Muriel Santa Ana: "Soy una rebelde construida"

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MURIEL SANTA ANA

“SOY UNA REBELDE CONSTRUIDA” L as palabras nunca son sólo eso. Ni son inocuas. A través de ellas se traslucen posturas: “Si te digo soltar, ¿qué te viene a la mente?”. Con una sonrisa, Muriel Santa Ana repregunta: “¿Asociación libre? Agarro un calibre 45. En mi lista de emoticones recientes de WhatsApp, siempre está el revólver”, cuenta la actriz, que sabe deslizarse entre el humor y la seriedad. “Son todos automatismos. Todo está banalizado, nadie se toma el trabajo de nada, dicen ‘soltar’ como dicen ‘café con leche’. Se tatúan por todos lados esas frases. Si no te lo podés decir y lo tenés que escribir... ¡Y que te duela!”. Soltar, entonces, para ella es un cliché, un síntoma de la sociedad que la rebela. Rebeldía es un término que usás con frecuencia. ¿Está en tu naturaleza? Soy una rebelde construida. Me rebelo contra lo predigerido, contra la sociedad en la que estamos sumergidos. Me rebelo desde el teatro, mi bandera es esa. Mi única resistencia es la de seguir formándome como persona, como actriz y trabajar en una nueva política vinculada a grupos de debate o de pensamiento, no encolumnándome detrás de ningún partido. Y mi compromiso con el accionar tiene que ver con lo que sé hacer: actuar y tratar de ser seria en lo que hago. Y lograr, dentro de lo que pueda, no digo una coherencia pero sí un camino hacia el ideal entre lo que más o menos pienso, lo que quiero y lo que hago. Si de esa fórmula sale algo que me deja con la conciencia tranquila, es positivo. ¿Cómo está esa tensión, hoy, entre lo que hacés y lo que querés hacer? Se vive en esa tensión. Hablo siempre desde ese lugar, que no es de claridad sino de búsqueda. No vivo en una montaña: vivo en esta sociedad, tengo que tener banco, tengo que tener tarjeta de crédito. Por ahora... Ya veré en el futuro si me puedo liberar de tantas cosas, de tantas claves (irónica). Entonces, la tensión está siempre: no vivo totalmente de acuerdo a ese ideal todavía, y no creo que lo logre, pero al menos estoy en camino. Mientras trabaje para eso, estoy tranquila. ¿Por qué, en el pico de tu popularidad, no decías tu edad? Porque era una tonta, porque creía en las formas, porque tenía miedo de decir que era más grande. Creía en otras cosas: en la apariencia, en que tenía que vender algo. Ahora ya no creo más en eso. ¿La televisión te imponía esos miedos?

26 > CLASE

TRAS

PROTAGONIZAR EL BOOM DE

CIEGA A CITAS,

DESCUBRIÓ EL LADO

OSCURO (Y ESTRIDENTE) DE LA FAMA.

HOY,

RECONCILIADA CON LA

POPULARIDAD COMO SINÓNIMO DE

TRASCENDENCIA, REPARTE SU AGENDA DE ESTRENOS ENTRE EL CINE Y EL TEATRO.

SIENDO

UNA DE LAS ACTRICES

FAVORITAS DE LA EXPRESIDENTA

CRISTINA FERNÁNDEZ APUESTA A

“TRABAJAR

DE

KIRCHNER,

EN UNA NUEVA

POLÍTICA VINCULADA A GRUPOS DE DEBATE O DE PENSAMIENTO, NO ENCOLUMNÁNDOME DETRÁS DE NINGÚN PARTIDO”.

Txt: Cecilia Filas No, me los imponía yo. No creo que nada venga muy impuesto de afuera. Además, una siempre se puede rebelar: sino, sos víctima siempre. A mí nadie me dijo nunca: “No digas eso”, “hacé esto”, “ponete tal cosa”. Eran todas creencias mías. Un machismo importante que traía me hizo creer que había que parecer antes que ser, que había que tener cosas antes que ser alguien. No, no, todo es mi responsabilidad. ¡Por mi culpa! ¡Por mi culpa! (sonríe). ¿Te alejaste de la tele porque te encasillaban? No, no siento que la tele me encasillara. Pero han venido propuestas... Es que a mí no me interesa volver tras la huella. Después de que hice Ciega a citas me empezaron a llamar siempre para papeles de chicas con problemas, tanto en teatro como en cine. Y no lo hice más. Si no tenés otra cosa para ofrecer, vas a hacer siempre lo mismo. ¿Acaso te sorprende la repercusión que todavía tiene Ciega a citas, 7 años después? Me sorprende porque se sigue vendiendo después de tanto tiempo, pero al mismo tiempo pienso que está bien y es lógico, porque estaba destinado a ser un programa muy particular. Y me alegra. El blog de Carolina Aguirre era una genialidad total; después fue el libro y la adaptación a la tele, de Juan Taratuto, más el equipo, que fue un elenco soñado... Ahí

