Pierre Gonnord Retratista
Centro de Arte Alcobendas
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Pierre Gonnord. Retratista
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Pierre Gonnord Retratista
Alcobendas es capital de fotografía y la fotografía es capital para Alcobendas. Hace años que impulsamos este ARTE en toda la ciudad y en todas sus formas. Ya son dos los museos de fotografía al aire libre; el próximo curso damos paso a la cuarta promoción de alumnos de la Escuela Internacional de Fotografía Alcobendas PhotoEspaña (PIC.A); nuestra Colección Pública de Fotografía sigue creciendo y compartiéndose en otras ciudades españolas y destinos europeos o americanos, y seguimos impulsando el talento más joven y ofreciendo la oportunidad de disfrutar de los grandes genios de la fotografía nacionales e internacionales. Y, junto a todas estas iniciativas que llenan nuestra Gran Ciudad de imágenes incomparables, creamos el Premio Internacional de Fotografía Alcobendas, que ostentan ya autores tan admirados como Alex Webb, Cristina García Rodero, Philip-Lorca diCorcia y el último en recibirlo, Pierre Gonnord. De nuevo, nuestro joven y valiente Centro de Arte Alcobendas acoge una exposición que nadie debe perderse sea cual sea su edad: Pierre Gonnord. Retratista. Detrás de cada una de las imágenes de esta muestra encontramos narración, intimidad y, sobre todo, silencio, experiencias únicas e irrepetibles a través de sus impecables propuestas visuales. Gonnord ha trabajado una obra inconfundible y ha hecho de su propio proyecto un estilo de vida, viajando siempre por carreteras secundarias en búsqueda de personajes pertenecientes a grupos socia-
les con fuerte identidad cultural. Aborda, convive y trabaja con tribus, clanes... pero, especialmente, con individuos alejados de nuestro panorama urbano en la era de la globalización y, por ello, condenados a desaparecer. Sus retratos celebran con sobriedad la dignidad de la condición humana e invitan a unirnos a ella. En muchas ocasiones estamos sobrecogidos al contemplar las miradas de sus mineros, de sus gitanos, de sus campesinos… testigos y protagonistas también de nuestro mundo actual, donde reconocemos, según el autor, nuestra «part commune d’humanité». Pierre Gonnord, fotógrafo autodidacta, ha expuesto en todo el mundo, pero sé que guardará ya para siempre el recuerdo de esta Gran Ciudad, que premió su trabajo y que hoy lo comparte con todos aquellos que se animen a venir al Centro de Arte Alcobendas a ver imágenes de las que es difícil retirar la mirada y, cuando la aparta, lleva en su haber una extraordinaria sensación de haber aprendido algo. No se la pierdan. Vengan y compartan estas sensaciones. Por mi parte, allí estaré; seguramente, más de una vez. Nos vemos en la exposición Pierre Gonnord. Retratista. Nos vemos en Alcobendas. Ignacio Garcia de Vinuesa Alcalde de Alcobendas
Inaugurando la exposición Pierre Gonnord. Retratista, que presentamos en el Centro de Arte Alcobendas, culminamos los actos de los que ha sido protagonista con motivo de la entrega de la cuarta edición del Premio Internacional de Fotografía Ciudad de Alcobendas Pierre Gonnord. Hace ya siete años que, con la intención de internacionalizar las actividades relacionadas con la fotografía, creamos este premio con la intención de complementar el esfuerzo que desde hace más de dos decenios llevamos a cabo, ejercemos en nuestra ciudad para apoyar y difundir esta disciplina artística y así poder evolucionar de manera conjunta con los cambios sociales y las continuas transformaciones que se producen en el mundo de la creación fotográfica. Pierre Gonnord (Cholet, Francia, 1963), considerado uno de los retratistas más importantes de la fotografía actual, nos sorprende con sus imágenes, dotadas de una plástica y una sinceridad que sobrecoge, fruto de la rela-
ción que se establece entre fotógrafo y modelo imprescindible para el artista. Una vez más, un fotógrafo de prestigio internacional dejará huella en nuestra ciudad, como ya lo hicieron Alex Webb, Cristina García Rodero y Phillip-Lorca diCorcia, ganadores de las anteriores ediciones del premio. Para Gonnord cada uno de sus retratos es fruto de un encuentro, que en algunos casos dura toda una vida. Deseamos que su encuentro con Alcobendas sea uno de ellos y que los vecinos acudan a contemplar una selección de sus mejores fotografías a las salas de nuestro Centro de Arte. Todo un placer para los ojos y el espíritu. Estáis todos invitados a participar en el desarrollo educativo y cultural de la ciudad, invitados a construir juntos una «cultura con mayúsculas». Fernando Martínez Rodríguez Concejal de Cultura y Educación del Ayuntamiento de Alcobendas
Pierre Gonnord. Retratista
