CELULOIDE DIGITAL - ABRIL 2019 - PEDRO ALMODÓVAR

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Pepi, quien vive sola en su departamento -y en cuya terraza cultiva canabis-, es violada por un policía y con esto queda arruinado un negocio redondo que tenía en mente: la venta de su virginidad. Jurando venganza, Pepi convence a sus amigos de dar una paliza al violador policía, pero sin darse cuenta atacan a su hermano gemelo; tras el fracaso del plan, Pepi ahora tiene bajo su mira a Luci, la masoquista mujer del policia, a la cual hace su amiga y la convence de abandonar a su esposo por Bom, una cantante de punk con sádicas tendencias. A través de esta premisa y de los tres personajes femeninos centrales que exploran la novel escena post franquista -también conocida

como la 'movida madrileña'-, Almodóvar ofrece su filme más trasgresor con secuencias exageradas y cachondas en las que el trío protagónico visita fiestas, clubes y conciertos, a la par que se encuentran con extravagantes personajes que con el tiempo se fueron ganando el título de 'almodovarianos'. Con base en su propia fotonovela, llamada 'Erecciones Generales', el manchego construye esta divertida historia (aunque un poco caótica a nivel de guión) protagonizada por Carmen Maura (Pepi), Eva Siva (Luci) y Alaska (Bom), donde las experiencias sexuales de sus personajes -que involucran incluso un 'golden shower'- representan un grito de libertad tras la dictadura de Franco.


En su segundo largometraje, Almodóvar enfoca su trama central en las desventuras amorosas (aunque sobre todo sexuales) de Riza Niro, el hijo gay de un sultán árabe que se encuentra de incógnito en España, y Sexilia, una joven ninfómana perteneciente a una banda musical. Riza, en uno de sus encuentros casuales que hace bajo una identidad falsa, conoce al atractivo Sadec, pero pronto descubre que éste es un terrorista que planea, junto con sus amigos, secuestrarlo y asesinarlo. Para despistarlos, Riza cambia de look y se disfraza de un cantante de punk para suplir al vocalista en un concierto, donde conoce a la deslumbrante Sexilia. A partir de esta premisa, el director logra abordar con acierto la situación de la juventud

en la escena posterior a la dictadura franquista: espíritus libres que no conocen ataduras sexuales o morales. Nuevamente, cómo en su ópera prima Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980), Almodóvar pone la lupa sobre la juventud española para explorar su desenfadada y recién liberada sexualidad, aunque en el terreno formal del filme no hay ni cómo ayudarle: la puesta en escena es un caos total con escenas carentes de todo valor cinematográfico. Como mero dato curioso, es destacable (por bizarra y muy divertida) la escena donde el propio Almodóvar y Fabio McNamara interpretan 'una bonita canción' llamada Suck it to me.




Una cantante adicta a la heroína tiene que huir tras la muerte de su pareja y ser la principal sospechosa de su deceso. La prófuga encuentra refugio en un convento donde varías monjas, anteriormente dedicadas a la prostitución -y también yonquis ahora redimidas-, le enseñan los valores (y rigores) del verdadero sacrificio. La premisa, en principio interesante, y la crítica mordaz hacia la doble moral de la instituciones religiosas a diversos niveles por parte de las distintas monjas (personajes bien definidos, hasta eso), se ven opacadas por diversos desaciertos: El rebuscado y poco coherente guión, la poco afortunada puesta en escena que resulta desastrosa, la caótica construcción de la historia (no tiene ni pies ni cabe-

za) y la falta de apoyo por parte de la actriz protagónica, Cristina Sánchez Pascual, quien ofrece una 'actuación' que resulta peor que pegarle a Jesucristo en Semana Santa. Sí, así de mala. Por fortuna, el filme no naufraga en los desaciertos formales y llega, apenas, a puerto seguro gracias uno que otro buen diálogo y al correcto desempeño del resto del reparto femenino (Carmen Maura, Marisa Paredes, Julieta Serrano, Lina Canalejas, entre otras) que logran mantener al filme en el terreno de las cintas de visionado 'tolerable'. Una cinta poco afortunada que Almodóvar parece haber realizado en las mismas condiciones que señala su título.


La trama de sus cuarto largometraje sigue las desventuras de Gloria, una frustrada ama de casa que, además de soportar su terrible matrimonio, se ha vuelto adicta a las anfetaminas. Atravesando por un muy mal momento, y tras habérsele negado la venta de las anfetaminas que le ayudan a mantenerse despierta para poder trabajar 18 horas, Gloria tiene una violenta discusión con su marido, y tras intercambiar agresiones, su esposo resulta muerto. La policía no logra descubrirla y sus hijos y la abuela (su suegra) acaban abandonándola para 'hacer su vida'; podría decirse que ahora es una mujer 'liberada', pero Gloria no está acostumbrada a la libertad y ésta tampoco la hace feliz, por lo que la ventana de su departamento (ubicado en el quinto piso) comienza a convertirse en una tentadora salida. Con ¿Qué he hecho yo para merecer esto!, Almodóvar deja clara su admiración/compro-

miso hacia con el género femenino y construye, en esta joyita ibérica, una de las más grandes cintas feministas. Alejándose radicalmente de la crítica religiosa de su anterior filme (la caótica Entre Tinieblas; 1983), aquí se ofrece un tratado sobre el feminismo, convirtiendo a la película en un documento fílmico que da fe de la atroz realidad que vivían miles de desafortunadas amas de casa en la España de esa época, aunque la gran accesibilidad del filme para el público femenino no sólo fue resultado de la interesante trama, del estupendo trabajo narrativo de Almodóvar (aunque aún se nota inexperto en la materia) y del uso del humor negro que no se 'pasa de lanza' en los terrenos sexuales, es justo darle también crédito al maravilloso trabajo de Carmen Maura como la frustrada mujer del abusivo marido que, ahora liberada, vive igual de frustrada que cuando tenía a alguien que la sometía.




