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Especial
Una trama de unidad y de carismas
Desde los inicios de los Focolares, religiosos y religiosas de muchas congregaciones adhirieron al carisma de la unidad de Chiara Lubich. Publicamos una breve semblanza del primero de ellos y el testimonio de una religiosa colombiana
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El 1° de agostó murió y partió para el paraíso el padre Bonaventura Marinelli, a los 100 años. Habiendo vivido en Trento, en el convento de los Capuchinos, de 1942 a 1946, como estudiante de teología y joven religioso, fue, como le gustaba decir, un “testigo ocular, pero a distancia” de los comienzos del Movimiento de los Focolares.
A distancia, porque en aquellos años no les permitían muchas vinculaciones. Sin embargo, fue testigo ocular porque vio cómo vivían estas extraordinarias terciarias franciscanas.
“Después del bombardeo de 1944”, relató en una larga conversación, “teníamos a Chiara y a sus compañeras siempre a la vista. Venían a misa, que no se celebraba en la iglesia, porque había sido destruida por el bombardeo, sino en la sacristía, que era pequeña y estábamos muy cerca.
Recuerdo que me impresionaban cada vez más. Por naturaleza soy bastante tímido y me cuesta establecer relaciones, pero recuerdo que, a partir de 1943, cuando durante el verano salíamos a pe-
dir la caridad, se me hacía cada vez más fá- Dios ha construido en mí aprovechando cil conocer a las familias, a la gente, a los ni- mi nada, mi debilidad, mi miseria. (…) Lo ños, etc. Esta nueva forma de vida no me que quiero escribirle hoy es que la univenía por mi naturaleza sino por la vida que dad que Dios ha realizado, no debemos veía en Chiara y sus compañeras. romperla. (…) San Francisco no quedará
“En 1946, mis superiores me enviaron a satisfecho hasta que usted no lo reviva y una universidad en Suiza”, recuerda. Ya te- lo haga revivir en sus hermanos y hermanía un año de ser sacerdote. Así comenzó nas. Comience. Lo logrará”. una correspondencia que permitió a Chia- Y el 8 de septiembre: “Cuánta alegría ra comunicarle lo que vivía en ese período. me ha dado su carta. Jesús está allí”. ReGracias al padre Buenaventura tenemos cuerdo la alegría cuando se encontraban hoy un patrimonio inestimable de escri- y con qué normalidad hablaban en diatos, algunos muy conocidos, como la carta lecto trentino… eran coetáneos, pero él del 30 de marzo de 1948, en la que Chia- se sentía como un discípulo con su mara le confiaba: “El libro de Luz que el Señor dre. En una de las primeras cartas Chiaescribe en mi alma tiene dos aspectos: una ra simplemente firmó “s.m.”, que Bonapágina luminosa de misterioso amor: la Uni- ventura inmediatamente interpretó como dad. Una página luminosa de misterioso do- “su madre”. Le respondió firmando “s.f.” lor: Jesús abandonado”. (“suo figlio” -su hijo), y Chiara también lo
Estas cartas dan testimonio de la profun- entendió. da relación que pronto se estableció en- Una focolarina recuerda que Chiara, satre ambos. ludándolo en el 2000, le dijo “¡Mi primer
Chiara le escribió el 11 de mayo de 1948: hijo religioso!”. “Su carta me confirmó la idea que yo me ha- Bonaventura tuvo una larga vida, en bía hecho de su alma, muy amada por el Se- la que fue profesor de Sagrada Escrituñor, y quisiera en un momento, en un instan- ra, traductor de comentarios bíblicos del te, donarle todo lo que tengo, todo lo que alemán, y tuvo importantes cargos en su orden: provincial, formador, definidor general... Luego Chiara solicitó a las autoridades de Buenaventura que él pudiese dirigir el Centro Internacional de Espiritualidad para Religiosos en Castel Gandolfo (Roma) y en Loppiano, la ciudadela de los Focolares en Italia. Tímido y de extraordinaria humildad, supo dar testimonio sin ostentación y con sinceridad de su vocación franciscana y del aporte que recibió a través del carisma de la unidad que Chiara le había transmitido. “Era un verdadero niño
evangélico, en la sabiduría y simplicidad de su vida”, escribió un compañero de su congregación.
No faltan los recuerdos personales, empezando por cuando, en 1978 fuimos juntos a Canadá, durante un mes entero, para animar una escuela de formación para religiosos.
Entre otras cosas, en mi diario, el 10 de noviembre de 1999, cuando ya nos había dejado para una nueva tarea, escribí sobre una de sus visitas: “Llega Bonaventura, y hay clima de fiesta, como siempre”. Me llamó la atención, ese “como siempre”.
