Rodrigo de la Serna: "No cualquier cosa viene bien, pero he hecho cualquier cosa"

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RODRIGO DE LA SERNA

“NO CUALQUIER COSA VIENE BIEN, PERO HE HECHO CUALQUIER COSA” ALEJADO LA RECIENTE A JORGE

DE LA TELEVISIÓN DESDE HACE VARIOS AÑOS, EL PRESENTE DE

CAMINO A LA PAZ,

RODRIGO

Y MIENTRAS SE ESPERA EL ESTRENO LOCAL DE

DE LA

SERNA

PASA POR EL CINE.

LLÁMENME FRANCISCO –LA

LUEGO

DE

PELÍCULA DONDE ENCARNA

BERGOGLIO–, VUELVE A LA PANTALLA GRANDE PORTEÑA CON 100 AÑOS DE PERDÓN, UNA COPRODUCCIÓN ARGENTINO-ESPAÑOLA

QUE RETRATA EL MINUTO A MINUTO DEL ASALTO A UN BANCO BAJO UNA PREMISA CONTROVERTIDA: ¿QUIÉN ROBA A QUIÉN?

Txt: Cecilia Filas ilitante del bajo perfil, fuera del set Rodrigo de la Serna prefiere escaparle a la exposición que proyecta su fama. Por fortuna, sí habla –y mucho– a través de sus personajes. “No es un oficio para sentirse cómodo el del actor”, afirma, tajante. Aunque, lejos de escaparle a esa incomodidad, de la Serna la persigue e, incluso, abraza. Eso se nota en la deliberada selección de sus trabajos. Mientras todavía se sacude el eco de Lombardo, su recordado protagónico en la teleserie El puntero, se prepara para el estreno de 100 años de perdón, donde comparte cartel con Luis Tosar, Joaquín Furriel y Luciano Cáceres. “Es un poco también una fantasía del niño actor que siempre quiso hacer una película sobre un atraco a un banco, que es casi un subgénero en sí”, admite. “Una de tiros sin tiros”, como le gusta describirla, donde los (a priori) malos son opacados rápidamente por personajes aun más oscuros, todos enredados en una trama que, aunque tiene al sistema financiero y la corrupción política española como telón de fondo, guarda, al mismo tiempo, una íntima similitud con la realidad vernácula. 100 años de perdón. Ya desde el título hay una mirada polémica sobre el atraco a un banco... Sí. Empiezan siendo los malos, pero no son chorros, sino ladrones estudiosos y calculadores. Merecen la prisión, pero a medida que va pasando la película empezás a notar que los directivos de los bancos y los políticos tienen menos códigos que ellos. Y empezás a entrever que sus anhelos, sus conceptos y sus valores son más elevados que los de los otros. Por eso, el público termina identificándose con los ladrones. Hay un código, una ética que se mantiene: ellos son conscientes de que lo que están haciendo, en comparación con lo que hacen estos jerarcas a escala global, es mucho menor. Pero me parece que esta película habla, básicamente, de los vínculos humanos. En definitiva, es eso lo que nos convoca en las obras de teatro, en los programas de televisión o en las pe-

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lículas. Más allá del marco, son lo esencial, lo primal. Si bien la historia transcurre en España, ¿cree que la fábula resonará aquí especialmente? Creo que sí, sobre todo la parte que alude a un banco que le roba a la gente. Acá ya lo sabemos. Y espero que no lo estemos olvidando, ¿no? Porque pasaron casi 15 años... Por ahí, la gente ya se olvidó que eso ocurrió y que puede volver a suceder. En Europa está pasando. Más allá de que la película es un thriller de acción, hay una crítica casi documental al sistema financiero y político. No deja de ser una película de tiros sin tiros, pero el marco es distinto. De hecho, hay una trama de corrupción en el Gobierno español que se cuela también. Me parece que está colapsando el sistema financiero en el planeta y no hay un sistema alternativo. Por eso tantas guerras en el mundo en este momento. Hace poco pasó en Grecia: básicamente, los bancos le robaron el dinero a la gente. La película está instalada en ese marco. Sobre todo mi personaje (NdeR: “El uruguayo”, uno de los líderes de la banda, junto con “El gallego”, que juega Tosar) quien, con la experiencia vivida en 2001 y una tramoya que le hicieron después en España, decide ir a robar el banco él mismo. Hay un resentimiento notable en mi personaje que es una especie de motor para su accionar, algo que no es recomendable para nadie. ¿Se siente cómodo en roles de outsider? Para nada: todo lo que sea cómodo lo rechazo. La comodidad no es buena para el actor. Cuando te empezás a sentir cómodo, te transformás en otra cosa, ya no sos más actor. Me tocaron algunos personajes más marginales, otros no tanto. Y eso es lo maravilloso de este oficio: la diversidad que nos permite como intérpretes. Pasa que te empiezan a ofrecer roles parecidos y, a medida que uno va avanzando, con los años de carrera, bueno, se empiezan a repetir algunas cuestiones. Hacerlas o no, está en uno. El tema es no traicionarse a uno mismo. Suele repetir eso de “hacer las cosas sin

