Diplomado Teórico en Tanatología
Módulo 2 Sesión 5
OTRAS EXPERIENCIAS DE PÉRDIDAS Y DUELOS
Tanatóloga Claudia Bolaños González
PÉRDIDAS Y DUELO POR VIUDEZ
La viudez es uno de los mayores desafíos emocionales que puede enfrentar un ser humano. Generalmente se entiende por viuda a la mujer que habiendo estado casada legítimamente se le ha muerto el marido. En muchas lenguas entre ellas el castellano hasta el final de la Edad Media, la palabra viudo no existía. La palabra viuda viene del latín “vidua” que quiere decir vacía, puesta a un lado, separada. En latín y griego no existe término y en las lenguas anglosajonas solamente aparece hasta finales del siglo XIV. Viudo significa vacío, sin un compañero. Gran parte de nuestra sociedad está orientada a la pareja y por lo regular, las parejas desconocen la forma en que se pueden ajustar en una viudez, de hecho con frecuencia parece que se trata de ocultar a las personas viudas ya que nos recuerdan la fragilidad de las propias relaciones, por tanto después de un breve plazo, generalmente al cónyuge doliente se le borra de las listas sociales tornándose invisible para los amigos y relaciones anteriores, especialmente si las amistades se establecieron a través de asociaciones del marido en el trabajo. Se descubre que debe enfrentarse sola o solo a la mayor parte del dolor. La viudez no es solamente un estado civil, es una condición social que a menudo implica vulnerabilidad, trayendo consigo una imagen de debilidad, necesidad, indigencia y desgracia. La muerte del cónyuge es un golpe psicológico grave. La aceptación y el ajuste a la realidad de la muerte con el tiempo es un proceso de cicatrización prolongada, lenta y
dolorosa. No se está preparado para experimentar la devastación emocional que produce la muerte de un marido o una esposa. (O’Connor, 2007). La muerte del cónyuge interrumpe un proyecto de vida en común y modifica necesariamente, de modo mucho más marcado que en otras pérdidas, la continuidad del curso biográfico. Se considera la muerte del cónyuge como un estrés psicosocial extremo, da lugar a una crisis, a un cambio de rumbo de vida. Esta pérdida junto con la de un hijo es de las más difíciles de asumir y puede complicarse si el vínculo es problemático. Las relaciones muy estrechas pueden originar dificultades para la organización de la vida independientemente del otro cónyuge, aunque el tiempo permite la reorganización en la mayoría de los casos. Muertes repentinas, que modifican la situación y estabilidad del entorno, pueden producir una sensación de desamparo, de sobrecarga para afrontar solo la vida y el cuidado de los hijos, incluso puede vivirse como un abandono. Si se sabe que el cónyuge tiene una enfermedad incurable y morirá en un futuro cercano, es posible que la persona se prepare psicológicamente para la muerte. El conocimiento anticipado es un regalo de tiempo si se usa para empezar la elaboración del duelo, para prever lo que será la vida sin la pareja. Incluso puede haber sentimientos contradictorios antes de que muera el cónyuge. El observar el sufrimiento de la persona amada y al sentirse impotente después de que le han fracasado todas las estrategias médicas, son experiencias extremadamente desgastantes en lo emocional. Se puede haber deseado que se apresurara el fin para aliviar el sufrimiento, y al mismo tiempo sentirse ansioso y temeroso de perder al cónyuge; también es posible sentirse enojado por las demandas emocionales y físicas que se imponen. Es un periodo así, los sentimientos confusos y conflictos son naturales. Independientemente de la forma en que se haya utilizado el tiempo de advertencia antes de la muerte, cuando ocurre finalmente el fallecimiento, se experimenta conmoción e incredulidad. Los beneficios del conocimiento anticipado aparecen más en la elaboración del duelo, cuando empiezan a reunir los hilos de la propia vida.
Cuando no existe una advertencia previa y la muerte es inesperada, el periodo inicial de conmoción e incredulidad generalmente es más prolongado. En la relación quedan más cabos sueltos e incompletos, por lo tanto, se requiere de más tiempo para poner en orden los pensamientos y sentimientos. Aunque parezca extraño, se elabora más fácilmente un duelo donde las relaciones han sido más amorosas y de buen trato que aquellas que se vivieron en la ambivalencia entre el amor y el odio, donde las experiencias desagradables sobresalieron y donde el cónyuge se le borra de las listas sociales y la culpa está presente. Los efectos de la viudez difieren para los hombres y las mujeres; las mujeres externan su dolor de manera más abierta, mientras que los hombres sienten que han perdido sus amarras. Las mujeres viudas tienen una tasa elevada de depresión, al menos durante los primeros cinco años después del deceso. Pero también se cree que son las que cuentan con mejores recursos que los hombres para sobrellevar ésta pérdida ya que son más activas y abiertas a expresar sus sentimientos. Las mujeres tienen mayor probabilidad de convertirse en viudas, debido a que viven más años, también tienden a enviudar siendo más jóvenes, ya que su esperanza de vida es más alta y por la tendencia de casarse con hombres de mayor edad. Las viudas ancianas tienen mayor probabilidad que los viudos de permanecer en contacto con los amigos de quienes reciben apoyo social. Por otro lado las viudas cuyo marido era el único sostén de la familia pueden experimentar penurias económicas y caer en la pobreza. Cuando un hombre es el que pierde a su pareja, además de que tiene que pagar por las labores domésticas, queda más desvinculado de su entorno, incluso de sus propios hijos y eso provoca que el duelo sea aún más difícil, viven más en soledad. Es probable que el sobreviviente de un largo matrimonio enfrente muchos problemas emocionales y prácticos. Un buen matrimonio puede dejar un gran vacío emocional.
LAS PERSONAS QUE HAN VIVIDO ESTA EXPERIENCIA COMPARTEN:
Sienten que su realidad y su mundo se tambalean. Sienten una gran soledad y desolación, esto aunado a la incertidumbre, angustia, miedo, ira, llanto, tristeza, negación y pérdida de la identidad. Surge la desesperación y vacío al ver que el mundo compartido se desmoronó.
Hay un dolor desgarrador que da la sensación de no saber cómo seguir viviendo. Existe un sentimiento de que la herida nunca se sanará. Sensación de corazón roto. Surge la pregunta ¿Cómo voy a seguir sin mi compañero de viaje?. Se pueden originar dificultades para la organización de la vida independientemente del otro cónyuge.
