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C
on Gravity, el mexicano Alfonso Cuarón alcanza uno de los logros técnicos más grandes en la historia del Cine (sí, ese que se escribe con mayúsculas) y replantea el uso del lenguaje cinematográfico en el cine de acción. Partiendo de una premisa en extremo sencilla y más que conocida por todos aquellos que han visto el trailer -un par de astronautas queda a la deriva tras ser impactados por los restos de un satélite ruso que ha sido destruido-, Cuarón apuesta por los planos secuencia (el primero de más de 15 minutos es apabullante) para plasmar en pantalla el relato de supervivencia que coescribió con su hijo Jonás. A través de las extensas secuencias 'sin cortes', se apela principalmente a la propagación de esa sensación de miedo, angustia y claustrofobia por la que atraviesan los astronautas, sobre todo la novata Dra. Ryan Stone (es decir Sandra Bullock), pues en su primera misión espacial tiene que enfrentarse a la mayor de las pesadillas de un astronauta. Y es que a lo largo de las secuencias, el cineasta mexicano se inclina más hacia el uso de las distintas herramientas que ofrece la gramática cinematográfica (en la misma escena se va de los encuadres, a los close ups, al plano subjetivo, pasando por diversos ángulos de las tomas, etc.) para sumergirnos en una 'experiencia cinematográfica' que se ve complementada a la perfección por la preciosista fotografía de Emmanuel 'Chivo' Lubezki, por el extraordinario diseño sonoro y por el más que justificado uso del formato 3D, planteando con ello una nueva manera de hacer cine de acción, igual de dinámico, igual de trepidante (incluso más, tal vez), pero sin la necesidad de hacer decenas de cortes en una escena de escasos minutos. Gravity es cine poderoso, honesto y humano, sin trampas sensibleras y cargado de alegorías sobre el renacimiento del ser humano (Bullock flotando en posición fetal o dando sus 'primeros torpes pasos' -cuando la vean lo entenderán-) tras un evento catártico (aquí tal vez muy extremo) y la fuerza vital que nos lleva a intentar sobrevivir a como dé lugar; y si bien es cierto que las alegorías podrían llegar a ser bastante obvias (ok, sí, lo son), no implica que sean menos efectivas. Es una cinta de acción espectacular (todo en el aspecto técnico es impecable), salpicada de breves momentos dramáticos que ayudan a la audiencia a conectar exitosamente con la historia y sus
personajes. George Clooney interpreta correctamente (y no esperábamos menos de este carismático histrión) al experimentado Matt Kowalski, aunque la verdadera estrella es, sin duda alguna, Sandra Bullock, pues en su personaje recae toda la acción del filme, resolviéndolo con un trabajo por demás sobresaliente, aunque bajo mi humilde juicio, no es como para el Oscar (como han señalado muchos). Gravity es una experiencia cinematográfica que no da un minuto de respiro, no sólo por la trepidante premisa, sino porque visualmente es majestuosa (no hay ningún plano que no sea simplemente hermoso); una cinta que, a diferencia de otras, se debe presenciar en 3D, pues es parte esencial para que se experimente cabalmente. Cine de alta calidad, y sin duda alguna, de lo mejor que ha producido la industria hollywoodense este año.
L
a esclavitud en Estados Unidos es uno de los más oscuros y penosos pasajes de sus historia, y ha tratado de ser evitado (y por lo tanto, borrado de la memoria colectiva) desde siempre; afortunadamente el séptimo arte ha sido una buena herramienta para evitar que sea olvidado y mostrar las atrocidades que el hombre es capaz de cometer en contra de su propia especie. Mandingo de Richard Fleischer, Manderlay de Lars von Trier, Amistad, Lincoln (ambas de Steven Spielberg) y más recientemente Django Unchained de Quentin Tarantino, han sido sólo algunas de las películas que, con mayor o menor compromiso, han puesto el dedo sobre la llaga de este tema que tanta incomodidad causa en Estados Unidos. 12 Years a Slave, la nueva película del infravalorado director Steve McQueen (quien ya nos ofreció las excelentes Hunger en 2008 y Shame en 2011), es la más reciente cinta dispuesta a no dejar olvidados casi cuatro siglos de esclavitud en Estados Unidos, pues además de ser una confirmación de su firme postura como miembro de la comunidad afroamericana, el relato de su cinta está basado (por muy increíble que parezca) en un caso verídico: el del culto y virtuoso violinista Solomon Northup (Chiwetel Ejifor), quien con engaños y promesas de una serie de presentaciones por Estados Unidos, fue secuestrado y vendido como esclavo al Sur del país (en Luisiana) para trabajar en la plantación de Ford (un benévolo aunque poco valiente Benedict Cumberbatch), pero tras unos violentos incidentes en dicha plantación, Ford se ve obligado a ceder al nuevo esclavo a la plantación del desequilibrado Edwin Epps (Michael Fassbender en su tercera participación con McQueen), donde pasará el resto de sus días de esos doce años que vivió como esclavo. El director nos ofrece un relato sólido en todos los sentidos, desde los rubros técnicos donde se logran con gran solvencia trabajos sobresalientes como en diseño de arte, fotografía, música y vestuario, hasta llegar a la parte medular, es decir, el bien estructurado guión de John Ridley, que intercala la vida del protagonista como hombre libre al lado de su familia en Nueva York, como su 'nueva vida' bajo humillaciones y la pérdida casi total de su dignidad, pero nunca perdiendo la esperanza de encontrar alguna manera de volver a casa al lado de su esposa e hijos.
U
bicada en la ciudad de Los Ángeles de un futuro no muy lejano, aunque indeterminado, Ella (Her; 2013) sigue a Theodore Twombly (un soberbio Joaquin Phoenix), un redactor de cartas personalizadas en beautifulhandwrittenletters.com (escríbanla y los enviará directo al sitio de la cinta), quien ha vivido deprimido desde que rompió con su esposa Catherine (Rooney Mara); un día, al regresar a casa tras su jornada de trabajo, consigue un nuevo sistema operativo llamado OS 1, que mucho más que ser un avanzado software para computadora, es el primer sistema con una inteligencia artificial de avanzadísima tecnología, una entidad intuitiva con conciencia propia, diseñada para satisfacer, de manera eficiente y eficaz, todas las necesidades del usuario. Tras resolver que quiere una voz femenina para su nuevo software y responder un par de preguntas (¿es usted social o antisocial? y ¿cómo describiría su relación con su madre?), Theodore descubre a su nuevo sistema operativo, el cual se autodenomina como Samantha (con la voz de Scarlett Johansson), un nombre que ha elegido tras haber leído, en fracciones de segundo, una infinidad de nombres y determinar que es el que mejor va con ella. Theodore y la voz femenina de la sorprendentemente sensible y divertida Samantha, van creando una estrecha relación de amistad y complicidad en su vida cotidiana. Y así, mientras ella intenta comprender y asimilar la naturaleza de los humanos con una curiosidad inagotable ("quiero saber todo sobre todo", dice en algún momento, quien también le pregunta a Theodore "¿cómo era el ser casado y compartir la vida con alguien?"), él continúa con su trabajo como redactor de emotivas cartas y accede a participar en una cita a ciegas (con alguien que es igualita ni más ni menos que a Olivia Wilde); pero es cuando este improvisado encuentro romántico no sale como lo esperaban (ella esperaba algo más que un acostón y él no estaba preparado para ofrecer algo más), que Theodore encuentra re-fugio y consuelo con Samantha en esa madrugada donde su relación pasa a un siguiente nivel, más profundo y emocio-nal. Bajo esta premisa, el director Spike Jonze juega con el concepto del amor hombre/máquina y nos regala la película más conmovedora y humana del año, además de abordar planteamientos filosóficos sobre lo que nos hace seres humanos. Ella es una fábula que nos habla
más conmovedora y humana del año, además de abordar planteamientos filosóficos sobre lo que nos hace seres humanos. Ella es una fábula que nos habla de la evolución del ser humano en una época ultramoderna donde correremos riesgos de intimar con la tecnología; es también una propuesta sobre cómo nos relacionamos con la tecnología y sobre nuestro desapego a las personas reales: ¿Es Samantha -o su relación con ellamenos real que la chica con la que salió en la cita a ciegas? ¿Es Theodore -como se lo indica su ex esposa cuando se reúnen a firmar el divorcio- una persona que quiere una pareja sin los retos de tener que lidiar con algo real? Estas son algunas de las muchísimas interrogantes que nos plantea Jonze a través de un excelente guión (donde nada sobra y nada falta) que nos muestra a un protagonista melancólico y robotizado, y su relación con esta sensible inteligencia artificial que en ocasiones resulta ser mucho más humana que él mismo. "Tengo la habilidad de aprender y madurar de mis experiencias", dice Samantha en cierta parte de la película, contrastando completamente con la situación de Theodore, quien parece no haber aprendido ni madurado nada tras su rompimiento con su esposa. Pero, ¿cómo cuestionar o etiquetar como 'una locura' la relación entre Theodore y Samantha si, después de todo, "el amor no es más que una forma de locura socialmente aceptable", como tiene a bien señalar Amy -interpretada por Amy Adams en un breve pero determinante rol-, la mejor amiga de Theodore. Con Ella, Spike Jonze nos ofrece una obra maestra de la ciencia ficción del nuevo milenio que a pesar de ser completamente tradicional en su propuesta cinematográfica, es absolutamente visionaria en su discurso y su tratamiento, sobresaliendo también el extraordinario uso de la banda sonora (que incluye, entre otros, a Arcade Fire -con varios temas, pero destacando Supersymmetry-, The Breeders, Little Willie John, The Chantels, así como los mismísimos Joaquin Phoenix y Scarlett Johansson, quienes interpretan The Moon Song, compuesta por Karen O. y Spike Jonze) para apoyar los momentos melancólicos del protagonista; el filme es un cálido y sutil relato tan improbable (hasta ahora) como creíble a cerca del amor entre un hombre y una máquina.
