Retrato entrelíneas

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isabel allende eduardo anguita braulio arenas miguel arteche guillermo blanco marta blanco alfondo calderón francisco coloane gonzalo contreras poli délano josé díaz-casanueva josé donoso jorge edwards arturo fontaine agata giglo enrique gómez correa oscar hahn j. m. ibañez langlois alejandro jodorovsky enrique lafourcade enrique lihn diego maquieira nicanor parra gonzalo rojas jorge tellier juvencio valle raul zurita isabel allende eduardo anguita braulio arenas miguel arteche

Ilonka Csillag Pimstein

retrato entrelíneas



agradecimientos: A Enrique Lafourcade por haberme apoyado desde época pretérita de este proyecto. A los escritores que, cual más, cual menos, han soportado largas sesiones para lograr estos retratos. A Samuel Salgado por su perseverancia en empujarme para que este proyecto saliera. A Cristian González quien diseñó este libro, creativo, paciente y generoso. A Arturo Matte por su permanente apoyo al Patrimonio. A Hernán Rodríguez por su cariño y apoyo en todas las iniciativas que emprendo. Al equipo del Centro Nacional del Patrimonio Fotográfico. Al Consejo Nacional del Libro y de la Lectura por los fondos otorgados. A la Facultad de Arquitectura, Arte y Diseño de la Universidad Diego Portales, en especial a Federico Sánchez. A Sebastián Barros por su enorme generosidad y profesionalismo. A Felipe Cortés por su apoyo, su profesional y silencioso trabajo. A Solène Bergot por su inestimable ayuda.

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Ilonka Csillag Pimstein

retrato entrelineas

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“La foto había sido tomada, el tiempo había corrido; estábamos tan lejos unos de otros, la corrupción seguramente consumada, las lágrimas vertidas, y el resto conjetura y tristeza.” J.Cortázar

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Javier Marías, Vidas escritas, Alfaguara, Madrid, 2000 Walter Benjamin, Discursos interrumpidos I, Taurus, Madrid, 1973, p. 31

ilonka csillag Hizo estas fotos entre 1984 y 1990. Un lapso de más o menos dos décadas nos separa de su toma y elaboración. Varios de quienes continúan mirando desde ellas han muerto y, en estricto rigor (mortis), nadie se ve actualmente tal como entonces. Nítidos y finales, los muertos llevan la delantera y resultan más definitivamente presentes, en sus imágenes definitivas. Facies hippocratica. Los que aún viven comparecen ante sus imágenes, al revés de la fábula de Wilde, como el retrato depravado de Dorian Gray frente a su modelo invicto. Los años transcurridos han pasado no sobre las imágenes, sino sobre la vida captada en ellas y nadie, tenga o no que ver con estas fotos, escapa a ese tránsito inexorable. Tampoco, desde luego, esas cosas que son las fotografías, y el libro o el álbum que las atesora. Veinte años han pasado y, entretanto, incluso la técnica que hizo posible su revelado es parte del pasado. La actualidad digital contamina de anacronismo esos soportes y me temo que también nuestra reflexión sobre ellos. Únicamente la aparición (como se dice de un fantasma) que el obturador captó y dejó registrado se salva de la obsolescencia general y, mientras envejecemos y nos morimos, vuelve igual cada vez que echamos otra mirada más a esas miradas. Consignar este, el más obvio y terrible de los hechos, propone de entrada la sustancia de que está hecho el universo: el tiempo como la cosa universal por antonomasia; el a priori que define a quienes, abiertos a la universalidad, la padecen. Lo fotográfico (como hecho técnico) actúa como corte del devenir y revela, por eso mismo, en el congelamiento de ese segundo de luz, el incesante pasar a pérdida de todo lo que pasa. La temporalidad y la muerte son el lugar común de la Fotografía. Ni alegoría ni símbolo (órdenes de la representación), la fotografía –mensaje sin código, según fallo de Barthes- nos impone la facticidad de un presente que fue y nos expone a la fatalidad de la desaparición. La imagen fotográfica nos pone siempre en relación a un muerto. No como Hamlet que evoca la imagen que su memoria guarda de Yorick, mientras sostiene su calavera en la mano. Sino, como Barthes, buscando

recuperar en los retratos fotográficos de la madre muerta, una imagen esencial que la retenga viva e impedir que la calavera se imponga y la borre de su recuerdo. Seguramente, cuando accedemos a tomarnos una foto, lo hacemos precisamente porque nos sabemos cadáveres virtuales y anhelamos asegurar la actualidad del semblante para la mirada venidera del otro (de ese otro que seremos y de los otros que vendrán) cuando de ese semblante lo único que quede sea la fotografía que ofrece su fantasma perdurable. Esto lo sabemos y se puede postular de la fotografía en general, incluso en el caso, más bien impresentable, del retrato carné, aun cuando en éste no sea la identidad lo que está en juego, sino la mera identificación. Tratándose de retratos fotográficos, como es el caso, al anhelo de perdurar en efigie se añade un plus eidético, platónico, diríamos: la esperanza consiste en resucitar en gloria y majestad, dignos, gracias a la virtud del fotógrafo. Se trata de anular la contingencia de la actualidad –que en cualquier caso intentamos sortear haciendo esfuerzos por ponernos para la foto- con la confianza de que el arte del fotógrafo reside en que captará no sólo el rostro actual que nos presenta, sino la esencia, la sustancia de lo que somos, la idea incorruptible que Dios tendría, sub specie aeternitatis, de nuestra identidad. Y esa relación de sí a sí, la identidad sublime del alma, sería captada por virtud, no del mecanismo (que estaría de parte de la muerte), sino de la mirada del fotógrafo, que abriría esa ventana del alma que es, para la tradición, la mirada. Le pedimos al retrato fotográfico la captura física de la dimensión metafísica de una mirada. Su happy minute, su instante propicio (lo llamaremos el Kairos fotográfico). Se trata entonces de la mirada, de la persistencia de una mirada (la mirada que sólo existe en los negativos elaborados por el arte del fotógrafo); de la mirada de Ilonka Csillag, que en estos