A continuación cito un caso clínico:
Antecedentes:
Marcela de 36 años, de personalidad introvertida, madre de dos hijos 5 y 7 años, casada con José, el cual atravesaba por una enfermedad pulmonar terminal, causada por un deterioro del cuerpo, debido a la diabetes que sufría, así como al alcoholismo en etapa muy avanzada, José estuvo en rehabilitación por el alcoholismo en varias ocasiones, pero nunca logro dejar de beber, él decía que le gustaba hacerlo y que no quería ni podía dejarlo. Hasta que finalmente fallece, con Marcela a su lado, la cual nunca se separó de él, tenía 38 años. Proceso de Marcela: Cuando ella llega al consultorio lo primero que manifiesta es mucho dolor, dice que se quiere morir, se quiere ir con José, llora mucho. Después aparece el enojo, José no dejo nada, no hay dinero, viven en una pequeña casa que él construyo dentro del terreno donde viven los suegros y sus hermanos; José trabajaba por su cuenta, así es que no cuenta con ningún tipo de seguro, no hay servicios médicos, lo que causa que no exista una pensión. Una camioneta y la deuda del hospital es lo único que José le deja. Es uno de los hermanos de Marcela quien organiza una colecta para poder cubrir los gastos funerarios, y para que ella tenga para irla pasando unas semanas en lo que piensa que hará de ahora en adelante. La familia de José no sabe y no pregunta de dónde salió el dinero para cubrir esas cuentas.
Después se presenta el miedo, miedo a enfrentar la vida sola con sus hijos, ella nunca había trabajado fuera del hogar, no había resuelto ningún problema ni pagado nada en mucho tiempo, eso siempre lo había hecho José; además ahora debe cubrir una serie de gastos que genera la casa, ya que su suegro no da tregua y empieza a cobrarle todos los servicios, agua, luz, gas, no le cobra renta porque era un acuerdo que tenía con hijo cuando éste mando a construir su casa. Marcela comienza para poder sobrevivir a vender artículos por catálogo. El primer trabajo que hice con ella fue dejar que llorara todo lo que quisiera, nunca existió un límite en eso, ella necesitaba reconocer su dolor y tristeza, ya que reconociéndolos y dándoles la importancia que tenían, ella podría más adelante empezar a ver una luz, en las primeras sesiones su necesidad era llorar, y así fue. Cuando llego el turno del enojo, el trabajo era encaminarla a que clarificará hacia que o quien estaba dirigido ese enojo, además de que entendiera que lo que estaba sintiendo no era malo, al contrario era completamente normal. Ella manifestaba estar enojada con tres personas. El primer enojo era con Dios, que la estaba haciendo pasar por semejante sufrimiento, a ella que había tenido una vida ya muy difícil desde niña, ahora tenía que vivir esto. En segundo lugar el enojo era con José (algo que le costó mucho trabajo reconocer y dejar salir, ya que él ya estaba muerto y no lo dejaría descansar), decía que como era posible que ni sus hijos ni ella hubieran sido lo suficientemente importantes para que dejara de beber, además de todo lo que se estaba perdiendo, el crecimiento de sus hijos, sus logros escolares, etc. Y en tercer lugar el enojo era con sus suegros, ya que habían hecho de la infancia de José un tormento y que de ahí venía su alcoholismo, además de que le estaban pidiendo en estos momentos que pagara cuentas, sin preguntarle siquiera si sus hijos tenían algo que comer, pero sobretodo porque su suegro intentaba quitarle autoridad frente a sus hijos, queriendo intervenir en su educación Con el tiempo entendió y acepto que enojarse con Dios no es malo, que ella se tenía que desahogar, que si necesitaba reclamarle, lo hiciera, él lo entendería. Por otro lado no era que José no los quisiera o que no fueran lo suficientemente importantes para él, que lo que pasaba era que su esposo tenía una enfermedad llamada alcoholismo, a un nivel muy fuerte y que le era difícil poder dejarlo, que si ella quería entender mejor la enfermedad, lo adecuado era que asistiera a un grupo de ayuda para familiares de alcohólicos.
Y con sus suegros, decirle que los padres de José estaban pasando por un duelo y una culpa terrible, no fue nada fácil, que ellos sabían los errores que habían cometido con su hijo, que no había nada que ella pudiera hacer al respecto pues no estaba en sus manos. Lo que le correspondía a ella era poner límites con la educación de sus hijos y trabajar para cubrir las cuentas, ya que había decidido quedarse a vivir en ese lugar. Pasando el enojo llego el miedo, pero cuando este llego, ella seguía viva y vendiendo muchos productos, podía llevar la comida a sus hijos y pagar los servicios de la casa, cuando le hice ver lo que había logrado se sorprendió, además sus hermanos le ayudaban como podían, una le daba para algunos gastos de los niños, otra le daba mercancía para vender, otro le ayudaba para los regalos de cumpleaños o reyes para sus hijos, además logro obtener una ayuda por parte del gobierno donde le depositan una cantidad que sirve para útiles y uniformes escolares. Pasando por todo esto y trabajándolo, se da cuenta de que no estaba sola, de que sí podía salir adelante, de que tenía muchas redes de apoyo, lo único era decidirse a usarlas, además se dio cuenta que sólo enfrentando el miedo se logra superarlo. Cuando llego un poco de aceptación ya había pasado más de año y medio, entonces estaba lista para sacar las pertenencias de José, tarea nada fácil, ya que ella se había resistido a hacerlo, le pregunto a sus hijos, cuñados y suegros si querían conservar algo, así lo hicieron, incluso ella también decidió quedarse con algo muy significativo, lo demás se donó. Después de este gran paso, estaba lista para vender la camioneta, la cual tenía un significado muy especial, José la había comprado para que estuvieran más cómodos, pero ella reconocía que le estaba causando muchos gastos y no podía seguir metiéndole dinero, por supuesto su suegro no quería, tenía sus motivos, pero Marcela siguió, tenía que ver por la economía de la familia sobreviviente. Posterior a la venta compro una camioneta más chica. Que Marcela decidiera hacer algo para ella, como por ejemplo hacer ejercicio, salir a tomar un café con amigas, tomar alguna clase recreativa, lo que quisiera, no era una posibilidad, ya que sentía un poco de culpa de seguir viva y de que José estuviera muerto, esto es totalmente normal que se presente, así se lo hice ver y le dije que con el tiempo lograría hacer alguna actividad para ella. Las consultas se fueron espaciando, primero a 15 días, después a cada tres semanas, hasta que fueron cada mes, esto debido a que el duelo de Marcela iba fluyendo bastante bien, hasta que finalmente fue dada de alta.