E
l director canadiense Jean-Marc Vallée, de quien podemos recordar propuestas como la entrañable C.R.A.Z.Y. (2005) y el drama histórico La Reina Joven (Young Victoria; 2009), vuelve tras la cámara para compartirnos una historia sobre los avatares de un hombre recién diagnosticado con el virus del VIH y su lucha contra el sistema farmacéutico. Dallas Buyers Club está inspirada en el caso real de Ron Woodroof, un electricista, aspotador y cowboy de rodeo texano inmerso en la drogadicción, la promiscuidad y la homofobia que en 1986 es diagnosticado como portador de VIH y con un pronóstico de vida de 30 días; pero lejos de quedarse sentado a esperar el final de sus días, Woodroof investigó y buscó tratamientos que le ayudaran a controlar la enfermedad. Primero comenzó a tomar AZT, el único medicamento aprobado por la FDA (Food and Drug Administration) para ser comercializado en Estados Unidos y que recibía gratuitamente en el hospital, pero los efectos secundarios del tratamiento (que la FDA jamás hizo públicos) lo llevaron al borde de la muerte. Woodroof se dedicó entonces a buscar tratamientos alternativos y descubrió que había ciertas medicinas antivirales, que aunque no estaban permitidas en Estados Unidos, eran mucho más efectivas como retrovirales que las de el 'tratamiento oficial' con AZT que se brindaban en los hospitales. Así, comenzó a contrabandear medicamentos antivirales desde distintas partes del mundo (principalmente México) que pudieron ayudar a los seropositivos a llevar una mejor calidad de vida, aunque claro, todo ello de manera clandestina y con la ayuda de Rayon, un transexual seropositivo con quien Woodroof se asoció para fundar el Club del título del filme y proveer los tratamientos alternativos a todos aquellos que pudieran costearlos. Jean-Marc- Vallée realiza un estupendo trabajo como director al ofrecernos una historia sincera e inteligente, una mirada profunda a una época donde el SIDA era asociado con las personas homosexuales, pertenecientes a una comunidad que se volvió aún más marginada después de la pandemia a mediados de los años 80s, una plaga que quitó la vida a millones de personas, entre las que se encontraba el galán hollywoodense Rock Hudson, a quien se hace una breve referencia al inicio de la cinta. Craig Borten y Melisa Wallack, guionistas del filme, se alejan completamen-
te de los biopics más tradicionales, pues además de compartirnos la desoladora historia de Woodroof y Rayon, ofrecen también una denuncia contra la FDA y las corporaciones farmacéuticas, quienes trabajan hombro con hombro para librar guerras contra todo que le que represente una amenaza contra sus medicamentos. Dallas Buyers Club no es una cinta fácil ni complaciente, es un inteligente y sensible relato sobre la tenacidad, un doloroso tratado sobre la determinación humana retratada a través de los soberbios trabajos de Matthew McConaughey y Jared Leto, quienes sufrieron transformaciones físicas sorprendentes para encarnar a Woodroof y Rayon, respectivamente, y son merecedores de todos los elogios -y premios- del mundo; veremos entonces, si su desempeño es reconocido en la próxima entrega del Oscar (próximo 2 de marzo) donde ambos están nominados como Mejor Actor y Mejor Actor de reparto. Mientras tanto, el visionado de la cinta está mucho más que recomendado a partir del próximo 7 de febrero aquí en México.
E
l director Alexander Payne (Entre Copas) vuelve a retratar las relaciones paterno-filiales, pero en esta ocasión, nos muestra la otra cara de la moneda. Si en Los Descendientes (esa joyita protagonizada por George Clooney que también estuvo nominada al Oscar como Mejor Película hace un par de años) nos hablaba del aprendizaje de la paternidad, en Nebraska nos lleva al otro extremo y nos presenta a David Grant (Will Forte), un hombre separado que se ve obligado a acompañar hasta Lincoln, Nebraska -un viaje no muy corto tomando en cuenta que ellos viven en Billings, Montana- a su insistente y senil padre Woody Grant (Bruce Dern) a cobrar un supuesto premio de un millón de dólares, aunque no es otra cosa que uno de esos 'sorteos postales' que todos hemos recibido alguna vez en nuestras casas. Nebraska es una road movie que, con una gran sensibilidad, retrata el reencuentro emocional de un hijo y su amor por su padre. A través de viñetas fotografiadas de manera poética en blanco y negro (a cargo de Phedon Papamichael, recurrente cinefotógrafo de Payne) y una estructura pausada e intimista, acompañamos a padre e hijo en un viaje lleno de autodescubrimientos, desde la aceptación de la vejez por parte del ocasionalmente lúcido Woody, hasta la comprensión, por parte de David, de una persona a la que realmente no conocía, y que repentinamente, comienza a apagarse frente a él de una manera paulatina, lenta, pero irreversible. Despojado de artificios y pretensiones, el guión del la cinta (escrito por Bob Nelson) eficazmente retrata nuestras contradicciones humanas, nuestros errores, la mezquindad humana (a través de la familia de Woody, la cual apenas se entera que cobrará un millón de dólares, comienza a acecharlo como buitre, pretendiendo obtener una parte del premio), los sueños no alcanzados, las frustraciones y los últimos intentos por alcanzar la felicidad cuando el tiempo no es ya suficiente.
Vemos también a Woody obsesionar-se con obtener ese premio millonario, pero detrás de esa obsesión no está una avaricia insaciable o una testarudez senil, está la búsqueda de la felicidad propia (en forma de una camioneta nueva que se quiere comprar) y la de sus hijos a través de un legado que con los años no ha podido conseguir y que, de pronto, se le ha presentado la oportunidad de obtener algo grande; busca su reafirmación como persona para él mismo, como hombre para sus amigos, como esposo para su mujer, y como padre para sus dos hijos. "Sólo quería dejarles algo a ustedes", confiesa un demencial Woody a su hijo David, quien descubre tener un padre muy distinto al que creía conocer, pues en el pueblo natal de Woody, donde tienen que pasar el fin de semana para continuar después el viaje a Nebraska, David se entera de anécdotas sobre su padre, quien era todo un rompecorazones y tenía a las chicas vueltas locas, incluso a la ahora editora del periódico local que busca publicar la increíble historia de su amor platónico y su millonario premio.
L
a nueva obra cinematográfica de Martin Scorsese nos sumerge en el abismo del sueño americano, ese oscuro y perverso rincón de la tierra de las oportunidades que muy pocos se han atrevido a exponer, como Oliver Stone en su maravillosa El Poder y la Avaricia (Wall Street; 1987) con Michael Douglas. El Lobo de Wall Street (The Wolf of Wall Street; 2013), por su parte, está basada en la autobiografía homónima de Jordan Belfort y nos narra la historia de este cínico y amoral corredor de bolsa que en muy poco tiempo logra crear su propia empresa, Statton-Oakmont, dedicada a la venta de acciones de empresas mediocres o ficticias (pues a veces ni siquiera podrían considerársele como empresas) y destinadas al total fracaso. El relato de El Lobo de Wall Street es audaz y vertiginoso, y hay que agradecerle eso al guionista Terrence Winter (Los Soprano), pues la estructura del enérgico guión no da respiro sobre los excesos del mundo bursátil y la corrupción en la glorificada cultura del dinero en Estados Unidos; son 179 minutos de prostitutas (desde las baratas hasta las más selectas), drogas de todo tipo, salvajes orgías, lanzamiento de enanos como si fueran dardos, mansiones, autos de lujo, costosísimas joyas, viajes en helicóptero y en avión estando completamente narcotizado, y una gran lista de etcéteras, que son sólo algunos de los 'placeres' que se puede brindar Belfort (extraordinariamente interpretado por Di Caprio en ésta su quinta colaboración con Scorsese) o que puede brindarle a su segunda esposa Naomi (Margot Robbie), una exuberante rubia por la que dejó a su primera esposa: Teresa Petrillo (Cristin Milioti). Y lo mejor de todo lo anterior, es que se nos cuenta sin ningún rastro de moralina ni juicio de valor sobre su protagonista y su decadente estilo de vida; olvídense de dedos inquisidores señalando los 'errores' de Belfort, aquí no encontrarán nada de eso. Al principio de la cinta vemos sus pueriles intentos por adentrarse en ese feroz mundo bursátil y por el cual es devorado, pero lo vemos seguir adelante gracias a ese motor que lo impulsa: su totalmente consciente avaricia, "yo siempre quise ser rico", señala en algún momento su protagonista, el cual comparte cierto paralelismo con los protagonistas de los thrillers gansteriles de Scorsese, sólo que trasladando la acción de las peligrosas calles neoyorquinas, a las oficinas bursátiles.
El Lobo de Wall Street es, entonces, una experiencia entretenida, divertida, pero sobre todo honesta, de esas honestidades brutales que inclusive llegan a doler y lastimar el 'orgullo americano' al gritar las verdades de la tierra de los corredores de bolsa, por lo que no nos sorprende que, hasta ahora, no haya obtenido muchas nominaciones a los premios más gordos como los Globos de Oro donde sólo ha obtenido su nominación como Mejor Película Musical o Comedia y Mejor Actor en Musical o Comedia para Leonardo DiCaprio. Bien dicen que "la verdad no peca pero incomoda", y Scorsese incomoda, e incomoda mucho, por lo que no esperemos verla como ganadora en los premios de la Academia, pues a ésta nunca le ha gustado que les exhiban sus trapitos sucios de la tierra de las oportunidades; sin embargo, prevalece la completa certeza de que el neoyorquino nos ha puesto frente a nuestras pupilas una de las mejores cinco películas de 2013.