retratos parece poner todo de sí para dejar registro, antes que nada, de la mirada penetrante o huérfana de sus modelos. Como si fuera en ella que se jugara la definición del sujeto, como si en su peso o intensidad se quisiera poner la densidad de una vida, de la presencia de ánimo de vidas dedicadas a la inteligencia, a la imaginación y a las letras. Autores. Existencia mental pues y, por tanto, cabezas respecto de las cuales cualquier atributo corporal o vestimentario pareciera accesorio. Si algunos de estos retratos incluyen una mano, es para sostener (y señalar) el peso de la testa, creadora y prolífica, su estado de gravidez (como se dice de la mujer preñada). De ahí el encuadre que se cierra sobre los rostros y los aísla de todo contexto usual. (Desprovistos de cuerpo, de conducta, de gesto que los defina, estos retratos, rostros aislados, pura mirada, impiden una lectura como la que desarrollara Javier Marías en Artistas perfectos1). La única vicisitud revelada reside en la que deja su marca en los pliegues y caracteres que definen la singularidad de una personalidad con carácter. La luz altamente contrastada sobredetermina, en el recorte intimista del encuadre, el drama de una lucha. El claroscuro, se sabe, es un tropo visual, el énfasis para representar (teatralmente) una intriga dramática. La discordia entre luz y sombra inviste de profundidad trágica al rostro más anodino. Razón por la cual en la foto carné el rostro, despojado del sesgo teatral de la luz, comparece rebajado en su pasmo, de frente o de perfil, fuera de escena, obsceno. Y de ahí el recurso profesional que la fotografía ha hecho de esa crudeza policial a fin de zafarse de la ficción y documentar la cruda verdad. Los retratos de Ilonka Csillag están todo lo lejos que se pueda imaginar de esa opción desdramatizada de la fotografía: su idea del retrato reproduce la ilusión teatral (recurso cuya explotación define a la pintura barroca) y convierte a sus modelos en héroes ensimismados, protagonistas de una agonía interna con ideas e imaginaciones, cuya profundidad, más analítica o más ensoñadora, se deja adivinar a través del énfasis de la mirada (cuya nitidez recuerda la precisión gráfica de las pupilas en los dibujos ingresianos).

Los escritores y poetas que conforman esta galería, así captados sus rostros, son portadores de esa singular emanación de profundidad, de lejanía, que Benjamin, como se sabe, llamó aura y cuya desaparición él atribuyó precisamente a la actualidad reproducida fotográficamente. La fotografía inaugura una edad del mundo en que la producción de piezas únicas y sus dispositivos de recepción ritual devienen anacrónicos, y en la que, por tanto, el aura (que alude a esa distancia contemplativa exigida por lo irrepetible) se bate en retirada. Gracias a las técnicas que la hacen accesible y la reproducen, la realidad queda exhibida, para su consumo masivo, despojada del secreto y la profundidad que (para la autoridad tradicional) la autorizaban y la hacían venerable. El valor cultual de la imagen, desplazado por el valor exhibitivo, sin embargo (afirmaba el autor) “tiene su último refugio en el culto al recuerdo de los seres queridos, lejanos o desaparecidos. En las primeras fotografías vibra por última vez el aura en la expresión fugaz de una cara humana. Y esto es lo que constituye su belleza melancólica e incomparable”2. En el caso del retrato fotográfico la lejanía en proceso de desaparición deja su huella relictual. Contemplados desde una fase técnica que los distancia doblemente, estos retratos confirman la afirmación benjaminiana y nos proveen, multiplicada en copias, de la presencia póstuma de fisonomías irrepetibles. De no ser por el registro, ese presente físico y singular de una vida habría pasado irremediablemente a pérdida. Que no es el caso, sobra decirlo, del retrato artesanal, prefotográfico. Frente a un retrato de Felipe IV, digamos, o a un autorretrato de Rembrandt, no enfrentamos al modelo (salvo como curiosidad documental) sino que, antes que nada, apreciamos las excelencias del arte pictórico que cubre la tela. Ante la fotografía, en cambio, estamos frente al espectro material de lo que fue y ya no es. La referencia se nos impone y el hecho prodigioso es precisamente que, pasados veinte años, y divulgados estos retratos, Lihn, por ejemplo, el hombre de carne y hueso que fue Lihn, sea, en definitiva, esta imagen que Ilonka Csillag hizo de él. Para quien vea y revea esta foto

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espléndida lo que retiene es la facha displicente de Lihn y no una fotografía de Ilonka Csillag (a diferencia de quien vuelve a un retrato de Felipe IV para apreciar el arte de Velázquez). Lo que le reconocemos al fotógrafo –al arte del fotógrafo-, y ese reconocimiento es siempre reflexivo, a posteriori, es el plus eidético antedicho, añadido metafísico al prodigio físico, técnico, que la fotografía brinda. En contra del “Padre Tiempo” (Cronos saturnino), a cuyo paso inexorable nadie ni nada escapa, la fotografía –y el arte fotográfico- queda del lado de la “Oportunidad”, el Tiempo como Kairos: “es decir, el momento breve y decisivo que marca un punto crucial en la vida de los seres humanos o en el desarrollo del universo”3. El habitus fotográfico (la impremeditación que deviene premeditación, el automatismo que se transforma en decisión y en acción libre) se juega en accionar el mecanismo con oportunidad para capturar lo irrepetible, aquello que de no ser por esa acción afortunada no alcanzaría persistencia visible. Así considerada, la fotografía encontraría su fortuna mayor en la foto documental. Por el contrario, el retrato fotográfico de estudio (género obsolescente) propone un desafío y un problema psicológico, desde que sabemos que la vida anímica se constituye, histéricamente, desde el otro. El retrato o es monumental (conmemorativo) –institución de la investidura pública y memorable del sujeto-, o es (dejando de lado el retrato banal, doméstico) intimista –la imagen, el vistazo, del sujeto en su margen social, fuera del teatro público, en el secreto insignificante de su soledad, tras bambalinas, más acá del nombre que socialmente lo enuncia. ¿Cómo conseguir esa imagen cuando, en la fotografía de estudio, al sujeto se lo ha dispuesto para la foto, en relación a una demanda explícita –la del fotógrafo, que es la encarnación del otro social? ¿Cómo captar lo desprevenido del sujeto si éste ha sido instalado en el espacio codificado del estudio según una determinada idea –previsible- de sujeto retratable? Tarea tanto más difícil cuando a la mayoría de los retratados se les pidió que miraran fijamente a la cámara (no ocurre con Arenas, inofensivo-, ni con Maquieira, cuyo retrato resulta el más sobrecargado de aura: el estereotipo romántico del poeta es llevado, en este caso, a su expresión más verosímil). El buen fotógrafo, como el psicoanalista, es un

