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Reportaje
Tras las huellas de Gandhi
El Mahatma continúa viviendo en la India hoy. Su mensaje atraviesa un país-subcontinente que aún está en gran evolución
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“¿Dónde está Baphu?”. Nunca olvidaré la pregunta que una niña les hizo a sus padres y abuelos durante una visita al ashram de Sabarmati en Ahmedabad. Era 1983, la ciudad del estado de Gujarat que fue el lugar de nacimiento del Mahatma -Gandhi nació en Porbandar- salía de meses de tensión entre hindúes y musulmanes. Esa pregunta me ha acompañado en mis 28 años de vida en la India y continúa haciéndolo cada vez que vuelvo al subcontinente.
Volvió a mi memoria el día después del cumpleaños 150 de Gandhi, mientras leía una noticia absurda. Cuando el primer ministro Narendra Modi reverenciaba su estatua en Nueva Delhi, y en muchas ciudades se celebraban procesiones, ritos religiosos o eventos en su honor, en el estado de Madhya Pradesh algunos desconocidos entraban en uno de los muchos Bapu Bhawan y, después de haber escrito “traidor” en la foto del gran líder, robaban parte de sus cenizas, contenidas en una pequeña urna.
Baphu -un término cariñoso que significa “padre”-, se encuentra en todas partes. No hay ciudad o poblado indio donde la avenida principal no se llame Mahatma Gandhi Road. Siempre que se utilizan rupias de papel, Gandhi aparece en los billetes.
Sus fotos están en oficinas, escuelas, así como sus estatuas. Se encuentran incluso en diferentes partes del mundo. Sus libros también están presentes en las librerías con ediciones renovadas, que hablan de un interés constante y a menudo renovado por los grandes principios de su existencia: satyagraha (fidelidad a la verdad), swaraj (la capacidad y el derecho de cada pueblo a gobernarse a sí mismo), pero sobre todo, ahimsa, la no violencia. Precisamente estos ideales se han repetido varias veces en la historia de la humanidad. Martin Luther King, Nelson Mandela, Desmond Tutu o San Suu Kyi, entre otros, fueron (son) partidarios de revoluciones no violentas que, de una forma u otra, se han inspirado en la Gran Alma.
Sin embargo, esa pregunta permanece. ¿Dónde está Baphu? En mi último viaje a la India, que realicé pocos meses antes de su cumpleaños número 150 -el 2 de octubre de 2019-, esa pregunta me acompañó por todo mi recorrido, en busca del significado de Gandhi y sus ideales en la India de hoy.
Uno no puede dejar de comenzar con Gandhi Smirti, también conocido como Birla House, en Nueva Delhi, donde Gandhi vivó los últimos 144 días de su vida y donde murió la tarde del 30 de enero de 1948. El silencio aquí habla directamente al corazón. Leemos las palabras que dijo y escribió y volvemos sobre el camino hacia su martirio, marcado de manera sobria pero eficaz por huellas que trazan el breve tramo entre su habitación y el punto donde fue víctima de las balas de Nathuram Vinayak Godse.
En la entrada, un anciano, agachado en el suelo, trabaja con una rueca, el famoso charka, tan querido por el Mahatma. Nos detenemos a observarlo. A menudo, el anciano invita a acercarse y ver cómo funciona el telar. Eran momentos fundamentales en la vida diaria de Gandhi, ya que solía pasar horas hilando. Luego una caminata silenciosa hasta el punto donde cayó Gandhi: algunos disparos secos y
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esas palabras: “Eh Ram” (“Oh Dios”), que también se encuentran en Raj Ghat, el samadhi del Mahatma a lo largo del río Yamuna, no muy lejos de aquí, donde fue cremado. Esas fueron las palabras que él mismo había predicho que serían las últimas que pronunciaría. Momentos de intenso silencio, mientras damos unos pasos sobre la hierba con los pies descalzos, como exige el respeto a esta parte del suelo sacralizada por su sangre.