traicionarse”. ¿Es su criterio para actuar? El criterio es siempre el mismo: primero te tiene que gustar el guión. Si es bueno, empezás a ver quién es el director, la estética que quiere plantear para filmar la película, quiénes son los compañeros, si hay un desafío interesante, si el dinero es bueno... Son muchas las variables y uno va poniendo en la balanza todo eso. Cuánto más tengas para elegir, más contento vas a estar con la decisión. A veces no tenés para elegir y lo hacés igual porque es tu laburo y tenés que parar la olla. No cualquier cosa viene bien, pero he hecho cualquier cosa... Son momentos de la vida. ¿Siente como un privilegio poder, ahora, elegir? Sí, tuve mucha suerte en mi carrera, soy consciente de eso. Y también me parto el lomo laburando. Desde los 12 años que trabajo muy duro. A veces de más, sobre todo cuando uno es más joven y todavía hay cosas para investigar o para demostrarse a uno mismo si puede o no puede. Pero no voy a negar que hubo una suerte que me acompañó. ¿Cómo define a su oficio? Hay algo intrínsecamente lúdico en la actuación, por lo menos en mi caso. No deja de ser un juego: el que se crea muy importante porque es actor está un poco equivocado. No le estamos salvando la vida a nadie: estamos entreteniendo. En el mejor de los casos, estamos invitando a la reflexión sobre algunos temas que nos obsesionan o nos conmueven, y punto. Puede haber una búsqueda más artística. Pero hasta ahí, más que eso no es. Sin duda, nuestro ego es nuestro material de trabajo. La ventaja que tiene es que, de tanto manipularlo, empezás a entender cómo funciona, cómo frenarlo, cómo inutilizarlo o reducirlo a la nada. A la luz de lo sucedido en la última década, ¿cree en la dimensión política del arte? Sí, puede ser. Y en su capacidad de denuncia también, claro. De hecho, muchos artistas van en esa dirección. Pero me parece que solamente hacer denuncia política en tu obra te limita muchísimo. Las denuncias se hacen en Tribunales. Hay temas tan apa-


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sionantes, vastos e inmensos como para dejarlos de lado... Yo no dejaría de lado los misterios cotidianos que nos envuelven. Pero es una inquietud de cada uno. Por ahí hay artistas que no pueden evitar hacer una denuncia porque la realidad que están viviendo es muy urgente, entonces no les queda otra que hacer ese tipo de manifiestos. Pero siempre hay algo detrás. Detrás de la política, siempre hay algo más allá. Ojalá en algún momento pueda yo ser director o guionista como para empezar a sacar ese tipo de cuestiones afuera. ¿Le interesaría probarse como director o guionista? Ojalá, sí. Cada vez empieza a tomar más relevancia esa posibilidad. Empiezan a aparecer ideas, textos, imágenes, conceptos estéticos y filosóficos que me están acompañando. Y la manera de plasmarlo, como actor, ya me queda corta. Es como una consecuencia del camino que empezó hace muchos años y de tomar contacto con directores, puestistas de teatro, directores de fotografía, grandes profesionales. Es un proyecto a mediano plazo, de a poquito. ¿Cine, teatro o televisión: cuál es su medio? Todos me suscitan un interés particular. Pero me parece que el teatro es el lugar donde está el desafío más grande para el actor. Darle vida a un texto noche tras noche y escenificar sin red, porque nadie dice “corte” ni podés tirar de vuelta la toma. Es como el ritual más primal del ser humano: estás vos con tu pobre alma. Su último trabajo en la pantalla chica fue hace tres años. ¿Planea volver? Vamos a ver.. Ojalá se dé algún proyecto lindo. Por ahora no sabría decirte. En algún momento me encantaría volver a hacer algo en tele, claro. Yo venía de mucha exposición: hice Contra las cuerdas, inmediatamente El puntero, después Tiempos compulsivos. Estaba quemado de tanto trabajo: las tiras son extensas, más horas de rodaje, más meses. En definitiva, uno se hizo actor para no laburar, ¿no? (sonríe).◆

Ph: Antonio Pinta

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EL YOTIVENCO “Volvimos con la banda después de unos 6 ó 7 años de inactividad, por el placer de tocar la guitarra juntos. Actuamos en Rosario y La Plata. Convivo con esa dificultad de tener dos oficios hace unos cuantos años. No es fácil sostener al tipo que labura de actor y al músico, es todo un arte de coordinación de agenda. Es un poquito más que despuntar el vicio, pero también necesita tiempo”.


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