Pero quizás el momento más hermoso fue el 18 de marzo de 2008, cuando asistimos juntos al funeral de Chiara en Roma en la Basílica de San Pablo Extramuros. Al final de la celebración me pidió que lo acompañara al ataúd, rompiendo el estricto protocolo. Ya era anciano y le costaba arrodillarse, pero cuando llegó al ataúd se arrodilló, lo abrazó y lo besó. Entonces también yo me arrodillé para besar el ataúd (pero no es la expresión correcta… era besar a Chiara).
Fue como si se rompiera un dique: todos empezaron a rodear el ataúd y a besarlo… Pero el gesto de Buenaventura permanecerá como el gesto único de un hijo auténticamente franciscano que reconocía en Chiara también a su madre en el carisma de la unidad. Una trama de unidad, clara, sin confusiones y límpida: Francisco de Asís y su carisma, su primera vocación y el carisma de la unidad, la vocación que lo ayudaba a focalizar la mirada en su padre Francisco y en ser generador de unidad con sus hermanos y con todos.
También a mí me quería. En una de sus últimas cartas me escribió: “Te recuerdo y siempre te recordaré con gratitud y espero volver a tener la alegría de encontrarte personalmente. Esta mañana te encomendé de manera especial a san Francisco. ¡Un abrazo!”.
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Me llamo sor Myriam Rubio y pertenezco desde hace 50 años a la Congregación de Hermanas de Bethania, una comunidad nacida en El Salvador.
Conocí el Movimiento de los Focolares hace unos 42 años, cuando el primer grupo de focolarinas llegó a Colombia. Un sacerdote que trabajaba en el colegio nos invitó a asistir a una reunión al Focolar con otras religiosas.
Me encantó el calor humano que sentí desde que me abrieron la puerta. Lo que hablaron, y todos los testimonios, me parecieron espectaculares. Regresé a los 15 días, con el firme deseo de cambiar de congregación, pues este Movimiento me parecía justo lo que yo necesitaba.
Hablé con una focolarina, que en ese momento se encargaba de las religiosas, manifestándole mi deseo. La pregunta no se hizo esperar: ¿Por qué quiere cambiar?” Respondí: “En mi comunidad no siento que estemos trabajando en el amor al prójimo, en la unidad, como lo he sentido aquí”. Ella con mucho acierto me dijo: “¿Y por qué no comienza usted a hacerlo?” Me quedé fría… yo pensaba que esto era cuestión de la superiora. Al oír su respuesta sentí ganas de llorar y ella me dijo: “Vamos a comenzar. Yo le ayudo”. Y así fue, empecé a poner en práctica el Evangelio, a mirar al otro con ojos nuevos y cada semana había una tarea que yo trataba de hacer concretamente.
Mi superiora se dio cuenta de mi cambio, y en una visita de la Madre General se lo dijo. Así que fui enviada a Bolivia. Era para fundar un colegio que nos daba la diócesis de Oruro.
Con mi entusiasmo corrí al Focolar para comentar mi traslado y preguntar la nueva dirección del Focolar, que suponía estaría en la ciudad de La Paz. Pero ¡oh sorpresa!, allí no habían llegado todavía. Me sentí con el ánimo en el suelo… pero la respuesta fue: ¿Por qué no comienza usted? Nosotros le ayudamos…”. Así fue. Son muchísimas las experiencias de esos tiempos. Pero lo más importante es que la unidad era el complemento de mi carisma de Bethania, que es el “amor en la oración, como María, y amor en la acción como Marta”. Dos carismas que se unen y se entrelazan entre sí para formar una red mucho más fuerte. No ha sido fácil, creo que soy muy apasionada con lo que hago y eso a veces me trae problemas… pero la edad, la experiencia el trabajo por la unidad y el Espíritu Santo, del cual soy muy amante, me ayudan a seguir viendo a mis hermanas con ojos nuevos, amar por primero, amar a todas, a fortalecerme en la oración y a trabajar sin pereza pensando que es por Él, haciendo de la mejor manera lo que me han encomendado. Con toda humildad debo decir que este ideal me llevó a prestar el servicio como Regional en cuatro periodos, en distintas fechas, y a ser Rectora de colegios por muchos años. Hoy estoy retirada de los cargos por cuestiones de salud. Sigo ayudando en la Pastoral del colegio y en todo lo que pueda. Lo más importante es hacer la voluntad de Dios en cualquier trabajo por humilde que sea y ser ese puente de unión en mi comunidad. Todo para la Gloria de Dios en Bethania. Myriam Rubio