Revista Tropo a la Uña N. 26

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Cu idado con lo que deseas

Un guiño al buen cine mexicano de suspenso Por Svetlana Larrocha

S

i hemos de ser críticos, el cine mexicano de suspenso/horror no es un ejemplo a seguir para los amantes de estos géneros, especialmente en años recientes. Malas copias del cine estadounidense o italiano, no se acerca para nada al español de este rubro; ni siquiera a otros presentes en Latinoamérica. Sin embargo, existen verdaderas joyas de la cinematografía de nuestro país realizadas en el siglo XX. Por mencionar algunas, Juan Bustillo Oro tiene en su haber Dos monjes (1934), una de las primeras películas mexicanas sonoras. De fotografía expresionista y oscurantista, presenta una clara in-

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fluencia del cine alemán de aquel tiempo. Y en 1957, Fernando Méndez trae al mítico Germán Robles en su una de sus inolvidables caracterizaciones: el Conde Lavud, en El vampiro. En los sesenta, Servando González deja una verdadera pieza del terror (sin fantasmas, brujas o seres de ultratumba): El escapulario (1968), ambientada en la Revolución Mexicana, donde una reliquia familiar es el protagonista de cuatro historias enlazadas. En 1962, de Chano Urueta, El espejo de la bruja trae la obsesión y la necrofilia a la pantalla grande. Cinta de culto, esta película tiene el guion del maestro de maestros del cine mexicano en esta área: Carlos E. Taboada, quien en 1968 presenta uno de sus mejores trabajos y uno de los


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