E
l nombre del realizador David O. Russell comenzó a sonar muy fuerte hace tres años cuando su tercera película El Peleador (The Fighter; 2010) hizo bastante ruido en los circuitos de premios, incluyendo varias nominaciones a los premios de la Academia y llevándose a casa los galardones correspondientes a Mejor Actor de Reparto para un soberbio -y muy delgadoChristian Bale y Mejor Actriz de Reparto para la sensacional Melissa Leo. El año pasado, O. Russell nos ofreció su nueva película y repitió la hazaña de colarse entre los nominados al Oscar en diversas categorías, alzándose con el premio a Mejor Actriz para la deslumbrante Jennifer Lawrence por su desempeño en Los Juegos del Destino (Silver Linings Playbook; 2012), una feel good movie que, al igual que en su cinta previa, aborda sin artificios o sentimentalismos la vida de la clase media estadounidense, sólo que cambia el ambiente del drama pugilístico de El Peleador, por el de las comedias románticas con temas como las enfermedades y trastornos mentales de dos deschavetados que se encuentran para complementarse el uno al otro. En la anécdota de su nueva propuesta, el director neoyorquino cambia su tono para compartirnos una historia inspirada muy levemente (como bien lo señala su advertencia al inicio de la cinta: "Algo de esto realmente pasó") en el caso Abscam, una investigación del FBI durante los últimos años de la década de los años 70 y comienzos de los 80s, que terminó con un gran escándalo sobre corrupción federal. Para llevar a la pantalla grande esta polémica historia, O. Russell se ha rodeado principalmente de actores con los que ya ha participado en sus dos trabajos anteriores: los ya mencionados Christian Bale, Bradley Cooper, Amy Adams y Jennifer Lawrence. En la película, Irving Rosenfeld, personaje inspirado en el estafador Mel Weinberg de Long Island y que es encarnado por un barrigón y alopésico Christian Bale, es un habilidoso estafador que es atrapado en una de sus timos y convencido por el agente Richie DiMaso (Bradley Cooper) para que colabore con la como informante para el FBI. Irving está casado con Rosalyn (Jennifer Lawrence), pero mantiene un no tan secreto affair con Sydney Prosser (Amy Adams) quien le ayuda a realizar los desfalcos, por lo que a la trama de las tretas económicas se suma también la de los enredos amorosos de este pecu-
liar cuarteto, al cual se une en esta ocasión, el no menos talentoso Jeremy Renner, quien trabaja por primera vez bajo las ordenes de O. Russell y completa el envidiable reparto dando vida a Carmine Polito, un político idealista que desafortunadamente se encontrará en el momento y lugar equivocados. Escándalo Americano cuenta con un sorprendente diseño de arte y es técnicamente deslumbrante, pues es evidente que desde la música, encuadres, vestuario, escenografías, ambientaciones de locaciones, y otros muchos aspectos, se han cuidado minuciosamente y son verdaderamente fantásticos (especial atención al vestuario glamoroso setentero y la vibrante banda sonora). Es un drama criminal dirigido con gran maestría y al cual también se le han añadido ciertos toques de comedia, encargándose de aligerar la trama pero no de hacerla menos seria, de hecho, hay ciertos momentos que nos recuerdan al cine criminal de Scorsese (y no únicamente lo estoy diciendo por la breve aparición de Robert De Niro como un importante mafioso). Los personajes están perfectamente trazados y construidos de una manera muy humana, con múltiples defectos y no pocas contradicciones, enfrentándose así a diversos cuestionamientos ya no morales sino éticos al tratar de sobrevivir a su propia idea del 'American Dream'; de sus intérpretes sólo podemos elogiarlos ya que todos están sensacionales, aunque sobresalen Bale, Adams y Lawrence. El nuevo trabajo de O. Russell tiene una gran historia que es magníficamente confeccionada desde el guión y sostenida por grandes actuaciones, y si es que llega a colocarse entre las más nominadas a los premios de la Academia este año, no sería sorpresa, pues por su calidad en esos apartados, Escándalo Americano merece ser considerada como de lo mejor del cine hollywoodense del año pasado.
E
n abril de 2009, el capitán Richard Phillips toma el mando del MV Maersk Alabama para llevarlo del puerto de Omán al de Mombasa a través del Golfo de Adén; en el trayecto, el barco carguero es secuestrado por un grupo de piratas somalíes liderado por Abduwali Muse, y tras varios incidentes con la tripulación a bordo de la embarcación, los piratas toman como rehén al capitán en un bote de emergencia durante cuatro días. Esta increíble historia de supervivencia ha sido narrada en el libro A Captain's Duty: Somali Pirates, Navy SEALS, and Dangerous Days at Sea, escrito por el mismo Richard Phillips y Stephen Talty, el cual ha sido adaptado al cine por Billy Ray y dirigido por Paul Greengrass, a quien conocemos por ser un más que eficaz director de thrillers de acción como United 93 (2006) y The Bourne Ultimatum (2007), y que en esta ocasión hace un trabajo formidable con este relato de sobrevivencia en altamar. Capitán Phillips (Captain Phillips; 2013) es protagonizada por Tom Hanks, a quien hace mucho no le veíamos un desempeño tan extraordinario como el que realiza en esta cinta, pues no interpreta al típico héroe de acción, sino a un capitán como cualquier otro, y que se ve arrastrado por una serie de situaciones peligrosas, tratando de arreglárselas como mejor puede para sobrevivir. En este apartado es también justo mencionar el estupendo trabajo de sus cuatro ficticios captores, destacando sobre todo Barkhad Abdi, quien interpreta a Muse, líder de los piratas.
Con poco más de dos horas de duración, la cinta mantiene el suspenso en todo momento y logra que percibamos la sensación de vertiginoso peligro gracias al uso de la cámara en mano (recurso clásico y siempre bien utilizado por Greengrass) acompañada por la trepidante música; además, los cerrados encuadres nos permiten también experimentar cierta claustrofobia, sobre todo en los momentos que transcurren dentro del bote salvavidas. Capitán Phillips es una excelente cinta de acción eficazmente estructurada que no da descanso al espectador y lo hará pasar un buen rato en la sala; no obstante, no podemos pasar por alto que en su historia se siente un carácter pro yanqui en su discurso, ya que a pesar de que se quiere mostrar la historia de los piratas como si ellos también tuvieran su punto de vista y su versión de la historia, ésto no se logra del todo.
L
a nueva película del experimentado director inglés Stephen Frears (responsable de la estupenda La Reina o la ya clásica Amistades Peligrosas) sigue a Philomena (Judi Dench), una mujer a quien su hijo, Anthony, le fue arrebatado para 'darlo en adopción' (que es otra manera de decir que fue 'vendido' a una pareja estadounidense por las monjas del convento católico donde vivía cuando era apenas poco mayor que una adolescente) y quien toma la decisión de buscarlo cinco décadas más tarde. La historia está inspirada en el sorprendente caso verdadero de Philomena Lee, quien tras varias décadas de guardarse el secreto del hijo que le fue arrebatado, busca la ayuda del periodista caído en desgracia Martin Sixmith para que la ayude a encontrar las pistas que la guíen al paradero de su hijo; el papel de este periodista es interpretado decorosamente por Steve Coogan, quien también es coguionista del filme al lado de Jeff Pope, juntos adaptaron el libro El Hijo Perdido de Philomena Lee escrito por Sixmith. La película es un drama en estado puro, y fácilmente hubiera podido caer en el típico melodrama británico o en clásico telefilme biográfico (¿se acordaron de Hallmark Channel y sus insufribles propuestas? Sí, yo también) de no ser porque el guión, aunque muy convencional en su propuesta, establece una estructura narrativa ágil, siempre interesante y con algunos destellos de humor. Así acompañamos a la mujer en la búsqueda incansable por su hijo, llevándola incluso a cruzar el Oceano Atlántico para seguir los rastros del paradero de Anthony en Estados Unidos (donde fue rebautizado por su familia adoptiva como Michael -e interpretado por Sean Mahon-) y descubrir algunos secretos de su hijo que no son del todo agradables; todo esto mientras algunas pláticas entre los personajes abordan temas como la existencia o creencia en Dios, los pecados o el perdón.
Philomena es una historia de tragedia e infortunio, sí, pero también es una historia de amor materno incondicional en el que el mayor acierto es el soberbio trabajo de Judi Dench, quien se confirma como una de las mejores actrices de nuestros tiempos, especialmente en esta cinta, pues se ha alejado de los roles de mujer dura a la que ni el mismísimo James Bond puede hacerle frente, dulcificando aquí su carácter con una interpretación por demás emotiva y con toques de humor un tanto sarcástico. El filme es una experiencia emocional sobre el amor materno-filial que encontrará gran eco en el público femenino, al cual se le recomienda ir acompañado de una caja de pañuelos desechables de tamaño moderado.
