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Zona de diálogo
Algunas maneras de iluminar la “noche del diálogo”
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La relación de la Palabra con lo espiritual y con la sabiduría. Reflexiones que venimos compartiendo desde la Zona de diálogo anterior (que sugerimos leer), escritas desde Barcelona por Jordi Illa, según su comprensión de persona sin fe religiosa.
Tanto creyentes como no creyentes tienen un substrato común, el espiritual, que les hace apreciar —no necesariamente aceptar— lo que la Palabra evoca. Pero, ¿qué evoca?
La Palabra da respuestas, provoca nuevas preguntas, conduce a ver la realidad desde otro ángulo y a vislumbrar incluso otra realidad. Nos lleva a ser más felices y a ser mejores, a hacer de manera que nuestro mundo y nuestras relaciones lo sean también. Pero esta otra realidad no debe ser relegada al cosmos y ni siquiera impregnar todo el Universo. ¿Por qué no pensar que ella está dentro de nosotros o que simplemente se confunde con el Cosmos?
Esto nos lleva a la escucha interior como fuente de sabiduría, de armonía, de una relación con Dios que la mayoría de las tradiciones religiosas subraya y que para el laico está representado por la escucha de la conciencia.
La palabra como referencia. El hombre tiene necesidad de referencias: multitudes siguen a líderes, por ejemplo, políticos; otros, a líderes de distintas religiones o de creencias capaces de hacer cosas extraordinarias por el bien de la humanidad, ideas que a veces incluyen la destrucción y la muerte para lograr ese fin. Incluso las empresas están deshumanizadas a tal punto que las tesis de Marx acerca de la explotación del hombre por el hombre parecen aun perfectamente actuales. La publicidad misma y sus efectos sobre el consumo responden a esta necesidad de referencias, verdaderas o falsas por parte de la gente.
Según mi parecer la explicación de todo esto está en el miedo; miedo de lo que no se conoce, de lo que nos espera, de lo diferente, miedo de afrontarse a uno mismo. Otra causa puede ser la falta de creatividad o de escucha interior; si fuésemos capaces de dar respuestas a nuestras preguntas, de ponernos en discusión sobre lo que no tenemos claro, entonces no seríamos esclavos de manipulaciones y seríamos realmente libres.
Es así como la Palabra se vuelve un punto de referencia fuerte para el ser humano. Transmite seguridad, permite entender al hombre, da respuesta a nuestras inquietudes espirituales, nos hace libres, nos hace experimentar lo esencial de nuestra existencia. No todas las palabras desempeñan esta función. Sólo la Palabra auténtica hace cambiar nuestro modo de pensar y, sobre todo, de actuar.
Jordi Illa (continúa)