El retrato es uno de los géneros universales de la fotografía y, aunque las primeras imágenes que vieron la luz de mano de Daguerre eran arquitectónicas, fue el retrato el que estableció y solidificó el nuevo proceder de captar imágenes de la realidad. El retrato fotográfico, aunque apoyado en el retrato pictórico, tuvo sobre éste el valor de su infinita reproducibilidad, la inmediatez de su presentación y una mayor honestidad de lo que se entendía como real, aunque, al mismo tiempo, negaba el atributo de obra única que, hasta entonces, caracterizaba como valor universal a las obras pictóricas y que las dotaba del prestigio que se derivaba de la autoría —mayor cuanto más grande fuese la popularidad del artista—, de la exuberancia infinita del color, y de los materiales nobles con los que la obra estaba realizada —entre ellos el embellecimiento con pomposos y elaborados marcos—. Todo esto ponía en duda la capacidad de la fotografía para lograr éxitos en la lucha y posicionarse como la manera suprema de representación, pero el paso del tiempo es inapelable, y a pesar de sus detractores y las afirmaciones descalificatorias, no tardó en producirse lo irremediable, convirtiéndose el retrato fotográfico en pocos años en la forma de representar con fidelidad al ser humano. En el retrato pictórico la tarea del autor no era únicamente reproducir de forma fiel la fisonomía, ya que en muchos casos el retratado, generalmente noble y siempre adinerado, además de ser el que encargaba su propio retrato exigía al artista que mostrase su mundo interior y su personalidad. La obra de Pierre Gonnord desde hace casi tres décadas, cumple con impecable precisión los parámetros del
retratista tradicional, huyendo de parafernalias, aderezos y ornamentos banales, sin distorsiones ni antes, durante o después de la toma. Su selección se limita con frecuencia al rostro buscando la fuerza, dureza y sinceridad de la mirada, obteniendo connotaciones profundas, mostrando el carácter de la persona de forma cautivadora. En sus imágenes todo importa, incluso los fondos, siempre neutros y ligeramente desenfocados para evitar la confusión y acentuar el protagonismo del sujeto, consiguiendo la perfección fotográfica de la alta calidad en su resultado. Ante la coherencia continua en el discurso de sus obras entendemos la contundencia del título de la exposición Pierre Gonnord. Retratista, que nos recuerda continuamente la pureza de las palabras de Cartier-Bresson1 al definir el retrato: «El verdadero retrato no pone énfasis ni en lo refinado ni en lo grotesco, sino que intenta reflejar la personalidad del retratado». Nada es casual en sus obras, escuchar, comprender y convivir con los personajes retratados es primordial, a veces incluso más importante que la propia sesión fotográfica. Semanas o meses de convivencia dan lugar al conocimiento verdadero de lo que pretende captar, de la esencia vital de la mirada... mineros, gitanos, indigentes, agricultores o monjes cartujos, comunidades todas ellas marcadas por alguna marginalidad externa palpable Cartier-Bresson. Los retratos fotográficos debían reflejar con fidelidad no sólo las características físicas sino también la personalidad del individuo. Los retratos tomados por un mismo fotógrafo traducen todos una cierta identidad. El fotógrafo está buscando la identidad de su modelo y, al mismo tiempo, tratando de lograr una expresión propia.
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y algunas con posibilidades de desaparecer, pero con un sentido de identidad muy marcado por la región donde se establecen, por la religión que profesan o por la identidad de su profesión. Un ejemplo claro son los mineros seleccionados en esta muestra y en la obra audiovisual, relegados sin motivos a la marginación, aunque, como afirma Pierre Gonnord, «¡Cuidado! es más marginal hoy en día para nosotros un ejecutivo que va a estar en paro que un gitano, es una persona que de repente va a ser rechazada por la sociedad, es alguien que anda en el mismo sentido que el rebaño». La entereza, tesón y fidelidad espiritual de Pierre Gonnord a lo largo de su dilatada carrera se ha desarrollado con una intensa y persistente sensibilidad, fiel a sus principios, sin variar un ápice sus pasiones creativas, capaz de trabajar con los mismos patrones desde hace décadas y consiguiendo generar lo que persigue: rostros naturales, sin aditivos como los que se pueden ver en la muestra Pierre Gonnord. Retratista, en la que nos encontramos con una ordenada selección de imágenes de los trabajos Utópicos, Territoires y Terre de Personne. Una exposición, estoica y serena, en la que se confirma de nuevo la pasión de Pierre por toda la historia del retrato pudiendo atribuirle el vocablo baudelariano de «pintor de la vida moderna»2, ya que fabrica y prepara las fuentes luminosas para obtener de ellas color, profundidad y enfoque extremo. Agnés de Gouvion Saint-Gyr, Realidades. Fotografías de Pierre Gonnord en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. Pierre Gonnord l, La tentación del Museo. Editado por Junta de Andalucía. Consejería de Cultura. Sevilla, 2006