D
escubrir que la riqueza de tu esposo proviene de un sinfín de estafas puede ser una noticia decepcionante, pero saberlo y ser cómplice silenciosa es una decisión que Jazmín estuvo dispuesta a efectuar. Pero el conflicto no es saberlo y callarlo, sino que un tercero lo descubra, y una vez descubierto inicia el verdadero problema que Jazmín debe enfrentar: una nueva vida sin familia y sin lo más importante para ella, el dinero. Después de llevar una vida muy cómoda en una zona exclusiva de Nueva York, llena de lujos, fiestas, viajes, dinero, y en cierta medida amor, Jazmín debe irse a vivir a un barrio de clase media en un lugar de San Francisco en Estados Unidos, después de que su esposo fuera arrestado por fraude y ella quedara en la ruina. Ginger, su hermana adoptiva, la recibe en su modesto departamento en el cual vive con sus dos pequeños hijos. Jazmín debe acoplarse a su nuevo estilo de vida, el cual incluye el desempleo, tolerar a sus sobrinos, y criticar constantemente a la pareja sentimental de su hermana, que eso más bien es un favor, o al menos así lo ve ella. Un nuevo hombre adinerado aparecerá en su vida, con la promesa de un nuevo comienzo, pero el pasado, las estafas de su marido, sus crisis nerviosas, y su concepción banal de la vida pondrán a prueba su objetivo. Jazmín Azul, dirigida por el cineasta Woody Allen, está narrada en dos tiempos, por un lado el presente, en el cual Jazmín enfrenta su nueva vida, y por otro el pasado, momento en que el cineasta critica con humor la vida de la burguesía de Nueva York, rodeada de falsos rostros, amistades por convenien-
cia, infidelidades y un amor por interés, una vida feliz en la superficie. Woody Allen hace un trabajo esplendido en muchos sen-tidos, por una parte, la más sólida, el guión y la construcción de los personajes, que se complementan y cuentan con humor la tragedia de una mujer que ha quedado en la ruina financiera. Una vez más Allen recurre a los momentos más dramáticos para soltar destellos ácidos de humor, muy característicos en su filmografía. Si Medianoche en París fue una muestra de la madurez del cineasta, Jazmín Azul demuestra con maestría que puede volver sin ningún problema a mostrar un cine similar al de su mejor época, Annie Hall (1977) o Manhattan (1979) sin que esto signifique un retroceso, al contrario, es la muestra de una habilidad por contar nuevas historias usando recursos creados por el mismo. Mención aparte para la brillante actuación de Cate Blanchett como Jazmín, podría decir que camaleónica, de la mesura a la exaltación, de la neurosis a la locura, y de la comodidad a la tragedia. Sin duda gran parte del éxito de la historia de debe a ella, sin olvidar lo bien que lo hacen sus compañeros de reparto, mención a Sally Hawkins, el lado blanco de la historia. Woody Allen sorprende a más de a uno con esta nueva, trágica y divertida historia, la cual estará presente en más de una ocasión en la tan esperada temporada de premios a lo mejor del cine en Hollywood. Por el momento puedes encontrar Jazmín Azul en la 55 Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional, consulta horarios: http://www.cinetecanacional.net/micrositios/muestra55/
E
l nuevo trabajo del director bicéfalo (es decir, los hermanos Coen) se establece en la incipiente década de los años sesenta, para realizar una aproximación a la escena musical en Greenwich Village a través de la historia de un joven cantante de folk, el Llewyn Davis del título, quien lucha por ganarse la vida como músico, haciendo frente a varios obstáculos que la vida le presenta o que el mismo se crea. El talentoso (aunque poco afortunado) cantautor sobrevive gracias a sus amigos más cercanos o a los trabajos musicales que ofrece a personajes que le son casi desconocidos (¿a quién conocemos verdaderamente en este mundo?); sus andares lo llevan (con compañía felina incluida) a recorrer distintos estados de la unión americana buscando, en clubes y cafés, esa 'oportunidad dorada', incluso llegando a tener la oportunidad de audicionar para Bud Grossman (F. Murray Abraham), uno de los grandes dentro de la industria musical. A través del complejísimo personaje central (a veces es difícil generar empatía hacia él), interpretado extraordinariamente por Oscar Isaac, y del relato cíclico escrito por ellos mismos, los Coen vuelven a ofrecer un tratado sobre la
condición humana, sólo que aquí lo hacen con una melancolía y elegancia brutales. El intimismo de la historia, la extraordinaria ambientación y manejo de atmósferas, la deliciosa música, así como las interpretaciones del elenco (sobresaliendo Carey Mulligan y Garret Hedlund en breves participaciones) la hacen una cinta verdaderamente sobresaliente; un filme con los clásicos elementos del cine artístico de los Coen (humor negro, salvaje ironía, corrosiva crítica social) pero llena de gran sensibilidad y con un gran corazón, como pocas veces visto en el cine de estos originarios de Minnesota. Inside Llewyn Davis por momentos es cruel y llega a ser hilarante poco después (si no, no sería de los Coen), pero no se le puede reprochar el hecho de siempre ser profunda y honesta; es una propuesta auténtica, intensa y emocionante sobre esos personajes que, aunque lo intentan, sólo pueden quedarse en el mismo lugar y ver como los demás se mueven, emigran, mejoran, etc.; sobre esos 'perdedores' que no logran 'hacerla en grande' y que casi no tienen nada ni a nadie, aunque eso no los hace menos grandes a ellos.
T
he Act of Killing representa el segundo largometraje documental de la pareja estadounidense conformada por Joshua Oppenheimer y Christine Cynn, quienes hace diez años presentaron The Globalisation Tapes, que significó una exploración a la historia que ha llevado a la globalización actual (o de ese entonces, mejor dicho), y al cómo se puede luchar de manera unida contra la explotación obrera que se realiza mediante el militarismo y la represión en aras de construir una 'economía global'. Para este nuevo testamento histórico fílmico, a la pareja de realizadores se ha unido un nuevo director indonesio, el cual ha preferido mantener su identidad oculta. Y es que no es hasta que vemos The Act of Killing, que podemos cabalmente comprender la decisión del cineasta de mantener su anonimato, pues lo mostrado en pantalla es brutal. A mediados de la década de los sesenta, se realizó un militarizado golpe de estado en Indonesia, tras el cual, el General Suharto asumió el poder, y con esto, tuvo lugar uno de los peores (aunque menos conocidos) genocidios en la historia de la humanidad: Varios miles de 'comunistas' (que en realidad sólo eran personas que estaban en contra del régimen de Suharto) fueron aniquilados por los escuadrones de la muerte. Y son precisamente tres líderes de estas mortales agrupaciones, quienes dan testimonio de sus -según ellos- heroicas acciones. Anwar Congo, Herman Koto y Adi Zulkadry son los tres líderes militares que, con -mucho- gusto y -aún más- orgullo, hablan sobre las 'medidas' que tomaron para aniquilar a los 'comunistas', e incluso aceptan hacer recreaciones de los sucesos. Es así como podemos ver
al trío principal re visitar los lugares de las masacres o las bodegas donde se perpetraban las ejecuciones; a la vez, Congo no duda en demostrarnos la manera en que 'ejecutaba' a los 'comunistas' con tan sólo un poste y un alambre. O podemos ver también una violenta 'dramatización' de los momentos en los que una aldea entera es arrasada por las fuerzas militares. The Act of Killing es un testimonio perturbador, un escalofriante cuento relatado por los mismos ejecutores que perpetraron los crímenes; aunque aún más espeluznante resulta el hecho que, actualmente, estos deplorables personajes sean considerados casi héroes nacionales y gocen aún de un considerable poder en Indonesia, pues tanto el gobierno, funcionarios públicos, grandes empresarios, medios de comunicación, reputados periodistas y gran parte de la población, ven en ellos a grandes figuras a las que agradecen haberles otorgado la libertad y deshacerse de los 'comunistas'. Y para cuando comienzan los créditos finales, uno se pregunta si el mantener su identidad oculta le será suficiente al anónimo tercer realizador para mantener íntegra su seguridad, pues ante lo mostrado en pantalla y la manera en que deja parados a los tres líderes militares, no dudamos, ni por un segundo, que su cabeza ya tenga precio. The Act of Killing es un documental ampliamente recomendable (debería ser obligatorio, si me preguntan) que plantea una nueva forma en la que se aprecia la realidad y una nueva concepción de la Maldad; aunque seguramente, cuando hayan finalizado su visionado (si es que lo terminan, pues es difícil de ver -por lo denso, no por violento-) no querrán volver a verlo.
