IM-Defensoras) lo expresó con suma claridad en un comunicado difundido el pasado marzo: La covid-19 no es una crisis sino el último síntoma, el más contundente de las «serias crisis (de cuidados, de cambio climático, de violencia, desigualdad, derechos humanos, entre otras) y expresa la insostenibilidad del modelo político, social y económico imperante en el planeta, reproducido por los estados cada vez más controlados por intereses privados».
Pero, claro está, la «necropolítica» o el «capitalismo gore» —conceptos acuñados respectivamente por el filósofo camerunés Achille Mbembe y la filósofa mexicana Sayak Valencia— vio una nueva oportunidad para lo que analizó la socióloga estadounidense Naomi Klein en La doctrina del shock al hilo de los atentados del 11-S: aprovechar el clima de miedo para hacer reformas antidemocráticas. «Nos preocupa que los Gobiernos se aprovechen de esta crisis para profundizar y normalizar ante la opinión pública sus políticas de control social, represión y persecución contra activistas y personas defensoras de los derechos humanos», advertía IM-Defensoras. Como explican desde la Colectiva Feminista de El Salvador, «las desigualdades, discriminación y violencia que genera el sistema patriarcal es una pandemia histórica y mundial, que ha provocado más muertes que cualquier otro virus. De ahí que el abordaje de esta pandemia implique también cuestionar las diversas opresiones, transformar la educación, justicia y erradicar la discriminación».
Desde entonces, esta red no ha parado de denunciar el incremento de la represión y la brutalidad policial contra mujeres activistas o comunicadoras, pero no solo. Recordemos el asesinato el 10 de mayo de la joven de 22 años, Zulma Yamileth Valencia, en el departamento de Sonsonate, El Salvador, a manos de agentes de la Policía Nacional Civil, a la que luego acusaron de ser pandillera. Apenas dos semanas antes, el 30 de abril, organizaciones internacionales de derechos humanos ya habían reprobado unas declaraciones del presidente de El Salvador, Nayib Bukele, quien afirmaba que «el uso de la fuerza letal está autorizado para defensa propia o para la defensa de la vida de los salvadoreños» en el contexto de la lucha policial contra las maras.
Nosotras reinventamos la vida
Las articulaciones surgidas de las huelgas feministas reaccionaron a las cuarentenas con planes de emergencia potentes como el de la Coordinadora 8M de Chile, que incluía entre sus propuestas organizar catastros para resolver comunitariamente los cuidados de la población en riesgo, de personas sin redes, de la infancia, de mujeres en situación de violencia de género, de personas que cuidan, etc. En el País Vasco, la plataforma Bizitzak Erdigunean (Las vidas en el centro) convocó a los gobiernos locales, agentes políticos, sociales y sindicales del País Vasco a una mesa de crisis con una propuesta exhaustiva de medidas integrales para reforzar lo público y lo comunitario. Los gobiernos ni siquiera se tomaron la molestia de contestar a la invitación. Además de la incidencia política, se hizo evidente el liderazgo de las mujeres en las redes de apoyo mutuo, los comedores sociales y las cajas de resistencia. «Nuestras compañeras se convierten en la vanguardia, porque protagonizan las ollas y articulan espacios en los que debatir sobre otras cuestiones mientras cocinamos», explicaba Javiera Riquelme, chilena afincada en Buenos Aires, integrante de un comedor popular en el barrio 1-1114. O la lideresa garífuna hondureña, Miriam Miranda, citada por IM-Defensoras, sobre cómo las mujeres y los pueblos originarios tienen las fortalezas vitales para superar las crisis: «El saber del cuidado mutuo y la reproducción de la vida, la construcción de autonomías, el cuidado y cultivo de la tierra y el agua que nos alimenta o sistemas de salud alternativa y espiritualidades emancipadoras».
Para Antonia Ávalos, portavoz de la asociación Mujeres Supervivientes de Violencia de Género de Sevilla, que además de fortalecer el comedor social que gestionaba desde 2013, proporcionó acompañamiento en la distancia a familias monomarentales y a mujeres confinadas con sus maltratadores , la situación es clara: «Ante el colapso del sistema, mientras el estado no dé soluciones, nosotras con nuestros propios recursos vamos a reinventarnos la vida, a reorganizar los afectos y los recursos con los que contamos para cuidarnos y protegernos».
La pandemia ha actuado de catalizador de la crisis sistémica de cuidados que denuncian los movimientos feministas, agravando la situación de sus tres patas interconectadas: ante la falta de corresponsabilidad de los varones y de las administraciones públicas, las mujeres realizan esos trabajos gratis o en condiciones de explotación.
Las asociaciones de trabajadoras del hogar denunciaron a nivel global desde marzo los despidos sin indemnización ni derecho a paro de muchas empleadas y el recrudecimiento de las condiciones para aquellas que trabajan en régimen de internas. En el caso de países que aún no han cumplido con su compromiso de ratificar el Convenio 189 de la OIT, como España o El Salvador, exigieron su firma urgente, y en países que sí firmaron, como Ecuador, la Unión Nacional de Trabajadoras Remuneradas del Hogar y Afines (UNTHA) denunció que apenas un tercio de las trabajadoras ha visto su situación laboral regularizada desde entonces.