Al final, visitamos el interior de la casa: fotografías, frases, discursos e impresiones de los grandes del mundo. Sobre todo, sin embargo, llama la atención la sobriedad austera y esencial de las dos habitaciones en las que Gandhi trabajaba y vivía. En una, se encuentran sólo un escritorio y dos pares de zapatillas típicas indias (las chapals). En la otra, contigua, una cama (un típico charpoi indio) y una tabla de madera.
En Gandhi Smirti la experiencia es de una profunda intensidad espiritual, bien expresada por una frase que se puede leer en su habitación: “Mi vida es mi mensaje”. Es un gran desafío para cualquiera, porque Gandhi nunca deja indiferente a nadie. Es uno de los protagonistas del siglo XX, pero también uno de esos personajes destinados a seguir siendo únicos en la historia. ¿Cuál es el significado de su mensaje hoy? En el corazón de un país en gran evolución, protagonista de un vertiginoso crecimiento económico que duró una década y recién ahora se detiene, se han extendido ideologías cercanas a la que condujo al asesinato de Gandhi. El partido del primer ministro Surendra Modi, llamado Bharathya Janata, se nutre de la ideología de Hindutva -India a los hindúes-, la misma de quien apretó el gatillo del arma que lo mató.
El propio Gandhi sigue siendo difícil de sintetizar y definir. Él mismo, poco antes de su muerte, había afirmado: “Una vez que estos ojos estén cerrados para siempre y mi cuerpo haya sido entregado a las llamas, habrá tiempo de sobra para pronunciar un veredicto sobre mi obra”.
De alguna manera hoy llama la atención la gran contradicción de este país que, 70 años después de su muerte, parece casi burlarse de los ideales de su Mahatma y, por otro lado, sigue siguiéndolo de una manera casi misteriosa.
Esto también es lo que surge de una conversación con la Dra. Vinu Aram, hija de dos fieles seguidores del Mahatma y actual presidente del Shanti Ashram, fundado por su padre en Coimbatore, a tres horas en avión de Delhi, en el profundo sur de la India. Aquí todo está inspirado en los ideales de Gandhi. De hecho, para buscar a Baphu es necesario encontrarlo donde sigue viviendo con sus ideales, que han tomado forma de respuestas a la globalización y a la tecnología desenfrenada del siglo XXI.
“Gandhi pertenece a la gente”, me dice la doctora. “Trabajó y vivió por el progreso no sólo del pueblo indio sino de los hombres y mujeres del mundo”. Una mención nuevamente me lleva a la niña de la pregunta en Ahmedabad en 1983. “Gandhi sigue siendo verdadero incluso hoy. Cuando un niño mira una foto suya o escucha sus palabras, de alguna manera se relaciona con él. Es algo misterioso pero real”. De hecho, el Mahatma era una personalidad polifacética y también controvertida. Y sigue siéndolo. Las distintas instituciones en las que Gandhi es el referente fundamental, testimonian la necesidad de que el compromiso gandhiano esté arraigado en su propia cultura y no caiga en el exclusivismo. Se trata de mantener las ventanas de la casa abiertas al mundo exterior, como a Gandhi le gustaba repetir a menudo.
Shanti Ashram es uno de esos laboratorios donde se trabaja por el bien de todos -sarvodaya- y donde, a través de procesos educativos, el microcrédito y la promoción de la mujer se realiza la capacidad de autodeterminación y autogestión -swaraj- en el mundo actual. En particular, aquí se vive en un clima profundo de respeto a las diferentes religiones y culturas en el espíritu del ahimsa. Aquí, desde hace años, he conocido a muchos gandhianos, algunos de ellos ahora ancianos, y la respuesta a la pregunta de esa niña es que Baphu está en todos aquellos que continúan viviendo el corazón de la cultura india: la unidad en la diversidad
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