H
ace 18 años el estadounidense Jesse (Ethan Hawke) y la parisina Celine (Julie Delpy) se conocieron en un tren con destino a París; ella regresaba a su ciudad natal mientras que Jesse tenía que descender en Viena para tomar un avión de regreso a los Estados Unidos la mañana siguiente. Como respuesta a un acto impulsivo provocado por la instantánea atracción, Jesse invita a Celine a bajarse con él en la capital austriaca para conocerse mejor; la respuesta de la chica ante la inusual propuesta del tierno desconocido dio pie a una de las trilogías cinematográficas mejor logradas en la historia del cine. ‘Antes del amanecer' es el título del filme que relata lo sucedido tras el casual encuentro en el tren y que se convirtió en un clásico del cine indie debido a la gran honestidad de su sencilla propuesta y a la autenticidad de su historia repleta de diálogos naturales con los que una generación quedó identificada. Filosofías de vida, miedos, deseos, sueños y expectativas fueron, entre otras cosas, los tópicos que marcaron la pauta de las largas conversaciones que, durante una tarde y una noche, sostuvieron los dos jóvenes idealistas; y fue tal vez ese idealismo lo que los llevó a tomar una decisión a la hora de la despedida: no intercambiar direcciones, ni teléfonos, vaya, ni siquiera su apellido. Sólo les bastó la promesa de volverse a ver seis meses después en la misma estación de Viena, dejando una sensación agridulce en el espectador que no pudo hacer otra cosa más que inventar como había sido el reencuentro de los amantes seis meses después. Nueve años tuvieron que pasar para que el público pudiera ver de nueva cuenta a la pareja y enterarse que el encuentro en Viena jamás ocurrió, que Jesse se había casado, había tenido un niño, que se había convertido en escritor y que estaba en París para promocionar su primer libro, el cual giraba en torno a una chica con la que había pasado una sola noche muchos años atrás. Una pequeña librería parisina fue el escenario del reencuentro entre los ya no tan jóvenes y no tan idealistas protagonistas; un café, los callejones, el Sena y un 'waltz' con dedicatoria especial, fueron algunos de los elementos que acompañaron las conversaciones de la pareja que ahora giraban en torno al desencanto, a la frustración y el arrepentimiento por las malas decisiones; porque muchas de las cosas que quisieron ser ya no lo serán, lo cual sin duda, siempre acarrea un gran montón de impotencia. Aquí, en 'Antes del atardecer', acompañamos a Jesse y Celine por 90 minutos, tiempo en el cual se desarrolla la cinta en tiempo real y que, a pesar de estar rodada en París, se aleja de los clichés del cine romántico y da una creíble continuidad a una real historia de amor contemporáneo en donde no hay cabida para diálogos melosos ni cursilerías de ningún tipo; el final, volvió a dejarnos la vía libre para interpretaciones sobre el futuro de la pareja recién reencontrada.
Ahora, nueve años después, Jesse y Celine están de regreso en la última parte de la trilogía: 'Antes de la Medianoche', en la que la pareja no ha podido escapar al paso del tiempo y los estragos que este causa (monotonía, hastío, etc.). El filme abre con una secuencia donde vemos a Jesse despedirse de su hijo Hank, quien ha pasado con él las vacaciones de verano en Grecia pero debe regresar a los Estados Unidos junto a su madre. Tras la emotiva escena, Jesse se reúne en su auto con Celine fuera del aeropuerto, ahí descubrimos que ambos son ahora padres de unas adorables gemelas. La pareja se dirige hacia la región del Peloponeso para pasar juntos el último día de vacaciones antes de regresar a París; y es durante este día que la pareja se replantea su vida juntos tras las charlas con amigos o en solitario. ¿Es posible vivir enamorado para siempre? La respuesta, un rotundo 'No', parece ser unánime en la mesa donde se ha reunido la pareja con sus amigos de la región griega; pero así como todos concuerdan en la caducidad del amor, coinciden también en que sus parejas han sido lo mejor que les ha pasado en sus vidas y que para seguir con alguien (por el tiempo que sea) se requiere de un gran compromiso para mantener el enamoramiento en la pareja y que ésta siga viva. Pero a veces el compromiso no es lo suficientemente fuerte, o si lo es, éste se ve opacado y minimizado por la rutina, los celos y la desconfianza, elementos que pueden provocar que en las discusiones de pareja a veces no se juegue limpio: "No eres ningún Henry Miller" advierte una histérica Celine al hastiado Jesse. "Si tan sólo invirtieras la mitad de la energía que gastas en quejarte e insultar, en otras cosas más importantes, todo sería muy distinto" responde Jesse ante las interminables quejas de Celine. Y así como estos diálogos lastiman a los personajes, también lo hacen a la audiencia, pues es imposible no sentirse conectados a ellos, a ambos, porque más allá del género, todos somos un poco Celine y un poco Jesse al mismo tiempo, pues todos somos humanos y hemos pasado por alguna relación igual o similar y sabemos lo que se siente. Y es así como también sabemos que los reproches y las discusiones de nivel monumental no siempre significan que el amor se haya terminado, sabemos que la gente en esencia no cambia y que si alguna vez Jesse enamoró a Celine por su personalidad, y viceversa, ese Jesse y esa Celine siguen siendo los mismos que se bajaron del tren en Viena, pero que las responsabilidades, los compromisos y la rutina han distorsionado la imagen de su pareja; el reto, según el artífice de la trilogía Richard Linklater, es encontrar ese vínculo que se estableció en su primer encuentro y que es indestructible.
T
ras su nominación al Oscar con La Mujer que Cantaba (Incendies; 2010) en la categoría a Mejor Película Extranjera, nos llega uno de los dos nuevos proyectos del director canadiense Denis Villeneuve*: Intriga (Prisoners; 2012), protagonizada por Hugh Jackman y con Jake Gyllenhaal como coprotagónico. El primero interpreta a Keller Dover, un padre de familia que se ve enfrentado a su peor pesadilla: la desaparición de su hija Anna de seis años, quien fue abducida mientras se encontraban en una cena de acción de gracias en casa de la familia Birch, sus amigos del vecindario y cuya hija menor (Joy) también desaparece esa noche. Gyllenhaal, por su parte, da vida al Detective Loki, encargado del caso de la desaparición de las menores y las investigaciones que apuntan hacia Alex, un joven con desordenes mentales y emocionales (interpretado por Paul Dano) que resulta ser el principal sospechoso. La premisa podría resultar bastante común, y de hecho lo es, pero lo que resulta sorprendente es la manera en que el guión logra crear las atmósferas necesarias para atrapar al espectador desde el comienzo en un juego de enredos y pistas falsas que nos van arrastrando, junto con los personajes, hacia un abismo laberíntico, devastador y desesperanzador, donde la falta de resultados obligan a Keller Dover a tomar medidas desesperadas: secuestrar a Alex y torturarlo hasta que confiese el paradero de las menores. Paralelamente, la trama también presenta las acciones/situacio-
nes de los otros implicados en el caso: las investigaciones en solitario de Loki (quien ha encontrado a otro posible sospechoso), la depresión de Grace Dover (esposa de Keller y que es interpretada por Maria Bello) y la parcial complicidad de la familia Birch (interpretados por Terrence Howard y Viola Davis) en el secuestro (y tortura) del joven sospechoso. Intriga es una de las mejores cintas de suspenso de los últimos años cuya mayor virtud se encuentra principalmente en el sobresaliente trabajo de su guión enmarañado y plagado de estupendos diálogos de personajes bien trazados, por lo que también vale la pena resaltar el soberbio trabajo actoral de todo el reparto, especialmente de Gyllenhaal, Jackman y Dano. Además, la película plantea fuertes cuestionamientos morales y éticos sobre nuestras acciones en hipotéticos casos como este. Y tú, ¿hasta donde llegarías para salvar a tu hijo? En este rompecabezas cinematográfico tendrás bastante tiempo para meditarlo a medida que la trama se resuelve y las acciones de los protagonistas se vuelven cada vez más cuestionables. Una joyita que no se deben perder. *En caso de que se lo preguntarán, el segundo proyecto (mencionado al inicio del texto) de Denis Villeneuve este año es Enemy, en la que participa nuevamente Jake Gyllenhaal y de la que esperamos pronto tener noticias sobre su estreno en México.
E
l nuevo trabajo del director italiano Paolo Sorrentino, sigue a Jep Gambardella, un escritor que tras la publicación de su primer y único libro varios (muchos) años atrás, abandonó la escritura para dedicarse al periodismo. Jep, con 65 años recién cumplidos, sigue una vida frívola en la gran Roma, en fiestas nocturnas que se prolongan hasta que el sol se asoma en el horizonte. Pero la noticia del fallecimiento de su primer amor, lo despierta de su mundano letargo y se replantea varios aspectos de su vida, comenzando a atravesar por un extraño estado de ánimo que ni él mismo es capaz de comprender, y empezando también a perseguir esa gran belleza con la que no se ha topado en décadas y por la cual no ha escrito un nuevo libro desde entonces. Echando mano de una fragmentada narrativa, el guión escrito por el mismo Sorrentino junto a Umberto Contarello, ofrece una sucesión de episodios con cambios muy marcados tanto de tono como de ritmo, y en los cuales atestiguamos los encuentros (y desencuentros) de Jep con los personajes de una sociedad en decadencia, quienes demuestran un descarado 'snobismo', comenzando incluso por el muy cínico protagonista, quien por cierto es interpretado de manera soberbia por Tony Servillo. Dentro del guión podemos también encontrarnos con referencias al cine de Federico Fellini, desde el lugar donde ocurre la historia (la maravillosa Roma) hasta algunos pasajes con homenajes implícitos a La Dolce Vita. Una gran colección de personajes secundarios como prostitutas, políticos corruptos -porque no hay de otros ¿o sí?-,
vedettes en decadencia, vecinos de identidades misteriosas, sabias y muy longevas monjas, cardenales con peculiares aficiones culinarias, entre muchos otros, ofrecen una variedad de situaciones con diálogos que transitan entre lo más banal (pero tan sólo en apariencia) y lo gloriosamente existencial. Ésto, retratado bajo el lente de Luca Bigazzi, cuyo maravilloso trabajo (exagerado, mas nunca barroco) ofrece varias secuencias deslumbrantes, como las dos primeras del filme: el ágil y ligero recorrido por algunas estatuas y monumentos antiguos donde canta un coro de mujeres vestidas de negro, y la subsecuente gran fiesta al ritmo del remix de Far L'Amore de Bob Sinclair y Rafaella Carra. También sobresale aquella escena dentro de una muy bizarra clínica de botox, así como la maravillosa y surrealista secuencia en la que decenas de cigüeñas se encuentran descansando en la terraza del protagonista y donde la longeva monja le obsequia una dosis de sabiduría al confundido Jep: "¿Sabes por qué sólo como raíces? Porque las raíces son importantes". La Gran Belleza, así como las obras de Fellini, son una carta de amor hacia una de las ciudades más maravillosas donde se conjuga la decadencia con la opulencia; una cinta melancólica donde Sorrentino se refugia en los grandes clásicos del cine italiano para hablar, como si de un antiguo truco se tratase, sobre el desencanto en este mundo contemporáneo.
