Florencia Canale: "Encarnación Ezcurra fue la primera política del país"

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FLORENCIA CANALE

“ENCARNACIÓN EZCURRA FUE LA PRIMERA POLÍTICA DEL PAÍS” L leva la Historia en la sangre. Luego de escribir sobre José de San Martín y Manuel Belgrano, la sobrina en sexta generación de Remedios de Escalada –protagonista de su primera novela, Pasión y traición, best-seller de 2011 con más de 50 mil ejemplares vendidos– vuelve a hacer foco en otro hombre fuerte de la etapa fundacional de la Argentina: Juan Manuel de Rosas. En Sangre y deseo –también editado por Planeta–, la periodista y escritora Florencia Canale recrea los mundos íntimos del caudillo federal: la relación con su madre, la aguerrida Agustina López Osornio; y su matrimonio con Encarnación Ezcurra, “su gran colaboradora y enorme asesora, además de una figura política impresionante. Sin ella, Rosas no hubiera sido el mismo que fue”, sentencia. ¿Cuánto tiempo lleva investigar la vida privada de los grandes hombres de la Historia? Esta es mi tercera novela histórica. Entonces, en cuanto a la investigación, ya vengo sumando. Porque si bien la primera fue Pasión y traición, sobre los amores de Remedios de Escalada y José de San Martín, es más o menos la misma época. Desde 2010 estoy investigando ese momento histórico. Pero, con cada novela, me tomo un tiempo. Con Sangre y deseo fueron dos años. Igual, a medida que escribo, sigo leyendo y buscando. No es algo que lleva un tiempo y se acabó. ¿Es arduo desenterrar la vida privada de figuras tan públicas? Trabajo con un historiador, Diego Arguindegui, desde mi primera novela. Es a quien consulto, con quien busco confirmaciones o desestimaciones y muchas veces él me recomienda tal o cual libro. A mí me gusta, cuando es posible, tenerlos: muchas veces están discontinuados pero intento comprarlos. Me gusta mucho tener libros viejos. De hecho, todo lo que me sea posible atesorar: publicaciones, litografías, pinturas, todo lo que tenga que ver con la posibilidad de abordar ese recorte de la Historia sobre el que escribo. Por supuesto, hay que leer mucho. Existen publicaciones de época que dan cuentan de las costumbres de esos años, algo que me interesa mucho y no dejo librado al azar. Porque mis novelas reponen las costumbres de esos tiempos, las modas, lo que se comía, las

30 > CLASE

DESCENDIENTE

DIRECTA DE OTRA

ESPOSA MÍTICA DE UN PRÓCER

ARGENTINO, LLEVA PUBLICADAS

TRES NOVELAS BEST-SELLER QUE DESPOJAN A LOS PROHOMBRES DE LA

HISTORIA

NACIONAL

DE SU HALO MÍTICO PARA ENFOCARSE EN SUS AMORES OFICIALES Y CLANDESTINOS.

POR

QUÉ CREE

QUE EN LAS VIDAS PRIVADAS DE LOS LÍDERES ESTÁN LAS CLAVES DE SU GESTIONES PÚBLICAS.

Txt: Cecilia Filas

prácticas, lo prohibido, lo facilitado. Soy obsesiva y me gusta cuidar los detalles a la perfección. En tu abordaje, se trata más de reconstruir un mundo que de escribir un manual... Exactamente. Contar el romance de determinado prócer con tal mujer es una excusa para reconstruir ese mundo en ese fragmento de la Historia nacional. Una novela histórica es capaz de hacer una cosa así, mientras que un libro de Historia se dedica más a los datos puros y duros. Una novela está amparada en la ficción y puede jugar más con esos momentos atravesados por la idealización. Tiene que ver con la construcción de la ficción, que no invalida lo real y la verdad, sino que le agrega realidad a lo real. Por eso, las palabras y los giros son importantes. No puedo escribir una novela sobre el siglo XIX con neologismos, con cosas cancheras del siglo XXI. ¡Me parece abominable! Para leer mis novelas hay que entrar de verdad. Entonces, sentís que estás caminando por esas calles de aquella Buenos Aires y no te hace ruido. Tengo mucho epistolario de todo. Por supuesto que la escritura de cartas no construye por completo a mis personajes, pero me los acerca bastante: cuál dice malas palabras, quién es mejor hablado, cómo se tratan. Es lo que intento respetar absolutamente en mis novelas.