Erwin Panofsky, Estudios sobre iconología, Alianza Editorial, Madrid, 1972, pp. 95-96

lugar vacío, debe hacerse el muerto. Aquí, acaso, el hecho de que la fotógrafa como la cámara sean femeninas, permite que la relación a la ley (del padre) se diluya, y el modelo (varones todos, salvo una que otra que intenta seducirnos) se abandone, huérfano, a una mirada más acogedora, menos imperiosa, despojado de la suposición narcisista que arrastra como estigma fatal el sino de la impostura. Esa parece ser la sugerencia: no se suponga, no haga gracias a las visitas, no haga lo que se supone que haya que hacer, expóngase sin más, en su ser así, no en su tener que ser, no se exija, no se obligue a nada, como un niño ante una madre en su función de maternaje. Y es precisamente eso –también como en la escena analítica-, a saber: el retorno de un niño –el niño que pervive en cada uno de nosotros- lo que, en la mayoría de los casos, pese incluso al peso de los estereotipos que insisten en algunos, lo que aflora en estos rostros solemnes, y cuya revelación agradecemos. Los más notables, los más inquietantes, de estos retratos son, a mi juicio, los más despojados de histeria, aquellos donde el retratado se abandona a la mirada de la fotógrafa; confía, se expone a ser mirado, no en su gracia, sino en su desgracia, entregado a la verdad de su aspecto, a sabiendas de que esa verdad sólo otro la puede revelar. Sin el gesto seductor, coqueto, de quien desea imponer una idea de sí; sin el gesto ridículo de quien no se resigna al hecho intolerable de que es el otro de quien depende el juicio final, y cuyo gesto, cuya gesticulación, no obstante, confirmaría aun más ese sometimiento: no dejar de ser la niña de los ojos del otro. Salvo algunas excepciones (dos o tres para ser precisos) la mayoría de estos retratos consiguen fijar una presencia rotunda y soberana, una convicción, una resignación a la muerte. Son aquellos en los que adivinamos un vacío, una orfandad, una ausencia de aval; o aquellos en que la estereotipia se pone en juego premeditadamente para vencer la compulsión histérica (caso de la foto de Donoso). Los que prefiero (el de Hunneus, el de Lihn, el de Edwards, el de Anguita) comparten una cierta indolencia, una soberbia, de quien se concede, se entrega, por un momento, para ser fotografiado, cediendo a la tentación de que su semblante quede captado perdurablemente, pero no dando demasiada importancia al asunto. Dejando el problema, digamos, en

manos del fotógrafo. Fiados al Kairos fotográfico. Al revés de aquellos (pocos) a quienes parece irle la vida en representarse en el papel de autores, a la altura de la supuesta demanda que le suponen al otro, identificados imaginariamente con su lugar social, intentando administrar el aspecto (intento condenado al fracaso) como si éste fuera propio. Tratándose de “autores”, esto es, de sujetos cuya posteridad ha sido ganada (en la memoria cultural) a fuerza de construir un cuerpo escritural, estos retratos de Ilonka Csillag brindan no solamente la imagen del cuerpo de carne y hueso que firmó ese corpus de obra, sino la huella indeleble de una presencia, el vestigio material de un cuerpo difunto y resurrecto.

Si de lo que se trata es de la fisonomía individual, la impresión fotográfica es la única posteridad prometida (cosa impresionante, dado lo frágil de su película). Más permanente que la mirada viva, el fantasma fotográfico permite que, después, incalculablemente, lo irrepetible pueda ser actualizado, vuelto a mirar una y otra vez. La muerte –aquella posibilidad que nos torna imposiblesdeja oír su rumor en cada una de estas fotografías, cualquiera de las cuales podría haber sido la última.

Carlos Pérez Villalobos Junio, 2008

Fomentan la creencia romántica en el arte (en la que persiste, diría Benjamin, una serie de conceptos heredados: “creación y genialidad, perennidad y misterio”) y el trabajo de escritura queda, como suplemento vicario de una plenitud, subordinado a la personalidad singular del autor. Las fotos transfieren maravillosamente densidad y gravidez a sus modelos y, con ello, cabe imaginar, satisfacen con creces el deseo de presencia –deseo menos narcisista que metafísico- de éstos (salvo Tellier, el hermoso indefenso), de quedar identificados para siempre con un carácter de peso, con una mirada que traspasa el tiempo, para así, ilustres y conspicuos, ser recordados. Que no se trata sólo de la identidad pública del autor –reconocible en el gesto estilístico de su corpus textual-, sino de una identidad más íntima, lo confirma el que cada retrato, en este libro, sea acompañado por una manuscripción del retratado, de su identidad grafológica (esa suerte de huella digital de la personalidad). La escritura manuscrita abre la expectativa de ingresar a un secreto. Promesa, pues, de revelar y dar a conocer al sujeto en su plenitud secreta. (Para aclarar esto, bastaría considerar otras opciones fotográficas, la de Avedon por ejemplo: en ellas lo que ha sido capturado es, precisamente, el idiotismo de un cuerpo, lo obtuso de una mirada, la ridiculez –comprensible por lo demás- de toda esperanza de resurrección).

