Diplomado Teórico en Tanatología Tanatóloga Claudia Bolaños González Módulo 2 Sesión 2 EL SUICIDIO EN EL ADOLESCENTE ¿Qué es el suicidio? La palabra suicidio proviene de las raíces latinas: sui, que significa “de si mismo” y caedere, que significa “matar”, esto es : matarse a uno mismo. (Diccionario etimológico de chile). SUICIDIO Y SOCIEDAD En las sociedades primitivas, el suicidio se consideraba aceptado cuando se trataba de un acto heroico en el transcurso de una guerra. Fue hasta el siglo IV que el suicidio se instauró como pecado con el fin de prevenir el alto número de eventos de este tipo, entonces no solo se le catalogó como un pecado, sino también como un crimen. En los siglos siguientes se imponían terribles castigos a los suicidas y a sus familias. Para el siglo XIII, el suicidio representaba algo imperdonable. Como castigo, no se permitía que los cuerpos fueran enterrados en tierras sagradas. Las familias sufrian la confiscación de su dinero y la pérdida de sus casas. Durante los siglos que occidente vivió dominado por el cristianismo el suicidio fue considerado como un crimen horrible. El cuerpo sufría diferentes humillaciones y no se permitía realizar los ritos ordinarios después de la muerte. En la cultura hebrea también existe esta creencia de que Dios es el creador del Universo, por lo tanto, el cuerpo del hombre le pertenece. Por ende, en ella también se condena el suicidio. Entre los griegos y romanos el suicidio incluso fue legalizado , siempre y cuando se debiera a un sufrimiento fisico o psíquico. No era aceptado si representaba una forma de escape o de cobardía. Tuvo que llegarse al siglo XX para que desaparecieran los últimos estatutos que hacían del suicidio un crimen. Hoy la mayoría de las instituciones religiosas no lo señalan como un pecado ni como un acto diabólico, aunque esto no quiere decir que se apruebe, sí se considera un acto de dolor. En las sociedades actuales, para las que tabú se refiere a la forma en la que en su seno se censura algo aparentemente tan terrible que no debe mencionarse ni darse a conocer. Por su lado, estigma habla de la marca de culpa y vergüenza de las personas que rompen dicho tabú. En nuestros días, estos tabús y estigmas tristemente prevalecen en los casos de muerte por suicidio. Ambos dificultan en gran medida el proceso de sanar tras experimentar la muerte por suicidio de un ser querido debida a este fenómeno. (Wolf, 2016).
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En México, durante los últimos años se ha incrementado el índice de intentos de suicidio y de suicidios consumados, lo cual lo convierte en un problema de salud pública.
TEORÍAS SOBRE EL SUICIDIO: La sociológica El sociólogo francés Emile Durkheim (1986) fue el primero en estudiar el tema del suicidio, al cual definió como toda muerte que resulta, mediata o inmediatamente, de un acto positivo o negativo, realizado por la víctima misma sabiendo que ella debía producir este resultado. Planteo que éste tipo de muerte refleja la relación de la persona consigo misma y con su comunidad. Según él, para que un suicidio se lleve a cabo es necesario que existan las condiciones psicopatológicas y las condiciones sociales, que implican la interacción de la psique individual y el contexto social. La psicoanalítica Desde el psicoanálisis, Freud (citado por Menniger 1972), refiere que tanto el instinto de muerte como el de vida están en constante conflicto e interacción. Ambos poseen una dirección interna y externa. Esto genera un tipo de equilibrio frecuentemente inestable que se alcanza y se mantiene, hasta que es perturbado por diferentes factores que obligan a un reajuste y reacomodo. Existe en todos los seres humanos la capacidad de la autodestrucción; para que esta surja y se haga efectiva, deben conjugarse circunstancias y factores determinantes. (Wolf, 2016). Elementos del suicidio El psiquiatra estadounidense Karl Menninger (1972) define el suicidio como “La escapatoria de una situación vital intolerable”. En el suicidio se conjugan víctima y perpetrador en una sola persona. Este autor sugiere que el suicidio consta de tres elementos:
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El deseo de matar El deseo de morir El deseo de ser matado
¿Por qué matarse a uno mismo y no a otro? Porque existe una resistencia ofrecida por la realidad, en donde se presume al objeto externo como más poderoso, o por el temor a las consecuencias, como ir a la cárcel o ser avasallados por la culpa y el cargo de conciencia. Desde la perspectiva psicoanalítica, todos creamos representaciones internas de los otros. De esta manera, al matarnos acabamos con el otro que tenemos en esa representación interna. En la década de 1950 se consideraba que solo los enfermos mentales se quitaban la vida. Sin embaargo, nuevas teorías cuestionaban este planteamiento, defendiendo entonces la tesis de que no todo suicida es psicótico, así como la de que no todo psicótico se suicida. En el suicidio se identifican dos factores psicológicos:
El primero se refiere a la perturbación o dolor. Aquí se engloba el grado de molestia, desesperanza, enojo, agonía o desesperación que caracterizan al dolor psíquico. Este dolor intenso motiva a la persona a pensar que algo que no está bien y debe resolverlo. En un principio solo existe el sufrimiento, sin un plan definido y sin las consecuencias de que para sobrellevarlo alguien puede incluso poner fin a su vida.
