Alejandro Awada: "Se construye desde la divergencia con el otro"

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ALEJANDRO AWADA

“SE CONSTRUYE DESDE LA DIVERGENCIA CON EL OTRO” M

ayo de 1976. Los escritores Jorge Luis Borges (Jean-Pierre Noher) y Ernesto Sábato (Lorenzo Quinteros), el entonces presidente de la Sociedad Argentina de Escritores, Horacio Ratti (Roberto Carnaghi) y el sacerdote Leonardo Castellani (Pompeyo Audivert) se reunieron en la Casa Rosada a pedido de Jorge Rafael Videla, a pocas semanas del golpe de Estado. Pocos días habían pasado del secuestro y desaparición del poeta Haroldo Conti, por cuyo destino esos hombres de la cultura y la fe indagaron al primer presidente de facto de la Dictadura que se extendió hasta 1983. No solo no obtuvieron respuesta: su asistencia a esa reunión fue –y sigue siendo– motivo de reproches, críticas y sospechas. Ese encuentro es el eje de El almuerzo, la película de Javier Torre que se estrenó recientemente. Allí, Alejandro Awada interpreta al genocida. En esos tiempos, “yo era un pichón”, se autodefine. Pero cuando asomaba la democracia como una consecuencia inevitable, ya empezaba a incursionar en la actuación. Y ese mismo año, 1982, otro personaje nefasto comenzaba a escribir, con sangre, su nombre en la historia argentina: Arquímedes Puccio, de cuya detención se cumplieron tres décadas, y a quien Awada le dio vida en la miniserie Historia de un clan (Telefe). ¿Encontró diferencias entre interpretar a Videla y a Puccio? En lo que a mí respecta, son dos seres profundamente despreciables. Ahora bien, a la hora de interpretar, para que el espectador reciba –y acá sí hay una intención– lo que yo considero una persona despreciable, no la tengo que juzgar. A la hora de actuar, tengo que comprender qué pasaba por sus mundos internos sin juzgarlos: qué pensaban, qué consideraban, qué deseaban, qué necesitaban. Siempre quise transformarme en el personaje, con la claridad de que me transformo por el momento en que dura esa situación particular, esa escena, esa toma o esa hora y media arriba de un escenario. ¿Cómo abordó su composición del dictador? Videla era un ser de una profunda oscuridad y un asesino. Todo me pareció muy siniestro, de una profunda oscuridad y de mucha ignorancia también. Era un hombre muy elemental, de vuelo bajo y una comprensión muy estúpida de la vida. Un hombre

36 > CLASE

ACTOR

DESDE EL REGRESO DE LA

DEMOCRACIA, ESTE AÑO GANÓ

PARTICULAR EXPOSICIÓN AL INTERPRETAR A DOS OSCUROS PERSONAJES DE LA

HISTORIA ARGENTINA RECIENTE: EL

DICTADOR JORGE

VIDELA

Y EL ASESINO

ARQUÍMEDES PUCCIO. CUÑADO MAURICIO MACRI,

DE

REVELA MÁS DE LO

QUE DICE CUANDO DE REFLEXIONAR SOBRE POLÍTICA Y CULTURA SE TRATA.

PERFIL

DE UN ARTISTA QUE SE ALIMENTA DEL MIEDO Y LA TIMIDEZ.

Txt: Cecilia Filas

muy corto de pensamiento y de palabra. Destruyó una sociedad entera, además del genocidio de los 30 mil desaparecidos. Los intelectuales que asistieron a aquel almuerzo en la Casa Rosada quedaron, desde entonces, sospechados de colaboracionistas con la Dictadura. ¿Cuál es su conclusión? Considero que acudir a ese almuerzo en la ‘casa del terror’ en esas circunstancias, donde no tenías la más mínima posibilidad de decir absolutamente nada porque te secuestraban, te desaparecían o te mataban; y encontrarte ahí ante el dictador, habrá sido muy difícil para cada uno de ellos. No me atrevo a juzgar ninguna conducta, porque era un momento en que sus vidas corrían peligro. Yo conozco el terror: no podíamos caminar por la calle porque entre baldosa y baldosa existía el miedo. Era muy chico en esa época, pero recuerdo estar jugando al billar con unos amigos y caer preso por averiguación de antecedentes. Ante cada uno de los que opinaron y tuvieron que irse, que guardarse o fueron asesinados, me saco el sombrero. El miedo me ha hecho no poder abrir la boca: es una sensación mucho más poderosa que cualquier intelectualización, es contundente. Conozco el pánico de tener miedo por mi vida. ¿Empezó a actuar para exorcisar ese miedo?

