Diplomado Teórico en Tanatología
Módulo 2 Sesión 1
PÉRDIDAS Tanatóloga Claudia Bolaños González
El hombre es un ser bio-psico-social y espiritual, por lo tanto es una unidad de cuerpo y espíritu, así que, cuando experimenta una pérdida significativa, el dolor, el sufrimiento y la desesperanza se hacen presentes y lo confrontan ante el misterio de la condición humana y la profundidad de su existencia. El ser humano dedica gran parte de su existencia a trabajar, para que su vida sea más rica y significativa, se van teniendo amigos, cónyuge, hijos, casa, buen empleo, dinero, comodidades y seguridad, cuando pierde cualquiera de éstas cosas sufre. En ocasiones si la pérdida es grande, se conmocionan los cimientos de su persona y experimentan una profunda desesperación y es aquí cuando se presenta a lo que se conoce como proceso de duelo. (Marinelli, 2013). El sufrimiento por las pérdidas es algo a lo que todo sujeto está expuesto a lo largo de la vida desde el momento mismo del nacimiento, ya que es en ésta etapa que pierde la comodidad y seguridad del vientre materno. La tanatología actual no sólo trabaja con las pérdidas relacionadas con la muerte, también trata toda aquella pérdida que cause en el ser humano un dolor que desencadene un proceso de duelo, como por ejemplo: pérdida de una parte del cuerpo, divorcio, cambio de casa o país, cambio de escuela, ruptura de noviazgo, etc. La forma en que el ser humano vaya enfrentando estas situaciones será muy subjetiva y dependerá tanto de los recursos personales (internos), como del ambiente que lo rodea (recursos externos: familia, cultura, sociedad). Cuando se enfrentan las pérdidas honestamente y se vive el proceso con apertura, se logra salir más fortalecido, más humano, más realista, más humilde, con mayor profundidad y crecimiento personal. (Marinelli, 2013). Cuando un paciente se niega a vivir una pérdida es que quiere evitar el dolor emocional. Vivir una pérdida genera un daño en los recursos personales, materiales o simbólicos con los que se han establecido un vínculo emocional, es decir un apego. Para poder entender plenamente el impacto de una pérdida y el comportamiento humano al que va asociada se debe entender el término apego, esto es la tendencia de los seres
humanos a establecer fuertes lazos emocionales con otras personas o con cosas, lo cual es considerado normal en todas las edades. (Worden, 1991). Se dice que si no existe apego no hay pérdida, ya que de otra manera no se podría entender las fuertes reacciones emocionales que se producen cuando dichos lazos se ven amenazados o se rompen.
VARIABLES QUE AFECTAN A LA PÉRDIDA El tipo de pérdida (muerte, separación, amputación, pérdida del trabajo, cambio de casa o país, etc.) y el contexto amplio en el que se produce va a determinar en medida que el proceso de duelo sea adecuado o no. Entre los aspectos que se deben explorar en detalle, cara a la intervención, se encuentran los siguientes: 1.- Circunstancias de la muerte y rituales en torno a ella. 2.- Relación previa con la persona fallecida. 3.- Edad, sexo, personalidad y situación vital de la persona que sufrió la pérdida. 4.- Características de la familia (tamaño, estructura, pautas de comunicación, etc.) 5.- Aspectos psicosociales de quién sufre la pérdida: apoyo y estrés social. Si tiene niños a su cargo, situación económica, posibilidad de reorganizar su vida, sistema de creencias en torno a la muerte, actitud de parientes y amigos, etc.
TIPOS DE PÉRDIDAS Existen dos tipos de pérdidas, las conscientes e inconscientes, a continuación se explica brevemente cada una. Pérdidas conscientes: Son aquellas que se sabe que pasaron, que causaron una incomodidad, se conocen los detalles, no se pueden evitar y están generando un proceso doloroso. Se pueden clasificar en físicas, personales y simbólicas. Físicas: personas u objetos que formaron parte importante de la vida, se incluyen muerte, bienes materiales, cultura, identidad, jubilación, etc.
Personales: pérdida de la salud, pérdida de alguna parte del cuerpo o de sus funciones.
