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Espiritualidad

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El paraíso de los dictadores

El actual desarrollo de la tecnología permite que Estados autoritarios espíen a los ciudadanos. Los enfoques de Estados Unidos y de China al respecto

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Érase una vez una nación donde todos los ciudadanos se comportaban bien y nunca transgredían las leyes. Un país modelo, donde la gente era feliz siguiendo las reglas y todos sabían qué hacer para no perturbar la armonía general. No había disturbios ni protestas, y la Policía tenía que intervenir raras veces, sólo para encauzar pequeñas desviaciones de la norma, que a menudo podía predecir incluso antes de que sucedieran. El gobierno (la “guía”) de este país estaba muy satisfecho: podía manipular el estado de ánimo y las acciones de ciudadanos imperceptiblemente, sin recurrir a la violencia.

La gente había renunciado a su libertad a cambio de la satisfacción de las necesidades básicas.

Resultado: un poder absoluto sin adversarios.

Tecnología

Por vez primera en la historia del género humano, semejante paraíso de los dictadores podría convertirse en una realidad, a raíz de dos innovaciones recientes: la difusión de videocámaras capaces de controlar a distancia la vida de las personas y las redes sociales virtuales.

Las cámaras de última generación diseminadas por las calles ya pueden reconocer un rostro en una muchedumbre y descubrir de quién se trata, de manera automática, 24 horas al día. Una vez que se identifica a la persona, es posible asociar los datos disponibles en le Red (desplazamientos, mensajes… toda su vida), antiguos y recientes.

La segunda novedad concierne a la difusión de las redes sociales virtuales entre millones y millones de personas de todo continente.

A cambio de los servicios que ofrecen las plataformas digitales, les cedemos nuestros datos individuales y comunitarios, contactos, afectos, emociones, privacidad. Estudiando estos datos personales a gran escala, es posible influenciar las decisiones de las personas. Los expertos llaman este fenómeno “conciencia de enjambre”: en la práctica “resulta imposible distinguir los pensamientos propios de los pensamientos de las personas a las que estamos conectados”, en palabras del docente, autor y experto en inteligencia artificial, Paolo Benanti.

El Estado autoritario

Al controlar Internet y las redes de videocámaras, un Estado represivo puede vigilar a los ciudadanos, su vida y hasta sus pensamientos, e incluso prever su comportamiento. Por medio de algoritmos (programas de software) invisibles para la población, puede crear una puntuación y así “rankear” a la ciudadanía, clasificando a las personas entre “confiables” y “peligrosas”. Este ranking de méritos es público y, por tanto, podría incluso transformarse en un instrumento de escarnio y escarmiento público.

La puntuación “se utiliza para determinar” desde “la admisibilidad a recibir préstamo, la idoneidad para un empleo, el lugar donde los hijos puede ir a la escuela”, explicita el experto, hasta si puedo comprar un vehículo, una casa o una entrada al cine, o si puedo frecuentar tal o cual persona. Una pesadilla.

En China

Entre los países que parecen haberse encaminado en esta dirección está China. El sistema fue lanzado como “una manera para medir y mejorar la confianza a nivel nacional y para construir una cultura de la sinceridad”, afirma Benanti. Parece que allí están destinados a revivir los peo-

res momentos del estalinismo. El Estado espía el comportamiento de cada ciudadano y lo evalúa y clasifica sin depender de su consentimiento. Los algoritmos pueden descubrir las desviaciones de la conducta que se considere “estándar”.

El elemento central del sistema son las redes sociales, que se transforman en las centrales de espionaje del Gobierno. De hecho, las personas son evaluadas por lo que compran online (y offline), por lo que dicen, por los amigos que tratan… Mi puntaje, en efecto, está influenciado también por lo que mis amigos hacen y dicen online, que están “monitoreados” de la misma manera.

Naturalmente, para los ciudadanos más obedientes, que encajan en el perfil comportamental estándar existen “recompensas y privilegios especiales”. En realidad, se trata de un método de control social disfrazado de “concurso” con premios, que fomenta “la obediencia con un estilo de un juego de azar”. Porque nunca sabré qué cosas “ellos” saben y qué piensan de mí. Y, por ende, nunca sabré cuándo está por llegarme un castigo. Detengámonos aquí, aunque podríamos seguir describiendo las astucias pensadas para controlar a la población. Astucias que están difundiéndose en otros países del planeta. Realmente un paraíso para los dictadores.

¿Qué modelo es el correcto?

Durante la presidencia de Donald Trump y la pandemia, Estados Unidos mostró los límites de su “democracia liberal”, con sus insoportables desigualdades y la concentración de poder en las manos de poquísimos súper ricos. Y la desinformación (y su peculiar concepto de “verdades alternativas” gubernamentales) fue un instrumento político más del “trumpismo”.

Por su parte, China -un stado represivo con todo el poder reservado a un partido único- reaccionó más eficientemente tanto ante la pandemia como a la crisis económica. Ambos estados disponen de una tecnología capaz de manipular a la población. La pregunta, entonces, es la siguiente: ¿podrá China “vender” su éxito económico en todo el mundo, exportando su modelo de Estado autoritario, con sus “valores”? Y ¿cuántos aspirantes dictadores están dispuestos a emular el modelo chino, utilizando la tecnología para mantener el poder? La perspectiva es la de una suerte de choque entre capitalismos (el economista serbio-estadounidense Branko Milanovic lo explicita en Capitalismo nada más, su último libro, de 2020), una confrontación entre distintas concepciones del mundo, con “valores” en competición entre ellos. ¿Los ciudadanos preferirán un Estado autoritario y corrupto, capaz de decisiones rápidas, pero represivo, o bien una democracia ineficiente y plagada de desigualdades, pero con más libertad? Todo ciudadano tendrá que elegir de qué lado estar. Incluso la Unión Europea últimamente tuvo que hacer frente a algunos movimientos autoritarios de algunos de sus líderes nacionales. Quizás la UE sea la única entidad -quizás junto a otras naciones con una suficiente calidad democrática- que podría buscar una alternativa a los modelos de Estados Unidos y de China. Pero tendrá que tener claro que la democracia y el Estado de derecho siguen siendo cruciales para construir un futuro de libertad y de participación. El control democrático de la tecnología es cada vez más indispensable para evitar el espectro de la dictadura.

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