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Palabra vivida
Entre diferencias y coincidencias
Hace unos días, recibí un correo electrónico de un amigo, Toni, con quien nos conocemos desde hace años, compartimos el ideal de la unidad y con el que me une -además de una linda relación de afecto mutuo- el interés por la política.
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En el correo, compartía conmigo un texto que él había escrito sobre cuestiones vinculadas con la intervención de la Policía frente al accionar de los delincuentes en la vía pública. Además, me pedía mi opinión sobre lo que él había escrito.
Lo lindo y lo interesante de este pedido es que con Toni estamos políticamente en veredas opuestas; pensamos distinto, tenemos miradas diferentes sobre la realidad.
Cuando leí su escrito me detuve a analizarlo. Pensé en algunos argumentos, busqué material para respaldar lo que pensaba y redacté la respuesta. Y La señora que cuida a mi suegra tuvo que irse antes por un problema personal. Le mandé un mensaje para saber cómo estaba, y me contó que estaba lo hice con gusto porque, como profesor de Historia que soy, el tema me interesa. Además, estoy acostumbrado al debate con personas que piensan diferente.
Unos días después, recibí la respuesta de Toni. En la primera parte, él enumeraba los señalamientos y las críticas que yo le había hecho. Luego expresaba una serie de respuestas a mis planteos y al final, se despedía con una frase que me impactó: “Parece increíble que pensando tan distinto, podamos ser amigos, pero así seguirá siendo”.
Cuando la leí, me quedé pensando: “Sí, es verdad que pensamos distinto pero al mismo tiempo… ¿no tenemos coincidencias importantes?”.
En ese momento, se me ocurrió responder a su último correo poniendo de relieve, en primer lugar, aquello en lo que sí coincidíamos. Y me encontré con que, pese a las diferencias, hatrayendo a una hija que estaba pasando por un momento duro de adicción al alcohol, para internarla. Me dijo que la chica estaba muy mal, los hijos y el marido no le hablaban y que ella la había llevado a su casa para ayudarla. Ante este dolor pensé en Jesús abandonado en la cruz y me dije: “Que pueda sentirse acompañada, al menos con mis palabras”. Y me puse a su disposición.
Me dijo que no encontraba un psiquiatra que la pudiera atender esa semana y esa situación la aturdía, así que le conseguí el número del psiquiatra que había ayudado a mi mamá en una clínica de Rosario y también le pasé el teléfono del que viene cada 15 días a bía un sustrato en común desde el que construir el diálogo. Confieso que nunca antes se me había ocurrido hacer algo así.
El intercambio siguió, siempre en un marco de respeto. Seguimos pensando de diferente manera en muchos temas. Pero yo comprendí que al entablar un intercambio de este tipo es fundamental tener presente que, además de pensar en rebatir la opinión del otro, hay que abrir la cabeza y el corazón para poder ver y resaltar las coincidencias.
Acompañando en el dolor
Pablo Fazzari (Buenos Aires) atender en nuestra ciudad. Le comenté: “Recemos para que la puedan ver esta semana”.
Cuando la llamé al día siguiente me dijo: “Conseguí una consulta para este viernes: justo viene el doctor a Las Rosas”. Fue muy lindo hacerle sentir que no estaba sola… Y también le pude contar de la Fazenda de la Esperanza y del Grupo Esperanza de Vida, de acompañamienos para adictos, y ponerla en conocimiento de otras terapias que podrían ayudar a su hija, y ayudarla a ella a sentir que va a salir adelante.
Evelyn Sagripanti (Las Parejas, Santa Fe, Argentina)