En su quinto largometraje, Almodóvar se enfoca en la vida de Diego Montes (Nacho Martínez), un torero retirado forzosa y prematuramente de las plazas, que ha decidido no renunciar a su placer asesino y seguir adelante con su vida de matador, pero cambiando simplemente de objetivo; es así como ha pasado de torear y estoquear a los corpulentos y bravíos animales en la arena, a asesinar a delicadas mujeres mientras las posee sexualmente y las lleva al clímax de la relación. De manera paralela, el filme nos muestra a María (Assumpta Serna), una abogada que comparte con Diego los mismos deseos e impulsos sexuales-asesinos hacía sus víctimas masculinas. El problema surge cuando ambos se conocen.

Matador representa para el director un acercamiento a los terrenos del thriller policiaco pero con una gran carga de humor negro (muy negro) y así se aleja de la irreverencia que ofreció, por ejemplo, en Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón. Con un guión del propio Almodóvar, el realizador aquí se enfoca en la sordidez de la erótica trama y en la acertada construcción y deconstrucción de los personajes. Mención aparte se merecen todas las alegorías con las que compara al apasionado acto sexual con una descarnada corrida de toros; el desenlace del filme, aunado a la grandiosa idea de involucrar un eclipse solar para la climática secuencia, es uno de sus más destacados finales dentro de su filmografía.


La Ley del Deseo, la película más emblemática de Almodóvar (y la que muchos consideran la mejor de su extensa e irregular filmografía), sigue a Pablo Quintero, un exitoso cineasta y su relación con un joven bisexual de nombre Juan, así como también nos muestra el triángulo pasional que se formará con la aparición del impulsivo y celoso patológico Antonio. Además, nos muestra de manera paralela la historia de la siempre insatisfecha hermana transexual del director de cine. En esta película que representa su sexta propuesta cinematográfica, Almodóvar logra dotar a los personajes pilares de su narración de una gran profundidad psicológica; todos, absolutamente todos los personajes están detalladamente trazados y los actores encargados de darles vida realizan un trabajo impecable: desde Eusebio Poncela como Pablo hasta Miguel Molina dando vida a Juan, pasando por Antonio Banderas encarnando a Antonio y la gran Carmen Maura como la per-

petuamente inconforme hermana transexual del protagonista, todos hacen un trabajo estupendo, lo que, sin lugar a dudas, es uno de los puntos fuertes de esta icónica cinta española. También vale la pena destacar el argumento bien equilibrado que pocas veces entrega Almodóvar en sus cintas. Aceptémoslo, a veces el director se va por las ramas y se olvida de la historia central (‘se le va la olla’, como dicen en la Madre Patria), pero no esta vez, aquí el director se limita a contarnos una historia de amor/desamor pero sin dejar de explorar el mundo del teatro, la religión y la música (ojo a las canciones de McNamara que, de pronto, se pueden escuchar en la cinta). Un melodrama pesimista y de una tristeza brutal pero también de amor incondicional, imprescindible su visionado para comprender al cineasta manchego o simplemente para apreciar una obra representativa de la cinematografía ibérica.




Iván: ¿A cuántos hombres has tenido que olvidar? Pepa: A tantos como mujeres recuerdas tu. Si tuviera que elegir algo que describiera el conflicto de esta trágica, absurda, divertida y original comedia, sería esta conversación que los protagonistas, Pepa e Iván, mantienen a través de un doblaje que hacen de una película extranjera. El amor entre ellos justo ha terminado y la desolación, la nostalgia y el coraje acuden al departamento que una vez compartieron. Los somníferos y los gazpachos de tomate mantienen al día a Pepa, o más bien dormida. Ella se niega a perder el amor de Iván, está enfadada por haber sido engañada e ilusionada por varios años. Pero Iván no era un hombre soltero, tenía una esposa y un hijo, una familia que Pepa descubre y persigue, y que piensa él volverá con ellos. Pero algo más sucede, Iván no está con su esposa y planea un viaje con otra mujer, una mujer misteriosa y feminista. La situación se complicará cuando Pepa decide olvidarlo y empaqueta todas las cosas que Iván dejó en el departamento para no saber más de él. Ese departamento será el punto de reunión de Candela, amiga de Pepa que está involucrada con un ataque terrorista chiita, una pa-

reja que novios que quieren vivir juntos, un incendio, un intento de suicidio, el inicio de una persecución, y el diván de muchas mujeres al borde de un ataque de nervios, todas por amar a un hombre sin ser realmente correspondidas. El cineasta Pedro Almodóvar logró fama mundial gracias a esta película, nominada internacionalmente a los premios BAFTA, Oscar y Globos de Oro, ya que goza de un sólido argumento en el guión, un diseño de arte que sobresale por sus elementos barrocos y el alto contraste de los colores en la escenografía, siempre saturada de colores y objetos que pareciera no pertenecieran al lugar. Aretes exagerados, el vestuario de vividos colores, una sobrilla y silla de playa en la terraza, plantas y pollos en la misma, exceso de sofás, un taxista rubio que decora su vehículo con peluche de leopardo y múltiples accesorios, y un sin fin de elementos que resaltan el gusto del barroquismo en el cineasta madrileño. Mujeres al borde de un ataque de nervios es sin duda uno de los mejores filmes de Almodóvar, que te mantiene de nervios con cada nuevo suceso inesperado y cómico que suscita a cuadro. Un filme necesario en la filmografía de todo cinéfilo.