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Por todas estas cualidades y su larga trayectoria en el ámbito de la fotografía, el pasado año el jurado decidió por unanimidad otorgar el Premio Internacional de Fotografía Ciudad de Alcobendas a Pierre Gonnord. Este importante galardón reconoce la labor del autor en el ámbito general de la fotografía, tomándose como referencia y reconocimiento los trabajos realizados en los últimos años así como la valoración general a la notabilidad de su trayectoria profesional. El trabajo del galardonado debe estimular la reflexión sobre las diversas y apasionantes vertientes de la fotografía universal en cualquiera de sus especialidades valorando de manera prioritaria las acciones, publicaciones y demás proyectos que dignifiquen los valores humanos. Hasta el momento actual se han realizado tres ediciones, siendo los premiados anteriores el fotógrafo americano Alex Webb, la fotógrafa española Cristina García Rodero y el fotógrafo americano Philip Lorca DiCorcia. De todos ellos, y como resultado y complemento del Premio surge una exposición, que en el caso del actual galardonado, Pierre Gonnord, estará compuesta por una veintena de obras y la proyección de un audiovisual inédito. José María Díaz-Maroto Abril de 2016
Los retratos de Pierre Gonnord. La voz con la mirada
Lo que ningún ojo humano es capaz de atrapar, lo que ningún lápiz, pincel o pluma es capaz de fijar, tu cámara lo atrapa sin saber qué es y lo fija con la escrupulosa indiferencia de una máquina. Robert Bresson Notas sobre el cinematógrafo
Deben haberse perdido ya aquellos estudios que teníamos en cada barrio: el fotógrafo. Las tomas se hacían de una manera parsimoniosa y solemne, en casa te arreglaban y peinaban para la ocasión y la posición ante la cámara era previsible y estudiada, condicionada por el banco donde a uno le sentaban en una posición muy colocada. Ibas a hacerte fotografías. Fotografías para el álbum de casa, para el colegio, para documentos oficiales. Pero sobre todo, los retratos de familia. El padre, la madre, los hermanos. Yo creo que ya no existen los estudios de fotógrafo con sus cortinajes de fondo, los bancos y sillones tapizados, el suelo de madera, llenos de una luz eficaz, perpetua, y la cámara enorme en mitad de la habitación. Los retratos —como decían los abuelos—, las fotografías de retrato, se conservaban durante decenios dentro de marcos de plata o marquetería, y su situación en la casa iba cambiando según la vida transcurría y se os iba pasando el tiempo y el retrato se quedaba siempre mirándote y diciéndote algo extraño cuando le dedicabas un rato.
«¿Son fiables los retratos?», se preguntaba Montse Badía al cabo de las fotografías de familias realizadas por Thomas Struth a final de la década de los ochenta. «Puede que la pregunta parezca sencilla pero en realidad es bastante compleja, ya que se refiere tanto al medio como al sujeto»1, nos decía la autora. Ante los retratos de Pierre Gonnord, uno siente el enigma de la fiabilidad acerca de lo humano. En el mismo camino trazado por los retratos psicológicos, identitarios o generacionales realizados por Thomas Struth, Wolfgang Tillmans o Rineke Dijkstra, las obras de Pierre Gonnord nos conducen hasta el extremo visible de la condición humana. La solemnidad y el respeto al individuo, del luto gitano, de la dignidad del minero, de la jerarquía en el clan y en el grupo, de la memoria y la supervivencia de la diferencia cultural, de la protección de generaciones y costumbres transmitidas por la palabra al raso. De esta manera, los retratos de Pierre Gonnord nos conducen hacia las más altas cotas de la grandeza del ser, del individuo y de su construcción social y cultural. Quedan en las fotos de los gitanos el valor de la transmisión oral, el inquebrantable código de la familia y la herencia de la sangre. Nada más seguro. En Los Salazares, clan de gitanos en Sevilla, el luto por la pérdida del hijo y la serenidad del sufrimiento, visible y silenciosamente trasmitido a la nueva generación, nos muestra la vida y Montse Badia: Fotografiar la esencia de la contemporaneidad en Art Collection Neue Börse. Málaga, CAC: 2003.
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la muerte: el hijo perdido en la medalla, retrato mágico y poderoso. A su lado, el hijo vivo y fuerte, desnudo y limpio, frente a todo. Luego llegan Aníbal y Mosés, o la mujer Maximiliana y María con su hijo pequeño Isaac, son los gitanos orgullosos del Alentejo portugués. Con sus ojos claros avellana o turquesa, nos muestran la profundidad de sus raíces y tradiciones, fieles a sus principios y valores de convivencia y mestizaje, allá en los campos y arrabales tan cerca de las ciudades donde todo se olvida. Esta dignidad y fortaleza, asegurada no en sus bienes sino en su pertenencia a un mundo propio, nos conmueven por su falta de soberbia, por su sencilla seguridad y confianza. Hay en los retratos de los niños gitanos de la costa portuguesa o en los encontrados en la inmigración veneciana, una sabiduría todavía no perdida por la civilización del consumo. Charlotte, Iris o Roggiero nos observan con una inquietante madurez, con la clara transparencia de quien se sabe verdadero. Pierre Gonnord sabe extraer con la cámara la profundidad aristócrata de los gitanos, de los mineros polacos, de los herederos de la esclavitud del sur de los Estados Unidos. Hattie, una elegante dama negra de Birmingham, Alabama, guarda en sus temblorosas pupilas la memoria de la supervivencia del sur de Faulkner, de la fortaleza del esclavo negro. Mientras, Douglas, una mujer negra de la parroquia Ebenezer, donde predicó Martin Luther King, reclama viva la lucha por la grandeza del ser humano, con una convicción y una fe a base de sufrimiento y esperanza.