Simbólicas: paz, amor, libertad, pertenencia, poder, estatus, matrimonio, seguridad. Las pérdidas simbólicas son las más difíciles de trabajar, ya que ni siquiera se ésta consciente de que se han tenido. Pérdidas inconscientes: Son aquellas pérdidas que pasaron y las personas no se dan cuenta generalmente por la ganancia secundaria que conllevan, como el nacimiento de un hijo, todo el desarrollo como seres humanos, etc. Existen también las pérdidas primarias y secundarias. Pérdida primaria es aquella que trae a un paciente a consulta (consejería) es de la que va hablar y trabajar, es la causante de su duelo. Pérdida secundaria es aquella que puede salir durante el tratamiento de la pérdida primaria y por alguna razón no se han trabajado. Es importante aclarar que no se pueden trabajar varias pérdidas a la vez, sólo se trabajan de una en una, así es que si durante el tratamiento de la pérdida primaria, surgen algunas secundarias, se termina el trabajo de la primaria, se le hace la observación al paciente de las pérdidas secundarias que se detectaron, si el paciente lo acepta se empezarán a trabajar con las demás y en el orden que el paciente decida.
DUELO
Para la real Academia de la Lengua, la palabra duelo tiene varios significados: 1.- Dolor, lástima, aflicción o sentimiento. 2.- Demostraciones que se hacen para manifestar el sentimiento que se tiene por la muerte de alguien. 3.- Reunión de parientes, amigos o invitados que asisten a la casa mortuoria, a la conducción del cadáver al cementerio o a los funerales.
4.- Hay otro sentido de duelo, al menos en castellano, que hace referencia a desafío, combate entre dos, que algunos autores han querido relacionarlo con la elaboración del duelo y el desafío que supone la organización de la personalidad del deudo. ¿Qué es duelo? Del latín DOLUS “sentir un profundo dolor” Duelo es un término que, en nuestra cultura, suele referirse al conjunto de procesos psicológicos y psicosociales que siguen a la pérdida de una persona con la que el sujeto en duelo esta psicosocialmente vinculado. El duelo es la reacción natural, emotiva y personal a la pérdida de alguien o de algo, lo que causa un profundo sufrimiento, es universal y es una experiencia completamente humana. El ser humano necesita de los vínculos para crecer y desarrollarse, cuando algunos de esos vínculos se rompen, surge un periodo de gran intensidad emocional al que llamamos duelo. Si la pérdida es radical y definitiva, como en el caso de la muerte, todas las dimensiones de la persona se ven afectadas (dimensión física, emocional, cognitiva, conductual, social y espiritual) de tal manera que la persona se puede llegar a sentir incapaz de superarlo. El duelo es un proceso en el que la persona va incorporando a su vida la realidad de la pérdida, es un proceso de adaptación requerido ante una pérdida significativa. La elaboración del duelo implica aprender nuevas formas de pensar, de vivir, de comunicación consigo mismo y con los demás, el duelo implica llevar a cabo cambios que generan también ansiedad, inseguridad y temor. (Fonnegra, 2011). El proceso de duelo lleva tiempo y las heridas se sanan gradualmente. La intensidad puede depender de si la pérdida fue repentina e inesperada y de la relación que se tenía con el fallecido u objeto de su afecto; incluye componentes psicológicos, físicos y sociales, con una intensidad y duración proporcionales a la dimensión y significado de la pérdida. Es un proceso que implica un trabajo doloroso y su desarrollo se presenta de forma distinta en cada individuo. El duelo está conformado por sentimientos, reacciones y cambios que ocurren durante el proceso de cicatrización de una herida causada por la pérdida de alguien a quien se quiere. La muerte de un ser querido nos pone irremediablemente ante el misterio de la vida. Nos impone silencio y vacío, pero a su vez éstos nos llevan a una reflexión inevitable.