¡Átame!, la octava película de Pedro Almodóvar que le valió la clasificación “X” en Estados Unidos, marcó una transición en la obra del cineasta en todos los sentidos. Almodóvar venía de su primer gran éxito internacional con Mujeres al Borde de un Ataque de Nervios por lo que su siguiente película era esperada con gran expectativa. La primera transición que marcó ¡Átame! fue su actriz protagónica, ahora “la chica Almodóvar” sería una de las actrices más internacionales de España: Victoria Abril. El éxito de Mujeres al Borde de un Ataque de Nervios trajo consigo la desavenencia entre Almodóvar y Carmen Maura, su primera musa, sin embargo, Victoria Abril se convirtió pronto en la quintaescencia del cine almodovariano. Precedida por la expectación, ¡Átame! fue siempre transgresora desde su argumento. La película nos cuenta la tormentosa relación entre Ricky (Antonio Banderas), un enfermo mental y Marina (Victoria Abril), una famosa actriz porno a la que Ricky secuestrará con la intención que ésta se enamore de él. Si bien, Almodóvar vuelve a colocar a lo largo de la historia situaciones de comedia irreverente, ésta se hace más turbia y oscura, llevando al relato a niveles de complejidad y profundidad típicos del melodrama y el drama social con los cuales había coqueteado en ¿Qué He Hecho Yo Para Merecer Esto?. En ¡Átame! Almodóvar madura como escritor y va definiendo sus obsesiones: otorga gran ambigüedad a sus personajes, seres autodestructivos que rayas en la locura pero que son más humanos, tiernos y razonables que los “normales”. También, sus personajes se caracterizan por ser personas marginadas por la sociedad, ya sea por su profesión –en el caso de Marina

quien es una actriz porno- y/o por su enfermedad –Ricky quien es un enfermo mental en constante rehabilitación-; Almodóvar parece querer gritar en ¡Átame! la ruptura al paradigma de la pareja convencional y el derrocamiento del matrimonio como institución. Los personajes secundarios se perfilarán como una constante en las películas del manchego, aquí se tienen bien definidos como los elementos de soporte para el desarrollo de la trama, personajes entrañables por sus extravagancias o personalidades. Siempre audaz espejo de su sociedad española, Almodóvar logra con esta película un estupendo manejo de los elementos técnicos, de los decorados y de la música, cuyo score fue compuesto por el maestro Ennio Morricone. En este caso, la película funciona también como un preludio del inevitable melodrama que el director manchego perseguirá a lo largo de su filmografía venidera. ¡Átame! le permite a Almodóvar experimentar con el lenguaje cinematográfico, la multiplicación de las imágenes y sus constantes juegos visuales con los espejos, no por nada la escena en que Ricky y Marina tiene relaciones sexuales y la cámara se posa en una serie de espejos colocados en el techo de la habitación, los cuales multiplican la acción, es de las más famosas de toda la película y en la que podemos encontrar la belleza de la estética almodovariana. ¡Átame! es una película que principalmente nos hablará del amor, de ese amor que surge a parir de la perversión y la resistencia pero también de ese amor que es puro y brota de situaciones límites y adversas por ello, la inclusión de la canción Resistiré de “El Dúo Dinámico”, no puede ser más que una agridulce manera de cerrar con la película.




El tema de la relación madre-hija, es una cuestión que ha obsesionado a Pedro Almodóvar. Tacones Lejanos será la primera película en la que el cineasta coloca el tema madre-hija en primer plano para explorar la relación de amor-odio entre Becky del Páramo (Marisa Paredes) y Rebeca (Victoria Abril), madre e hija respectivamente. Tacones Lejanos presenta una historia ambigua de principio a fin y en este sentido redonda ya que esta confusión se extiende a sus personajes, encontrando su figura culminante en Femme Letal, una drag queen interpretada por Miguel Bosé en el que hace de un juez de justicia que utiliza el transformismo para resolver crímenes. Lo turbio de la trama hará que ésta se ramifique en una estructura genérica con elementos del film noir –el asesinato, la figura del juez, los crímenes- y al melodrama típico hollywoodense –las pasiones desenfrenadas-, convirtiendo a la película en el melodrama almodovariano por excelencia. Después de quince años de vivir en México, la gran diva de la canción, Becky del Páramo (Paredes) regresa a Madrid para reencontrarse con su hija Rebeca (Abril). Este reencuentro irá más allá para convertirse en un ajuste de cuentas entre madre e hija debido a que cuando Becky vuelve, se entera que Rebeca está casada con Manuel (Féodor Atkine), su antiguo gran amor. Todo se complica cuando Manuel resulta misteriosamente asesinado una noche en la que es visitado por tres mujeres: Becky, su amante (Miriam Díaz Aroca) y su esposa. Pedro Almodóvar reconoce hacer reminiscencia en Tacones Lejanos a pasajes de la vida de la actriz Lana Turner, la reina del melodrama hollywoodense, cuya identificación más clara la encontramos en el cabello rubio

de Becky. Sin embargo, la película se aleja de la resonancia para sumergir la trama en las más profundas y confusas entrañas del amorodio que coexisten en las relaciones madrehija, así como los sacrificios que una madre está dispuesta a hacer por salvarla. La relación de Becky y Rebeca estará marcada siempre por los egos, el éxito que conlleva la fama y la competencia. Así, la interpretación de Marisa Paredes y Victoria Abril, destacan como uno de los más grandes aciertos del filme, mientras que para Pedro significa la rectificación de su talento como un estupendo director de actrices. Marisa Paredes crea su personaje con todas las características y arbitrariedades que envuelven a las grandes divas: el egoísmo, la brillantez en el escenario pero la oscuridad en su hogar. Por el otro lado está Victoria Abril quien nos ofrece una Rebeca inescrupulosa, compleja, con una amplia gama de claroscuros sorprendentes, conteniendo su enorme dolor y rabia que encontrarán su punto explosivo en la maravillosa escena en que madre e hija se quitan las máscaras en una sala de audiencia. Es evidente que Tacones Lejanos es también un homenaje a las grandes divas de la época dorada de Hollywood, principalmente como ya se señaló a Lana Turner, pero está película resalta por los giros y oscuros enredos de su trama, erigiéndose como una película clave en donde las obsesiones y temas recurrentes en el cine del manchego, se delinean nítidamente. Tacones Lejanos es un híbrido de un film noir melodramático con fuerte herencia pop en la que la explosión de color y la geometría de los decorados, enmarcan una historia de recovecos, engaños, celos y mucha pasión.