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raul zurita

juvencio valle

jorge tellier

gonzalo rojas

nicanor parra

jorge marchant lazcano

diego maquieira

enrique lihn

enrique lafourcade

alejandro jodorovsky

j. m. ibañez langlois

cristian huneeus

oscar hahn

enrique gómez correa

agata giglo

arturo fontaine

antonio eskármeta

jorge edwards

josé donoso

humeberto díaz-casanueva

poli délano

gonzalo contreras

francisco coloane

alfonso calderón

marta blanco

guillermo blanco

miguel arteche

braulio arenas

eduardo anguita

isabel allende

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Isabel Allende



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Eduardo Anguita



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Braulio Arenas



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Miguel Arteche



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Guillermo Blanco



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Marta Blanco



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Alfonso Calderรณn



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Francisco Coloane



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Gonzalo Contreras



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Poli Délano



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Humberto DĂ­az-Casanueva



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JosĂŠ Donoso



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Jorge Edwards



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Antonio Eskรกrmeta



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Arturo Fontaine



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Agata Giglo



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Enrique Gรณmez Correa



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Oscar Hahn



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Cristian Huneeus



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J. M. IbaĂąez Langlois



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Alejandro Jodorovsky



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Enrique Lafourcade



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Enrique Lihn



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Diego Maquieira



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Jorge Marchant Lazcano



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Nicanor Parra



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Gonzalo Rojas



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Jorge Tellier



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Juvencio Valle



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RaĂşl Zurita



biografías

isabel allende

miguel arteche

Nació en 1943 en Lima, Perú donde su padre trabajaba como diplomático. Fue directora de la revista Mampato, hizo televisión, escribió crónicas periodísticas, cuentos infantiles y obras de teatro. Sin embargo, su faceta más conocida es la de novelista. En 1973, al ser derrocado el gobierno de Salvador Allende, se exilió en Caracas, donde escribió su primera novela, “La Casa de los Espíritus” (1982), en la que se reflejaban los cambios políticos y económicos que por esos años afectaban a gran parte de Latinoamérica. La obra contiene un realismo mágico, una técnica literaria que mezcla lo real con lo sobrenatural. Luego aparecieron “De amor y de sombra” (1984) y “Eva Luna” (1987). En 1988 terminó su exilio y en el año 1995 publicó “Paula”, un libro cargado de emociones y recuerdos dedicado a su hija fallecida. Isabel Allende es una de las pocas novelistas chilenas y latinoamericanas que ha alcanzado un meritorio reconocimiento en el extranjero, obteniendo fama mundial.

Nacido en Nueva Imperial en 1926, terminó sus estudios en el Instituto Nacional y después de haber estado unos años en la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile, realizó cursos de literatura en la Universidad Central de Madrid. En 1990, Arteche asumió como subdirector de la Dirección de Bibliotecas Archivos y Museos, junto con su labor como académico de la Escuela de Periodismo de la Universidad Católica de Chile En 1994 apareció, “Fénix de madrugada” con el que obtuvo el Premio de Poesía del Consejo Nacional del Libro y la Lectura, en 1995. Obtuvo en 1996 el Premio Nacional de Literatura. Es miembro de distintas asociaciones culturales como la Sociedad de Escritores de Chile, la Academia Chilena de la Lengua y la Real Academia Española. Algunas de sus obras son “Oda Fúnebre”, “El Cristo Hueco” y “Las Naranjas del Silencio”.

eduardo anguita Nació el 14 de noviembre de 1914 en Linares este poeta que perteneció a la generación del 38 y que compartió noches de poesía con Vicente Huidobro y Pablo Neruda otros. Se mantuvo vinculado muchos años al grupo “Mandrágora”. Su primer poema, “Tránsito al fin”, fue publicado en 1934 y traducido al inglés en 1942. Luego le seguirían “Antología de poesía chilena nueva” (recopilación de poetas considerados como los más importantes de la época) en 1935 en donde comparte pluma y papel con Volodia Teiltelboim. Trabajó en la empresa editora ZigZag y colaboró en numerosas revistas y diarios como Ercilla, Plan, Atenea, La Nación y El Mercurio, entre otras. Además fue redactor creativo para distintas agencias publicitarias y para las radios Minería y Agricultura. En 1955, el Gobierno de Carlos Ibáñez del Campo lo designó agregado cultural en México. En su larga trayectoria literaria fue galardonado en distintos concursos: Premio Municipalidad de Santiago en dos ocasiones, por “El poliedro y el mar” (1963) y “Poesía entera” (1972); Premio María Luisa Bombal de la Municipalidad de Viña del Mar; y, en 1988, el Premio Nacional de Literatura. Alejado del mundo literario, falleció el 12 de agosto de 1992.

braulio arenas Nació el 4 de abril de 1913 y en su vida escribió novelas, poesías, ensayos, relatos y teatro. A los 22 años conoció al poeta Vicente Huidobro, con quien mantuvo una estrecha amistad. En 1938 fundó junto a otros poetas “La Mandrágora”, cuya propuesta poética era romper con la poesía solemne y formal de la época, dando paso a la total expresión del surrealismo. Entre sus títulos publicados se encuentra el ensayo “Escritos y Escritores Chilenos”, que se basa en las raíces históricas de la literatura nacional, “El Castillo de Perth” (1969), obra dedicada al escritor argentino Ernesto Sábato y la “Promesa en Blanco”, que trata de la misión del hombre en la tierra. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1984. Murió a los 75 años de edad, el 12 de mayo de 1988.

guillermo blanco Nació en Talca el 15 de agosto de 1926 y además de ser un notable escritor, posee una larga trayectoria como periodista, llegando a obtener el Premio Nacional de Periodismo en 1999. Se ha desempeñado en diversas revistas como Estudios, Finis Terrae, Mensaje, La Voz, Mapocho y Ercilla; y en tareas docentes en las Universidades Católica, Diego Portales y Católica Cardenal Raúl Silva Henríquez (ex Blas Cañas). Es miembro de la Academia Chilena de la Lengua y correspondiente de la Real Academia Española de la Lengua. Posee una extraordinaria riqueza de vocabulario, lo que lo ha transformado en un reconocido escritor. Entre sus libros publicados se encuentran “Adiós Ruibarbo” y “Gracia y el Forastero”, “Sólo un Hombre y el Mar”, “Cuero de Diablo”, “Misa de Réquiem” y “Camisa Limpia”.

marta blanco Escritora y periodista, nació en 1938. Autora de la novela “La Emperrada” -en la que cuenta la vida de la amante de Diego Portales, Constanza Nordenflycht- y de “Maradentro”, novela donde trata temas como el dolor, la muerte y la memoria congelada. Otro título dentro de su obra es “La generación de las hojas” y “Para la mano izquierda”.

