IMPÚDICA (6) VIRUS

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MUCHÍSIMO QUE HACER Por Esteban Feune

Yo no sabía, como no sabía ni sé tantas cosas, miles de cosas que con certeza no sepa ni sabré, que la palabra virus, esa palabra tan carnívora y categórica como un cross a la mandíbula, que yo asociaba, y sigo asociando, a una banda argentina de rock llamada precisamente así, Virus… yo no sabía, iba diciendo, que esa palabra que acaba de arrojar en medio segundo 1.290.000.000 de resultados en Google significa «zumo de plantas nocivas para la salud», es decir veneno. He leído por ahí, pero no quiere decir que sea «cierto», que la palabra virus, en latín, se asocia con la raíz indoeuropea «weis», que significa fluir.

que circunnavegan en barcarolas por el infierno, allá abajo que es acá arriba, a un tris de las llamas y con mohín de goce o de espanto. Como si hubiera sabido de estadísticas y récords y conteos, todos funestos socios de la aritmética, el César auguró que el dolor «crece a treinta minutos por segundo, paso a paso». No se amilanó un ápice el vate nacido en Santiago de Chuco y muerto en París ―dueño del más hermoso de los epitafios, ideado por su mujer Georgette: «nevé tanto para que tú duermas» a la hora de presagiar, aunque póstumamente, que jamás fue la salud más mortal y que jamás, claro, «tan cerca arremetió lo lejos».

Y en fluir me quedo un rato fluyendo porque recordé mi poema preferido de César Vallejo. Ese texto, Los nueve monstruos, parece, como mucha de la buena, buenísima, buenisisísima poesía (¿qué tal este verso del brasileño Carlos Drummond de Andrade, del poema Congreso internacional del miedo que empieza, como el del peruano, con un adverbio y la clava: «le cantaremos al miedo, que esteriliza los abrazos»?), va-ti-ci-na-dor.

El dolor se multiplica y habrá que agarrarse a la poesía, de la poesía. A algo deberemos agarrarnos, supongo; de algo. En el futuro que ya es este presente que acaba de esfumarse, en el futuro no profético, en el futuro aun frustrado, fruncido y frustrante solo la poesía, tal vez, con sus raros antídotos nuevos ― parece mentira, pero en Raros peinados nuevos, de 1984, Charly García cantaba «Ya no quiero criticar / solo quiero ser un enfermero» pueda decir lo no dicho, explorar lo inexplorado, profundizar lo superficial para frotar la lámpara y echar un poco, solo un poco de luz allí donde reinan silencios, fronteras cerradas, paranoia, contagios en masa, odio, vacunas tardías.

Los poetas serios, que suelen ser cómicos y por tanto trágicos, son siempre también profetas. Y en 1937 el autor de Trilce le cantó al dolor, honrándolo, y finiquitó su hermosa arenga hablándole sin perífrasis al ministro de Salud, al que intimó con la pregunta «¿qué hacer?», para cerrar luego, en ostinato: «¡Ah! desgraciadamente, hombres humanos, / hay, hermanos, muchísimo que hacer». El dolor crece en el mundo a cada rato, predijo el César en cuyo poema los anunciados monstruos no acuden al papel; estar, deben estar, pero imagino

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Acabo de hacerle a mi flamante mazo de tarot de Marsella la pregunta «¿hacia dónde vamos?» y elegí, después de mezclar y remezclar, tres cartas de entre los veintidós arcanos mayores. A la izquierda ubiqué la torre o la casa Dios, que salió, ay, patas para arriba; a la derecha, la templanza; al centro, la papisa o la sacerdotisa.


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