Que el descalabro, que el traspié, que el error... Para mí, Kika no es nada de esto. Es verdad que Pedro Almodóvar tiene filmes más brillantes, pero este tiene sus propias bondades.

subtramas que hacen de ésta una historia de irreverencia que retrata los deseos sexuales de los protagonistas, del ladrón, del escritor, del enfermo, del asesino, de la mujer...

Subtramas que hacen una historia. Una maquillista que conoce a su pareja, Ramón, cuando lo maquillaba para su funeral. Ramón, un fotógrafo que había perdido a su madre un año atrás, y un viudo-padrastro que parece desconsolado con el fallecimiento.

Destacan los elementos barrocos comunes en los inicios de Almodóvar, el contraste casi extremo de colores y objetos en el diseño de arte. Actuaciones que transforman los conflictos y tragedias en comedia. Y precisamente es lo el cineasta hace en Kika, burlarse de las desgracias ajenas.

Una excéntrica periodista que está dispuesta a llegar hasta las últimas consecuencias con tal de encontrar a un asesino serial de mujeres, que curiosamente se parece a la protagonista de "Lesbian Killer", una nueva novela de Nicolás, el padrastro de Ramón.

Es una sátira de la vida, la sexualidad, el morbo y el periodismo capitalista, ese que busca la nota no por la noticia en si, sino por el dinero que esta dejará y escándalo mediático que provocará. Un sin fin de subtextos e interpretaciones.

Una violación llena de humor que se burla de la tragedia misma del hecho. Como lo dije,

Cómprela, réntela, pídala prestada, pero véala. Pasará un muy buen rato.




El dolor que provoca el desamor a veces aprieta tanto como un par de botines, así es el sufrimiento de Leo Macías (Marisa Paredes), una escritora de novela rosa que firma con el seudónimo de Amanda Gris, al negarse a aceptar que el amor que Paco (Imanol Arias) sentía hacia ella, ha terminado. Leo se aferra al recuerdo de una relación que en un tiempo lejano fue idílica pero que ya no existe más y ahora su cuerpo es invadido por la enfermedad de la incertidumbre por conocer la respuesta a la pregunta: ¿existe alguna posibilidad por pequeña que sea de salvar lo nuestro? En La Flor de mi Secreto, Pedro Almodóvar quiere constatar que el dolor que provoca la ruptura amorosa es una enfermad fisiológica más allá de lo meramente emocional, así, la escena de apertura que consiste en una simulación en la que unos doctores le explican a una madre que su hijo ha muerte y ésta se niega rotundamente a aceptar el hecho, es una metáfora de la encrucijada en la que se encuentra Leo. La película es otra muestra del melodrama almodovariano, aquí el director ahonda en el trance que supone para una mujer ser abandonada por su marido, al cual ama de sobremanera y que solamente encontrará la fuerza necesaria para renacer cuando vuelve a sus raíces. Es también, un duelo entre la novela de género rosa y la de género negro, ésta última entendida por Leo como aquella que realmente habla de los sentimientos en su complejidad, donde hay mucho sufrimiento e historias cuyos finales no siempre son felices. Envuelta en los estridentes contrastes cromáticos que caracterizan los sets del director y que chocan con la carga emocional de Leo, La Flor de mi Secreto presenta una historia sencilla que encuentra en la forma narrativa

su excelencia, demostrando que Almodóvar es un estupendo contador de historias. El conflicto es claro por lo cual, personajes y sucesos girarán en torno a Leo, el personaje principal que está dotado de una abrumadora profundidad dramática. En el filme, los personajes secundarios son mero ornamento que sirven para soportar y entender el conflicto de Leo, una característica a resaltar porque si algo se le había recriminado al cineasta era que sus personajes secundarios robaban escena al protagónico y en esta película, no sucede así. Sin embargo podemos destacar personajes entrañables que aparecen a lo largo de la película para aligerar el dramatismo como por ejemplo, las secuencias en donde vemos a la madre de Leo (Chus Lampreave) y su hija Rosa –hermana de Leo- interpretada por Rossy de Palma; también a los bailaores Manuela Vargas y Joaquín Cortés y finalmente, Juan Echanove, destinado a encarnar la esperanza del nuevo comienzo. Almodóvar se hace más preciso en su manejo de cámara, la suavidad de una cámara que no juzga a Leo sino que la acompaña hasta el momento en que ésta toca fondo en el dolor infame, es uno de sus mayores méritos. El cineasta, patenta su conocimiento del alma femenina y nos entrega una película que es dolorosa de visionar porque, como él mismo ha mencionado muchas veces, el sufrimiento nunca será un estado deseable y mucho menos, ese sufrimiento que acarrea el desamor. La Flor de mi Secreto también marcará la intención de Pedro, al igual que lo hace Leo, de volver a sus raíces, a La Mancha, a esa tierra que él recordaba roja y en la que las mujeres hacen la labor mientras cantan, ideas que terminaría recogiendo en otra de sus obras cumbres cuyo título es precisamente: Volver.