Entre los diferentes procesos de duelo que tienen que enfrentarse, el más doloroso se refiere a la finitud de nuestra vida y la de los seres queridos. A medida que transcurre la vida se tiene un contacto más directo y más frecuente con la muerte. Cuando mueren familiares y amigos, sobre todo si son aproximadamente de nuestra misma edad, su pérdida nos enfrenta a nuestra propia realidad. Cuando se experimenta la pérdida de una un ser querido en primera persona, una de las preguntas que más frecuentemente surge es si lo que se está sintiendo es normal. Todos hemos visto manifestaciones externas del dolor, pero cuando la experiencia es personal, cuando se saborean los sentimientos y se vive en carne propia las sensaciones, surge la duda de si son normales, pero lo que sí es seguro es que son inevitablemente personales. El duelo es un proceso de cambio y con la muerte termina una vida no una relación. Esta se modifica de una relación de presencia a una de ausencia. La muerte de alguien a quien se ama, no obliga a olvidarlo. Hay que subrayar que el proceso de duelo es un trabajo personal y que además involucra muchos aspectos de la vida del sujeto, por lo que determinar un tiempo resultaría inadecuado (aunque varios autores citan que va de seis meses a dos años), todo dependerá de la personalidad y recursos internos de cada persona, de la magnitud de la pérdida según el significado que se le haya dado y de los recursos externos como el apoyo del entorno más cercano, las características socioeconómicas, culturales, etc. Es importante saber que no todas las pérdidas generan un proceso de duelo que precise de tratamiento, pero sí que cualquier pérdida puede generar un duelo patológico. Cuando un duelo termina, no significa que se olvida lo perdido, es ese momento en el que la persona ha reconstruido su vida sin aquello que ya no está más. Un duelo que no se vive se acumula, viviéndose doblemente en la siguiente pérdida o crisis de la vida. Son muchos los factores que intervienen en el tipo de duelo, como circunstancias de la muerte, relación con el fallecido, personalidad, antecedentes del deudo y contexto socio familiar. A continuación se explican los diferentes tipos de duelo que se pueden presentar. DUELO ANTICIPADO: Es el proceso de vivencias, emociones, sentimientos y reacciones psicológicas que presenta una persona ante el conocimiento de la muerte próxima de un ser querido.
El duelo anticipado es una preparación, es el primer acto de un proceso de dolor afectivo que culminará con la muerte del ser amado, o con la pérdida de un órgano, pérdida material, divorcio, etc., recordemos que no sólo las pérdidas por muerte generan procesos de duelo. Es la oportunidad de prepararse para el cambio y visualizar el futuro o imaginar cómo será la vida a partir de la pérdida. Da la oportunidad de aclarar o expresar puntos pendientes. Se presentan como síntomas: sensación de aturdimiento, bloqueo emocional, parálisis psicológica. El duelo no comienza en el momento de la muerte, sino mucho antes. Cuando se emite un pronóstico de incurabilidad, se produce tristeza en el familiar, pero también una adaptación más o menos inconsciente a la nueva situación que acaba de crear, ofrece a las personas involucradas la oportunidad de compartir sus sentimientos y prepararse para la despedida. DUELO INHIBIDO O NEGADO: Se niega la expresión del duelo porque la persona no afronta la realidad de la pérdida. Puede prevalecer una falsa euforia, que sugiere la tendencia patológica de la aflicción. DUELO NORMAL: Es el proceso que se da desde el proceso de la pérdida definitiva del objeto de apego, hasta la aceptación y recuperación del sentido de vida (seis meses a un año). Se tiene la esperanza de estar en una pesadilla, el dolor más fuerte comienza aproximadamente en el segundo mes, el sobreviviente se sentirá indefenso, temeroso, vacío, pesimista, etc. Hay dificultad para asimilar lo que ha ocurrido, se presentan expresiones de dolor, llanto, enojo, alteraciones del apetito y sueño. En éste proceso las condiciones para la expresión de sentimientos, el apoyo social y familiar, la resolución previa de pendientes, los vínculos de amor y comunicación se dan de manera favorable y posiblemente existió un duelo anticipatorio bien trabajado. DUELO RETARDADO: Es el proceso de duelo que NO se da en el momento de la pérdida, sino horas o tal vez días después, pasado ese corto tiempo, la experiencia y duración del duelo es parecida al duelo normal. Cabe señalar que en ocasiones la persona con duelo retardado necesitará tan solo de un pequeño estímulo para que su proceso se desencadene, como por ejemplo: un conflicto familiar, pérdidas menores, una película, una canción, etc. Se da también cuando una persona evita enfrentarse a la realidad de la pérdida de manera consciente. Este duelo se da porque no se pueden expresar los sentimientos, tal
