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Zona de diálogo

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Página treinta

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Algunas maneras de iluminar la “noche del diálogo”

Continuamos con la experiencia de Antonella, quien nos cuenta cómo personas creyentes y no creyentes se han presentado y han actuado juntas en diferentes ámbitos sociales, sin la necesidad de tener que declarar de antemano una pertenencia religiosa o ideológica.

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“Todo nació —relata Antonella— de las relaciones humanas; no fue planificado en un escritorio: se desarrolló según la evolución natural de los vínculos que poco a poco se iban consolidando entre las personas, con la alegría de poder disfrutar la libertad del intercambio y gozar del compartir con todos. Aquello que siempre me atrajo en la relación con los amigos del diálogo es que, a medida que nos conocíamos, también compartíamos la dimensión de la herida, de las dificultades, de los dolores.”

“Siempre me impactó conocer a personas privadas de certezas y seguridades, personas capaces de cultivar la duda; no la duda en sí misma, como especulación nihilista, sino como permanente interrogación de sí mismo, del propio actuar, del propio estar en el mundo. Para tratar de explicar con una imagen, diría que es como mirarse a uno mismo desde afuera, para tratar de verse, comprenderse.”

“La herida es también para mí el espacio de la duda sobre uno mismo, sobre las propias convicciones y el propio obrar. Esta es una situación que veo también en algunas personas con las que con los años la relación se ha vuelto íntima: la relación es siempre relación como entre dos labios de una herida de la cual yo y la otra persona somos los dos márgenes. Las cosas se mueven, las situaciones evolucionan y se dan pasos hacia adelante, y justo por esto, a veces sin ni siquiera hablar, porque no se confunde el diálogo con el uso de la palabra, no hay necesidad de llenar el silencio entre las personas con las palabras.”

“Con las personas del Movimiento, he aprendido a permanecer en la relación aun cuando pareciera que no sucede nada, a pesar de que mi naturaleza me empujaría a intervenir y a ser intransigente, a moverme primero. Ésta no siempre es la actitud adecuada. A veces quizá es solamente el estar, la pérdida, lo que puede servir a quien está a mi lado porque puede ser que la persona esté viviendo una situación de sufrimiento en la cual la palabra puede resultar superflua. Si la persona quiere estar sufriendo o está sufriendo a pesar de sí misma, en silencio, el modo en que yo puedo compartir ese sufrimiento, ese silencio, es estando también yo en silencio. Esta es una cosa que he vivido justamente en la relación con personas muy diversas a mí, también en el grupo del diálogo.”

“A veces advertimos que es un sentir recíproco y se llega, también inexplicablemente, a tocar la carne del otro, las zonas sensibles de su ser. En mi opinión, la belleza y la riqueza de este estado es que los bordes de esta ‘herida’ (que es la relación entre personas, entre diferentes seres) son elásticos. Hay dolor pero no solo eso. Existe el impulso de enmendar, que te permite moverte y progresar y aceptar de la otra persona incluso lo que no nos pertenece.”

“Experimento que esta elección lleva a un enriquecimiento considerable y veo, entre otras cosas, que no se limita a la relación con la otra persona, sino alrededor de la herida, ahí, entonces se crea el espacio donde otras personas tienen libre acceso y la relación se abre.”

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