La primera cinta del director manchego que no filmó con un guión de su propia autoría, pues es una adaptación de la novela homónima de Ruth Rendell, resultó ser en la que evidenció todo su verdadero talento como realizador. La trama de la cinta sigue al marginal Víctor Plaza, desde su nacimiento en un camión de transporte público, hasta que es condenado a siete años de prisión tras coincidir en un departamento con Elena (con quien está obsesionado), David y Sancho (una pareja de policías) y desatar una violenta discusión que termina dejado paralítico a uno de los agentes (David) tras recibir un disparo en la columna. Desde el punto en que Víctor sale de la cárcel, la trama se dispara hacia un apasionado triángulo amoroso entre Víctor, Elena y David. Los personajes Almodovarianos (exagerados, absurdos) brillan por su ausencia en esta cinta de trama redonda -algo inusual dentro de sus filmes- que coquetea con el cine negro (y cabe señalar que sale muy bien librado), y que sin embargo, resulta estar totalmente recubierta del estilo del cineasta, quien impreg-

na sus secuencias de un romance y erotismo no antes visto en su cine; mucho ayuda también que la música original sea compuesta por Alberto Iglesias. Liberto Rabal, Javier Bardem y Francesca Neri (Víctor, David y Elena respectivamente), transpiran sexualidad (más que sensualidad) a través de sus personajes filmados con elegancia y sofisticación. Es destacable también la subtrama que se enfoca en Sancho (el otro policía del violento enfrentamiento inicial que no resulta herido y que es interpretado por José Sancho) y su decadente relación con su cada vez más hastiada mujer Clara (la siempre extraordinaria Ángela Molina). Carne Trémula es una efectiva mezcla de cine noir y el mejor melodrama de Almodóvar, una historia correctamente montada y con la que el cineasta no se desvía de la historia principal, precisamente por ser una historia que él no escribió y a la que le mostró todo el respeto posible al dedicarse únicamente a trasladarla, de manera estupenda, a la gran pantalla. Desde este punto de su carrera, ya podemos llamarle Cine -así, con mayúscula- a lo que hace Almodóvar.




Esteban está a punto de cumplir años y pide a Manuela, su madre, que de regalo de cumpleaños le diga toda la verdad sobre su padre porque no le es suficiente que le haya revelado que murió antes de que él naciera. Manuela tiene todas las intenciones de hacerlo cuando lleguen a casa después de ir a ver la obra Un Tranvía Llamado Deseo, protagonizada por Huma Rojo, la actriz favorita de Esteban, cuya afición por la actriz hace que éste la espere fuera del teatro para pedirle un autógrafo. La actriz aborda un taxi que arranca sin darle oportunidad al joven de pedirle un autógrafo a la actriz, Esteban corre tras el taxi donde viaja Huma pero es arrollado por otro automóvil que no logra detenerse a tiempo. Tras la pérdida de Esteban, Manuela tiene la imperiosa necesidad de buscar al padre de su hijo que en realidad no ha muerto y vive en Barcelona donde se ha transformado de Esteban (su nombre real) a Lola. En este viaje, Manuela (Cecilia Roth) conoce (y se reencuentra) con personajes tan en-

trañables como particulares como La Agrado (la increíble Antonia San Juan que le valió el premio de la Unión de Actores), la Hermana Rosa (una estupenda Penélope Cruz) y Huma Rojo (la siempre extraordinaria Marisa Paredes); personajes que sólo pudieron haber salido de la mente del cineasta manchego y, a través de su relación con ellos, Manuela logra exorcizarse de sus culpas que había cargado desde que decidió huir del padre de su hijo y que soportó durante tantos años al ocultarle la verdad sobre su origen a su hijo sin tener la oportunidad ahora de contarle todo. Todo sobre mi Madre, película que le valió a Almodóvar el Oscar a Mejor Película Extranjera, es un drama sobre la vida y la muerte, un tanto triste pero, también, muy divertido y con un final un tanto esperanzador, con una especie de luz al final del túnel como el que atraviesa Manuela en este filme sobre el amor de Madre.


Dicen que las películas de Almodóvar se pueden leer por sus colores y Hable con Ella es roja: es vida, es sangre, es pasión desenfrenada y dolor… pero también es azul: la fría incomunicación, a veces voluntaria y a veces involuntaria de un hombre a una mujer, de hombre a hombre y de mujer a mujer. Hable con Ella es un lienzo en el que se dibujan personajes que transitan por los laberintos de la soledad que da la añoranza por tener cerca al ser amado, pero también es la melancolía por el recuerdo, de algo que quedó perdido en el tiempo. Almodóvar crea una historia redonda, acercándose a la vida de Benigno (Javier Cámara) y Marco (Darío Grandinetti), dos hombres desconocidos pero que sufren del mismo mal: las dos mujeres objeto de su amor, Alicia (Leonor Watling) y Lydia (Rosario Flores), están en coma. Las circunstancias harán que Benigno y Marco se encuentren en el Hospital “Del Bosque”, lugar en el que ambas mujeres están hospitalizadas. Dos seres opuestos entre los cuales surgirá una amistad inusual como entrañable. La grandeza de Hable con Ella radica precisamente en el acercamiento radiográfico que Pedro Almodóvar hace de la amistad entre dos hombres e incluso, deja el protagonismo a este par demostrando que como cineasta, no solamente es un gran conocedor del alma

y naturaleza femenina. En Hable con Ella, las mujeres son meros detonantes para explorar la fragilidad masculina, el dolor y la redención de personajes en los que la línea que separa la locura de la cordura, se desdibuja e incluso llegamos a sentir empatía y ternura por ellos. La película abre con una escena de la obra Café Müller, pieza dancística realizada por Pina Bausch. Este prólogo maravilloso con el que abre la película, va más allá del homenaje que Almodóvar le realiza a Bausch (y que ésta hace una aparición), esta escena ya nos está advirtiendo que en esta película, las mujeres son silentes. La película también es una gran metáfora de la forma en que se desarrollan las relaciones entre hombres y mujeres, un camino lleno de obstáculos en el que se camina con los ojos cerrados, en donde hombres y mujeres se encuentran y desencuentran, se abrazan y se dejan caer, así como ocurre en Café Müller. De pronto, un hombre llora, llora viendo Café Müller, llora al matar a una culebra y llora al escuchar a Caetano Veloso cantando cucurrucucú paloma y es que, sin duda, Hable con Ella es una película que habla del poder de la palabra y de la sensibilidad del alma masculina, ese hombre llora por la belleza imprevista, de esa belleza que, como dice Almodóvar parafraseando a Jean Cocteau, duele.