En cuanto al trabajo no remunerado, un reportaje de Greta Rico en la revista femenista mexicana Luchadoras da cuenta de la sobrecarga que el confinamiento y el cierre de colegios ha supuesto para las madres que trabajan fuera y dentro de los hogares. Apunta que, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, las mujeres mexicanas trabajadoras en situación de pobreza emplean el triple de tiempo en el trabajo doméstico que los hombres; las mujeres no empobrecidas emplean el doble de tiempo que los varones (probablemente porque lo delegan en mujeres más pobres). La periodista reflexiona sobre cómo en tiempos de crisis «las mujeres son sometidas al cumplimiento de agendas económicas y mandatos políticos» pensados desde la lógica patriarcal, capitalista y colonial, y señala que durante el confinamiento volvió a quedar claro que «son las mujeres quienes sostienen la vida y la reproducción social gracias al trabajo no pago que realizan todos los días».
Salud es otra cosa
Me decía mi vecina Josune, profesora de educación primaria, que trabajar con mascarilla y con las ventanas abiertas la librará del coronavirus pero no de una faringitis o neumonía. Las mascarillas y los PCR como únicos dispositivos de control. La fiebre y la tos como únicos síntomas preocupantes. La distancia social como única forma de prevención. La vacuna como panacea. Las políticas públicas para enfrentar la pandemia no adoptan una concepción holística de la salud y de la prevención de la enfermedad que incluya aspectos como que mantener el freno a las emisiones de CO2 permitió volver a respirar aire limpio en las ciudades después de la cuarentena. En España, por ejemplo, muchas familias asistimos ojipláticas al cierre de los parques infantiles antes que los bares y casas de apuestas, y al cierre de mercados populares al aire libre y la prohibición de ir a la huerta mientras los grandes centros comerciales seguían abiertos.
La antropóloga mexicana Eva Bidegain publicó un artículo en la revista Amazonas, en el que alertaba de que «centrarse solo en la transmisión del virus covid-19 puede opacar las condiciones sociales y culturales en que se enferma y las razones de diferencias en el acceso a una atención biomédica oportuna. Los estados nutricionales, de vivienda, de fatiga y de enajenación por jornadas laborales importan tanto como la forma en que se propaga un virus en el aire». Comparaba la gestión de esta crisis sanitaria con otras como la de la tuberculosis, el ébola o el sida y advertía de que nuevamente determinados grupos sociales (personas migradas, refugiadas, sin techo) se verían más afectados, estigmatizados y segregados.
Cuando el feminismo habla de poner los cuidados y la vida en el centro, eso implica hablar de trabajadoras del hogar y de corresponsabilidad familiar, pero también responsabilizar a los gobiernos neoliberales del colapso de la sanidad pública o de que las personas privadas de libertad o las ancianas que viven en residencias estén muriendo solas en situación de abandono. En España esto ha ocurrido claramente otra vez más con el pueblo gitano. «El cuidado se torna un valor social en esta pandemia. Esto ha sido parte de las demandas del feminismo, como de las asociaciones mutuales de inmigrantes que procuraron la atención y prevención de la enfermedad de manera comunitaria a inicios del siglo XX», prosigue Bidegain.
IM-Defensoras publicó en mayo un compendio de herramientas de autocuidado y sanación que apelaba a cuidar las distintas dimensiones de la salud: la física, la emocional, la energética, la mental y la espiritual. ¿Se imaginan unas políticas públicas de contención y prevención de la covid-19 que contemplen todas ellas?
Resulta difícil resistirse a la tentación de caer en teorías conspiranoicas teniendo en cuenta lo bien que le viene al sistema mantenernos atomizadas, aisladas, con restricciones que afectan seriamente al activismo social, con un estado de ánimo generalizado que lleva a la zozobra y el abatimiento. Lo bien que le viene al sistema convertirnos en policías que señalan a la vecina que no cumple las restricciones en vez de preguntarle si necesita ayuda. Lo bien que le viene que estemos debatiendo de mascarillas y de vacunas en vez de hablar de corrupción, de transnacionales, de fronteras. Claro que no lo consiguen, como prueba la manifestación por el aborto legal el 28 de septiembre en Ciudad de México, reprimida por la policía, por cierto.
Una encuesta de la Colectiva Feminista de El Salvador confirmaba que la cuarentena había provocado en las personas consultadas (la mayoría activistas sociales) «estrés, tristeza, angustia, ansiedad, irritabilidad, ira y miedo», emociones que dificultaban su resiliencia emocional. Ya lo decía la feminista india Krishna Hemaraj en un artículo traducido a castellano por la revista mexicana Luchadoras: «Una cosa es mantener el distanciamiento físico, pero habría que permitir que prospere la solidaridad social.
Admitámoslo, realmente aislarnos socialmente probablemente terminará matándonos más rápido que el virus».
«Resulta difícil resistirse a la tentación de caer en teorías conspiranoicas teniendo en cuenta lo bien que le viene al sistema mantenernos atomizadas, aisladas, con restricciones que afectan seriamente al activismo social, con un estado de ánimo generalizado que lleva a la zozobra y el abatimiento.»
> June Fernández