Hoy Marcela trabaja mucho, gana premios por sus ventas, hace ejercicio, sale con amigas a tomar café de vez en cuando, toma una clase recreativa, se peina y maquilla (esto lo dejo de hacer desde que José enfermo), hasta se atrevió a pintarse el cabello, algo que nunca había hecho, logro ponerle límites a sus suegros. ¿Qué si extraña a Pepe?, por supuesto que sí, le llora, se pone triste sobre todo en algún aniversario, pero la intensidad del dolor es diferente, esto no quiere decir que lo haya olvidado, ella solo reconoció y decidió seguir con su vida a pesar del dolor. Sus hijos funcionan y se desarrollan bastante bien, claro que se acuerdan de su papá, lo extrañan, lloran, pero siguen, se sostienen de los buenos recuerdos que con él vivieron. Marcela lo logró gracias a que no reprimió ningún sentimiento, todos los reconoció y los trabajo, ella quiso salir adelante, el amor hacia sus hijos fue su bandera, pero fue el amor hacia ella misma (esto fue muy difícil que lo reconociera), lo que la ayudo a salir a flote, se demostró que sí podía. NO ES EGOISMO AMARSE A UNO MISMO, CUIDAR DE UNO MISMO, Y HACER DE TU FELICIDAD UNA PRIORIDAD, ES NECESARIO. A ESTO SE LE LLAMA RESPONSABILIDAD.
¿Cómo ayudar a una persona que ha quedado viuda/viudo?
El duelo puede comenzar inmediatamente, días después o en los meses siguientes a la muerte de la pareja. Se debe tener claro como en todas las situaciones del duelo que hemos analizado, que la pareja sobreviviente debe elaborar su duelo para poder continuar su vida de la manera más sana que se pueda, por supuesto esto requiere paciencia y mucha disposición. Los siguientes puntos ayudarán a las personas que acompañan a la persona recientemente viuda:
No sobreproteger, ni forzar a realizar actividades que no quiera. Evitar que tenga reposo absoluto durante un tiempo prolongado ya que esto puede llegar a convertirse en una depresión. Cuidar que se alimente bien y a sus horas. Escucharla.
El duelo por viudez debe ser vivido y no reprimido, respetando cada una de las etapas de manera consciente y teniendo siempre en consideración a la persona fallecida, olvidarla o hacer que nunca existió no es lo más adecuado para lograr aprender de la pérdida, por otro lado mantenerse aferrado a quien murió, puede ser causa de patologías tanto mentales como emocionales y físicas. El tratamiento psicoterapéutico o tanatológico son unas herramientas de apoyo para tratar el proceso de duelo normal, ayuda al paciente a expresar su dolor, la angustia, la tristeza, a que reconozca las alteraciones cognitivas, afectivas y de conductas a causa del duelo. Por otro lado la terapia sugiere la realización de alguna actividad deportiva, recreativa, sociales, en fin a realizar actividades ajenas a lo cotidiano.
DUELO POR LA PÉRDIDA DEL TRABAJO
El trabajo es vital para el hombre, por medio de este desarrolla su personalidad, obtiene los medios para salir adelante él y su familia. El trabajo proporciona el acceso a un determinado estilo de vida, un estatus social y a la realización de un proyecto personal de vida. El trabajo, al ser una necesidad básica del hombre, también se trasforma en derecho y es por esto que todas las naciones luchan contra el desempleo. Los significados atribuidos al trabajo son:
Un medio de vida. Fuente de oportunidades y realización personal. Fuente de expresión de habilidades y destrezas. Como proceso potencializados de la toma de decisiones. Fuente de identidad social y personal. Fuente de estructuración del tiempo. Fortalecedor de vínculos con la familia. Fuente de estatus y prestigio social. Fuente para el desarrollo de aspiraciones, proyectos y realizaciones profesionales.
El trabajo en gran medida determina el modo que se escoge para vivir, el rumbo que se requiere dar a la vida y cuando encuentra su realización, otorga plenitud. Obtener un empleo es una expectativa social y cultural adquirida desde la infancia. Es por eso que la pérdida del trabajo trae consigo, no sólo la pérdida de la fuente que provee de recursos económicos, sino la pérdida de ideales, aspiraciones, proyectos y en casos extremos la pérdida del sentido de vida. La pérdida del empleo ya sea por despido, fusión de empresas, jubilación o pensión suele producir reacciones similares a las causadas por el fallecimiento de un ser querido. El malestar psicológico de los desempleados no se debe únicamente a la falta de recursos económicos, sino a la ruptura que supere esta situación, lo que lo conduce a vivir un proceso de duelo que de no ser resuelto puede propiciar trastornos afectivos o psicofisiológicos. El desempleo interrumpe este proceso con lo que va a generar una nueva experiencia de derrota y fracaso personal y social.
Las mujeres le atribuyen al trabajo un valor central, no sólo por lo que implica en términos económicos sino porque está relacionado con su independencia y control personal. La pérdida del trabajo les significa una pérdida de derechos y una vuelta a los roles tradicionales, las tareas de la casa comienzan a absorberlas, aislándolas y privándoles del contacto con el mundo exterior. Este proceso de duelo implica un arraigo a un lugar físico y psicológico, costumbres y hábitos que deberán ser modificados. Además enfrenta a la persona a una incertidumbre hacia el futuro, a una pérdida de identidad que brindaba la empresa a la que pertenecía. Pérdida también de un proyecto de vida que se había armado alrededor del trabajo (desde formar una familia, comprar una casa, hasta el prestigio personal por ser parte de la empresa). El desempleo es un daño traumático que va directo al sentido de la dignidad, tanto por las carencias económicas que produce. Las reacciones negativas de quienes no tienen trabajo demuestran que el trabajo sigue siendo un valor central, no sólo en términos económicos, sino que también psicológicos y simbólicos. Si el desempleo se percibe como una experiencia de fracaso ocasiona retraimiento, disminución de las relaciones sociales y depresión. El desempleado pierde la capacidad de control sobre su propia vida, su libertad de elección desaparece y se siente más expuesto, por ello tiende a deprimirse. El nuevo ambiente de vida no proporciona más objetivos no requiere, ni estimula las capacidades profesionales, el tiempo se alarga y se desestructura, se puede perder la capacidad de juicio y previsión, lo cual aumenta la ansiedad y el miedo al futuro. La pérdida del trabajo supone un duro golpe para la persona acostumbrada a trabajar, puede verse como una oportunidad de cambio. Quizás dentro de ésta situación pueda formarse un momento ideal para pensar hacia donde queremos encaminar nuestra vida, y fijarnos metas, de modo que no siempre tiene que ver esta pérdida como algo negativo. Diversas investigaciones han documentado los efectos invasivos de la pérdida laboral en el funcionamiento psicosocial, que se refleja en la disminución de la sensación de competencia y de la autoestima, en incrementos en los niveles de ira, depresión, ansiedad, y el riesgo de la aparición de violencia interpersonal.