Pedro Almodóvar realizó en 2004 un filme que se caracterizó por ser controversial, dividir opiniones y emociones en su público más fiel y en el desertor, como lo ha hecho casi siempre. Y era de espererarse ya que la filmografía del cineasta español se ha caracterizado por tocar las fibras más sensibles de los distintos contextos sociales que retrata y a los que se dirige.

cuando se dio cuenta de que había una atracción entre ambos niños, el motivo: no pensaba compartir a Ignacio. El filme nos mostrará lo que realmente pasa años después entre Ignacio, el padre y los cabos que va enlazando Enrique para descubrir lo que trama un personaje más, el hermano de Ingacio: Juan. Contarles más sería arruinarles la película, la recomendación es estar atentos.

La Mala Educación significó el regreso del cineasta a un cine con temática homosexual por un lado, y la realización de un retrato perturbador del mundo religioso por el otro, las referencias: La Ley del Deseo (1987) y Entre Tinieblas (1983) respectivamente. El filme narra la vida pasada y presente de dos hombres que se conocieron en el colegio y que 16 años después se vuelven a encontrar: Enrique e Ignacio.

El filme retrata una época de represiones, deseos ocultos, corrupción y desmoralización de la Iglesia Católica dentro de la educación, institución que estuvo ligada con el Estado en la época franquista, impunidad sexual y un claro despertar del deseo erótico homosexual. La Mala Educación también representa un cine más autobiográfico para el español Pedro Almodóvar, quien después de 25 años de haber escrito el relato corto La Visita, y después de 14 películas, decidió plasmarlo en pantalla.

En una tarde del año de 1980 Ignacio Rodríguez (Gael García Bernal) visita inesperadamente a su excompañero Enrique Goded (Fele Martínez), director de cine, para pedirle trabajo como actor, haciendose llamar Ángel Medrano. En esa visita Ignacio/Ángel le deja un relato llamado La Visita, el cual ha escrito él mismo y que narra lo que vivieron juntos en la infancia, y lo que sucedió tres años antes. La historia nos traslada al año 1977. Un travesti termina su actuación frente a algunas personas en un teatro-bar para presentar a Zahara, una hermosa vedette, ella es Ignacio. Ignacio/Zahara acompañada de un amigo visitan la Iglesia del padre Manolo, quien lo educó en la infancia, y con quien tenía una relación más alla de la que supone tienen un alumno y un maestro. Ignacio acude con Manolo para pedirle dinero con tal de no publicar el relato La Visita donde también se narra lo sucedido entre ellos dos hace ya varios años. Almodóvar nos vuelve a trasladar a otro tiempo, más atrás, para contarnos la relación que hubo entre Ignacio y el padre Manolo. La manera en que separo a Enrique e Ignacio

Destaca la estructura dramática del guión, mezclando tiempos y espacios dentro de un mismo espacio y tiempo, “el cine dentro del cine”, mezclando la ficción con la realidad y la realidad con la ficción, se vuelve un escenario de dimensiones diversas. Hay momentos en que esta forma de narrar confunde al espectador, a veces la intención es dar más fuerza al clímax, pero en esta ocasión pudiera confundir a más de uno. Por otro lado están las actuaciones memorables de Daniel Giménez Cacho y Gael García Bernal, este último interpreta a cuatro personajes dentro del filme, mostrándose más vulnerable con unos personajes que con otros, lo más complejo que Gael había hecho hasta entonces. Una historia que te hará reír por momentos y te hará enojar en otros, un crimen, una historia de amor, hipocresía, engaño, alevosía, actuación. Con los ya clásicos contrastes en el color y el diseño de arte que maneja Almodóvar. Al final tu decides si te quedas con la ficción o la realidad. Vela y sabrás por qué lo digo.


En su tercera colaboración con Almodóvar, Penélope Cruz obtiene su primer protagónico en una cinta del manchego y en la cual da vida a Raimunda, la mujer central del relato con el que el cineasta realiza una íntima radiografía de tres distintas generaciones ante la muerte. Raimunda trabaja en un restaurante, del cual se queda a cargo por unos días mientras el dueño está fuera; durante una noche, Raimunda es testigo de cómo su esposo intenta abusar de su hija adolescente Paula (Yohana Cobo) y ésta, defendiéndose, termina asesinándolo; para proteger a su hija, Raimunda decide esconder el cadáver en el refrigerador del restaurante a su cargo, mientras piensa cómo deshacerse del cuerpo y huir a su pueblo natal. Pero así como algunos mueren, otros parecen regresar del más allá, y la ma-

dre de Raimunda ha regresado, como un fantasma, para resolver los asuntos aplazados que, en vida, no resolvió con su hija. Así, el título no únicamente hace referencia al regreso de Raimunda a su pueblo natal donde vivió con su madre y a donde huye tras el 'incidente' en el que murió su nuevo esposo, o al regreso de desde ultratumba de su madre; Volver también hace referencia al retorno de Carmen Maura (quien interpreta a la madre de Raimunda) a la filmografía del manchego tras una larga pausa en sus colaboraciones fílmicas debido a 'problemas' entre ellos. Volver es una encantadora y divertida mirada a la España rural, a sus costumbres y a la cultura de la muerte; es una entrañable historia coral, cuyo reparto femenino se ve reforzado por los nombres de Lola Dueñas, Blanca Portillo y Chus Lampreave.