A
firmar que un adulto abusó sexualmente de una menor es una grave acusación, que sea la menor quien lo diga supone una verdad casi innegable, que el acusado sea el mejor amigo del padre de la niña, convierte dicha afirmación en una dramática situación que termina por completo con la confianza de las partes. Lucas es un hombre de 40 años que vive solo en un poblado de Dinamarca, y es profesor en un jardín de niños mientras lucha por la custodia de su hijo. El cineasta Thomas Vinterberg muestra a un maestro que denota confianza y seguridad, un profesionista ejemplar que deposita el amor que no puede dar a su hijo en los niños de la escuela. Al jardín de niños asiste Klara, la hija menor de su mejor amigo, además de los hijos de sus amigos, con quienes tiene desde hace varias generaciones un grupo dedicado a la caza de venados. En una ocasión Klara le confiesa a la directora del jardín que Lucas le ha mostrado en alguna ocasión su pene erecto, después de que él le llamará la atención por haberlo besado en los labios; este comentario que deviene de una situación embarazosa, parece inocente para el espectador, pero conforme avanza la historia comienza a tornarse más real. Esta situación hace que se desate el rumor de que el profesor abusó sexualmente de la niña, y por consiguiente los niños del jardín también pudieron ser víctimas del profesor. Lo que provoca un aislamiento total para Lucas, por parte de la sociedad, y por parte de sus mejores amigos. Irónicamente Lucas se convierte en una especie de “fauno” al cual todos quieren cazar, en este caso encerrar en la cárcel, especial-
mente sus propios amigos. No sólo es orillado a perder su trabajo y a vivir encerrado en su hogar, sino además a sufrir rechazo social por parte de los pobladores, violencia física contra su persona, y hasta la prohibición de ver a su hijo. Thomas Vinterberg plantea una situación en la cual todos creen hacer lo correcto, principalmente los padres de los niños, quienes sobre todas las cosas creen en sus hijos antes que en nadie más, sin darse cuenta del daño que ocasionan al hombre acusado y su familia. De principio a fin el cineasta va aumentando la tensión entre las partes, y por consecuente la del espectador. En todo momento va de menos a más, inclusive la últimas dos secuencias plantean una tensión en la que la violencia conformaría el mejor de los cuadros. La película es ejemplo de la pérdida de civilidad por parte de la sociedad ante la agresión sexual hacia un menor de edad, situación que toca las partes más instintivas del ser humano. En este filme los niños tiene un papel dual, son las víctimas, pero también son los demonios, los causantes de la pérdida casi total de la forma de vida de un hombre; los siempre intocables y nunca culpables, pero que en esta ocasión todo apunta a olvidar ese continuo cliché. La Caza (Dinamarca 2012) estuvo en la pasada edición del Festival de Cannes, y resultó ganador de la Palma de Oro el actor protagonista Mads Mikkelsen (Lucas), quién hace un trabajo estupendo, que desfigura la vida plena de un hombre transformada por la inocencia de una menor.
A
casi una década de la realización de su ópera prima (el drama romántico de 2004 titulado Steve + Sky), el director de origen belga Felix Van Groeningen presenta una pasional y desoladora historia adaptada por él mismo (en conjunción con Carl Joos) con base en la obra escrita por Johan Heldenbergh y Mieke Dobbels, que gira en torno a una pareja que queda fracturada ante la enfermedad de su hija. The Broken Circle Breakdown nos acerca a la vida de Elise y Didier, y con secuencias que evaden el orden cronológico mediante el intercalado de escenas que saltan del presente al futuro y de regreso, conocemos a ésta sui generis pareja que, a pesar de sus diferencias, se enamora a primera vista. Ella tiene su propia tienda de tatuajes mientras que él toca el banjo y canta con su banda de bluegrass (género musical derivado del folk estadounidense), pero ambos comparten cierto gusto por la cultura popular de Estados Unidos (sobre todo musicalmente) y eso hace que el pasional vínculo que van construyendo al paso de los días se vaya volviendo más sólido, una relación a prueba de todo... o bueno, casi todo, pues tras varios años de alegría y romance, la sombra del cáncer se hace presente al enfermar su pequeña hija Maybelle.
Felix Van Groeningen acierta al retratar la relación de pareja de una manera emotiva apoyándose en la música instrumental que toca la banda de Didier, sus acordes y letras van complementando la historia y resultan un elemento estimulante para la narrativa del filme, el cual es sostenido por la pareja central encarnada por Johan Heldenbergh y Veerle Baetens, quienes brindan un trabajo con entera convicción y desbordante emotividad. The Broken Circle Breakdown es un drama trágico que también despliega un poder magnético que nos impide, como espectadores, apartar la mirada de la pantalla, gracias al sobresaliente y preciosista trabajo de fotografía de Ruben Impens; es un filme cautivante que conjuga lo mejor del drama musical Johnny & June: Pasión y Locura (Walk the Line; 2005) con la desoladora visión del amor de Triste San Valentín (Blue Valentine; 2010). Combinando las perspectivas de los protagonistas sobre la vida y la muerte, el filme resulta un trabajo tan desolador como esperanzador en donde la forma y el fondo, así como la pérdida, el perdón y la redención, convergen armoniosamente al ritmo de bluegrass.
L
a Ladrona de Libros (The Book Thief; 2013) es una adaptación del libro de Markus Zusak, dirigida por Brian Percival, quien va presentando a la Alemania en tiempos de Hitler, centrando la historia desde la mirada de Liesel Meminger, una niña encarnada por Sóphie Nelisse, acompañada de su amigo Rudy Steiner (Nico Liersch) y sus papás adoptivos Hans y Rosa Hubermann (Geoffrey Rush y Emily Watson). Es una amena historia bélica, y no sólo por el contexto, sino por la lucha de descubrir y entender el actuar y sentir de la guerra, pero contada con un tono cálido, con una voz en off perfectamente modulada que aparece en momentos de clímax. Ella es la acechante muerte que deambula durante toda la historia. Liesel es una niña inteligente, noble e inocente que vive en la época de la Segunda Guerra Mundial; a pesar de este contexto, su vida está llena de magia, ya que logra una vida feliz, descubriendo sentimientos y gente a su alrededor que la hace más fuerte y sensible a la vida misma. Conoce el racismo y la indignación de la gente, con el sufrir de judíos, pero también de alemanes, ya que para una guerra se necesitan dos bandos, y las pérdidas duelen enormemente, ya que son vidas humanas que se pierden por un objetivo irrisorio. Sus papás adoptivos son caras opuestas, el papá es dulce, tierno y complaciente, pero la mamá es fría, dura y enérgica, aunque de buen corazón. Su nuevo papá la ayuda a aprender a leer, es la cosa más importante para ella, pues ya es algo grande para no saber hacerlo y además encuentra fascinante la lectura. Max es un judío que llega a pedir ayuda a su familia, ahí Liesel comprende el significado de hermandad y se da cuenta de lo humanistas y empáticos que son sus padres, al arriesgar sus vidas por ayudar a un desconocido.
Liesel, poco a poco va entendiendo el porqué la guerra es mala, ve la amargura que va dejando a su paso con familias incompletas o totalmente destruidas, pero también conoce sobre el amor, la empatía, el cariño y la honestidad de una amistad como la de Rudy, un niño que desde el primer momento, queda cautivado y decide ser su compañero de aventuras. Recordamos el mito olímpico del hombre más rápido del mundo, Jesse Owens, con Rudy a quien le encanta correr, y en una ocasión decide pintarse completamente de negro y sueña con ser Owens. Todo va muy bien, hasta que un vecino lo ve y lo acusa de semejante tontería: "querer ser un negro”. El filme nos narra cómo la gente se va creyendo la filosofía nazi, donde por tonterías como éstas, la gente podría ser acusada y castigada. Otro de los acontecimientos importantes es la quema de libros “inmorales”, donde Liesel acude emocionada y feliz, pero su rostro poco a poco va cambiando cuando se da cuenta del horror del discurso y la orden de quemar libros, que a juicio de unos, son prohibidos, cosa que para ella es dolorosa, pues se ha refugiado enormemente en ellos. Liesel es valiente y decide salvar uno de ellos, a partir de aquí se vuelve fanática de los libros, hasta el punto de tomarlos prestados sin autorización de los dueños; por eso el título de 'ladrona de libros'. En fin, es una película para toda la familia que conecta con el público por el drama y el divertido andar de aventuras de los niños Liesel y Rudy, con un fuerte mensaje de humanidad entre los hombres.