Hay tres personajes claves en los retratos de Pierre Gonnord, los que vimos primero, los que mantienen intacto su poder comunicativo y una gran capacidad de conmoción, de fiabilidad. Antonio, antiguo boxeador, perdido en el tiempo y olvidado por todos, recoge sus manos y posa con una brutal fiereza humana. Basilisa, trabajadora del Finisterre, cuya mirada antigua nos cuestiona e incomoda, pues sabemos que adivina nuestro pensamiento. Y Senén, el leñador de Los Ancares en Lugo, cabeza cretense, máscara de oro, dios mitológico, solitario señor del bosque, último y verdadero de un oficio hecho con los brazos y el hacha. Penúltimos también, los mineros que son retratados al salir de la mina tras horas de trabajo. Pierre les pide que miren con valentía, que muestren sus rostros surgidos del centro de la tierra. Asturianos y polacos nos enseñan así el sentido y valor de su trabajo. Miroslaw, responsable del grupo y de sus vidas, transmite su determinación como guía de los hombres, su presencia te reconcilia con el valor de la vida y te traslada toda la dignidad del trabajo más duro y olvidado en las minas que desaparecerán. Luis, Armando o Woijeck, tras sus rostros modificados por la carbonilla y el agotamiento, dan testimonio de la supervivencia y la fortaleza, de la terrible firmeza humana. «Un retrato redime y celebra el carácter profundo de la existencia y su estructura perpetua e indestructible», dice Pierre Gonnord, afirmando de esta manera la creencia en el poder redentor del arte y la confianza en el ser humano.
Coal Screen Test Pero quizá el medio tenga también sus limitaciones si consideramos la veracidad, la sinceridad, la fiabilidad del retrato mediante la fotografía. ¿Por qué no extender entonces sus posibilidades? Podría deberse a un error al activar el dispositivo de la cámara, el caso es que, experimentando, profundizando en el medio y buscando sondear más a fondo el alma de sus retratos, Pierre Gonnord nos presenta ahora su primer trabajo para vídeo titulado Coal Screen Test. Esta vez fueron 30 segundos los que posaron frente a la cámara cada uno de los trabajadores de la mina de Carbonar en Asturias la noche del 22 de mayo de 2014. Uno a uno, según iban emergiendo de las profundidades de la mina, para dar testimonio y documento del final de la jornada laboral. Al contrario que ocurre en las piezas de Las Pasiones de Bill Viola, magnífico ejercicio de prospección de emociones y sentimientos al límite, donde el americano ralentiza el tiempo y lleva al extremo la calidad y nitidez, Pierre Gonnord decide lo opuesto. Su consecución de retratos en vídeo, personaje tras personaje, es levemente acelerada quedando fuera de foco instantes imperfectos. Esta aceleración del tiempo en la edición y montaje de las tomas, crea elipsis leves en la imagen, una discontinuidad suficiente para generar un extrañamiento que busca mostrar más allá de la mera fisicidad del hombre. Estos «defectos» de la imagen muestran un magnífico y eficaz correlato con la imperfección
humana, con su asimetría e inseguridad, con su inestabilidad y aspecto relativo. Y por lo tanto su acceso puramente humano. La obra tiene como banda sonora Cantus, Benjamin Britten in memoriam, una pieza compuesta por Arvo Pärt en 1979 con escalas descendentes que se despliegan en diferentes voces y a distintas velocidades, mientras una campana mantiene por debajo un tono de memoria y réquiem, lo que refuerza un aspecto emocional de cierta religiosidad. Bajo una iluminación continua, surge y se mezclan un fascinante estudio de los temperamentos humanos. Actitudes flemáticas y sanguíneas, comportamientos melancólicos o coléricos, se funden ante la cámara cuando los protagonistas se descubren mirando y reaccionan siendo retratados. Así, Pierre Gonnord vuelve a darle la palabra al hombre a través de su mirada. La voz de la mirada tiene aquí una exploración más amplia en recursos expresivos y en el alcance emocional del resultado que en la fotografía. Pareciese cine mudo, pleno de expresión corporal, con el tono cromático próximo al blanco y negro, acentuado por el «maquillaje» expresionista del carbón en el rostro de los mineros. La respiración alterada de unos, los movimientos nerviosos de otros, el hieratismo, los cambios de actitud instantáneos, las salidas de foco, pero ante todo, la solemnidad y trascendencia que Pierre Gonnord es capaz de otorgarle al momento de la grabación, hacen de este rodaje un ejercicio de memoria y reivindicación de los aspectos más conmovedores de la mina, de la terrible pervivencia de los hombres allí abajo.