¿Eso te permite bajarles el estatus de héroes sin negarles sus laureles? Claro. Transformarlos en estatuas de bronce, justamente, derrumba o invalida la enormidad de la gesta de cada uno. ¡Eran hombres! Con ciertos valores, con ciertos corajes exacerbados y fantasías que, por ahí, después podían llevar a cabo. Eso los hace más inmensos: son hombres como cualquier otro pero que tuvieron las convicciones y la voluntad de acero de llevar adelante aquello que imaginaron. San Martín tenía ideales mucho más grandes de los que cumplió; Manuel Belgrano también. Pero las vidas privadas de esos señores –y de sus mujeres– hace a las vidas públicas. Si bien son dos campos diferentes, se alimentan unos de otros. ¿Qué sabías de Encarnación Ezcurra, quien protagoniza tu nueva novela? Algo ya sabía, porque escribí sobre su hermana (NdeR: María Josefa Ezcurra, Pepa, amante de Belgrano, en Amores prohibidos, de 2013). Ya era un poco ‘amiga’ de Encarnación y conocía lo más importante de todo: ese hijo (NdeR: Pablo Pedro Rosas y Belgrano) que había adoptado junto con Rosas no era otro que su sobrino. Pero cada vez que comienzo una novela empiezan a aparecer más datos e ingredientes que me desvelan. Sabía que había allí una mujer importantísima, independientemente del hecho de haber sido la mujer de Rosas. ¿Es cierto que te ‘enamoraste’ de Rosas? Cada vez que escribo me enamoro de mis héroes. Y después me desenamoro, porque me enamoro del próximo. Rosas me pareció un tipo con una fuerza impresionante: era un hombre muy bello –eso es encandilante– y tenía una personalidad avasallante. Por supuesto, también me enamoré de Encarnación: me dio ternura, a pesar de su fiereza, de su temperamento y vehemencia. Pero soy fácil de enamorar, ¡eh! (ríe). ¿Rosas hubiera sido el mismo líder sin Encarnación a su lado? No, para nada. Juan Manuel de Rosas sin su madre, primero, y luego sin Encarnación, hubiera sido Juan Manuel Ortiz de Rozas. No hubiera sido para nada ese hombre que fue. Me parece que su gran colaboradora y enorme asesora, además de una figura política impresionante, fue Encarnación. Fue la primera política argentina, si bien la


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Argentina no existía todavía como nación, estaba construyéndose. Estaba lleno de mujeres que hacían política desde su casa, pero ella ejerció la política real por primera vez. Rosas no hubiera sido el mismo sin esa mujer. Cuando Rosas emprende la larga expedición al desierto, ella se queda en Buenos Aires a cargo de todo. Fue el cerebro de La Mazorca. Y daba las órdenes: le decía a su marido en quién debía confiar y en quién no, es la que definía pulgar para arriba o para abajo; en las cartas le recomendaba: “No comas sin que alguien pruebe el bocado antes”. Era política sin saberlo. Por otro lado, fue la que le manejó los números de sus estancias en una época en que las mujeres no se ocupaban de esas cosas. Pero su padre, dado que ella tenía esa curiosidad e inquietud, la preparó para manejar las cuentas de la

familia y, después, lo hizo con las de su marido. Era una mujer muy inteligente, que hacía uso de eso y lo exhibía. Y era la lealtad con mayúsculas. Una rareza, en una época en que las mujeres ejercían su poder de modo doméstico... En las reuniones en que se hablaba de política, las mujeres no participaban. Bueno, Mariquita Sánchez de Thompson era un mujer que, desde lo privado de su hogar, reunía los hombres importantes de ese momento y colaboraba y mediaba, pero no públicamente. En las revueltas de la Semana de Mayo tuvo que vestirse como varón para participar de esas escaramuzas revolucionarias. Pero, en general, las mujeres se quedaban en las casas y criaban a sus hijos. No tenían más pretensiones. Ni siquiera la de reclamarle fidelidad a sus esposos. En tu novela, es evidente que, puertas adentro, las mujeres del Restaurador de las

Leyes ejercían un poder considerable sobre él, fuera su madre, su esposa o su hija, incluso. Sí, por supuesto. Su madre era feroz: hacía y deshacía. Mientras su marido estaba muy tranquilo, leyendo en su despacho, la que salía al campo a controlar a la peonada era Agustina. Entonces, ¿qué otro tipo de mujer iba a elegir? ¡Se casó con la madre! Encarnación era el prototipo de mujer dominante y con decisión. Quizás por ello Agustina la veía como una contrincante, veía que iba a perder a su hijo... De hecho, agarraron sus cosas y se fueron de la casa, Rosas se cambió el apellido e hizo lo que pudo para revelarse contra el statu quo familiar. Él estaba medio dominado... Habría que pensar en esos hombre públicos de la actualidad, que son tan avasallantes: ¿qué pasa en sus casas? Es una linda pregunta para hacerse. ¿Te queda algún gran amor de la Historia argentina por contar? Hay muchos grandes amores y desamores dignos de contar. Cuando el amor es muy blanquito, no hay mucho para escribir. Necesito luces y sombras, los obstáculos, los problemas y las tormentas... Eso es lo que a mí me convoca. En ese sentido, Rosas provoca furias y amores por igual. ¡Mucho rojo punzó! Deber ser por eso que me tiene aun hipnotizada. Todavía no puedo mirar a otro hombre.◆

ROJO PUNZÓ

Ph: Gentileza Editorial Planeta

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Sangre y deseo es la primera novela de una saga sobre la vida de Juan Manuel de Rosas, cuya próxima entrega cubrirá desde su segundo gobierno hasta su exilio. Canale dará cuenta de sus amoríos, “que fueron cantidad”, anticipa.


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