H
ace 50 años, una película cautivó a toda una generación con música y magia. Mary Poppins es el clásico dirigido por Robert Stevenson estrenado en 1964 y que se convirtió en toda una cinta icónica para los estudios Disney, lanzando al estrellato a la debutante Julie Andrews y logrando hacerse de cinco premios Oscar: Mejor Actriz, Mejor Edición, Mejores Efectos Visuales, Mejor Canción Original y Mejor Score. Pero detrás del fantástico cuento de la mágica niñera que acude al rescate de la familia Banks, hay una historia de lucha de egos y de la búsqueda de redención, tanto por parte de la autora Pamela Lyndon Travers, en cuyo libro está basada la película, como del mismo Walt Disney, quien por dos décadas buscó persuadir a la renuente escritora para que le permitiera la realización de la cinta inspirada en ese tan entrañable personaje que es Mary Poppins. Y es precisamente esta historia la que retrata la cinta El Sueño de Walt, título con el que se distribuirá en nuestro país la cinta que lleva por título original Saving Mr. Banks. Protagonizada por Emma Thompson y Tom Hanks como P.L. Travers y Walt Disney respectivamente, la película dirigida por John Lee Hancock (responsable de The Blind Side por la que Sandra Bullock ganara su Oscar como Mejor Actriz) se enfoca en el viaje que realizó la escritora australiana (motivada por una personal crisis financiera) para reunirse con el animador estadounidense, con el fin de ella misma supervisar todo el proceso creativo en la pre-producción
de la película durante dos semanas, y al quedar completamente complacida con el enfoque y tratamiento del proyecto, ceder finalmente los derechos de su primera y más popular novela para ser llevada al cine. El guión de la cinta (escrito por Sue Smith y Kelly Marcel) echa mano de las casi cuarenta horas de grabación que la misma P.L. Travers exigió que se documentaran durante el proceso de supervición en la pre-producción como evidencia de lo que ella misma había autorizado y lo que había descalificado; y es así como Saving Mr. Banks nos muestra ese juego de estira y afloja entre P.L. Travers y Walt Disney. La autora, se muestra siempre renuente a ceder los derechos de su novela, con un carácter permanentemente difícil y poniendo peros al 99% de las propuestas que le presentan tanto el guionista Don DaGradi (interpretado por Bradley Whitford) como a los compositores, los hermanos Robert y Richard Sherman (B.J. Novak y Jason Schwartzman respectivamente); su infernal y poco tolerante actitud podrían retratar a una mujer aprensiva y un tanto paranoica, pero es gracias a la historia de la infancia de la escritora en su natal Australia -la cual se nos cuenta de manera alternada a la trama principal del filme- que podemos entender sus motivaciones y su gran miedo a dejar que alguien ponga las manos encima de su tan personal y semi-autobiográfica obra. En estos fragmentos de la cinta, no sólo vemos cómo P.L. Travers tuvo que sobrellevar el alcoholismo de su padre Travers Goff -posterior inspiración para
la creación del Mr. Banks de la novela-, un personaje sorprendentemente entrañable y estupendamente interpretado por Colin Farrell (sí, sí sabe actuar), también vemos como tuvo que hacerle frente al intento de suicidio de su madre (una excelente Ruth Wilson). Aquí también conocemos a la Tía Ellie (Rachel Griffiths) ese gran personaje que inspiró a Travers a crear a la mágica niñera que llega al rescate de la familia. Saving Mr. Banks es una 'cinta Disney' por donde se le vea, no únicamente por relatar esta historia tan directamente relacionada con el estudio y con su gran artífice, sino por ser, en espíritu, una cinta completamente del estudio de animación más grande de América: es divertida y conmovedora. Pero es también una 'cinta Disney' porque, al igual que sus clásicas cintas de cuentos de hadas, edulcoran las historias originales y las transforman en productos 'familiares', en esta ocasión, sumergen en almíbar el desenlace de la cinta al mostrar a una Travers conmovida ante el resultado final de la cinta, hecho que dista un tanto de la realidad, donde la autora no quedó complacida al 100% con la adaptación y el espíritu de su tan amada novela fue un tanto mancillado por 'caprichos' del estudio. Saving Mr. Banks es una cinta con altibajos pero no se puede negar que es entretenida, divertida y con un relato entrañable para toda la familia, aunque siempre permanece la duda de qué tan bien librada saldría si no fuera porque la gran Emma Thompson lleva todo el peso del filme sobre ella y lo hace extraordinariamente bien.
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urante un viaje en solitario realizado a través de las aguas del Océano Índico, un hombre (anónimo, sin nombre, al que los créditos de la cinta se limitan a denominar como 'Our Man'/'Nuestro Hombre') despierta en su velero para descubrir que se ha impactado contra un contenedor que flotaba a la deriva en mar abierto, causando graves daños a la embarcación y dejando inservibles los equipos de comunicación para pedir auxilio, quedando a merced de la naturaleza a varias millas de la costa más cercana. All is Lost es la segunda película del director J.C. Chandor, y al igual que su muy rescatable ópera prima El Precio de la Codicia (Margin Call; 2011), que se focalizaba en las horas previas a la gran crisis financiera estadounidense de 2008, cuenta con un guión escrito por él mismo. El filme es un poderoso relato de supervivencia que pone todo el peso sobre los hombros del veterano Robert Redford, algo muy similar a lo realizado por Alfonso Cuarón con Sandra Bullock en Gravity, pero a través de un acercamiento a nuestro instinto de supervivencia de una manera más intimista e introspectiva, lo cual acerca también al filme a otras propuestas de supervivencia en la pantalla grande como Una Aventura Extraordinaria (Life of Pi; 2012) de Ang Lee, aunque a diferencia de ella, ésta anécdota está desprovista de sentimentalismos fáciles con tendencia a la manipulación emotiva. A través de poco más de cien minutos de metraje, acompañamos a 'Nuestro Hombre' intentando reparar su embarcación gracias a su astucia y gran experiencia como marino y navegante, y a pe-
sar de que tiene a la edad en su contra (tomemos en cuenta que Robert Redford tiene ya casi ocho décadas sobre este planeta), lo vemos salir avante y sobrevivir a una implacable tormenta. Pero a pesar de su ingenio en su lucha por su supervivencia, hay otros factores como el inclemente Sol, las amenazas acuáticas naturales (tiburones, tormentas, etc.) o el inevitable agotamiento que le ha producido su desafortunada situación sin comida ni agua potable, que lo llevan a confrontar su propia mortalidad y plantearse, a través de una carta de despedida, si todos sus esfuerzos por sobrevivir han valido la pena, si es preciso seguir luchando hasta el final, sea cual sea, o si hubiera sido mejor 'dejarse ir' desde un principio. All is Lost plantea exitosamente cuestionamientos existenciales sobre el hombre y el encuentro de su más primitivo instinto de supervivencia en medio de una profunda soledad, y gran parte de ello es gracias a la actuación de Robert Redford, quien entrega un 'tour de force' con apenas unas cuantas líneas de diálogo durante toda la cinta, regalándonos con ello una transformación de su personaje de manera sutil pero contundente, desde sus meditativas primeras acciones para intentar reparar su nave, hasta el borde de la desesperación tras varios días a la deriva y con las oportunidades de ser rescatado cada vez más improbables. Con esta cinta, J.C. Chandor se reitera como un autor al que hay que seguir muy de cerca, pues sus dos propuestas cinematográficas, hasta este momento, poseen una gran precisión narrativa que deja ver a una gran promesa del cine.
J
ohn Wells, quien en 2010 presentó su ópera prima The Company Men, dirige August: Osage County, película coral basada en la exitosa obra de teatro homónima presentada en Broadway, escrita por Tracy Letts (también responsable del guión adaptado para este filme) que se centra en una reunión familiar donde salen al descubierto los secretos más oscuros y se desenmascaran las más atroces mentiras. Esta odisea familiar comienza con la desaparición de Beverly, el patriarca de la familia Weston que vive junto a su esposa Violet en una casona a las afueras de Pawhuska, en el estado de Oklahoma. Ante las misteriosas circunstancias de su desaparición, la familia se reúne en el caserón y los trapitos sucios y rencores no tardan en salir a la luz. La familia Weston, cuyo único miembro masculino es el desaparecido Beverly (un breve pero extraordinario Sam Shepard), se ha distanciado con los años y sus integrantes transitan sus existencias absortos y despreocupados de los otros miembros de su familia, hasta ahora, cuando esta pequeña crisis los ha obligado a reunirse nuevamente. La disfuncional familia (porque no existen de otra clase), es encabezada por Violet (encarnada por Meryl Streep y si digo que está extraordinaria sería un pleonasmo), una desequilibrada mujer cuya grave situación de salud -padece un cáncer ya muy avanzado- no le impide seguir manipulando y ofendiendo a todos por igual, actitud que le es recriminada principalmente por Barbara (Julia Roberts, también solvente en su trabajo), pues al parecer de esa no tan amable
manera es como la educó a ella y a sus hermanas Ivy y Karen (Julianne Nicholson y Juliette Lewis), aunque a ellas no parece causarles tanto conflicto el errático y hasta racista comportamiento de su madre. En el reparto también encontramos a Ewan McGregor como Bill (esposo de Barbara), Abigail Breslin como Jean (hija de Bill y Barbara) y Dermot Mulroney como Steve (pareja en turno de Karen). Margo Mrtindale da vida a la Tía Mattie (hermana de Violet), Chris Cooper es el Tío Charlie (esposo de Mattie) y Benedict Cumberbatch es el 'pequeño' Charles (hijo de Mattie y Charlie). En August Osage County sobresalen sus diálogos mordaces, se nota que son líneas pulidas, y por lo tanto efectivas, que sirven como críticas fuertes hacia la estructura social que representa 'la familia'. El conjunto actoral ofrece un gran soporte durante todo el filme, todos están en papel y en ese aspecto el filme se mantiene sólido. El único detalle es que varias de las subtramas, a pesar de ser sumamente interesantes, no se desarrollan eficaz y completamente, ofreciendo un mayor protagonismo a la rivalidad entre Violet y Barbara, y olvidando por momentos que se trata de la historia de una familia, no de dos miembros de ella. Esto queda en evidencia, sobre todo, en las subtramas correspondientes a las historias de Jean y Karen, cuyas anécdotas apenas reciben un tratamiento superficial, haciéndolas prescindibles dentro de la trama de la cinta que termina por carecer de cohesión y no se siente como un todo, deja la sensación que algo le falta, se siente, como la familia que retrata: incompleta.