no había ninguna estrella, excepto Georgina Barbarrosa. Yo recién empezaba, así que mi protagónico fue una apuesta. Podría haber salido mal. Pero abracé ese personaje con alma y vida. Ya nunca más voy a trabajar así, no creo, no tengo la fuerza. El programa fue importante también porque implicó una apuesta de la televisión pública a un programa que medía, con suerte, 6 puntos de rating y ganó el premio a Mejor Telecomedia en los Martín Fierro, por arriba de tanques fuertes (NdR. Se impuso sobre Los exitosos Pells y Por amor a vos, de Telefé y El Trece, en la edición 2009). La expresidenta Cristina Kirchner era una fan del programa y te lo hizo saber varias veces. ¿Cómo fueron esos contactos? La primera vez que supe que a Cristina le gustaba el programa fue cuando me invitaron a la Casa Rosada por un homenaje al cine argentino nominado al Oscar. Acababan de nominar a El secreto de sus ojos y me convocaron porque la expresidenta había hecho una lista de gente. Fui, me senté atrás de todo, escondida. Cuando terminó su discurso, medio como que me estaba escabullendo cuando me agarraron de la oficina de Prensa de Casa de Gobierno: “Vení, que te quiere saludar”. El momento era de cierta informalidad y a mí no me inhibe el poder. Así que ella estaba de espaldas, se dio vuelta y me dijo: “¡Lucía! ¡Me muero! ¿Cómo te va? Me muero con tu programa, soy fanática. Cuando nos vamos de viaje –porque tengo mis hilos– logro que me manden los capítulos en CD”, me dijo. Después, mi productor, Leonardo Blanco, me contó cómo corrían para mandarle los capítulos, a veces sin la música. Y siguió: “Néstor ve los programas políticos y yo le digo: ‘Apagá TN y miremos esto’. ¿Sabés las veces que yo canto acá :“Choto, choto, todos saben que sos choto’? A más de uno se lo quisiera cantar: estoy rodeada”. Fue muy simpática. Al año siguiente estaba nominada al Martín Fierro y alguien de Canal 7 se acercó a mi mesa en la ceremonia y me sugirió que estuviera atenta al celular porque “a lo mejor recibís un llamado”. Al otro día, ya en mi casa, sonó el teléfono: “Le van a hablar de Presidencia de la Nación”. Me llamó para felicitarme: fue muy directa, se acordaba de los capítulos y se reía mucho cuando hablaba conmigo. Todo lo que le dije fue: “Bueno, te agradezco, Cristina. Este llamado va a quedar para siempre. Gracias por tu tiempo, tu generosidad y por darme una devolución de mi trabajo”. Además, me mandó un


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CAÍDA DEL CIELO En mayo llegó a los cines esa comedia romántica que protagoniza junto a su colega y amigo Peto Menahem. Allí interpretan a dos fóbicos cuarentones quienes, a partir de un hecho trágico que resulta disparatado, descubren que sus vidas no están condenadas a la soledad. Además, Santa Ana dedicará el año al teatro, con sus obras Absorta y desnuda (homenaje póstumo a la poetisa tucumana Leonor García Herrando) y El andador.

ramo de flores gigante a mi casa, el ramo de flores más grande que vi en mi vida. ¿La fama es un mal necesario para el actor? No. Se puede ser actor sin la fama. El actor puro no necesita nada de eso, puede vivir sin la cosa mediática. Sí el actor tiene que tener una trascendencia, porque es como una especie de interlocutor o traductor entre la poética de algo y los simples mortales que somos todos nosotros. Es un instante en el que se puede acceder a otra cosa, por eso no creo que se necesite la fama, para nada. Ahora, si la entendemos como popularidad, es difícil. Lo popular me atrae: está muy degradado pero es un término hermoso. Tiene que ver con que la gente se reconoce en vos. No me siento especial, no me siento diferente de nadie, me siento parte de un todo. No quiero estar separada de la gente, porque esa llegada al otro, esa trascendencia, a mí me modifica. Lo que pasa es que eso vos después lo tenés que sostener con tu trabajo, porque sino es flor de un día. Está lleno de casos. Por eso, lo que no puedo acompañar tanto es la estridencia, pero el contacto con la gente, que se acerquen y yo tal vez poder preguntarles si les gustó la obra o la película, es lo que más me gusta. Trabajamos para eso: así como nos ayudan las cosas que vemos o leemos, esperamos que nuestro trabajo alivie algo del dolor humano, aunque sea por un rato. Tras esa alta exposición de la que tanto te preservaste, ¿qué aprendiste? Aprendí que la vida es angustia. Angustia como movimiento, como nada de lo dado. No hay cer-

tezas de nada si pensás dos segundos que vamos a terminar todos en una caja. Yo, en el panteón de actores en Chacarita. A veces pienso quién va a venir a mi velatorio (sonríe). Con algunas amigas que son muy estrellas hablábamos de eso y una me dijo: “Bueno, por ahí a vos te velan en algún teatro. A mí, en un pasillo de Canal 9, atrás de un decorado”. Pero no pienso todo el tiempo en eso porque sería insoportable. La angustia es algo que te impulsa, si realmente le das espacio a ese malestar, porque tenés una necesidad de expresar, transmitir, dar. Salís a buscarla. Y cuando salís, te das cuenta de que sos una hormiga en el mundo. Es complicado si no tenés un trabajo previo sobre vos misma. Por eso digo que a mí nadie me confundió en la televisión, ni nadie me dijo nada: me enrosqué yo sola. Hoy estoy bastante equilibrada: digamos, un 50 por ciento de prejuicio y otro 50 % que le gana. Hay días que amanezco 49%51% (ríe), pero soy una mujer más feliz ahora que antes. Es un logro. Actúo todo lo que puedo. Si pudiera actuar las 24 horas, mientras duermo, llegaría a la epifanía definitiva.◆

CLASE

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