vez debido a que la persona que está teniendo la pérdida es la encargada de hacer los trámites funerarios, organizar las misas, atender asuntos legales, etc. DUELO CRÓNICO: Es aquel que se vive de manera permanente, sin que sea patológico, ¿cuál es la diferencia?, el duelo crónico permitirá al sobreviviente seguir con su vida, crear vínculos de amor y amistad, incorporarse a la vida social y productiva de manera positiva, pero al recordar la pérdida tendrá momentos de tristeza y llantos inofensivos, ya no es el mismo dolor desgarrador que al principio, pero no puede controlar sus sentimientos. Está en constante estado de dolor sentimental, desconsuelo, ira, agotamiento, pánico, apatía, resentimiento, culpa y sollozos. Este proceso podría o no necesitar asesoramiento, esto dependerá de la conciencia de la persona, de lo que está viviendo y de los conflictos resultantes de la expresión de sentimientos entre la familia, los amigos y compañeros de trabajo, recordemos que la presión social es un factor determinante en la evolución de los procesos de duelo. DUELO COMPLICADO: Cuando la pérdida es en circunstancias traumáticas (violación, mutilación o destrucción del cuerpo), el doliente tiene que enfrentar además de la pérdida, un estrés postraumático, les resulta imposible hablar de la persona ya que el dolor es demasiado grande. (Fonnegra, 2001 y Worden 1997). Son varias situaciones más para que el duelo se convierta en complicado, como por ejemplo: 1.- Cuando la pérdida es colectiva y mueren varios familiares. 2.- Cuando la pérdida es repentina y no se pudieron cerrar círculos, (infartos fulminantes, accidentes mortales, etc.) 3.- Cuando no se pudo rescatar el cuerpo y los ritos funerarios no se pueden llevar a cabo de forma normal, (accidentes aéreos, secuestros que terminan en asesinatos, desastres naturales, etc.). DUELO SECRETO: Es el inconfesable, ya que la situación que lo genera es socialmente cuestionable, por ejemplo: suicidios, abortos provocados, pérdida de la pareja clandestina u homosexualismo. Carecen de sistema de apoyo y la expresión de sentimientos, se dificulta por la soledad. (Fonnegra, 2001 y O’Connor 1990). DUELO PATOLÓGICO: Es la intensificación del duelo a un nivel que la persona está desbordada, recurre a conductas desadaptativas o permanece en un estado sin avanzar en el proceso de duelo hacia su resolución.
Esto implica procesos que llevan a repeticiones esterotipadas o a interrupciones frecuentes de la curación. Presentan síntomas somáticos, conductuales y no son conscientes de qué es lo que les causa el malestar; existe una manifestación exagerada del duelo: depresión y ansiedad. Esta forma extrema de duelo causa un sufrimiento doloroso a largo plazo, que puede tener un gran impacto en su vida. Se tiende a considerar que hay riesgo de duelo patológico cuando el dolor moral se prolonga considerablemente en el tiempo, cuando su intensidad no coincide con la personalidad previa del deudo, cuando impide amar a otras personas o interesarse por ellas y cuando el sujeto se ve invalidado en su vida diaria, sin más preocupación que la rememoración del fallecido, así como la conservación de sus pertenencias. Es una reacción más extrema del proceso normal, cuando una persona sufre de duelo patológico está controlada por un sentimiento poderoso y duradero de tristeza que no muestra señales de terminar. DUELO MASIVO O COLECTIVO: Se presenta cuando el duelo lo viven un sin fin de personas, cada uno lo vive de diferente forma, por ejemplo: Cuando una persona pública pierde la vida, un acto terrorista, desastres naturales, etc. MANIFESTACIONES DEL DUELO: Físicas.- Sensación de vacío en el estómago, opresión en el pecho y garganta, ahogo, palpitaciones, suspiros, pesadillas, poco apetito, pérdida de peso, boca seca, indigestión, dolor de cabeza, sensibilidad al ruido, dolores en diversas partes del cuerpo, diarrea, etc. Conductuales.- Mente ausente, estar en funcionamiento automático, aislamiento social, crisis de llanto, conducta de búsqueda o evitación a los objetos de apego, consumos tóxicos, hiperactividad o momificación, discurso repetitivo, sensación de ver a la persona fallecida, alucinaciones auditivas. Psicológicas.- Incredulidad, negación, enojo con el fallecido, confusión, ideas suicidas, sustitución, ideación de presencia, idealización, envilecimiento, alucinaciones e ilusiones, falta de concentración de memoria, culpa, angustia, ansiedad.