Es muy común que los autores cinematográficos 'filmen' cartas de amor hacia el séptimo arte. Y como ejemplo más reciente tenemos el de Martin Scorsese, quien a través de La Invención de Hugo Cabret (Hugo; 2011) legó un documento fílmico sobre su amor profeso al celuloide. Almodóvar, como buen 'auteur', hizo lo propio en 2009 con Los Abrazos Rotos, uno de sus filmes más personales y en el que, como pocas veces, exploró el universo masculino que siempre tiene roles secundarios en su filmografía. La historia sigue al protagonista Mateo Blanco (interpretado magistral por Lluís Homar), un director y escritor de cine que sufre un brutal accidente automovilístico en el cual pierde la vista. 14 años más tarde el director continua escribiendo guiones pero ahora los firma bajo

el pseudónimo de Harry Caine y ha decidido terminar la película que se encontraba filmando cuando ocurrió el accidente, en el cual murió Lena (Penélope Cruz), la actriz principal de su película y con la que mantenía un romance secreto, pues ella era la mujer del productor del filme. Aquí en Los Abrazos Rotos, el más puro melodrama almodovariano se mezcla con toques de cine noir para ofrecer una poderosa historia de amor que trasciende más allá del tiempo y la muerte. En el terreno formal, en este punto de su trayectoria, el manchego ya había logrado niveles deslumbrantes de sofisticación y elegancia a través de sus encuadres, la composición, manejo de colores y su excelente dirección de actores, quienes se muestran comprometidos con los diálogos. Es una joya.


Este filme, estrenado en 2011, es muy particular dentro de su filmografía, pues no se trata de una película que haya sido concebida desde el guión por el director, sino de una adaptación a la pantalla de la novela Tarántula de Thierry Jonquet, cuyo relato central mantuvo (casi) intacto pero modificando personajes, subtramas y, sobre todo, el final. La trama central es un tema delicado a tratar, pues de no hacerse de manera correcta, se corre el riesgo de revelar información vital cuyo conocimiento previo puede arruinar el visionado del filme. Y créanme, no querrán estropear el giro de la trama; así que limitémonos a decir que, en la cinta, Antonio Banderas interpreta a un cirujano obsesionado con la creación de una piel sintética que, en su momento, pudo salvarle la vida a su mujer que pereció a causa de un accidente automovilístico; los experimentos que debe realizar en pos de la resistente piel los hace en una chica (Elena Anaya), a la que mantiene recluida en su residencia/clínica llamada El Cigarral. Y es aquí donde es prudente detenerse y no soltar más detalles del filme, baste decir que

Almodóvar, como ya lo hizo con Carne Trémula, logró apoderarse del relato de Jonquet y crear una historia plagada de su estilo (ya muy depurado) completamente almodovariano en todo sentido y filmando con una elegancia y sobriedad envidiable. La poderosa y perturbadora historia se ve apoyada por el insuperable soundtrack compuesto por Alberto Iglesias y por el estupendo desempeño histriónico de todo el reparto; tanto Antonio Banderas como Elena Anaya, están maravillosos como Robert Ledgard y Vera. En los roles secundarios podemos encontrar a Marisa Paredes, Jan Cornet, Blanca Suárez y Roberto Álamo, todos y cada uno entregan lo mejor de sí para dar vida a sus personajes. Si con algo tropieza La Piel que Habito es en con evidenciar que el tono en el que se maneja la historia aún le es ajeno a Almodóvar, pues aunque no lo hace del todo mal, se nota que los thrillers psicológicos no son lo suyo. Aún así, su sexta colaboración con Antonio Banderas brilla por tener más aciertos que errores.




Puede que solo la perspectiva del tiempo nos permita ver con claridad los porqués de una determinada situación. Pero, más a menudo, deberíamos reprochar a quienes escriben acerca de la tormenta con el traje seco. Soy de los que aún creen que en ojo del huracán, entre la multitud atónita, temerosa y desconcertada, no puede faltar una cámara de cine. Por eso, creo que es importante señalar el valor de dos películas, urgentemente imperfectas, aparentemente intrascendentes y profundamente necesarias, Los Amantes Pasajeros de Pedro Almodóvar y Ayer no termina nunca de Isabel Coixet. Diametralmente distantes en su estética, su género o su localización, creo que no se nos puede pasar por alto, el hecho de que dos de los directores con mayor vocación autoral de la filmografía española, decidan poner en imágenes esta crisis, no sólo económica, sino también democrática, o moral, que asola su patria. Estamos ante dos propuestas que se alejan del panfleto político y trazan un díptico de películas urgentes, con más conexiones de las que pudiera parecer. Almodóvar vuelve a la comedia. A esa comedia irreverente y cañí que le encumbró ya desde los inicios de su carrera. Se nota que, para bien o para mal, su cine ha madurado. La comedia no resulta tan ácida y espontánea como antes, y el melodrama, género en el que ha cultivado sus propuestas más interesantes, se cuela con poco acierto en esta última película, rozando ese ridículo para el que la mirada del director manchego solía servir de absolución.