alfonso calderón Escritor multifacético y académico de varias universidades chilenas, nació el 21 de noviembre de 1930 y entró a la escena literaria con “Primer consejo a los arcángeles del viento” (1949), poemario publicado en Temuco. Siguieron “El país jubiloso”, “La tempestad” y “Los cielos interiores” y una serie de antologías de los años 60, que le hicieron merecedor del Premio de Poesía “Gabriela Mistral” de la Municipalidad de Santiago (1962). A comienzos de 1971 comenzó a mostrar su versatilidad y manejo idiomático al dar a conocer su novela “Toca esa rumba Azpiazú”. Esos atributos le llevaron a ser destacado en 1980 con el Premio Alejandro Silva de la Fuente, de la Academia Chilena de la Lengua,

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por su pureza en el uso del lenguaje. Por su destacada trayectoria en la creación y difusión literarias, fue galardonado con el Premio Nacional de Literatura en 1998.

miembro fundador de la sociedad Letras de Chile y sus cuentos han sido traducidos al francés, inglés, ruso y alemán, entre otras lenguas. Vivió once años en México y en 1984 regresó a Chile.

francisco coloane

humerto díaz-casanueva

Nació en Quemchi el 19 de junio de 1910 y realizó sus estudios primarios en Chiloé y en Punta Arenas. Más tarde tuvo varios trabajos esporádicos como ovejero, capataz, actor de teatro y marino, todas experiencias que le sirvieron como fuente inspiradora para su obra literaria. Ya como estudiante escribía cuentos que se publicaban en algunas revistas, y tiempo después colaboró en los diarios El Magallanes y Las Ultimas Noticias. En su extensa obra destacan la trilogía de cuentos “Tierra del Fuego”, “Golfo de Penas” y “Cabo de Hornos”, y novelas como “El Ultimo Grumete de la Baquedano”. Incluso algunas de estas publicaciones han sido llevadas a la pantalla grande bajo la dirección de importantes cineastas chilenos. Coloane ejerció también una destacada labor periodística escribiendo en El Mercurio, La Crítica, El Sol, La Nación y la revista Zig Zag. En 1964 recibe el Premio Nacional de Literatura, en 1966 es elegido Presidente de la Sociedad de Escritores de Chile y en 1980 lo nombran Miembro de la Academia Chilena de la Lengua. A la edad de 92 años, falleció en Santiago el 5 de agosto de 2002.

Poeta, diplomático y educador nació el 8 de diciembre de 1906 en Santiago. En la primera mitad de los agitados años ‘20, Díaz-Casanueva comenzó a relacionarse con el ambiente literario e intelectual de la época, en el que conoció a Vicente Huidobro, Gabriela Mistral y Pablo Neruda entre otros. En 1926, publicó su primer libro, “El aventurero de Saba” a la vez que participó activamente en las movilizaciones del profesorado en pro de la reforma educacional. La suya es una búsqueda constante de preguntas en torno a la trascendencia y la existencia del hombre, evidenciada en gran parte en su proyecto escritural, como “Réquiem” (1945), “La hija vertiginosa” (1954) o “El hierro y el hilo” (1980). Además, desarrolló una larga carrera diplomática y académica, que se extendió incluso después de haber ejercido como embajador ante la ONU para el gobierno de Salvador Allende. Miembro de número de la Academia Chilena de la Lengua, obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1971. Humberto Díaz-Casanueva murió en Santiago en 1992.

en España y 5 años volvió a Chile para ser nombrado miembro de la Academia Chilena de la Lengua. Entre sus publicaciones se cuentan “Desde la cola del dragón” (1977), “Los convidados de piedra” (1978),”El museo de cera” (1981), “El Anfitrión” (1987) y “Adiós poeta” (1990). Francia le otorgó la medalla Caballero de Las Letras y Las Artes. En 1994 recibió el Premio Nacional de Literatura en reconocimiento a su larga trayectoria y su aporte a las letras chilenas En abril del año 2000 fue galardonado con la máxima distinción en la lengua castellana, El Premio Cervantes, al mismo tiempo que el Ministerio de Educación de Chile lo invistió con la Orden al Mérito Gabriela Mistral.

arturo fontaine Nació en Santiago en 1952 y es licenciado en Filosofía por la Universidad de Chile, Master of Arts (M.A.), Master of Philosophy (M.Phil.), Departamento de Filosofía, Universidad de Columbia, Nueva York. Profesor del Departamento de Filosofía de la Universidad de Chile, director de la Revista Estudios Públicos y autor de las novelas “Oír Su Voz”, “Cuando Éramos Inmortales”, y de los libros de poesía “Nueva York”, “Poemas Hablados”, “Tu Nombre en Vano” y “Mis Ojos x tus Ojos”. Ha publicado también diversos ensayos y traducciones. Cuentos suyos han aparecido en antologías tales como “El Libro de los Nuevos Pecados Capitales”.

gonzalo contreras

josé donoso

agata gligo

Ganador en 1991 del Primer Concurso de Novela Inédita de la Revista de Libros de El Mercurio, con “La ciudad anterior”, y autor de títulos como “El nadador” (1994) y “El gran mal” (1998), es posiblemente uno de los narradores más interesantes de su generación, principalmente por el cuidado desarrollo psicológico de sus personajes. Como indicó el crítico Ignacio Valente, Contreras posee “Una muy buena prosa: parca, ascética, mínima, escueta, esencial, opaca en el mejor sentido del término, como cuando decimos que la prosa de Kafka es opaca”.

Cuentista y novelista, nació en Santiago en 1924. Fue uno de los principales representantes de la denominada generación del 50, que compartió con escritores como Jorge Edwards, Enrique Lihn y Enrique Lafourcade. Estudió en la Universidad de Chile y en Estados Unidos. Luego vivió en España, período en el que se consolidó como uno de los grandes de la literatura latinoamericana. Trabajó también como profesor de literatura inglesa en la Universidad Católica de Chile e hizo clases en prestigiosas universidades norteamericanas. Su vasta trayectoria fue reconocida al obtener premios como el Nacional de Literatura en 1990 y la Gran Cruz del Mérito Civil, entregada por el Consejo de Ministros de España en 1995. Algunas de sus obras, las que se han traducido a 17 idiomas, son “Coronación”, “El Obsceno Pájaro de la Noche”, “El Jardín de al Lado” y “Dónde van a Morir los Elefantes”. Falleció el 7 de diciembre de 1996.