ETAPAS DEL DUELO Elisabeth Kübler-Ross (pionera de la tanatología), desarrolla gracias a su experiencia con enfermos terminales, las siguientes etapas del duelo: NEGACIÓN: Casi siempre se produce al principio del duelo, aunque regresa una y otra vez, es una defensa provisional, que pronto se ve sustituida por una aceptación parcial. Es un mecanismo de defensa frente a la angustia, que permite al sujeto vivir como si la muerte, aun cuando ya está cercana, no tuviese nada que ver con él. Por lo tanto la negación consiste fundamentalmente en reusar aceptar la realidad y deriva en conmoción que supone todo éste proceso. Cuando se recibe una noticia muy dolorosa y difícil de asimilar, se utiliza la negación como una forma de protección, para lograr un tiempo durante el cual el doliente pueda adaptarse a una triste y dura realidad. La negación funciona como un amortiguador después de una noticia inesperada e impresionante, permite al paciente recobrarse y con el tiempo movilizar otras defensas, menos radicales. Las afirmaciones más frecuentes que se presentan en ésta etapa son: No, no es verdad, No me puede estar pasando a mí, hubo un error, voy a pedir otra opinión. ENOJO – RABIA: Una vez pasada la negación, surge el enojo, supone que el paciente va tomando conciencia del diagnóstico y de la realidad de la situación; es una fase de irritación, ira, el paciente se torna agresivo, rebelde y difícil, todo le molesta. Provoca reacciones de disgusto y queja contra todas las personas del entorno, en general las dirige contra la familia, cuidador, amigos, aunque tampoco están libres de ser objeto de ellas cualquier persona que de alguna forma se relacione con ellos, incluso con el mismo Dios. Un paciente al que se le respete y comprenda en su situación, que se le preste atención y se le dedique un poco de tiempo, pronto bajara su voz y reducirá sus airadas peticiones. Se sentirá un ser humano valioso, del que se preocupan y al que permiten funcionar al nivel más alto posible, mientras pueda. Se tiene que aprender a escuchar a los pacientes y a veces incluso aceptar su ira irracional, sabiendo que el alivio que experimentan al manifestarla les ayudará a aceptar mejor sus últimos momentos. Sólo se puede lograr cuando se han afrontado los propios
temores con respecto a la muerte, los deseos destructivos y se ha adquirido conciencia de las defensas, que pueden estorbar a la hora de estar con los pacientes.
NEGOCIACIÓN O REGATEO: Asumida la realidad de lo irreversible, la negociación supone un intento de posponer los hechos. La mayor parte de los pactos se hacen con Dios, generalmente se guardan en secreto o se mencionan entre líneas, es una etapa en la que el paciente parece tranquilo, ya que está tratando de conseguir una especie de aplazamiento de la muerte. A veces ésta prórroga tiene que ver con una fecha concreta, un acontecimiento importante, por ejemplo: Navidad, una boda, etc. DEPRESIÓN: Se trata de una depresión preparatoria, a menudo se acrecienta por la diferente percepción del hecho entre el paciente y los que le rodean. Durante ésta etapa el enfermo necesita tiempo y espacio para estar a solas y prepararse emocionalmente. El paciente reconoce que ya no puede forjar ningún nuevo aplazamiento y que le llega irremediablemente la separación de todo lo que le es conocido es decir, de las personas y cosas que ama. Es la etapa en la que el paciente acepta internamente su propio destino; la ira y la rabia serán sustituidas por una gran sensación de pérdida. La depresión que se presenta en un proceso de duelo se le llama reactiva leve, esto quiere decir que un evento de afuera está causando una profunda tristeza, esta depresión se conoce como exógena, y es la única con la que un tanatólogo puede trabajar; a ésta depresión hay que estarla vigilando para que no se convierta en endógena, la cual viene de dentro hacia afuera, es decir son los desequilibrios químicos del cerebro, y sólo puede ser tratada por un especialista ya que es necesario en algunos casos medicarla. ACEPTACIÓN: Es una fase silenciosa, casi desprovista de emociones, en la que la persona que va a morir necesita más silencio y es menos proclive a la comunicación, lo cual resulta muy doloroso para los seres queridos, ya que el enfermo no muestra ningún interés, ni a ellos ni a nada. Kübler-Ross lo describe como “el período en que puede contemplar el próximo fin, con cierto grado de silenciosa espera”. Las etapas del duelo son como una escalera, se va de un escalón a otro, no mantienen un orden, pero tampoco queda alguno sin vivir, el cómo se vivan las etapas del duelo dependerá de la personalidad, edad, responsabilidad y nivel de conciencia espiritual del afectado.