El segundo se refiere a lo mortal, una vez que la persona ha llegado a la conclusión de que el suicidio es la única forma de resolver su situación. Detrás del suicidio hay una idea, un plan de acción. Esta idea poco a poco se vuelve recurrente, casi obsesiva y le impide a la persona vislumbrar soluciones alternativas.
La persona que se encuentra en este momento del proceso puede manifestar en sus intentos de solución un patrón constante y regular. Es posible que la idea del suicidio haya aparecido previamente como una alternativa, pero fue rechazada una y otra vez.
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Características comunes en el suicidio (Wolf, 2016) 1. El propósito es buscar una solución 2. El objetivo común es el cese de la conciencia. 3. El estímulo común es el insoportable dolor psíquico. 4. El estresor común son las necesidades psicológicas insatisfechas. 5. La emoción común es la desesperanza. 6. El estado común es la ambivalencia. 7. El estado perceptual común es la constricción (visión de túnel). 8. La acción común es escapar. 9. El acto interpersonal común es la comunicación de la intención suicida. 10. El acto común es la consistencia permanente de los estilos de vida. Entender el suicidio desde la pespectiva del dolor emocional es fundamental, pues hay y habrá siempre, diferencias entre los individuos que intentan suicidadrse o que consuman un suicidio. Diferencias tanto en circunstancias, como en aspectos interpersonales (su relación con otros), o en aspectos intrapersonales (características físicas, genéticas, biológicas, trastornos de personalidad, etc.). El suicidio es todo comportamiento que busca y encuentra una solución para un problema existencial en el hecho de atentar contra la propia vida. El suicidio o intento de suicidio se toma como camino cuando no se encuentra otra salida posible a lo que se está sintiendo o viviendo. (Barón, 2000). Las personas con tendencia suicida tienen un historia de dificultades para establecer o mantener relaciones interpersonales adecuadas, principalmente en el núcleo familiar. Por lo general el suicidio aparece relacionado con una insatisfacción o frustración de una necesidad psicológica. (Chávez, Cortés, Hermosillo, Medina, 2008). El suicidio es una acción planeada y conscientemente ejecutada; aunque en algunas ocasiones, por la violencia con la que se lleva a cabo, parezca lo contrario. Lo que si puede llegar a ser impulsivo es el momento de llevarlo a cabo; es decir, un evento crítico puede disparar el que se ejecute en un momento determinado, pero es seguro que la decisión estaba tomada con anterioridad, en promedio alguien que se suicida lleva analizándolo por los menos nueve meses; periodo crítico lleno de tristeza, desesperación, desesperanza y falta de sentido vital. (Canales, 2013).
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Estudios epidemiológicos indican que el género masculino comete más suicidio que el femenino, en una proporción de 5:1 en todos los rangos de edad. En cambio, las mujeres realizan intentos con mayor frecuencia en la misma proporción, generalmente ingiriendo pesticidas o medicamentos. El suicidio consumado acontece frecuentemente en hombres mayores de 50 años por ahorcamiento o uso de armas de fuego. Aunque de manera alarmante, en años recientes ha ido en aumento el número de suicidios entre jóvenes de 15 a 24 años de edad y es más común entre los de clase social económica baja, con tratamiento psiquiatrico previo, con algún trastorno de la personalidad y antecedentes de abuso de sustancias y de intento de suicidio. (Gutiérrez, Contreras, Orozco, 2006). Una persona que piensa suicidarse siente que la problemática que vive es única y cree que nadie puede ayudarla. Quien decide quitarse la vida, además de estar atravesando por una crisis importante y de estar confundido y claramente deprimido, está lleno de enojo, rabia e ira contenida. El enojo se muestra de muchas maneras y puede tener varios nombres y máscaras (frustración, culpa, ira, decepción, sensación de traición), pero siempre es dañino para la salud. Es una energía poderosa que se convierte en un arma letal cuando se devuelve o cuando se dirigie a uno mismo. Por eso es importante reconocer el enojo, entenderlo, abrazarlo, reconocer cual es su origen, hacia quien va dirigido en realidad y cuál es el impacto que tiene en nuestra vida y hasta dónde ha tomado las riendas de nuestra existencia. Excluyendo a los seres humanos, entre los mamíferos no encontraremos casos de suicidio. Es cierto que es común que un animal enfermo o viejo se aleje de la manada para dejarse morir, o bien se defienda hasta con la vida para un fin común; pero nunca ejecutará una acción específica para quitarse la vida. Esto abona a la comprobación de que el suicidio no es algo instintivo, sino algo aprendido a nivel humano, a nivel social. (Canales, 2013). TIPOS DE SUICIDIOS Las conductas autodestructivas son de dos tipos:
Directas.- Son las que llevan a una muerte inmediata. Indirectas.- Beber en exceso, consumir drogas, correr riesgos, entre otras.