Esta abogada, escritora y crítica literaria, nació en Punta Arenas el año 1937. Fue Directora de Cultura del ministerio de Educación (1990) durante el gobierno de Patricio Aylwin, cargo al que renuncia al diagnosticársele la existencia de un tumor canceroso. Durante el tiempo de la recuperación de la enfermedad escribe incansablemente. “Diario de una pasajera” combina ficción, memorias y la digna batalla contra el cáncer. Otras obras destacadas de Ágata Gligo son “María Luisa”, biografía de María Luisa Bombal, la novela “Mi pobre tercer deseo” (1990), diversos cuentos en antologías y publicaciones, siendo el último publicado en “Salidas de madre” (1997). Con “María Luisa” recibió el Premio Municipal de Literatura en 1985. Ágata Gligo falleció en Santiago en julio de 1997.

poli délano Escritor chileno nacido en Madrid. Hijo del escritor y periodista Luis Enrique Délano y de la fotógrafa Lola Falcón, conoció de muy joven a lo más destacado del mundo literario chileno, entre ellos a Pablo Neruda, Francisco Coloane y Juvencio Valle. Su primer libro de cuentos -“Gente solitaria”- lo publicó en 1960 y a éste le siguieron una serie casi interminable de títulos, entre los que se cuentan “Amaneció nublado” (1962), “Cambio de máscara” (1973) que obtuvo el Premio Casa de las Américas, “Dos lagartos en una botella” (1974) que fue Premio Nacional de Cuento de San Luis Potosí y “Solo de saxo” (1998). Una recopilación de gran parte de sus cuentos se publicó bajo el título “Rompiendo las máscaras” (2000). Es autor también de alrededor de ocho novelas entre las que se destacan “En este lugar sagrado” (1977), “El hombre de la máscara de cuero” (1984), “La cola” (1999) y “Como si no muriera nadie” (1987). Es

jorge edwards Nació en Santiago de Chile en 1931 y estudió Derecho en la Universidad de Chile. En 1952 publicó su primer volumen de cuentos, “El Patio”, el cual tuvo gran acogida. Ingresó a la vida diplomática en 1957 y representó a Chile en diversas misiones. Le correspondió abrir la sede diplomática en La Habana y de esa experiencia resultó en 1971 la publicación de su libro “Persona non grata” causando gran polémica, pues en éste Edwards hizo una crítica directa a la política contingente. En 1973 se estableció

enrique gómez correa Nació el 15 de Agosto de 1915 en Talca. En 1938 fundó, junto a Teófilo Cid y Braulio Arenas, la Mandrágora, el grupo literario que le daría forma y sustento al experimento surrealista en nuestro país. Las principales obras de Gómez Correa son: “Las Hijuelas de la Memoria” (1940), “Cataclismo en los Ojos” (1942), “Sociología de la Locura” (1942), “Mandrágora siglo XX” (1945), “El espectro de René Magrité” (1948), “Carta elegía a Jorge Cáceres” (1949), “La Violencia” (1955), “El AGC de la Mandrágora” (1957), “El calor Animal” (1973), “Zonas Eróticas” (1973), “Oasis” (1975), “Homenaje a Mayo” (1980), “La Real Pareja” (1985), “Frágil Memoria” (1986), “Los Pordioseros”

(1987), “El Peso de los Años” (1987), “El Arbol del Pensamiento” (1987), y “Mano Enguantada” (1987). Unico sobreviviente del núcleo fundacional de la Mandrágora, murió el año 1995.

oscar hahn Nacido en Iquique en 1938, ha obtenido destacados galardones a lo largo de su carrera, como el Premio Alerce de la Sociedad de Escritores de Chile y el Premio Municipal de Santiago. Entre los libros publicados se encuentran “Esta rosa negra” (1961), “Agua final” (1967), “Arete de morir” (1977), “Imágenes nucleares” (1983), “Estrellas fijas en un cielo blanco” (1989) y “Poemas robados” (1996). Esta última obra se destaca especialmente por presentar una visión apocalíptica, en la que se mezclan lo popular, lo trascendental, lo lúdico y la denuncia política. Es catedrático de la Universidad Iowa y miembro correspondiente de la Academia Chilena de la Lengua, en Estados Unidos. En 2006, obtuvo el VI Premio Casa de América de Poesía Americana, por su obra “En un abrir y cerrar de ojos”.

cristian huneeus Nació en 1937 y desde sus inicios como escritor se dedicó a publicar columnas y ensayos en revistas y diarios de Santiago y provincias. Sus artículos recorrieron un sinnúmero de tópicos, desde análisis sobre arte y literatura, hasta comentarios locales, reflexiones sobre contextos políticos y sociales, televisión, la ciudad y las personas. Lo que reunió toda su escritura fue la contingencia, la noción que motivó su pensamiento fue el hoy. En 1960 presentó su primer volumen de relatos titulado “Cuentos de cámara”, el que fue alabado por la crítica especializada. En 1961 recibió una beca del British Council para asistir a Hull y Londres como investigador. Luego de trabajar por un año en el servicio latinoamericano de la BBC, donde escribía sobre arte y arquitectura, se matriculó en la Universidad de Cambridge para cursar un Doctorado en Literatura Inglesa. Durante sus años en Inglaterra, Cristián Huneeus publicó “Las dos caras de Jano” (1962), libro constituido por dos novelas breves. Posteriormente, a su regreso del viaje, presentó una nueva compilación de cuentos, la que tituló “La casa en Algarrobo” (1968). En 1980 publicó una novela experimental, “El rincón de los niños” la cual recibió los elogios de la crítica literaria. En 1985 publica su “Autobiografía por encargo”, el mismo año en que murió sorpresivamente a los 48 años.

j.m ibánez langlois Sacerdote, poeta y académico, nació en 1936 y ha ejercido la crítica literaria bajo el seudónimo de Ignacio Valente. Estudió filosofía y posteriormente realizó estudios en Europa en la Universidad de Navarra donde obtuvo el título de Periodista. Allá obtuvo dos doctorados, el de Filosofía Eclesiástica por la Universidad de San Juan de Letrán en Roma

