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Espiritualidad

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Intimidad de la pareja en crisis

La pandemia, como un trauma planetario, nos llevó a reconsiderar las relaciones interpersonales y emocionales, las actividades y las prioridades. Por su naturaleza, el hombre tiende a elaborar las vivencias y a adaptarse a los cambios buscando el bienestar. ¿Cómo ha impactado todo esto en nuestra vida amorosa? La comunidad científica ha realizado algunos estudios, y se ha observado un aumento de los trastornos psicológicos y del malestar psicosocial.

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La manera en la que hemos reaccionado y enfrentado a la pandemia y a las restricciones resultantes ha sido y es muy subjetiva, cada cual de acuerdo con sus características personales y con la red de vínculos sociales a la que pertenece.

El prolongado período de convivencia forzada en las casas fue una dura prueba para todos, y resaltó las luces y las sombras de nosotros mismos y de nuestras relaciones. Algunos aprovecharon para relajarse y cuidar la relación con su pareja. Otras parejas sufrieron por la “falta de oxígeno” que experimentaron en el encierro, y descubrieron con sorpresa que estaban viviendo una relación quizás ya en crisis desde hacía un tiempo. Cada pareja intentó su propio camino para hacer frente a la situación. Muchos se unieron para superar esta fase “en tándem”, poniendo las necesidades de los hijos como prioridad. Desde un punto de vista más íntimo, algunos datos han evidenciado una disminución del deseo sexual. Cada pareja puede experimentar muchas formas diferentes de estar juntos. Vivir en plenitud el contacto y la intimidad con el otro presupone que existe una buena autoconciencia, una armonía entre mente, emotividad y corporeidad. La intimidad incluye la relación con uno mismo y con la pareja. Ambas son partes esenciales que nutren la relación. El aumento (en este período) de los trastornos de ansiedad y del estado de ánimo ciertamente afectan los aspectos relacionales. La gran incertidumbre, la vida monótona sin experimentación y libertad, donde reina el aburrimiento repetitivo de los rituales, pueden alimentar la ansiedad, la ira y el achatamiento emocional.

Cuidar los espacios de tiempo personales en donde reencontrar la propia individualidad puede crear esa distancia saludable que reactiva el deseo de encontrar al otro y redescubrirlo. Recortarse momentos de agradable ligereza, junto a las más pequeñas atenciones diarias (mutuas), puede nutrir el “nosotros”.

Compartir y hablar facilita el descubrimiento de lo nuevo en el otro. Es inevitable, en nuestra historia habrá un “antes y un después del Covid ”: fenomenológicamente la vida se transformó, y con ella nosotros mismos y nuestras relaciones.

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