I
nspirada muy levemente en el clásico La Reina de las Nieves, de Hans Christian Andersen, Disney ofrece su más reciente propeusta animada, la cual sigue a Anna, una princesa optimista y valiente que va en busca de su hermana, la Reina Elsa, pues, sin querer, ha lanzado un gélido hechizo que ha condenado a todo el reino de Arendelle a un invierno perpetuo. En su épico viaje conoce al temerario montañero Kristoff y a su juguetón reno Sven, así como a Olaf, un superinocente muñeco de nieve que ha cobrado vida; todos ellos le ayudarán en su travesía para encontrar a su hermana y tratar de convencerla para que regrese al reino y termine con el invierno eterno. Frozen continúa con la tradición de Disney de empoderar al género femenino, y como ya lo hiciera Pixar con Valiente (Brave; 2012), aquí le dan a las mujeres su incuestionable poder protagónico dentro del cuento, por lo que muy lejos han quedado ya los príncipes que buscan rescatar a las desvalidas y sumisas chicas en apuros. Y aún más allá de esto, la cinta representa un gran avance en las cintas de Disney en solitario, es decir, sin Pixar (aunque tienen un grupo de consejeros que los apoyan en la supervisión), pues la cinta no sólo resulta enormemente entretenida y muy divertida para los niños, incluyendo va-
rios números musicales (que podrían sacar de quicio a quienes no sean amantes de los segmentos musicales), sino que también posee una historia con la suficiente complejidad de sus personajes, y de la trama, para entretener a los adultos. Creo que no hace falta mencionar si la cinta cumple o no en los apartados técnicos, puesto que en estos tiempos que corren ya estamos acostumbrados a un nivel de excelencia en la calidad de las cintas animadas por computadora, y Frozen cumple con eso y más, ya que sorprende con secuencias espectaculares tanto por su cuidada fotografía como por su iluminación, el detallado de texturas y la creación eficaz de atmósferas, destacando sobre todo esa extraordinaria secuencia del 'rescate' al final de la cinta, pues es una escena que cumple con toda regla en cuanto lo que se refiere a las secuencias de acción. Así las cosas, Frozen es una cinta como hace mucho Disney no nos ofrecía, regresando un poco a esas fantásticas fábulas que lo hicieron uno de los estudios de animación más grandes del mundo, pero modernizándolas atinadamente para contextualizarla con los valores que ahora prevalecen. Es de lo mejor en cuanto a animación hollywoodense se ha hecho este año.
T
eniendo en cuenta que hace unos 4,500 años que abandonamos la edad de piedra, las cinco décadas que separan a Los Picapiedra de Los Croods parecen un suspiro. No obstante, en estos escasos 54 años mucho ha cambiado la representación que el cine, o la televisión, ofrece a los más pequeños sobre los grandes temas universales, en este caso: La familia. Este tema no es ninguna novedad en el cine infantil, es más, probablemente sea la familia uno de los lugares más visitados por este género. Es muy probable que esto tenga mucho que ver con la tendencia de los niños a imitar los roles de los adultos más cercanos. No obstante, desde hace algunos años, la familia ha dejado de ser un contexto, o un mero pretexto, para convertirse en el centro temático de los films en sí mismo. No es la primera vez que desde esta sección hablamos de películas que se replantean el concepto de familia. Los Croods entronca perfectamente con una línea de discurso que, casualmente, o quizá no, hemos ido desgranando en distintos números de esta revista. Esta saga de films, de entre los que podríamos destacar Brave u Hotel Transilvania, se caracterizan por reflejar el conflicto entre unos hijos que buscan expresarse (mujeres en la mayoría de los casos, fenómeno siempre de agradecer) y un progenitor que hace funambulismo sobre la delgada línea que separa la imposición y la educación. Cuestiones que quedan lejos de los veloces pies del pobre Pedro Picapiedra.
Cabría preguntarse pues qué añaden Los Croods a esta tendencia. Por qué merece la pena pararse en esta recomendable producción. En primer lugar sorprende la elección del protagonista de la cinta ya que, con bastante acierto, es la familia, Los Croods, la auténtica protagonista. Este da lugar a un guión alejado de las convenciones del género. Con un arranque sin concesiones, directo y eficaz, la película se permite el lujo de transitar lugares, secuencias, que se salen de lo que sería el devenir típico de un film para niños. Cabe destacar el hilarante pasaje sobre la modernización del padre de la familia. Y es que, al ampliar el foco, la película hace que personajes como el padre de la familia cobre una nueva dimensión dotándole de una sincera profundidad. Es imposible no empatizar con ese troglodita en plena crisis de los 40 al que el mundo está dejando de lado a la hora de avanzar. Es este, el miedo al progreso, otro de los temas de la película. No se le pueden poner pegas a la conveniencia de este mensaje, no obstante, el film lo aborda desde una perspectiva en exceso simplista, en exceso masticada, tratando a los niños como idiotas y no como espectadores. La película falla también en algunas secuencias, al alejarse del esquema tradicional da pasos en falso y se deshincha de vez en cuando. Pero todos esos fallos quedan eclipsados por el gran arma de la película: el humor. No tengo miedo a equivocarme si digo que esta es quizá la película más divertida de los últi-
mos años. Su humor canalla, que no recurre a la cita o el chiste adulto, recupera el arte del gag visual. Sus chistes, fundamentados sobre las posibilidades que brinda la animación, remiten a los maestros del humor visual, los genios de Hanna-Barbera, estudio responsable de clásicos como los Looney Toons o Los Picapiedra. Y es que educar no está reñido con entretener, quizá ese sea una de las mejores conclusiones que nos deja Los Croods. Siempre es positivo que surjan nuevas propuestas que nos inviten a reflexionar sobre los nuevos roles de los miembros de la familia, o sobre los grandes temas del cine infantil como el miedo a lo desconocido. Eso sí, lo que nunca podemos perder es la perspectiva, el cine es en primera instancia entretenimiento. Y desde luego Los Croods es una película entretenida en el mejor sentido de la palabra, ágil, desternillante, original, y visualmente sorprendente. Cerremos dando gracias a los prehistóricos, a los hombres de las cavernas de la animación de Hanna-Barena, por sentar las bases narrativas de una animación, que nada sería si sólo de espectacularidad visual tuviera que sobrevivir. Dejemos de lado qué representación de la familia hacía Pedro, Pablo, Wilma y compañía, lo siento queridos lectores, para despellejar un clásico, habría que tener un corazón de piedra.
L
a coproducción franco-belga nominada al Oscar, Ernest & Celestine, sobresale por su gran sensibilidad y ternura al relatar una sencillísima historia sobre la amistad y la tolerancia. Bajo la dirección de Stéphane Aubier, Vincent Patar y Benjamin Renner, la película es una adaptación de una serie de libros infantiles escritos e ilustrados por Gabrielle Vincent, en donde nos cuenta la muy peculiar historia de un enorme oso y una diminuta ratoncita, cuyo imprevisto encuentro da paso a una gran amistad. Ernest, el oso, es un vagabundo que vive humildemente en el mundo superior y se sostiene de lo que puede juntar trabajando (cuando lo deja la policía) como hombre orquesta y payaso en la calle; Celestine, quien vive en el mundo inferior, es una ratoncita muy distraída pero tremendamente imaginativa que, cuando no está divagando e imaginando historias donde un oso y un ratón se hacen amigos (algo imposible e inimaginable para los de su especie), trabaja con otras ratoncitas recolectando los dientes de leche que mudan los niños osos en la superficie. Un día, la tarea para Celestine de tomar los dientes de leche se complica y termina encerrada en un bote de basura, donde casualmente Ernest, desesperado por el hambre, busca algo de comer, lo que sea... incluso una inocente ratoncita. Al intentar ser devorada por el oso, la pequeña roedora reacciona rápidamente y convence a la fiera hambrienta de no ingerirla, ofreciéndole otra opción para satisfacer su hambre: acceso total a la bodega de una dulcería.
Y es así como da comienzo la más improbable de las amistades, donde un oso y una ratoncita, que en principio no se llevaban nada bien, se descubren cómplices en fantásticas aventuras, revelando también sus frustraciones y más grandes anhelos: él quiere alejarse del mundo de la abogacía que toda su familia ha practicado desde un par de generaciones atrás (su abuelo, padre y tíos fueron jueces) y ella quiere ser artista para dejar atrás todas las imposiciones sociales que quieren convertirla en dentista. Ernest & Celestine, que cuenta con una estética tan sencilla y artesanal en su animación tradicional (y que, por cierto, resulta una verdadero deleite visual), es una cinta que a pesar de estar enfocada principalmente a los niños, su discurso va más allá del simple y llano entretenimiento infantil y mucho más lejos de un mensaje simplón, pues también habla sobre temas trascendentales para todas las edades como la amistad y el miedo a lo desconocido por culpa de los prejuicios. El filme está nominada a la próxima entrega de los premios Oscar en la categoría a Mejor Película Animada, donde se enfrenta a cintas como The Wind Rises de Hayao Miyazaki, Mi Villano Favorito 2, Los Croods y Frozen: Una Aventura Congelada, y la verdad es que resulta muy difícil que se alce con la estatuilla dorada, aunque en calidad argumental supere por mucho a las de Disney y DreamWorks.