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y el de Filosofía y Letras por la Universidad Complutense de Madrid con una tesis que versó sobre La génesis y producción de un poema, la que en 1964 se convirtió en el libro “La creación poética”. En 1960 fue ordenado sacerdote y pertenece a la Prelatura del Opus Dei. Desde 1962 ha ejercido la docencia universitaria en España, Italia y Chile. En cuanto a su tarea como crítico literario, ésta ha sido publicada en el diario El Mercurio de Santiago desde 1966. En 1995 hizo una selección de 77 artículos críticos que considera más representativos bajo el título de “Veinticinco años de crítica.”

alejandro jodorowsky El 17 de febrero de 1929 nació en Tocopilla este polifacético artista. Entre muchas facetas destacan las de escritor, filósofo, dramaturgo, actor, poeta, director de cine, guionista de cómics, instructor del tarot y psicomago, entre otras. Se dedicó a hacer revolucionarios “actos poéticos” con sus compañeros de la Generación del 50. Fundó, junto a Roland Topor y Fernando Arabal el Grupo Pánico. A los 24 años se fue de Chile y vivió veinticuatro años en México; desde 1989 reside en Francia, país del que ha adquirido la nacionalidad. Tiene una extensa trayectoria y su obra es muy vasta. Ha ganado diversos premios, entre los cuales se cuenta la “Orden al Mérito Artístico y Cultural Pablo Neruda”.

enrique lafourcade Nació en Santiago el 14 de Octubre de 1927 y es una de las figuras representativas de la llamada generación del 50 en Chile, de la cual fue su creador, primero, y divulgador, después. Su novela “Palomita Blanca” (1971) –que ha sido traducida a diversos idiomas, y llevada al cine por Raúl Ruiz- refleja la atmósfera social y política de los comienzos del allendismo. Ha publicado dos novelas de sátira política, “La Fiesta del Rey Acab” (1959) y “El Gran Taimado” (1984). Lafourcade ha obtenido diversos premios literarios, destacando el Municipal de Novela (en dos oportunidades), el Gabriela Mistral y el María Luisa Bombal. Sus últimas novelas “Mano Bendita” y “Cristianas Viejas y Limpias”, han sido finalistas del Premio Internacional de Novela Planeta en los años 1992 y 1997, respectivamente. Profesor visitante en los Estados Unidos desde 1960, ha dictado clases en la Universidad de California, de Los Angeles; Davis, y Berkeley; en la Universidad de Utah, en Salt Lake City; en la Universidad de New Mexico, en Albuquerque; en la Universidades de Columbia, en Nueva York; en la Universidad de Illinois, en Urbana; en la de Puerto Rico, en San Juan. Ha sido profesor en diversas universidades chilenas, periodista, director de talleres literarios y comentarista de televisión.

jorge marchant lazcano Nació en Santiago el 9 de marzo de 1950 y a los 19 años ingresó a la carrera de Periodismo en la Universidad de Chile. Es precisamente durante los años de la Unidad Popular que comienza a desarrollar con

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entusiasmo juvenil su vocación literaria.En 1977 publica en Buenos Aires “La Beatriz Ovalle”, su primera novela. Realizó reseñas literarias para el diario La Segunda y hacia mediados de los años 80 ingresa a Televisión Nacional de Chile para escribir teleseries, ese nuevo género popular que se imponía en América Latina. Mientras tanto, ya había publicado dos nuevos títulos, “La noche que nunca ha gestado el día”, novela corta (1982), y “Matar a la dama de las Camelias”, cuentos (1986), y estrenaba en teatro “Gabriela” - en torno a la biografía de la Premio Nobel Gabriela Mistral (1981)-, y “Última Edición” (1983) un retrato mordaz de su paso por Revista Paula. En 2002 aparece su amplia novela histórica “Me parece que no somos felices”, seguida por “La joven de blanco” (2004) y posteriormente “Sangre como la mía” (2006) con la cual gana el Premio Altazor.

enrique lihn Nació en Santiago de Chile en 1929. Estudió en el Saint George, en el Colegio Alemán y en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile. Colaboró en la Revista de Arte, Anales de la Universidad de Chile, Pro Arte, Cormorán, Cauce, Apsi y Plan, además de escribir en los diarios El Siglo, Las Ultimas Noticias y La Epoca, entre otros. Fundó la revista literaria Cormorán, que tuvo nueve números, y Manuscritos, que tuvo uno. Fue locutor en radios capitalinas y dibujante en El Diario Ilustrado. Trabajó en la Corporación de Fomento CORFO y fue Profesor del Departamento Humanístico de la Universidad de Chile. En 1965 viajó a Europa mediante una beca de museología de la UNESCO. Residió un tiempo en París. Luego en Cuba. Obtuvo algunos premios entre los que sobresalen el Premio Municipal de Poesía 1970 por su obra “La musiquilla de las pobres esferas”. Además el Premio Casa de las Américas de Cuba (1966) y el de Extremo Sur. Falleció en 1988.

diego maquieira Nació en 1951 y vivió parte de su infancia en ciudades como Nueva York, La Paz, Lima, Ciudad de México y Quito. En 1975 publicó “Upsilon” y dos años más tarde publicó “Bombardo”. Luego vendrían “La Tirana” (1983), “Los Sea Harrier en el firmamento de eclipses” y “Poemas de anticipo” (1986). Asimismo realizó una antología sobre el poeta Vicente Huidobro, bajo el título “El oxígeno invisible” (1991). En 1989 participó en el Festival Internacional de Poesía: La reconstrucción del tiempo, evento que congregó a los poetas chilenos más connotados de la época de los ochenta. Publicó la última edición de La Tirana y Los Sea Harrier, en noviembre de 2003. Su poesía contiene tendencias literarias como el creacionismo y la antipoesía.