¿Qué es lo que hace tan difícil soportar la pérdida del trabajo? Entre otros factores, el hecho de que plantea una serie de exigencias difíciles de conciliar. Por un lado como sucede con cualquier otra pérdida, necesitamos elaborar el dolor que provoca y disponer de tiempo para superar los sutiles y confusos sentimientos que lo acompañan. Por otro lado a diferencia de las pérdidas provocadas por muerte, no hay ningún ritual que la reconozca o que permita disponer de un periodo de tiempo establecido para el duelo y la recuperación. Las expectativas sociales, en los casos que están presentes, se decantan hacia el extremo opuesto: se espera que la persona este continuamente motivada para buscar trabajo y que lo haga con eficacia, precisamente en los momentos en que se siente más preocupada por su futura estabilidad. (Robert A. Neimeyer 2002). Entonces si se ha perdido el empleo, es muy importante no castigarse y no pensar que la culpa es de uno mismo ya que existen muchos factores por los cuales se puede perder el trabajo. Además de estos desafíos emocionales, las personas que pierden su trabajo se enfrentan a una serie de complicaciones sociales. La pérdida económica que implica la ausencia de ingresos puede hacer que vayan desapareciendo los ahorros y con ellos los recursos que la familia necesita para llevar a cabo los proyectos que se habían trazado. Si el desempleo se prolonga, puede haber cambios en la dinámica de poder de la familia, que en ocasiones llegan a deteriorar la autoridad y valoración de la persona que llevaba el pan a casa. Eso hace que algunos aspectos hagan más difícil la acomodación a la pérdida de trabajo que a la pérdida a través de la muerte, ya que fomenta las recriminaciones y la pérdida del aprecio de los demás y de que la propia persona tiene a sí misma.
DUELO MASCULINO Y FEMENINO
Cuando se pierde a quien se quiere todos experimentamos dolor. Pero ¿responden a este dolor de igual forma los hombres y las mujeres? Esto dependerá de muchos factores, pero principalmente de la historia familiar y el cómo enseñaron los padres y cómo se aprendió desde niños a manejar las emociones. A lo largo de la historia han surgido diversos intentos teóricos para abordar la masculinidad y feminidad, suscitando especial interés la posición que lo masculino y lo femenino ocupa en el ordenamiento social y las relaciones de poder derivadas de dichas posiciones. Aunque los principales cambios en la concepción social de los géneros fueron impulsados por movimientos asociados al feminismo, este fenómeno implicó también la revisión de la masculinidad tradicional. Parece existir un acuerdo respecto a que la diferenciación de roles es universal, la masculinidad y feminidad no se dan de la misma forma en todas las culturas, pues las ideas sobre lo que es considerado masculino y femenino en una cultura, corresponden a construcciones histórico-sociales, que se configuran en base a patrones relacionados entre los géneros. Debido a que los valores masculinos tradicionales sugieren que los hombres deben soportar las dificultades, la capacidad para detectar signos precoces de enfermedad se encuentra disminuida, además solicitar ayuda especializada supone aceptar la propia vulnerabilidad, lo cual es una muestra de debilidad a la cual los hombres suelen resistirse. Estudios han mostrado que los hombres tienen una percepción de salud mayor que las mujeres, lo cual se explica bajo la premisa de que las mujeres han sido socializadas para expresar su malestar, situación que no sucede con los hombres quienes tienden a no exteriorizar y/o negar su malestar. Las definiciones sobre la masculinidad se basan en ideales relacionados con lo físico donde privilegia la fuerza, la voluntad, el poder y la potencia sexual. Los hombres teniendo en cuenta estas exigencias, se ven impulsados a mantener este ideal heroico, fortaleciendo los rasgos de dureza, con predominancia de la violencia y la poca sensibilidad al sufrimiento, lo cual los expone a situaciones que amenazan su integridad física. Cuando estos ideales tienen poco sustento en la realidad, surge malestar y tensión frente a la distancia que hay entre el ideal y las posibilidades individuales de alcanzar la
demanda. No obstante el varón lucha por alcanzarlo, pues su no cumplimiento significaría defraudar al otro y así mismo admitiendo su falta. Esta falta podría impactar en la subjetividad del varón en términos de pérdida, la cual al no ser elaborada puede teñir su vida con sintomatología depresiva. A la hora de expresar el dolor y enfrentarlo, los hombres y las mujeres tienen diferentes formas de hacerlo. Las mujeres generalmente tienen una forma particular de reaccionar; en general se observan mucho más angustiadas, con llanto prominente, aislamiento, ataques de ansiedad, miedos, y estos se dan en el mismo momento en que sucede la pérdida. Pasado un tiempo y cuando la ausencia se torna mucho más intensa, aparecen otras reacciones emocionales como desordenes del sueño y alimentación, baja autoestima, dificultad para vincularse a la vida social, sentimiento de inadecuación y minusvalía. De la mujer se espera y se permite que exprese sus sentimientos de tristeza con llanto y desesperación, ternura, compasión, temores y dudas. Estas expresiones encuentran en la sociedad aceptación y muestras abiertas de apoyo. En el caso de los hombres, se reconoce un patrón de respuesta diferente en el que se pudiera decir que se transforman en hombres de acero, porque deben convertirse en el soporte de la familia. Ellos controlan la expresión emocional para mantener la imagen pública de fuerza y dureza, asume una actitud controladora, protectora, solucionador de todos los problemas que se presentan, regula sus emociones y se vuelve autosuficiente y difícilmente se verá rodar una lágrima en su rostro. En el hombre se espera que restrinja esta expresión emocional y sobre todo aquella que tenga que ver con sentimientos de tristeza, vulnerabilidad, inseguridad, debilidad, temores, dudas y ternura. A los hombres y a las mujeres se les ha enseñado tradicionalmente a actuar y conducirse de forma diferente desde el principio de su vida. Debido a esto han sido censurados cuando han adoptado posturas que no eran propias de su género. Cuando un niño se cae o se hace daño y su reacción es llorar, se pueden escuchar frases como “no llores”, “pórtate como un hombrecito”, estas expresiones envían un mensaje donde dice que los hombres no pueden demostrar que sufren o que sienten dolor. Todo esto influye a la hora de enfrentar el proceso de duelo. Los hombres suelen enfrentar la pérdida de una manera más intelectual, donde el pensamiento domina al sentimiento y la expresión emocional es de baja intensidad. Se sumergen en las tareas derivadas del fallecimiento como los preparativos del funeral.
