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Editorial
Cristianos dialogantes, una silenciosa esperanza
La actitud de diálogo no es algo opcional para un cristiano. El Concilio Vaticano II, en el documento Unitatis redintegratio (1964), indica la restauración de la unidad de todos los seguidores de Cristo como una preocupación principal. Recuerda que “única es la Iglesia fundada por Nuestro Señor” y declara que la división de los cristianos “es piedra de escándalo para el mundo y obstáculo para la causa de la difusión del Evangelio”.
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Casi seis décadas después, muchos prejuicios y malentendidos entre Iglesias han sido superados. El ecumenismo ya no toma como punto de partida tales diferencias, sino la común confesión del Dios uno y trino y de Jesús como Señor y Salvador.
En su visita a Lund (Suecia) en octubre de 2016, para los 500 años de la Reforma y los 50 del inicio del diálogo entre católicos y luteranos, el Papa Francisco afirmó que “lo que nos une supera con creces lo que nos divide. Somos sarmientos de la misma vid”. El pastor Martin Junge, Secretario General de la Federación Luterana Mundial (que representa a más de 74 millones de cristianos en 98 países), consideró ese momento histórico como una oportunidad para que católicos y luteranos se alejaran “de un pasado empañado por el conflicto y la división”.
La experiencia del ecumenismo, en la gran mayoría de los países (los nuestros incluidos), se caracteriza por la amistad fraternal entre líderes y fieles comprometidos de varias comunidades. Esa amistad se consolida —y se visibiliza— en la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que se celebra entre las fiestas de Pentecostés y de la Santísima Trinidad (este año, entre el 23 y el 30 de mayo). En esa semana, ministros y feligreses de distintas Iglesias oran juntos en el templo de una u otra congregación, y a menudo celebran momentos de convivencia para fraternizar y conocerse mejor, ya que “se ama solo lo que bien se conoce”, como decía San Agustín.
En otros momentos del año se cursan mutuamente invitaciones a conciertos, eventos o se colabora en campañas sociales o de sensibilización. La participación en estas instancias con actitud de diálogo es una escuela que enseña a descubrir, respetar y apreciar la creencia, los ritos, la sensibilidad —en una palabra: la identidad— del otro.
La comunión, fruto del diálogo, no significa uniformidad, sino armonía de las diversidades culturales, litúrgicas y misionales. Diferencias que enriquecen y permiten crecer. Porque, como nos enseñó el Concilio, son frutos del mismo Espíritu de Dios, que sopla dondequiera que el espíritu humano se encuentre predispuesto a la verdad y al bien.
En este sentido, muchos cristianos de distintas Iglesias comprenden que el diálogo es una actitud de vida, y son ejemplos reconfortantes de apertura y de una entrega generosa y compartida hacia todos. Junto a las escandalosas miserias humanas de seguidores de Cristo que deberían dar ejemplos de virtud, vemos, incluso en esta época tan dramática, a muchos otros que viven con una coherencia a veces cercana al heroísmo, las enseñanzas de su maestro. El diálogo es para ellos su estilo de vida. Buscan comprender el presente del otro, y en ellos el diálogo se plasma en el servicio, incluso a costa de sacrificio. Y operan “pequeños milagros”, frutos del diálogo. Esos cristianos son ejemplos, porque hablan con los hechos. Convencen, porque ratifican sus hechos con la integridad, la libertad, la paz y la empatía que sus personas emanan. Y constituyen un motivo de esperanza, porque —lo sabemos— el ejemplo dice más que mil palabras.
Damir Jelic commons.wikimedia.org
André Barros de Castro y Silvano Malini
Acerca de
Diálogo entre personas de diferentes convicciones
Envejecer (VI)
Todo el film Lucky, desde el guion hasta los encuadres, está en función de Harry Dean Stanton, su protagonista, quien retribuye la confianza puesta en él con un trabajo estratosférico en su aparente sencillez. El actor devora los acontecimientos de la ficción y al resto de personajes, pero en este caso está pensado para que así sea. El resultado es una buena historia servida por un soberbio actor que se despide del mundo en paz, en la plenitud de su vejez.
Y por eso venimos comentando sobre la vejez. Decíamos en la columna anterior que hace años los ancianos padecen de demencia senil, y al tema no se le prestaba mucha atención porque se consideraba un proceso natural de la vejez. Cuando se logra identificar como enfermedad específica surge la esperanza de su curación. Y ya no es un proceso fatal sin esperanza.
Y afirmábamos sobre la importancia de los ojos y de la revisión frecuente por el oftalmólogo. Así también acerca de la importancia de la diabetes, por la gran cantidad de complicaciones que puede acarrear. ¿Le gusta comer bien al anciano? Por supuesto. Hay ancianos con un apetito envidiable y muy selectivos en las comidas. Sin embargo, son frecuentes los problemas del aparato digestivo. Puede haber una pérdida de la capacidad de producir el ácido gástrico, indispensable para la digestión. Puede haber dificultad de absorción de la vitamina B12, por ejemplo. También con la edad disminuye la secreción salival, la cual disminuye la capacidad de masticar y deglutir los alimentos. También puede haber alteraciones en el intestino (divertículos) que causan molestias. ¿Todos los ancianos se parecen entre sí? Todo lo contrario. A medida que avanza la edad, las diferencias se hacen cada vez mayores. Las personas de 30 años son más parecidas entre sí que las personas de 70 a 80 años. El estilo de vida y sobre todo el tipo de alimentación hace la diferencia, en tres grupos: el tipo de “viejo sacerdote”, flaco, arrugado e irónico; el tipo de “viejo tabernero”, pletórico, bonachón y bromista y el tipo de “viejo general”, de cejas pobladas y elevadas, andarín, mandón y un tanto quisquilloso. Seguramente que también entre las ancianas podría diferenciarse varios grupos. ¿Son los ancianos muy susceptibles a las infecciones? En muchos ancianos es frecuente la desnutrición, lo cual crea un mayor riesgo de contraer infecciones. Las defensas están disminuidas y la capacidad de resistencia es menor a medida que avanza la edad. Las gripes, la tuberculosis, la neumonía y la bronconeumonía, son, con frecuencia, causas de muerte en el anciano. Los cuidados en caso de una enfermedad infecciosa son necesariamente mayores que en el adulto joven. La vacuna antigripal en los ancianos es obligatoria en muchos países. La tolerancia al frío está disminuida. ¿Los ancianos del mañana vivirán mejor que los de hoy? Sí, sin duda, si atendemos y cumplimos los siguientes consejos: 1. Alimentación adecuada, rica en vegetales y frutas. Nada de tabaco y alcohol con moderación. 2. Ejercicio físico moderado, pero disciplinado. 3. Control médico periódico y control de peso. 4. Ignorar la propaganda de productos mágicos. 5. Mantener un grado adecuado de socialización, es decir, de comunicación con los familiares y amigos. Huir de la soledad. 6. Tomar medidas de previsión durante la juventud que garanticen una cierta seguridad económica en la vejez. 7. A partir de la jubilación, buscar algún quehacer y, si fuera posible ,ofrecerse a un voluntariado social. Huir de una vejez pasiva. 8. Aceptar el envejecimiento como un hecho normal de nuestra vida. 9. Esperar la muerte en paz, preferiblemente en casa, junto a la familia.
(Cinedebate del 16/11/19)
Próxima columna: “Amar a la persona equivocada”.