nicanor parra Nicanor Parra nació el 5 de septiembre de 1914 y a los 23 años publicó la obra “Cancionero sin nombre”, con la que obtuvo el Premio Municipal de Poesía de Santiago; diecisiete años después aparece “Poemas y Antipoemas”, obra donde adopta definitivamente la línea que el

propio Parra denomina “antipoesía”. En 1969, y como reconocimiento a su aporte literario, recibió el Premio Nacional de Literatura, lo que se convirtió en un aliciente para continuar con su creación, entre la que se encuentran “Palabras Obscenas”, “Artefactos”, “Sermones y prédicas del Cristo del Elqui” y “Hojas de Parra”. En el año 2000, la Universidad de Oxford le confirió el grado de Honoraris Fellow -nunca antes obtenido por un poeta chileno- y el año 2001 recibió el Premio «Reina Sofía» de Poesía Iberoamericana.

antonio skármeta Nació el 7 de noviembre de 1940 en Antofagasta, estudió Filosofía y Literatura en la Universidad de Chile y se graduó en Columbia University, en Nueva York. Su primer libro fue una colección de cuentos, “El entusiasmo” (1967), al que siguieron “Desnudo en el tejado” (1969, Premio Casa de las Américas), “El ciclista del San Cristóbal” (1973) y “Novios y solitarios” (1975). Otros títulos importantes de novela son “Soñé que la nieve ardía” (1975); “La insurrección” (1982); “No pasó nada” (1982), “Match-Ball” (1989), “La velocidad del amor” (1997), la novela histórica “La boda del poeta” (1999, Premio Médicis 2001 a la mejor novela extranjera); “La chica del trombón” (2001) y “El baile de la victoria” (2003). En 2002 recibió el Premio UNESCO de Literatura Infantil y Juvenil en pro de la Tolerancia por su obra “La composición”. En 2003 recibió el Premio Planeta por su novela “El baile de la Victoria” y en 2004 recibió el Premio Neruda en Italia por sus obras completas.

gonzalo rojas Poeta chileno nacido en Lebú, Arauco, en 1917. Estudió Derecho y Literatura en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile y fue profesor de Estética Literaria y Jefe del Departamento de Castellano en la Universidad de Concepción. Ejerció la docencia en Utah, EE.UU., Alemania y Venezuela. Organizó a partir de 1958 los famosos Congresos de Escritores en Concepción, reuniendo lo más selecto de la literatura latinoamericana. Fue diplomático en China y Cuba. Perteneció al grupo surrealista reunido en torno a la Revista Mandrágora, 1938 - 1943. Ha recibido numerosos premios internacionales entre los que se cuentan: Premio Sociedad de Escritores de Chile por «Poesía Inédita» 1946, Premio Reina Sofía de poesía de España, Premio Octavio Paz de México y José Hernández de Argentina, además del Premio Nacional de Literatura de Chile en 1992 y del Premio Cervantes de Literatura 2003.

y el Premio “Eduardo Anguita”(1993), concedido por la Editorial Universitaria al poeta vivo más importante de Chile que no hubiese conseguido el Premio Nacional. También fue galardonado con el Premio Al Mejor Libro de Poesía 1993 establecido por el Consejo Nacional del Libro. Asimismo, ganó el Premio en Conmemoración del Sesquicentenario de la Bandera Nacional. Algunos de sus obras son “Para ángeles y gorriones” (1956), “El árbol de la memoria” (1961), “Los trenes de la noche y otros poermas” (1964), “Cartas para reinas de otras primaveras” (1985) y “En el mudo corazón del bosque” (1997). Sus poemas fueron traducidos al inglés, francés, ruso, polaco, checo, alemán, italiano, portugués y sueco. Murió en Viña del Mar el 22 de abril de 1996.

juvencio valle Juvencio Valle nació el 6 de noviembre de 1900, en Villa Almagro. A los 29 años escribió su primer libro, “La flauta del hombre pan” y tres años más tarde publicó “El tratado del bosque”. A partir de 1933, y ya radicado en Santiago, comenzó una gran actividad bohemia con otros artistas de su generación. Cinco años más tarde viajó a España, como corresponsal de guerra, y envió sus impresiones a la revista Ercilla; luego, fue encarcelado por estar de lado de los republicanos. De regreso a Chile, publicó su tercer libro “Nimbo de piedra” (1941), con el que ganó el concurso organizado por la Municipalidad en homenaje al Cuarto Centenario de la fundación de Santiago, y posteriormente “El hijo del guardabosques” (1951). Luego de viajes y publicaciones en el extranjero, principalmente en Rumania, apareció en 1960 “Del monte en la ladera”, quizás el más importante de sus libros. En 1966 se le otorgó el Premio Nacional de Literatura y murió el 12 de febrero de 1999, en su casa de Santiago.

raúl zurita Nació en 1951 y a comienzos de la década de 1970 en Valparaíso conoció a Juan Luis Martínez, junto a quien desarrolló una intensa actividad creativa. Entre 1979 y 1993 Zurita vivió un proceso que lo llevó a escribir la trilogía “Purgatorio” (1979), “Anteparaíso” (1982) y “La Vida Nueva” (1993). Se unió al grupo CADA (Colectivo de Acciones De Arte) y realizó diversas acciones utilizando su cuerpo como medio de expresión. En el año 2000, Zurita recibió el Premio Nacional de Literatura.

jorge teillier Nació en 1935, en Lautaro y estudió Pedagogía en Historia y Geografía en la Universidad de Chile. Ejerció la docencia en el Liceo de Lautaro y fue director de las revistas Orfeo y Boletín de la la Universidad de Chile. Recibió una serie de premios, entre los que destacan el concurso de poesía “Gabriela Mistral” (1962), el Premio Estimulo CRAV (1963)

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Primera edición: 1500 ejemplares Octubre de 2008 © Ilonka Csillag Centro Nacional del Patrimonio Fotográfico. Ejército 278, patio interior, 2º piso, Santiago. Fono: (56-2) 676 22 69. Fax: (56-2) 676 22 69. E-mail: cenfoto@mail.udp.cl www.patrimoniofotografico.cl Número de propiedad intelectual: Número ISBN: Fotografías: Ilonka Csillag P. Texto de presentación: Carlos Pérez V. Diseño y diagramación: Cristian González S. Digitalización: Felipe García A. Impresor: Salesianos Impresores S.A. IMPRESO EN CHILE / PRINTED IN CHILE Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, transmitida o almacenada, sea por procedimientos mecánicos, ópticos, químicos, eléctricos, fotográficos, incluidas las fotocopias, sin autorización escrita del autor.

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