Sienten la necesidad de ser más estoicos e intentan dejar de lado sus sentimientos y mostrarse fuertes ante los demás. En el caso de las mujeres suelen acudir a los demás de manera natural para dar y recibir apoyo para poder así expresar mejor sus sentimientos. Vale la pena destacar el hecho de que los roles de género que impone la cultura pueden ser opresivos o licitadores para ambos sexos. (Robert A. Neimeyer, 2002). Entender estas diferencias es importante ya que podría resolver las inquietudes que surgen en estos momentos de dolor y que infortunadamente llegan a malos entendidos. Estas manifestaciones no quieren decir que el hombre no sienta, o que la mujer sienta más que él, como se podría creer ante las reacciones de los géneros antes descritas, sino que cada uno tiene la opción de responder con estilos diferentes. La perspectiva de reconstrucción del significado parte de la convicción de que las personas que pasan por una etapa de duelo tienen un papel activo en la negociación del curso que sigue su adaptación tras la pérdida, aunque hay una serie de dimensiones, como la cultura, la espiritualidad y el género, que pueden facilitar los intentos de reconstruir una vida que merezca la pena vivir. (Robert A. Neimeyer, 2002).
PÉRDIDAS Y DUELO POR NIDO VACÍO
Ansiado en algunos momentos y temido en otros tantos, el día en que los hijos anuncian su marcha del hogar familiar, no siempre es motivo de alegría. Algunos padres reciben la noticia con felicidad mientras que otros deben dar cobijo a un nuevo huésped en casa: El Síndrome del nido vacío. La expresión “Síndrome del nido vacío” fue acuñada en la década de los setenta por Rose Oliver y hace referencia al sentimiento de soledad y abandono que experimentaba la mujer que se dedicó con exclusividad a la crianza de los hijos y a ser ama de casa. Este síndrome se asocia al nido vacío de los pájaros cuando los polluelos abandonan el nido para vivir de forma independiente, dejando sola a la madre. El síndrome de nido vacío hace referencia a la complejidad de emociones y sentimientos negativos que se pueden dar en los padres cuando los hijos se marchan del hogar. Los hijos se apartan de casa en pos del desarrollo personal, la madurez sexual, la independencia económica y el fortalecimiento de la personalidad. En ese momento, una reacción posible es sentir que ya se cumplió la misión de darles educación, crianza, casa, comida y mucho más, los padres ya maduros o quizá ancianos, pueden tener más tiempo para ellos o darse algún gusto postergado. Pero el sentimiento puede ser más complejo, cuando la crianza de los hijos es el único proyecto vital de la mujer o el hombre y cuando hay dificultades en el acompañamiento, en la evolución de los hijos, la ida del hogar irrumpe sorpresivamente, como un acto de abandono. Sentimientos de tristeza, abandono, soledad, irritabilidad, inutilidad, algunos casos hay trastornos del sueño como insomnio o frecuentes despertares nocturnos, hasta la pérdida del sentido de vida, la autoestima se puede ver afectada y en algunos casos desarrollar síntomas asociados a la depresión, como la fatiga o falta de concentración. Aunque las principales señales son psicológicas, también pueden experimentar algún tipo de somatización, como dolores de estómago, dificultades en la digestión o dolores de espalda. Cada familia vive este proceso de manera diferente, ya que si la familia fue unida, será más difícil la separación que en el caso donde la familia cada quien hacia sus cosas y compartían contados momentos a la semana.
La ida de los hijos del hogar suele ser un momento de crisis en la pareja. Esta crisis puede verse como peligro, la pareja siente que ha dejado de tener su función exclusiva, experimenta la sensación de abandono de los hijos, que parten a hacer su propia vida y los dejan en un estado de soledad, pudiendo producir desencuentros en la pareja, donde se va desgastando el vínculo amoroso. No obstante puede tomarse ese momento de soledad de la pareja, como oportunidad de descubrirse y seguir creciendo como pareja revalorizando la intimidad. Cuando ellos comenzaron a relacionarse eran dos que formaron un vínculo con deseos y proyectos; la llegada de los hijos cubrió un área importante, pero no la única. Es la oportunidad de reencontrarse con la pareja, replantear la relación, establecer nuevos acuerdos, recrear, renovar, producir novedades que revitalicen el vínculo. Las etapas institucionalizadas en la vida de una familia contemplan: desprenderse del hogar, concretar el encuentro amoroso, formalizar la unión y tener hijos; acompañar a los hijos en la adolescencia; partida de los hijos y vejez.
Del mismo modo que ocurre la depresión, que suele empeorar cuando fallece un familiar querido o se pierde un trabajo, el duelo por nido vacío puede complicarse si coincide con la menopausia de la madre o la andropausia del padre, por las importantes alteraciones hormonales que conlleva, así como la jubilación, por los cambios que implica en una estructuración del tiempo y la pérdida de compañeros.
CUESTIONAMIENTOS MÁS FRECUENTES PARA QUIENES VIVEN EL NIDO VACÍO
¿Quién soy? ¿Hacia dónde se encamina mi vida? ¿Qué me interesa apasionadamente? ¿Qué sentido tendrá mi vida?
Ante estos cuestionamientos es determinante la actitud que se quiera tomar. El nido vacío puede ser motivo de un duelo, por la pérdida que implica quedarse solos o sentirse abandonados o una oportunidad para replantear la vida de otra manera. El nido vacío equivale a una pérdida, con sus respectivas reacciones que conlleva a un duelo. Ya los hijos crecieron, serán independientes, ya no estarán por ahí en la casa, para compartir como familia, al menos no como antes. Esto es un cambio drástico al mundo actual. Es un proceso de adaptación a una nueva situación, sin los hijos, y claro
ellos a su vez sin sus padres. Es aprender nuevamente, buscar nuevos proyectos de vida juntos como esposos y los hijos a labrar su futuro. Cabe señalar que sólo se podrá considerar nido vacío cuando todos los hijos se hayan marchado de casa para seguir su camino, ya que si queda algún hijo en casa, ese puede ser motivo para que los padres se sigan sintiendo acompañados u ocupados. En la actualidad la identidad de la mujer no está cimentada sólo en la maternidad, ejerce diferentes roles que compatibiliza con su función materna y tiene más recursos para afrontar el síndrome del nido vacío y reducir el impacto. Además que la crianza de los hijos es asumida hoy en día en forma más equilibrada por madre y padre, por lo tanto, si bien el síndrome predomina más en las mujeres, también se da en los hombres. Algunos expertos aconsejan que los padres deberían prepararse para esa nueva etapa, mientras sus hijos todavía vivan con ellos. Esto consiste en ampliar su red social o número de personas que uno tiene a su alrededor, puede ser inscribiéndose en cursos, visitar a la familia y amistades con más frecuencia, asistir a fiestas, etc. También aumentar el número de actividades de ocio y aficiones contribuye a prevenir el síndrome. Hacer ejercicio o estar unidos a alguna asociación cultural hace que su vida tenga un significado más aparte del cuidado de los hijos, lo que les ayudaría a estar más preparados para su marcha.