Coixet también se tambalea en la fina línea que separa el drama y la comedia no pretendida. Su película nos cuenta la historia de una pareja que se reencuentra tras cinco años de separación. De fondo, un cementerio que será expropiado para construir un casino. Un escenario desnudo, casi metafísico, en el que el preciosismo visual tiene que sostener, a veces inútilmente, un diálogo interminable que no resulta del todo creíble o fluido. Ambas películas fallan en el guión, como si no se hubieran madurado lo suficiente. Ahí radica su principal problema, pero también su mayor virtud. Ambas películas, en apariencia olvidables, llevan en sus entrañas, en su matriz, las sombras de un país para el que la expresión tocar fondo carece de sentido. Un país incapaz de recuperarse, quizá porque nadie ha sabido diagnosticarle a tiempo. Almodóvar nos habla de una sociedad que pasó muchos años dormida en clase turista. De una clase media que participó de la orgía de los grandes estamentos. De poderes políticos, religiosos, mediáticos, criminales (que bien pueden considerarse todos uno) que han volado por encima de sus posibilidades y a los que el mundo exterior les da la espalda. Y en una secuencia, que debería pasar a los anales del cine nacional, se nos habla de cómo el big crash se produce en fuera de campo, sobre uno de tantos aeropuertos sin pasajeros, resaca de la borrachera triunfalista y megalómana que sufrieron quienes llevan los mando de este avión peninsular.

Y si Almodóvar nos habla de dónde venimos, Coixet nos habla de hacia dónde vamos. Su película transcurre en un futuro cercano, el año 2017. El retrato de España que hace el film resulta proféticamente desalentador: más corrupción, más recortes sociales, emigración a Alemania, más disputas sin cerrar, más jaula de grillos, más reproches, las mismas heridas abiertas, los mismos problemas sin solucionar, como si el ayer de Almodóvar no acabara nunca. Y, casualidad o no, en ambas un mismo actor, el gran Javier Cámara. Uno de los mejores actores del circuito nacional, que nos regala dos personajes totalmente opuestos, uno festivo y alocado, otro dolido arrepentido y humillado. Es el periplo del español medio, de la excitación de la primera clase y el despertar sexual de Lola Dueñas, a la desgarrada y estéril soledad de la ausencia en la cara descompuesta de Candela Peña. ¡Ay si el talento actoral subiera el PIB de un país! Resumiendo, este díptico nos lleva del pasado al futuro, de un avión a un cementerio, de estar en el cielo a estar bajo tierra, de los colores vivos de los azafatos a la neutralidad de la piedra herrumbrosa. Es un díptico claustrofóbico, de una localización. ¿Qué les desconcierta? ¿Que dos películas tan opuestas sean dos caras de una misma cosa? ¡Bienvenidos a España amigos! ¡¡Asómense, asómbrense, escandalícense, indígnense y ríanse si les apetece!! Pero no se olviden de visitar nuestro cine, me temo que sólo allí encontrarán finales felices.


El vigésimo largometraje en la filmografía del internacionalmente célebre cineasta manchego, estrenado en Cannes donde compitió por la Palma de Oro bajo un gran revuelo por su mención en el escándalo 'Panama Papers', marca su regreso al melodrama. Tres relatos de Alice Munro –Chance, Soon y Silence– sirven de inspiración para que el ganador del Oscar a la Mejor Película Extranjera por Todo sobre mi Madre trabaje un guión tan 'almodovariano' como nos tiene acostumbrados, pero también como es costumbre, a la vez que nos comparte la historia de su protagonista que da nombre al filme, hace un paralelismo con la vida ésta y nos permite adentrarnos en la etapa actual de la vida de Almodóvar, tanto en lo personal como en lo profesional. El encuentro casual de Julieta (Emma Suárez) con Bea (Michelle Jenner), la mejor amiga de la infancia de su hija Antía (Priscilla Delgado) a la que no ve desde hace más de una década, detona una serie de recuerdos que ponen en perspectiva sus actuales planes de dejar Madrid para vivir con su pareja Lorenzo (Darío Grandinetti)

en Portugal. Súbitamente Julieta cambia de parecer, y en lugar de marcharse a otro país con Lorenzo, decide quedarse en la ciudad con amargos recuerdos e instalarse en el edificio departamental que habitó en su juventud para esperar que su hija vuelva a ponerse en contacto con ella. Mientras tanto, entre trabajos esporádicos de corrección de textos, Julieta escribe de manera imparable como actividad catártica para deshacerse de la culpa, la tristeza y el dolor. Así da inicio Julieta, una cinta anómala en la filmografía del cineasta español. Y es que si bien se trata de una obra completamente 'almodovariana' tanto en continente como en contenido –tenemos, por ejemplo, la estructura fragmentada con saltos en el tiempo hacia una incipiente Movida Española (donde conocemos a una Julieta joven encarnada por Adriana Ugarte), las hermosas y muy inspiradas elipsis narrativas, su habitual paleta de colores con el contraste del rojo y el azul para hablar de dos épocas en el tiempo distintas pero también de dos estados de ánimo opuestos; tenemos también la

exploración del mundo femenino, y específicamente, el aspecto de la maternidad–, el manchego deja a un lado los elementos exagerados tan representativos de su estilo visual para centrarse en la potente historia de amor maternofilial con una narrativa mucho más mesurada, depurada y elegante, pero manteniendo siempre la frescura a la que su cine nos tiene acostumbrados. Julieta es una película que, mediante su protagonista, nos habla mucho de su artífice en este punto específico de su vida y de su carrera. Almodóvar se encuentra en un momento de creación artística sosegada sin recurrir a la extravagancia y la presunta transgresión –como en la fallida Los Amantes Pasajeros (2013)– y más bien se ha dejado llevar hacia una etapa de ensimismamiento, soledad, madurez y reflexión que ha dado como resultado una melancólica, sofisticada, emocionalmente demoledora y, aunque no lo parezca, muy arriesgada pieza cinematográfica imprescindible para todos los amantes de su cine.




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