Sin embargo, lo que inicialmente pareciese recurrir al refinamiento y lirismo del cine mudo de Murnau, termina por constituirse por una pieza más próxima a la poética de Robert Bresson, con el empleo de personas (modelos los llamaba) que no actúan profesionalmente sino que se muestran de forma espontánea para extraer de su alma toda su capacidad emotiva, toda su dignidad y verdad interior. «Lo importante no es lo que me muestran sino lo que me esconden, y sobre todo lo que no sospechan que está en ellos», decía el cineasta francés. Tal como hacía Bresson, Pierre Gonnord «dirige» a sus modelos con movimientos del exterior al interior, de fuera adentro, descendiendo hacia el interior del rostro. «¡Qué
cosa más extraordinaria, en verdad, que un hombre sea un hombre!», citaba Robert Bresson a Baudelaire, y precisaba: «quizá sea esto lo que la cámara se dice frente al personaje»2. Hay algo indestructible, puede que incluso eterno, en el fondo de la condición humana. Es lo que Pierre Gonnord nos muestra y recuerda con sus retratos. Retratos fiables y verdaderos pues proyectan sobre nuestra atónita mirada el reconocimiento, la semejanza, la terrible fuerza de aquellos en quien perdura lo más genuino, lo más verdadero. Chema de Francisco Guinea
² Robert Bresson: Notas sobre el cinematógrafo. Madrid, Árdora: 1997.
Antonio, 2004 166 x 125 cm
Senen, 2009 166 x 125 cm
Basiliza, 2009 166 x 125 cm
Wojciek, 2009 166 x 125 cm
Luis, 2009 166 x 125 cm
Miroslaw, 2009 166 x 125 cm
Video coal screen test , 2014
Video monocanal. Duración: 7’ 38”
Armando, 2009 166 x 125 cm
Friedrich, 2010 147 x 110 cm
Attia, 2009 147 x 110 cm
Charlotte, 2010 147 x 110 cm
Julia, 2011 147 x 110 cm
Iris, 2011 166 x 125 cm
Douglas, 2012 166 x 125 cm
Hattie, 2012 166 x 125 cm
MarĂa e Isaac, 2013 147 x 110 cm
Rogiero II, 2014 147 x 110 cm
Aníbal, 2014 147 x 110 cm
Los Salazares, 2007 147 x 110 cm
Moses, 2014 147 x 110 cm
Maximiliana, 2014 148 x 110 cm
Alcobendas is the capital city of photography and photography is of capital importance to Alcobendas. We have been promoting all forms of this artistic discipline in our city for many years. We already have two open-air photography museums; the PIC.A (Escuela Internacional de Fotografía Alcobendas PhotoEspaña — Alcobendas/PhotoEspaña International School of Photography) will be welcoming its fourth group of students next term; our Public Collection of Photographs continues to grow and be made available to other cities and institutions in Spain, Europe and the Americas; and we continue to encourage young talent and offer the people of Alcobendas the chance to enjoy the work of the most brilliant artists on the national and international photography scene. To complement these initiatives, which have brought so many outstanding images to our marvellous town, we created the City of Alcobendas International Prize for Photography. Past winners have included such acclaimed figures as Alex Webb, Cristina García Rodero and Philip-Lorca diCorcia. The most recent recipient of the award is Pierre Gonnord, and our dynamic new Centro de Arte Alcobendas now hosts an exhibition that is guaranteed to delight visitors of all ages: Pierre Gonnord. Portraitist. Each and every image on display is an impeccable visual tour de force, merging together story-telling, intimacy and, above all, silence to produce a unique, unrepeatable experience for the spectator. Gonnord’s work in itself is unmistakable. The photographer has transformed his artistic project into
a way of life, scouring the backroads in search of social groups with strong cultural identities. He has approached, lived and worked with numerous tribes and clans, sharing his life above all with individuals far removed from our familiar urban environments in this age of globalization, and therefore inexorably destined to disappear. His portraits serenely celebrate the dignity of the human condition and invite us to take up our role in it. The expressions of Gonnord’s miners, gypsies and peasants are often extremely moving. They too are leading actors in — and witnesses to — our present-day world, and in them we recognise what the artist calls our “part commune d’humanité”. A self-taught photographer, Gonnord has exhibited all over the world. But I know that there will forever be a special place in his heart for this great city which paid tribute to his work and which now shares his portraits with all those who come to the Centro de Arte Alcobendas to see them. They are images that visitors will find it hard to turn away from, and when they do, they will be left with a strange sensation of having learned something. Don’t miss the show! Come and experience that feeling! I myself will almost certainly stop by on more than one occasion. See you at the Pierre Gonnord. Portraitist exhibition! See you in Alcobendas! Ignacio Garcia de Vinuesa Mayor of Alcobendas
The inauguration of this exhibition, Pierre Gonnord. Portraitist, at the Centro de Arte Alcobendas represents the culmination of the programme of events that have been organized in honour of Pierre Gonnord on the occasion of his having been awarded the City of Alcobendas International Prize for Photography. It is now seven years since we created this award aimed at internationalizing photography-related activities. The prize was envisaged as a complement to the initiatives we have been organizing for more than twenty years to support and disseminate photography and thus keep pace with social changes and with the continuously evolving world of creative photography. Pierre Gonnord (Cholet, France, 1963) is considered one of the leading portrait photographers on the contemporary photography scene. His astonishing images are characterised by their plastic appeal and stunning sincerity — the result of the all-important relationship the photographer establishes between himself as an artist and