PÉRDIDAS Y DUELO POR BIENES MATERIALES
Las pérdidas materiales pueden llegar a causar en las personas damnificadas una fuerte sensación de pérdida y por lo tanto, pasar por el ciclo del duelo. Pérdida de objetos o posesiones o condiciones materiales de la vida, parecería que no tiene que ver directamente con la persona y se trata de pérdidas materiales, puede ser el trabajo por despido, jubilación o cambio de éste, cambio de ciudad de residencia, negocios fracasados, pérdida de la casa donde se ha vivido siempre, la situación económica, pertenencias objetos por ejemplo: el anillo de bodas, un collar heredado, o cualquier cosa que se le tenga un apego, por el significado personal que se le da. A continuación transcribo textualmente un fragmento del libro de Elisabeth Kübler-Ross, la “Rueda de la vida”, páginas 17, 18 y 19, donde narra cómo reacciono ante una pérdida material importante en su vida. El capítulo se titula: “LA CASUALIDAD NO EXISTE”. En 1985, después de anunciar mi intención de adoptar a bebes infectados por el sida, me convertí en la persona más despreciada de todo el valle Shenandoah, y aunque pronto renuncié a mis planes, un grupo de hombres estuvo haciendo todo lo posible, excepto matarme, para obligarme a marcharme. Disparaban hacia las ventanas de mi casa y mataban a tiros a mis animales. Me enviaban mensajes amenazadores que me hicieron desagradable y peligrosa la vida en ese precioso paraje. Pero aquél era mi hogar, y obstinadamente me negué a hacer las maletas. Viví casi diez años en la granja de Head Waters en Virginia. La granja era justo lo que había soñado, y para hacerla realidad invertí en ella todo el dinero ganado con los libros y las conferencias. Construí mi casa, una cabaña cercana y una alquería. Construí también un centro de curación donde daba seminarios, reduciendo así el tiempo dedicado a mi ajetreado programa de viajes. Tenía el proyecto de adoptar a bebes infectados por el sida, para que disfrutaran de los años de vida que les quedaran, los que fueran, en plena naturaleza. La vida sencilla de la granja lo era todo para mí. Nada me relajaba más después de un largo trayecto en avión, que llegar al serpenteante camino que subía hasta mi casa. El silencio de la noche era más sedante que un somnífero. Por la mañana me despertaba la sinfonía que componían las vacas, caballos, pollos, cerdos, asnos, hablando cada uno en su lengua. Su bullicio era la forma de darme la bienvenida. Los campos se extendían hasta donde alcanzaban mi vista, brillantes con el rocío recién caído. Los arboles me ofrecían su silenciosa sabiduría.
Allí trabajaba de verdad. El contacto con la tierra, el agua y el sol, que son la materia de la vida, me dejo las manos mugrientas. Mi vida, mi alma estaban allí. Pero un día, el 6 de Octubre 1994, me incendiaron mi casa. Se quemó toda entera, hasta el suelo, y fue una pérdida total para mí. El fuego destruyo todos mis papeles. Todo lo que poseía se transformó en cenizas. Atravesaba a toda prisa el aeropuerto de Baltimore a fin de coger un avión para llegar a casa cuando me entere que estaba en llamas. El amigo que me lo dijo me suplico que no fuera allí todavía. Pero toda mi vida me habían dicho que no estudiara medicina, que no hablara con pacientes moribundos, que no creará un hospital para enfermos de sida en la cárcel y cada vez, obstinadamente, yo había hecho lo que me parecía correcto y no lo que se esperaba que hiciera. Esa vez no sería diferente. Todo mundo sufre contratiempos en la vida. aprendemos y maduramos.
Cuanto más numerosos son más
El viaje en avión fue rápido. Muy pronto ya estaba en el asiento de atrás del coche de un amigo que conducía a toda velocidad por los oscuros rurales. Desde varios kilómetros de distancia distinguí nubes y lenguas de fuego que se perfilaban contra un cielo totalmente negro. Era evidente que se trataba de un gran incendio. Cuando ya estábamos más cerca, la casa, o lo que quedaba de ella, casi no se veía entre las llamas. Aquella era una escena digna del infierno. Los bomberos dijeron que jamás habían visto algo semejante. Debido al intenso calor no pudieron acercarse a la casa hasta la mañana siguiente. Esa primera noche busque refugio en la arquería, que no se hallaba lejos de la casa y estaba habilitada para acoger a mis invitados. Me prepare una taza de café, encendí un cigarrillo y me puse a pensar en la tremenda pérdida que representaba para mí los objetos carbonizados en ese momento ardiente que en otro tiempo fuera mí casa. Era algo aniquilador, pasmoso, incomprensible. Entre lo que había perdido estaban los diarios que llevaba mi padres desde que yo era niña, mis papeles y diarios personales, unos 20,000 historiales de casos relativos a mis estudios sobre la vida después de la muerte, mi colección de objetos de arte de los indios norteamericanos, fotografías, ropa, todo. Durante 24 horas permanecí en estado de conmoción. No sabía cómo reaccionar, si llorar, gritar, levantar los puños contra Dios, o simplemente quedarme con la boca abierta ante la férrea intromisión del destino. La adversidad sólo nos hace más fuerte.
Siempre me preguntan cómo es la muerte. Contesto que maravillosa. Es lo más fácil que vamos a hacer jamás. La vida es ardua. La vida es una lucha. La vida es como ir a la escuela; recibimos muchas lecciones. Dado que no servía de nada negar la pérdida, la acepte. ¿Qué otra cosa podía hacer?. En todo caso, era sólo un montón de objetos materiales y por muy importante o sentimental que fuera su significado, no era nada comparados con el valor de la vida. Yo estaba ilesa, mis dos hijos, Kenneth y Bárbara, ambos adultos, estaban vivos. Unos estúpidos habían logrado quemarme la casa y todo lo que había dentro, pero no podían destruirme a mí. Cuando se aprende la lección, el dolor desaparece.