MODELO DE DUELO WILLIAM WORDEN William Worden propone un modelo de duelo que se desarrolla en cuatro tareas. TAREA 1: Aceptar la realidad de la pérdida: Es aceptar plenamente la realidad de que la persona está muerta, que se ha marchado y no volverá. Parte de la aceptación es asumir que el reencuentro es imposible. Negar la realidad de la pérdida puede variar en el grado, desde una ligera distorsión a un engaño total, por ejemplo, los padres que pierden un hijo, conservan la habitación como estaba antes de su muerte; esto no es extraño a corto plazo, pero se puede convertir en negación continua durante años. Un ejemplo de distorsión en vez de engaño sería que la persona ve al fallecido personificado en uno de sus hijos, éste pensamiento distorsionado puede amortiguar la intensidad de la pérdida, pero raramente es satisfactorio, además dificulta la aceptación de la realidad de la pérdida. Otra manera que tiene la gente de protegerse de la realidad es negar el “significado de la pérdida”, de ésta manera, la pérdida se puede ver cómo menos significativa de lo que realmente es. Es normal oír afirmaciones como: “No era un buen padre”, “no éramos tan unidos”, se deshacen de las ropas y otros artículos personales que les recuerdan al fallecido, algo que es normal pero dentro de cierto tiempo. Es como si los supervivientes se protegieran a sí mismo mediante la ausencia de objetos que les hagan afrontar cara a cara la realidad de la pérdida. Existe otra manera de negar el significado pleno de la pérdida y es practicar un “olvido selectivo” por ejemplo: Gary perdió a su padre a los 12 años. A lo largo del tiempo había borrado de su mente todo lo relacionado con su padre, incluida su imagen visual. Cuando fue por primera vez a psicoterapia siendo estudiante universitario, ni siquiera podía recordar la imagen de su padre. Después de realizar un proceso de terapia, fue capaz de recordar no sólo como era su padre sino que también pudo sentir su presencia cuando recibió la condecoración en su ceremonia de graduación. Llegar aceptar la realidad de la pérdida lleva tiempo porque implica no sólo una aceptación intelectual sino también emocional. La persona en duelo puede ser intelectualmente consciente de la finalidad de la pérdida mucho antes de que las emociones le permitan aceptar plenamente la información como verdadera. Aunque completar esta tarea plenamente lleva tiempo, los rituales tradicionales, como el funeral ayudan a muchas personas a encaminarse hacia la aceptación. Los que no están presentes durante el entierro pueden necesitar otras formas extremas de validar la
realidad de la muerte. La irrealidad es particularmente difícil en el caso de la muerte súbita, especialmente si el sobreviviente no ve el cuerpo del fallecido. TAREA II: Trabajar las emociones y el dolor de la pérdida: Es necesario que la persona elabore el dolor emocional para realizar el trabajo del duelo, y cualquier cosa que permita evitar o suprimir de forma continua este dolor es probable que prolongue el curso del duelo. No todo el mundo experimenta el dolor con la misma intensidad, ni lo siente de la misma manera, pero es imposible perder a alguien a quien se ha estado profundamente vinculado sin experimentar cierto nivel de dolor. Puede haber una sutil interacción entre la sociedad y la persona en duelo, que hace más difícil completar la tarea II. La sociedad puede estar incomoda con los sentimientos de estas personas, por lo tanto, envía un mensaje sutil “no necesitas elaborarlo, solo sientes pena por ti mismo”, esto interfiere con las propias defensas de la persona, llevándole a negar la necesidad de elaborar los aspectos emocionales, expresándolo como “no necesito elaborar el duelo”. La negación de ésta segunda tarea, de trabajar el dolor, es “no sentir”. El sobreviviente puede bloquear sus sentimientos y negar el dolor que está presente. A veces entorpecen el proceso evitando pensamientos dolorosos. Algunas personas que no entienden la necesidad de experimentar el dolor de la pérdida intentan encontrar una cura geográfica, viajan de un lugar a otro buscando cierto alivio a sus emociones, esto es lo opuesto a permitirse dar rienda suelta al dolor: sentirlo y saber que un día pasará. TAREA III: Adaptarse a un medio en el que el fallecido está ausente: Adaptarse a un nuevo medio significa cosas diferentes para personas diferentes, dependiendo de cómo era la relación con el fallecido y de los distintos roles que desempeñaba. El superviviente no es consciente de todos los roles que desempeñaba el fallecido hasta algún tiempo después de la pérdida. Las personas en duelo no sólo se han de adaptar a la pérdida de los roles que desempeñaba antes del fallecido, sino que la muerte los confronta con el cuestionamiento que supone adaptarse a su propio sentido de sí mismos. El duelo puede suponer una regresión intensa en la que las personas se perciban así mismas como inútiles, inadecuadas, incapaces, etc. Los intentos de cumplir los roles del fallecido pueden fracasar y estos a su vez, puede llevar a una mayor sensación de baja autoestima.