his model. Once again, an internationally acclaimed photographer has made his mark on our town, as did Alex Webb, Cristina García Rodero and Phillip-Lorca diCorcia, the winners of the earlier editions of the award. For Gonnord, each portrait has its roots in a first encounter, a personal — and, in some cases, a lifelong — relationship. We hope the photographer’s relationship with Alcobendas will prove to be a long lasting one, and we encourage residents to come along and admire a selection of his finest works at our Centro de Arte. They really are a feast for the eyes and for the spirit! You are all warmly invited to participate in the city’s educational and cultural growth, and, together, to build up a “Culture with a capital C”. Fernando Martínez Rodríguez Councillor for Culture and Education, Alcobendas Town Council
Pierre Gonnord. Portraitist
The portrait is one of the universal genres of photography, and although Daguerre’s first photographic images were architectural studies, it was the portrait which established and consolidated this new form of capturing reality. Photographic portraiture, while undoubtedly inspired by the painted portraits of earlier artists, offered the advantages of infinite reproducibility, immediate execution and a much more faithful depiction of perceived reality. However, it also eliminated the aura of prestige and uniqueness which up until then had marked portraits painted by specific, highly acclaimed artists, downplaying painterly devices like exuberant colour, noble materials and the use of ornate, extravagant frames. All this cast doubt on photography’s capacity to triumph as the supreme form of representation. But time is inexorable, and, despite the barbed comments of its critics, within just a few years the photographic portrait had inevitably become the most popular means of producing a realistic representation of a human being. In painted portraits, the artist’s task was not limited to faithfully depicting the subject’s physical appearance. In many cases, the subject — usually a wealthy aristocrat — was also the person who had commissioned the work and therefore expected the artist to reflect their inner world and their personality. For almost three decades, Pierre Gonnord has met the parameters of traditional portraiture with impeccable precision, fleeing from clichéd paraphernalia, embellishment and over-ornamentation and staunchly avoiding misrepresentation before, while and after taking his photographs. He often focuses exclusively on subjects’ faces, seeking
out strength, resilience and candour in their eyes, unveiling hidden connotations to produce a captivating insight into the person’s character. Every little detail is important in Gonnord’s photos, including the backgrounds, which are always neutral and slightly out of focus to avoid confusion and highlight the subject. The result is photographic perfection of the highest quality. The relentless coherence of this master photographer’s images is reflected in the compelling title chosen for this exhibition: “Pierre Gonnord. Portraitist”. It is a title that brings to mind Cartier-Bresson’s crystalline definition of the portrait1: “The true portrait emphasizes neither the suave nor the grotesque, but reflects the personality of the subject.” Nothing is coincidental in these pictures. Listening to the subjects, understanding them and living with them takes on vital importance — and is sometimes more important than the photo session itself. Weeks or months of day to day contact help the artist come to know his subject in depth, and to capture the vital essence of their expression. They are miners, gypsies, tramps, agricultural labourers and Carthusian monks — all representing communities somehow tangibly marked by marginalization and some in danger of disappearing altogether. But their region, their religion or their trade have instilled in them a strong sense of identity. This is very well illustrated ¹ Cartier-Bresson. Photographic portraits should faithfully reflect not only the physical characteristics but also the personality of an individual. Portraits taken by the same photographer all convey a certain sense of identity. The photographer is seeking his model’s identity and at the same time working to express his own identity.
by the images of miners on display in this exhibition and in the audiovisual presentation. They have been unjustifiably marginalized, although Gonnord raises a voice of caution: “Be careful! For us today an executive about to be made redundant is more marginalized than a gypsy; he is someone who is suddenly going to be rejected by society, someone who is walking in the same direction as the herd.” The integrity, determination and spiritual sincerity Pierre Gonnord has displayed throughout his career have been accompanied by an intense, persistent sense of awareness. He has remained true to his principles and his creative objectives, working on the same subject matter in the same format for decades to attain what he has always been looking for: completely natural faces, free from any artificial enhancement. Those faces can now be seen in “Pierre Gonnord. Portraitist”, a restrained, dispassionate exhibition featuring images from Gonnord’s Utopians, Territory and No Man’s Land series. The works on display reconfirm the photographer’s enthusiasm for the history of portraiture. Indeed, Baudelaire’s term “painter of modern life” 2 would be perfectly applicable to this modern day portraitist considering the way he creates and prepares
Agnés de Gouvion Saint-Gyr. Realidades. Fotografías de Pierre Gonnord en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. Pierre Gonnord l la tentación del Museo. Published by Junta de Andalucía. Consejería de Cultura. Seville, 2006.
