p a p i r o s
Gerardo Deniz y los bigotes del poema Por David Anuar
N
o he dejado de pensar en Deniz toda la semana; quienes comen conmigo, lo saben. Les he contado de lo jocoso de sus primeros sonetos, de aquellos que fueron postergados como los dípticos en torno a la épica finesa o esa otra épica que es Alfonso Reyes corriendo tras Homero. También he hablado, sin mucha suerte, sobre las estrofas al realismo socialista, las teenagers y el sexo anal, en un tono setentero que recuerda mucho a lo peor del cocodrilo mayor, Efraín Huerta. Y es que he pasado días enteros leyendo su obra completa Erdera (2005), pero sobre todo sus dos primeros libros, Adrede (1970) y Gatuperio (1978). Con el paso de las semanas no son los versos de este poeta los que se han quedado conmigo, sino una
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Erdera Gerardo Deniz FCE 2005
imagen. En ella veo a Juan Almela de vacaciones en Acapulco o Puerto Vallarta, o cualquier mar que vaya hasta Borneo; lo veo viendo el mar y las cosas de los trópicos, las falenas con “su afán incurable de hojas secas en las luces, ahí arriba, con antifaces marcados de polen y ceniza de otra lumbre” (38); lo veo mirando la costa de muchachas huesudas y, resignado, acostar su cabeza sobre la almohada; pero también lo veo en el desquite, sabiendo que navegar es necesario y gozar de la manera más vil en un rectángulo de almidón. Lo que quiero decir es que me gustan los 12 poemas que conforman el apartado “Vacación y desquite” de su primer libro. Me gusta lo narrativo, la secuencia, el ambiente, sobre todo el ambiente, esa atmósfera que recrea y me sabe tan Caribe y cercana. En Deniz todo parece ser un gran carnaval del lenguaje, don-
de los discursos se emborronan para ser escritura, donde lo bajo se combina con lo alto y el doble sentido es la más usual moneda de cambio. Así, la anécdota del poema se desdibuja, queda en segundo plano, se abandona, para tal vez recuperarse pero sobre todo para dar paso al verdadero protagonista de su poesía, ese lenguaje de lenguajes donde jergas disciplinares disímiles se amalgaman en la textura del poema, lo cual insinúa Deniz en estos versos: “y siempre será inútil intentarlo: / amalgamar esto en tu materia todo / […] Luego todo desemboca en mi garganta” (107). Y es cierto, pareciera que la filología, la física cuántica, la química orgánica, la biología, el poliglotismo y una enciclopedia sin límites precisos, cantan una y otra vez en la garganta del poeta. Entre el primer y segundo libro de Deniz, hay un giro de lo filológico a lo científico y una cada vez