No es extraño sentir que se ha perdido la dirección en la vida, la persona busca significado y su vida cambia para darle sentido a ésta pérdida y para recuperar cierto control. Esto ocurre cuando se trata de muertes súbitas o prematuras. Detener la tarea III es no adaptarse a la pérdida, la persona lucha contra sí misma fomentando su propia impotencia, no desarrollando las habilidades de afrontamiento necesarias o aislándose del mundo y no asumiendo las exigencias del medio. Sin embargo, la mayoría de la gente no sigue este curso negativo sino que decide que debe asumir los roles a los que no está acostumbrada, desarrollar habilidades que nunca había tenido y seguir adelante con un nuevo sentido del mundo. TAREA IV: Recolocar emocionalmente al fallecido y continuar viviendo: Una persona en duelo nunca olvida del todo al fallecido al que tanto valoraba en su vida y nunca rechaza totalmente su rememoración. Nunca podemos eliminar aquellos que han estado cerca de nosotros, de nuestra propia historia, excepto mediante actos psíquicos que hieren nuestra propia identidad. La disponibilidad de un sobreviviente para empezar nuevas relaciones depende no de “renunciar” al cónyuge muerto, sino de encontrarle un lugar apropiado en vida psicológica, un lugar que es importante pero que deja espacio para los demás. Para muchas personas la tarea IV es la más difícil de completar, se quedan bloqueados en éste punto y más tarde se dan cuenta de que su vida, en cierta manera, se detuvo cuando se produjo la pérdida.
MODELO DE DUELO ROBERT A. NEIMEYER. Robert A. Neimeyer, habla de un proceso típico de duelo que se presentaría por la muerte repentina e inesperada de un ser querido, (como la provocada por un accidente, un ataque al corazón, un derrame cerebral, etc.), aunque éste patrón puede variar en otras condiciones, como pueden ser los casos de muertes violentas o de muertes provocadas por largas enfermedades o acontecimientos traumáticos; incluso en éstos casos los afectados suelen participar de éstos patrones comunes, aunque su intensidad o duración pueden variar de una persona a otra. Juntos forman un “ciclo del duelo” que comienza con la anticipación o el conocimiento de la muerte del ser querido y se desarrolla a lo largo de una etapa vital de ajustes consecuentes. Este modelo se divide en tres partes, que son: Evitación, Asimilación y Acomodación.
EVITACIÓN.- Especialmente en los casos de muertes acompañadas por un “duelo intenso” que violan las expectativas sobre la continuidad de la vida de un ser querido, la realidad de la pérdida puede ser imposible de asimilar y puede llegar a sentir conmoción, aturdimiento, pánico o confusión en un primer momento, lo que puede dificultar o evitar la plena conciencia de una realidad que resulta dolorosa para asumirla. Físicamente un individuo que se encuentra en la fase de evitación puede tener sensaciones de aturdimiento o irrealidad, oír las voces de los demás como si estuviera muy lejos y sentirse distanciado o separado de su entorno más cercano. A nivel conductual, puede parecer desorganizado y distraído, incapaz de llevar a cabo sus actividades más rutinarias. A medida que se va haciendo más consciente de la realidad de la pérdida, empiezan a emerger las reacciones emocionales más vívidas, que a menudo incluyen protestas airadas contra quien se piensa es responsable de la muerte del ser querido. En cierto modo, centrarse constantemente en la realidad de la pérdida, sería como mirar fijamente al sol; se presentaría ceguera si se hiciera durante demasiado tiempo. Lo que se suele hacer es empezar a acostumbrarse a la pérdida de manera gradual, contemplándola y mirando después hacia otro lado, hasta que se convierte en algo innegablemente real y empezamos a entender las implicaciones emocionales que tiene para el futuro. ASIMILACIÓN.- A medida que se va absorbiendo gradualmente el impacto de la pérdida en los días y semanas que siguen a su aparición, empiezan las preguntas, ¿Cómo seguir viviendo sin esta persona que tanto quería?, después de quedar desprotegidos por la conmoción y una vez externalizadas la ira y evitación, se empieza a experimentar la soledad y la tristeza con toda su intensidad, aprendiendo las duras lecciones de la ausencia del ser querido en miles de los contextos de la vida cotidiana. Ante ésta profunda desesperación, se suele limitar la atención y actividades, distanciándose del mundo social y dedicando cada vez más atención a la elaboración del duelo que se debe hacer para adaptarse a la pérdida. ACOMODACIÓN.- Finalmente, la angustia y la tensión características de la fase de asimilación empieza a ceder en la dirección de una aceptación resignada de la realidad de la muerte a medida que surgen preguntas como ¿Qué va a ser de mi ahora?, aunque en la mayoría de las personas la añoranza y la tristeza siguen presentes meses o años después de la muerte, la concentración y funcionamiento suelen mejorar.