Empecé a estudiar actuación en 1982. Estamos hablando de un joven que no se podía preguntar a sí mismo qué quería o qué deseaba. El miedo estaba muy presente: hablo de familia, la sociedad, todo. No me podía preguntar qué me gustaría hacer de mi vida... A partir de allí, empecé a tener inquietudes y, como había algo adentro que me movilizaba, intenté varios talleres de distintas actividades: literarias, plásticas y teatrales. En ese espacio me sentí muy contenido en vez de descalificado o juzgado. Ahí encontré un lugar en el que me dieron ganas de profundizar. Entonces, empecé a tomarme un poco más en serio el aprendizaje y a los dos años debuté. ¿Actuar le permitió dejar de sentir temor? Tiene que ver con la coyuntura, un momento en el que desde la sociedad –por lo menos era lo que percibía– yo debía ser de una manera determinada. Tenía que vivir de afuera para adentro, porque lo que surgía de adentro no correspondía con ese deber ser. Entonces, había una anulación, si se quiere, del ser. Y un intento del deber ser. ¡Fracasé, gracias a Dios! Luego de un laburo profundo conmigo mismo, pude encontrar el ser y a partir de ahí invertir la ecuación para empezar a trabajar de adentro para afuera. ¿Qué se le imponía ser? Lo que esperaban los demás. Es muy difícil ser lo que espera el otro, es casi imposible y muy angustiante. Tristemente, fui muy rebelde mucho tiempo. ¿Por qué tristemente? Porque la rebeldía fue consecuencia, por lo menos en mí, de no poder elegir. Me rebelaba contra lo que se me imponía. Si hubiese podido elegir, no hubiera sido rebelde. Mucho tiempo después pude conectarme con lo que realmente quería. ¿Fue un proceso liberador, pese a lo doloroso? No encontrar y no saber era muy doloroso, era pegar manotazos en la sombra todo el tiempo. Búsquedas y fracasos, porque era tratar de satisfacer demandas exteriores, no había un encuentro con la pequeñez del adentro. Me llevó bastante tiempo poder comprender cuál era mi deseo y encontrarlo. ¿Ahora no le importa el mandato del afuera? No, ya estoy grande. Ya entendí. A mí lo que me ocupa hoy es ser coherente con mi deseo. No es que no me importe lo que piensen los demás pero, si les gusta, buenísimo; y sino, lo lamento, pero no más que eso. Hago lo que puedo hacer, lo que me sale.


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¿Eso se aplica sólo al trabajo o a otras áreas de su vida pública? Es lo único que voy a decir en términos coyunturales: si a mí me gusta algo y lo disfruto, ¿por qué estaría mal? A mí me gusta algo y gente a la que no le gusta eso dice que lo que hago no es correcto... Bueno, lo lamento, porque yo satisfago mi deseo, eso es todo. Lamento que no coincidamos, pero no es más que eso. Creo que se construye desde la divergencia y desde las diferencias, con el otro y reflexionando respecto a los puntos de encuentro. Me parece que hay que despojarse de los prejuicios, que es lo que no permite que te encuentres con el otro. ¿Hoy es posible ese encuentro a nivel sociedad? Creo que, tristemente, estamos pasando por un momento en el que el prejuicio está instalado profundamente y no nos podemos conectar. Primero está el

destrabar muchos nudos estructurales que no me prejuicio y después está el otro. Fui muy prejuicioso –seguramente para preservarme del miedo–, pero es- permitían conectarme con cantidades de sensaciones toy tratando de serlo cada vez menos. Creo que para y de emociones. Porque aquel que tenía que vivir conectar con el otro tengo que quitarme el prejuicio para satisfacer al otro estaba armadito, y para poder conectar con el mundo emocional tuve que desanude encima y poder observarlo, escucharlo. Si está el dar muchísimo. A los 18 años cayó en mis manos prejuicio instalado, el otro no está, está el prejuicio. Rayuela, de Julio Cortázar. Dije: “Ah, quiero saber Estoy esmerándome seriamente para dejar de escude qué me está hablando este hombre”. Ahí ingresé char esas voces y empezar a escuchar al prójimo. en los distintos talleres artísticos: para entender. ¿Es tímido? ¿Quién sería hoy sin esa lectura? Siento timidez, siento inhibición, cada vez menos, A lo mejor sería un bobo que continúa ¿no? A medida que se va afianzando la conexión con satisfaciendo los deseos del prójiel deseo, con lo de adentro, eso se va corrienmo sin conectarse en ningún do. He sido muy tímido y he padecido “La política debería ser una grandes inhibiciones. momento consigo mismo, ¿Eso fue un problema o un aliciente con algún dinero en el herramienta de la cultura. No concibo para su carrera como actor? banco y una profunda la vida alejada de lo cultural. Están Durante toda la formación tuve que tristeza.◆ íntimamente ligadas. El motor de la

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existencia, para mí, tiene que ser cultural. Desde allí se construye la sociedad. Me refiero a la construcción de cultura desde el pueblo, desde la milonga a la literatura exquisita”.

Ph: Antonio Pinta

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