DUELO MIGRATORIO
La migración es tan antigua como el hombre, es un fenómeno que en los últimos tiempos se ha incrementado alarmantemente en todo el mundo debido a motivos sociales y económicos. La migración es y será parte de la historia de la humanidad. Millones de personas viven fuera de su ciudad o país de origen. El término migración se define como: “El traslado o movimiento de la población desde un lugar de origen a otro destino con la finalidad de cambiar de residencia, puede ser permanente, temporal o circular. Migración es desplazarse de un lugar de origen de destino para residir en él; es un proceso que implica dejar un modelo de vida, para incorporar otro nuevo. Desde el punto de vista del país de origen supone una emigración y desde el punto de vista del país de llegada, una inmigración, por lo tanto, emigrante es el que se va, e inmigrante es el que llega. Se han estudiado y tratado los efectos económicos, políticos, laborales y sociales de la migración, pero poco se sabe de los efectos psicológicos y emocionales que afectan al migrante como individuo. Se sabe más de la migración como un hecho social, que como hecho personal. Las razones por las que una persona decide dejar su país pueden ser: personales, familiares, laborales, políticas, económicas, bélicas, religiosas, desastres naturales e incluso porque su vida corre peligro. En cambio, el prestigio de estudios en el extranjero, oportunidades de crecimiento personal y laboral, el querer nuevas experiencias, son motivos por los que un país atrae a inmigrantes. Pero el principal motivo para migrar, es encontrar una mejor calidad de vida, buscar su bienestar y/o el de sus familias; Muchas veces esta es una decisión personal, deliberada y consciente, pero que no la hace menos dolorosa. Existen distintos tipos de migrantes:
Internacionales: Aquellos que salen de su país. Nacionales: Aquellos que se trasladan pero dentro de las fronteras de su patria. Temporales: Cuando migran por un espacio de tiempo determinado. Definitivos: Cuando migran de manera permanente.
Voluntarios: Los que por voluntad propia deciden migrar, como los estudiantes, profesionales, deportistas, militares, diplomáticos, funcionarios de organismos internacionales y de empresas multinacionales. Forzados: Los que deben salir de su lugar de residencia, pero no por decisión propia, sino porque se vida se encuentra amenazada, como por ejemplo: persecución por razones políticas, raciales, religiosas, o por guerras civiles o catástrofes naturales, o los que están huyendo de la miseria, buscando una oportunidad de trabajo ya que en su país o ciudad de origen es imposible encontrarlas.
Los migrantes pueden ser de cualquier clase social, cultural, económica, política, etc. La migración, como la mayoría de los acontecimientos de la vida, posee junto a una serie de ventajas, de beneficios (como el acceso a nuevas oportunidades vitales y horizontes), un conjunto de dificultades de tensiones, de situaciones de esfuerzo. La migración tendría una parte problemática, al que se le denomina estrés o duelo migratorio. La migración es un cambio que implica una serie de pérdidas, por lo que el migrante debe vivir un proceso de duelo, muy poco comprendido y para el que no suele estar preparado. Al dejar el lugar donde se vive una persona, no sólo quedan atrás la familia, amigos, lugares conocidos, recuerdo y sueños, sino que también se deben enfrentar a la incertidumbre de lo desconocido, por más información que haya recopilado, lo incierto le espera. Es así que empieza a sentir los aspectos de la pérdida y todo lo que deja. Existen tres tipos de duelo que se consideran se pueden presentar en el duelo migratorio: 1. Duelo simple: Es aquel que se da en buenas condiciones y que puede ser elaborado, por ejemplo: cuando emigra un adulto joven que no deja atrás hijos pequeños, ni padres enfermos y puede visitar a sus familiares. 2. Duelo complicado: Cuando existen serias dificultades para la elaboración del duelo, por ejemplo: aquella persona que emigra dejando atrás hijos pequeños y padres enfermos, pero es posible regresar, traerlos, etc. 3. Duelo extremo: Es tan problemático que no es elaborable, dado que supera las capacidades del sujeto por ejemplo: es cuando se emigra dejando atrás a la familia, especialmente cuando quedan en el país de origen, hijos pequeños, padres enfermos y no hay posibilidad de traerlos ni de regresar con ellos, ni brindarles ayuda. Este sería el duelo propio del Síndrome de Ulises.
Las personas con duelo extremo son las candidatas a padecer el Síndrome del inmigrante con estrés crónico y múltiple o Síndrome de Ulises, este nombre se le da haciendo mención al héroe griego que padeció innumerables adversidades y peligros lejos de sus seres queridos. El conjunto de síntomas que conforman este síndrome constituyen hoy un problema de salud mental emergente en los países de acogida de los inmigrantes. Este síndrome se caracteriza, por un lado porque la persona padece unos determinados estresores o duelos, y por otro lado, porque aparecen un amplio conjunto de síntomas psíquicos y somáticos que se enmarcan en el área de la salud mental.
CARACETERÍSTICAS DEL SÍNDROME DE ULISES 1. Sentimiento de soledad: La separación de los seres queridos pueden provocar en los momentos más difíciles un sentimiento de aislamiento, de no encontrar un lugar adecuado o personas cercanas. Las personas pueden sentir un vacío afectivo que les es difícil de soportar. 2. Sentimiento permanente de tristeza: La nostalgia puede ser uno de los sentimientos más vividos en estas circunstancias, que va de la mano con el sentimiento de vacío, miedos y preocupaciones, provocan ideas de incapacidad y de falta de valor (sufriendo una pérdida de autoestima). Este sentimiento es causado por todo aquello que se dejó en el país natal y por las dificultades encontradas en el mismo. 3. Sentimiento de culpa: Va relacionado con lo anterior, la persona puede sentirse culpable por haber hecho mal las cosas, por haber “abandonado” a seres queridos o por creerse causa de su propio fracaso. Puede haber una auto-recriminación por la situación actual y un arrepentimiento por la decisión tomada. 4. Desengaño: La persona puede ver el lugar al que ha llegado muy diferente a lo que esperaba. Las ideas o esperanzas que había puesto, pueden verse frustradas y puede sentir cierto resentimiento al lugar donde vive, entrando en un remolino de sentimientos negativos. 5. Trastornos psicosomáticos: Los síntomas psicológicos, suelen ir acompañados de síntomas psicosomáticos, como insomnio, dolores de cabeza y de estómago, falta de apetito o exceso de ingestión, falta de concentración o fatiga extrema. 6. Cambios en el estado de humor: Suele oscilar entre estados de tristeza y de euforia. La irritabilidad es un estado bastante frecuente en estos casos.