A medida que van desapareciendo los síntomas físicos, se va recuperando la energía en cortas explosiones, que van seguidas de períodos más largos de actividades dirigidas al logro de objetivos. Esto permite empezar un largo proceso de reconstrucción del mundo social que ha quedado destrozado tras la pérdida, no reemplazando a la persona fallecida, sino ampliando y fortaleciendo un círculo de relaciones que encajen con la nueva vida a la que se tiene que adaptar.
Con todo lo anterior debo resumir que: Pérdida: es la ausencia de algo o alguien a quien se le tiene un apego, es decir algo o alguien que quieres o amas mucho. Duelo: es el proceso que se presenta ante una pérdida significativa en nuestra vida.
¿CUÁNDO PEDIR AYUDA? Aunque el dolor, la soledad y los trastornos que acompañan al duelo no tienen nada de anormal, hay algunos síntomas que deberá hacer que se acudiera a un profesional o con alguna persona de nuestro entorno que pueda ayudar (médicos, tanatólogos, guía espiritual, responsables de grupos de apoyo o profesionales de la salud mental), cada persona debe tomar ésta decisión libremente, debe plantearse seriamente hablar con alguien sobre su duelo, si presenta uno de los siguientes síntomas: INTENSOS SENTIMIENTOS DE CULPA, provocados por cosas diferentes a las que hizo o dejó de hacer en el momento de la muerte del ser querido. PENSAMIENTOS DE SUICIDIO, que van más allá del deseo pasivo de “estar muerto” o de poder reunirse con su ser querido. DESESPERACIÓN EXTREMA, la sensación de que por mucho que lo intente nunca va a poder recuperar una vida que valga la pena vivir. INQUIETUD O DEPRESIÓN PROLONGADAS, la sensación de estar “atrapado” o “viviendo de manera muy lenta” mantenida por periodos de varios meses de duración. SÍNTOMAS FÍSICOS, como la sensación de tener algo clavado en el pecho o una pérdida sustancial de peso, que pueden representar una amenaza para su bienestar físico.
IRA INCONTROLADA, hace que sus amigos y seres queridos se distancien o que ésta le lleva a planear una venganza por su pérdida. DIFICULTADES CONTINUAS DE FUNCIONAMIENTO, que se pone de manifiesto en su incapacidad para conservar su trabajo o realizar las tareas domésticas necesarias para la vida cotidiana. ABUSO DE SUSTANCIAS, confiando demasiado en las drogas o el alcohol para desterrar el dolor de la pérdida.
REFERENCIAS: Bermejo, J. (2014). Estoy en duelo. México. PPCEditorial y Distribuidora. Cabodevilla, I. Las pérdidas y sus duelos. Anales Sis San Navarra. 30 (3). Pp.163- 176. Kübler-Ross, E. (2010). Sobre la muerte y los moribundos. España. Debolsillo Martino, R. (2007). El proceso de morir en el niño y en el adolescente. Hospital infantil Universitario niño Jesús, Vol. 10, Pp. 926-934. Meza, E., García, S., Torres, A., Castillo, L., Sauri, S., Martínez, B. (2008). El proceso del duelo. Un mecanismo humano para el manejo de las pérdidas emocionales. Revista de especialidades Médico-Quirúrgicas. 13, Pp. 28-31. Marinelli, S. (2014). Vivir el duelo acompañado. México. PPC Editorial, S.A. de C.V. Neimeyer, R. (2007). Aprender de la pérdida, una guía para afrontar el duelo. España. Paidós Ibérica. Worden, W. (2013). El tratamiento del duelo: Asesoramiento psicológico y terapia. España. Paidós Ibérica.