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light sources to achieve colour, depth and sharpness in his photographs. In view of the qualities mentioned above, and as a tribute to his long career as a photographer, the jury unanimously decided last year to award Gonnord the City of Alcobendas International Prize for Photography. This prestigious award acknowledges Gonnord’s work in his chosen discipline, focussing particularly on the works he has produced over the last few years and on his distinguished professional career. The prize is intended to invite reflection on the many exciting facets of universal photography and, especially, to showcase initiatives, projects and publications which exalt and dignify human values. This is the fourth edition. The previous three photographers to receive the award were the Americans Alex Webb and Philip Lorca DiCorcia and the Spaniard Cristina García Rodero. For all the winners, the Centro Cultural Villa de Alcobendas has organized exhibitions of their work. This exhibition dedicated to the current winner, Pierre Gonnord, comprises around twenty works and a hitherto unpublished audiovisual presentation. José María Díaz-Maroto April 2016
The Portraits of Pierre Gonnord. The Voice with the Face
What no human eye is capable of catching, what no paintbrush, pencil or pen can define — your camera captures it without knowing what it is and defines it with the scrupulous indifference of a machine. Robert Bresson Notes on the Cinematographer
The photography studios there used to be in every neighbourhood must all have disappeared by now. Back then, the taking of photos was a solemn, parsimonious ceremony. They dressed you up and combed your hair for the occasion at home, and your pose, carefully positioned on a bench in front of the camera, was studied and conventional: you were going to have your picture taken. There were photographs for the album at home, for school, for official documents … but above all there were family portraits, with father, mother, brothers and sisters. As far as I know, there are no longer any of those old studios, with their wooden floors, background drapes and upholstered seats and armchairs; those crisply, permanently illuminated chambers with a huge camera standing in the middle have all but died out. The portrait photos that used to be taken there — known by our grandparents simply as portraits — were kept for years in silver or veneered wood frames. Life at home went on, situations changed, but as time passed that portrait
continued to stare back at you. And if you looked at it for a while, it even seemed to be trying to tell you something. Montse Badía, talking about the family groups photographed by Thomas Struth in the late 1980s, asked, “Are portraits trustworthy?”, and then went on to point out that, “It may seem a simple question, but it is in fact quite complex, because it refers to both the medium and the subject”1. Pierre Gonnord’s portraits transmit all the mystery associated with the trustworthiness of human beings. Following in the footsteps of the psychological, identitary and generational portraits created by Thomas Struth, Wolfgang Tillmans and Rineke Dijkstra, Gonnord’s images offer the ultimate visual representation of the human condition. They show all the solemnity and respect present in a bereaved gypsy, in the dignified figure of a miner, in clan and group hierarchies, in the memory and survival of cultural differences and in the protection of orally perpetuated generations and customs. They guide our thoughts towards the pinnacles of human grandeur, exalting both individual and collective social and cultural constructs. Gonnord’s photographs of gypsies illustrate the significance of oral transmission, unbreakable family codes and blood legacy: a significance of the highest value. The grieving of Los Salazares, a Seville-based gypsy clan, for their deceased son and the serene way in which that suffering is visibly, silently transmitted to the next generation, speak eloquently of life and death: the magical, powerful ¹ Montse Badia: Fotografiar la esencia de la contemporaneidad in Art Collection Neue Börse. Malaga, CAC: 2003
portrait of the dead son on the medal and, next to it, the living son, a strong, naked, clean figure standing up to all adversity. Then we have Aníbal and Mosés, the woman Maximiliana and María with her little son Isaac, representing the proud gypsy clans of the Alentejo region in Portugal. Their clear hazelnut and turquoise eyes reflect the depth of their time-honoured roots and traditions, and their loyalty to their own principles and canons of coexistence and interethnic relations with non-gypsies in the fields and suburbs so close to the cities where all that is forgotten. This dignity and strength, perpetuated not in their possessions so much as in their belonging to a world of their own, is moving for its humility, its simple certainty and its inner assurance. The images of the gypsy children from the Portuguese coast and those living in Venice as migrants exude a wisdom that has not yet totally disappeared from consumer society. Charlotte, Iris and Roggiero eye us with unsettling maturity, with the crystalline transparency of people who know they are genuine. Gonnord’s photographs masterfully draw out the aristocratic soul of gypsies, Polish miners and descendants from slaves in the American Deep South. The trembling gaze of Haittie, a graceful black lady from Birmingham, Alabama, reflects the memory of survival in the South immortalized by Faulkner, and all the resilience of the black slave. Another portrait shows Atlanta, a black parishioner at the Ebenezor church where Martin Luther King used to preach. This image is a vibrant vindication of the strug-
gle to uphold human grandeur, a striking representation of conviction and faith based on suffering and hope. Gonnord’s portraits include three key figures which have somehow kept their communicative power intact, generating a great sense of emotional impact and trustworthiness. They are the ones we saw at the beginning. One is Antonio, an old boxer lost in time and forgotten by the world, with his hands drawn together in a posture of savage human ferocity. The second is Basilisa, a working woman from Finisterre, with an old lady’s gaze that is questioning and unnerving, as if we know she is reading our minds. And then we have Señén, a lumberjack from Los Ancares in the province of Lugo: the solitary lord of the woods with a Cretan head and a gold mask, the last — and most authentic — exponent of his trade. The miners shown leaving the pit after having spent hours underground are also among the latest representatives of a time-honoured craft. Gonnord had them put on an expression of fearlessness, as if their faces were emerging from the bowels of the earth, thereby emphasising the value and meaningfulness of what these Asturian and Polish workers do for a living. Miroslav, the man in charge of the group and responsible for each man’s life, comes across as a determined leader. His very presence helps you appreciate the value of life and conveys all the dignity of a harsh profession condemned to be forgotten when the mines inevitably disappear. Luis, Armando and Woijeck, their face grimy with coal dust and fatigue, are monuments to survival and strength, to the human being’s terrible resilience in the face of adversity.
