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Zona de diálogo

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Espiritualidad

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Algunas maneras de iluminar la “noche del diálogo”

Pexels Arina Krasnikova-

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Continuamos con la historia de Lucía y Tonino Gaudiano. Después de los avatares y de los sufrimientos de los inicios de la pareja, lograron una nueva vida y también una segunda hija, y comenzaron a aceptar vivir una vida juntos, a pesar de ser personas muy diversas.

Después de algunos años, imprevistamente llegó a la familia Gaudiano el Movimiento de los Focolares. Valentina, invitada por un docente, había conocido a los grupos de niños. Un camino distinto inició para ella y, consecutivamente, para el resto de la familia.

Tonino debía acompañar a Valentina a sus reuniones y, cuando iba, la niña siempre estaba contenta. Apenas se subía al auto, se disculpaba por el retraso (aunque no era mucho) y le contaba detalles de su linda jornada. Influido por ese entusiasmo y por la cálida acogida que también a él le daban, se fue integrando poco a poco en los grupos del diálogo formados por personas de convicciones diversas.

Algún tiempo después, también Lucía se sintió curiosa que un movimiento católico pudiese aceptar a su esposo, no creyente. Comenzó a frecuentar a los Focolares y, a medida que profundizaba su espíritu movimiento, muchas preguntas encontraban respuesta.

De ahí en más recorrieron un largo recorrido juntos. Se derribaron muchas barreras. Lucía aprendió a escuchar, sin miedo a perder su opinión, y a dar espacio al silencio interior y exterior para acoger y comprender al otro.

Para Tonino, la diversidad —no solo religiosa— no fue obstáculo para el camino juntos, tanto que la elección de Valentina de comprometerse definitivamente en la vida del Focolar no lo sorprendió y lo aceptó gratamente, a diferencia de su esposa, quien al inicio no lo había aceptado de buena gana.

Como madre, no fue fácil para Lucía aceptar esa opción de vida de Valentina. Hubiera querido que hiciese antes otras experiencias, como por ejemplo tener un novio, un trabajo, de modo de tener otras miradas y luego decidirse serenamente por una consagración. Pero su hija sentía fuertemente que ése era su camino y así fue, efectivamente, hasta ahora. Esto puso contenta a Lucía por haberla podido acompañar y asegurarle la importancia de no perder nunca su relación con toda la familia.

Por su parte, Tonino es un agradecido a todos por haberle permitido a él y a tantos de diversas convicciones integrar el movimiento y tener la oportunidad de reforzar su deseo de unidad, para seguir un camino basado sobre los valores fundamentales de la fraternidad y del amor hacia los demás.

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