7. Deterioro físico: Debido a los sentimientos de tristeza y tensión, las personas que padecen este síndrome suelen sufrir un deterioro en su aspecto físico que se caracteriza por un aparente envejecimiento.
ETAPAS DEL PROCESO MIGRATORIO Generalmente el duelo migratorio se da en cuatro etapas: 1. Etapa preparatoria: Es cuando se toma la decisión de migrar y se hacen todos los preparativos para irse. Para algunos será una etapa de inquietud, miedo a dejar lo suyo y para otros será una etapa de soñar e idealización de un futuro mejor. Algunos llevarán mucho tiempo preparándose para migrar y para otros la oportunidad de hacerlo se da sin que lo hayan pensado mucho. 2. Etapa del dolor y angustia: Por todo lo que se deja, su familia, amigos, casa, mascotas, tradiciones, costumbres, incluso su cama. Se enfrentará a muchos retos como la búsqueda de trabajo, adaptarse a una nueva casa, a un diferente idioma, acostumbrarse a un clima diferente, costumbres y tradiciones diferentes. Podría suceder que en ésta etapa el migrante sienta que está traicionando a su pueblo o país y que lo está cambiando por otro; pero también puede sentir que su pueblo lo ha traicionado por que lo ha obligado a migrar. Los sentimientos son ambivalentes, y varían mucho de su intensidad, duración y evolución, dependiendo de las circunstancias en las que se da el proceso migratorio. 3. Reconocimiento: El migrante reconoce sus sentimientos de dolor por sus múltiples pérdidas y empieza a trabajar en ellas para convertirlas en aprendizajes y salir adelante en su nuevo entorno. 4. Aceptación: El migrante ha aceptado su nueva situación, ha reorganizado su vida y es capaz de pensar en su futuro y aspira a alcanzar sus metas dentro de su nuevo entorno. Estas etapas pueden durar mucho o pueden durar poco, requieren de mucho esfuerzo y tiempo, pero también pueden acostumbrarse a este cambio sin problemas en pocos meses, todo dependerá de la capacidad de adaptación de cada persona y de cómo elaboran su duelo.
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL DUELO MIGRATORIO.
Es un duelo parcial: es decir es más un duelo por separación que por pérdida, ya que lo que se deja sigue estando ahí, no desaparece, incluso sigue teniendo contacto con sus familiares o amigos, es más puede saber lo que está pasando en su país y hasta existe la posibilidad de visitarlo temporalmente o de regresar de forma definitiva. Es un duelo recurrente: porque cada vez que la persona tiene contacto con su país, familiares o amigos, inclusive cuando come algún platillo típico, cuando es una fecha motivo de festejo, oye música que le resulta especial o escucha el himno de su país, vuelve a reavivar los vínculos. Es un duelo vinculado a aspectos infantiles muy arraigados: ya que la persona que emigra esta ya condicionada por lo que ha vivido en la infancia, el lugar en que vivió, costumbres, tradiciones, paisajes, olores, sabores. Es un duelo múltiple: porque se dejan muchas cosas.
Existen siete duelos de la migración:
1. La familia y los amigos: Esta tal vez sea el duelo más duro de llevar. Si se dejan niños pequeños, padres mayores, será más difícil aún. La familia y amigos dan seguridad, apoyo, cariño, comprensión, confianza, etc. 2. El lenguaje: Cuando se emigra a un lugar donde se habla otro idioma, el no hablarlo sería un obstáculo para la integración. Por lo tanto, se va a requerir aprenderlo. Entre más joven es el migrante, más fácil será. 3. La cultura: Costumbres, tradiciones, valores, visión del mundo. Cada pueblo tiene sus tradiciones. Hasta se puede decir que cada familia tiene sus propias costumbres que las identifica. El conocer nuevas formas de ver el mundo, de vivir puede ser muy interesante; pero el conocer es muy diferente al vivir día a día. Entre más distintas sean las costumbres del país de acogida al de origen, más difícil será adaptarse a ellas. Algunas costumbres podrán ser asimiladas, pero otras será imposible. Lo importante es que siempre se mantenga respeto y tolerancia de ambas partes, tanto que los que acogen como los que llegan, es decir no olvidar todas las costumbres y tradiciones propias y respetar todas las ajenas.
4. La tierra: La tierra: Paisajes colores, olores, sabores, clima. Todo lo que entra por los sentidos queda muy grabado en la mente y cuando han sido sensaciones muy agradables y parte de nuestro diario vivir, si lo dejamos de percibir, sentimos nostalgia, se extraña, se necesita volver a sentirlo. 5. El estatus social: El hecho de llegar a un lugar nuevo, donde nadie lo conoce, donde hay que empezar de cero, puede implicar un cambio en la estructura social. El migrante ya no se siente de su país, pero tampoco se siente del nuevo. En el lugar de origen es alguien, pero cuando llega a su destino, ya no lo es, es decir que en muchas ocasiones no lo llaman por su nombre, es el latino, el extranjero, el recién llegado, el inmigrante. 6. El contacto con los grupos de pertenencia: Todos pertenecemos a un grupo de personas, a una comunidad con una identificación étnica, con características comunes como rasgos físicos, lengua, cultura, historia, que forman parte de nuestra propia identidad. 7. Los riesgos para la integridad física: Son muchos los casos de las personas que con tal de salir de la pobreza y encontrar nuevas oportunidades de vida y al no poderlo hacer de manera legal, toman la decisión de irse de manera irregular y pasan por situaciones extremadamente peligrosas, para poder llegar al país que ellos creen les va ofrecer un bienestar. El regreso del inmigrante es una nueva migración, porque cuando regresa, si lo hace, es ya otra persona, con otras ideas y otra personalidad, por supuesto la familia y los amigos, así como su país también son otros. El regreso también genera pérdidas, seguramente menos que cuando partió y por lo tanto tendrá que pasar nuevamente por un proceso de duelo. El duelo migratorio es transgeneracional, es decir que el duelo que hagan los padres afectará a los hijos. Dependerá de la actitud de los padres frente al país que los acoge, la actitud que tengan los hijos ante el mismo y dependerá de si el país supo acogerlos o no, para que lleguen a integrarse. El duelo es por lo general la reacción ante la pérdida de una persona amada o de una abstracción como la patria o lugar particular de pertenencia. Si no reconocemos nuestro dolor, o no expresamos y elaboramos, hay posibilidad de que el mismo adquiera características disfuncionales.
Al entrar una situación de pérdida lo importante es la expresión de los sentimientos, reformular las metas si es necesario, pero nunca dejar de lado los proyectos, sueños e ilusiones.
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