“A portrait vindicates and celebrates the profound nature of existence and its perpetual, indestructible structure,” says Gonnord, reaffirming his belief in the redeeming power of art and his confidence in human beings.
Coal Screen Test But if we consider the veracity, the sincerity and the trustworthiness of portrait photography, certain limitations might emerge in the medium itself. In that case, why not augment its potential? Although it may simply have been the result of pressing the wrong button when taking a picture, Gonnord now presents his first video work, a photographic experiment entitled Coal Screen Test aimed at bringing the artist even closer to the soul of his subjects. On this occasion, workers from the Carbonar mine in Asturias each posed for 30 seconds in front of the camera on the night of May 24, 2014, stopping one by one as they emerged from the depths of the mine to illustrate and document the end of a working day. Unlike the works in Bill Viola’s Passions series, a magnificent analysis of feelings and emotions in limit situations based on the slowing down of time and the use of extremely high quality, very clear images, Gonnord slightly accelerated the images of the miners, producing a series of unfocused, imperfect moments. This acceleration, carried out at the editing and assembly stage, creates slight shifts in continuity, almost imperceptible but sufficient to produce a strangeness that suggests the existence of
something beyond mankind’s purely physical dimension. The “defects” in the video image correlate magnificently and very effectively to human imperfection, with its asymmetry, its insecurity, its instability and its relative dimension, and therefore represent a purely human approach. The soundtrack for the video is Cantus, Benjamin Britten in Memoriam, a piece composed by Arvo Pärt in 1979. It has descending scales, delivered in different voices and at different speeds, while a bell provides an ongoing sense of remembrance and requiem, endowing the work with a quasi-religious, emotional mood. The figures that appear and merge one into another in the continuous light of the video offer a fascinating study of human temperaments. As each miner looks and realizes he is being recorded, we see reactions ranging from indifference and melancholy to testiness and anger. In this manner, then, Gonnord once again gets Man to speak through his facial expression. The voice from the face is here explored using a much broader range of expressive devices and with more far-reaching emotional results than in still photography. What we see looks like a silent film, full of exaggerated body movements and almost in black and white thanks to the expressionistic “make-up” of the coal marks on the miners’ faces. Some miners are breathing heavily, some seem agitated, and these different demeanours, combined with the solemnity and instantaneous changes of mood of others, the unfocused images and, above all, the ceremonial manner in which Gonnord conducts the recording, all combine to make this video a remarkable exercise in remembering and honouring the
most moving aspects of mining and the great feat of human survival so far below ground. In the end, however, what initially appears to revisit the lyrical refinement of Murnau-style silent movies turns out to be a work more along the lines of Robert Bresson’s poetry, with people (Bresson called them models) who are not professional actors being shown quite spontaneously as a means of exposing all the dignity, emotions and inner truths in their soul. As Bresson pointed out, “The important thing isn’t what they show me but what they hide from me, and above all what they don’t suspect they have inside themselves”. Like Bresson, Gonnord “directs” his models, moving from exterior movements to interior movements, from the outside inwards, seeking the inner significance of their fac-
es. Quoting Baudelaire’s “In truth, what an extraordinary thing it is, for a man to be a man!” Bresson added, “Perhaps that is what the camera is saying to itself when facing the subject”2. There is something indestructible, perhaps even eternal, at the core of the human condition, and that is what Pierre Gonnord shows us and reminds us of in his images. His portraits are faithful and true, because they present before our astonished eyes the terrible strength of those in whom the truest, most authentic attributes of humanity live on, instilling in us a sense of recognition and highlighting our own similarity with those figures. Chema de Francisco Guinea
² Robert Bresson: Notas sobre el cinematógrafo (Notes on the Cinematographer). Madrid, Árdora: 1997
Pierre Gonnord. Retratista Centro de Arte Alcobendas Del 18 de mayo al 3 de septiembre de 2016 EXPOSICIÓN / CATÁLOGO AYUNTAMIENTO DE ALCOBENDAS Alcalde / IGNACIO GARCÍA DE VINUESA Concejal de Educación y Cultura / FERNANDO MARTÍNEZ RODRÍGUEZ Coordinadora del Centro de Arte Alcobendas / BELÉN POOLE QUINTANA Organización y edición / CENTRO DE ARTE ALCOBENDAS Comisarios / JOSÉ MARÍA DÍAZ-MAROTO, BELÉN POOLE QUINTANA Textos / JOSÉ MARÍA DÍAZ-MAROTO, JOSÉ MARÍA DE FRANCISCO GUINEA Traducciones / ADAPTEXT Fotografías / PIERRE GONNORD Maquetación, producción e impresión / MOONBOOK Transporte / BALTASAR CORNEJO Asistencia montaje / MERINO Y MERINO, S.L Seguro / HISCOX ISBN / 978-84-945366-1-8 Depósito legal / M-15797-2016 © de la edición, Ayuntamiento de Alcobendas © Pierre Gonnord , VEGAP; Madrid, 2016. © de los textos, sus autores
AGRADECIMIENTOS Galería Juana Aizpuru
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