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Las conductas autodestructivas indirectas también pueden considerarse como suicidios lentos, ya que, aunque la persona no sea consciente de ello, su comportamiento está orientado hacia la muerte. En relación con la motivación, las muertes por suicidio tambien pueden ser calificadas como:
Intencionales.- La persona de modo activo y deliberado, actúa en su propia muerte. Subintencionales.- La persona participa, en forma parcial, inconsciente o encubierta, en su autodestrucción.
Nadie decide suicidarse en el mejor momento de su vida, no es una decisión que se tome en una etapa de gozo, sino que comienza con una idea a partir de una situación de dolor o confusión, que se suma al aprendizaje del suicidio de algún conocido, familiar, amigo o celebridad que lo llevó a cabo y así se acelera el proceso de autodestrucción. Se habla del aprendizaje como un elemento impulsor de éste acto, que contribuye a bloquear el instinto básico y natural de superviviencia de la persona; lo cual confirma que el suicidio necesariamente es una acción aprendida e imitada. Al final del día, el suicido, como muchos otros signos y síntomas que presenta la socidad, es producto de un aprendizaje social. (Canales, 2013).
EL PROCESO SUICIDA El suicidio no es solo un evento que ocurre en un momento determinado, es el resultado de un proceso más complejo que se prolonga por más tiempo. Este acto no ocurre de manera repentino, tampoco impredecible o inevitable. Es posible que la persona que lo intenta lleve un proceso autodestructivo previo y el suicidio resulta el último paso de su falta de adaptación. El proceso suicida es el período que comprende el momento en que se produce la crisis y el paso al acto, en los adolescentes este proceso puede ser muy corto y es aún más en los segundos intentos de suicidio. IDEACIÓN.- Idea suicidia. Es “normal” que se piense en la propia muerte e incluso en el suicidio. En la búsqueda de soluciones, una imagen súbita, breve y pasajera de muerte aparece como una posbile solución. Las soluciones que encuentran son ineficaces para reducir la
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intensidad de la crisis y por lo tanto son rechazadas. La idea del suicidio comienza aparecer más frecuentemente, muchas veces encubierta por la idea de que algo suceda para morir, como por ejemplo, una enfermedad grave o un accidente, pero cada vez más se piensa en el suicidio y se empieza a elaborar escenearios posibles. (Barón, 2000). Cualquier tipo de pensamientos o fantasías relacionados con autoprovocarse alguna conduca suicida, o suicidio. Por ejemplo, el diario de una persona que describe sentimientos intensos de tristeza y pensamientos sobe el suicidio, la muerte o “el fin de todo”. (Chávez, Cortés, Hermosillo, Medina, 2008). Un intento suicida es la culminación de una decisión que se inicia con la idea de querer dejar de vivir. Al comienzo es sólo una idea, un pensamiento que surge al empezarnos a sentir “inadecuados”, “incómodos”, “fuera de lugar” con nuestra propia vida. Comienza con la idea de que el mundo estaría mejor sin nuestra presencia, con el deseo de dejar este mundo, con el deseo de morir, no buscándolo activamente, sino simplemete deseándolo. (Canales, 2013). Las personas que sí se suicidan, la idea les surge de forma progresiva, recurrente y casi obsesiva. Quizá los intentos de encontrar una solución a su problemática hayan fallado una y otra vez. Entonces, en muchos casos, es una “visión de tunel”, no ven más allá de la muerte como escapatoria a su situación de dolor. (Wolf, 2016). Antes de llegar al punto límite donde parece no haber otra salida, la persona se muestra ambivalente ante la idea de morir. Esa ambivalencia se puede observar cuando pide ayuda. Cuando la persona se encuentra en ésta primera etapa del proceso, el trabajo a realizar es de prevención, esto es, tomar medidas que ayuden a evitar un desenlace perjudicial. CONDUCTA SUICIDA.- En este segundo momento, la idea empieza a tomar forma y poco a poco se concreta en acciones. Estas acciones suelen observarse en retrospectiva una vez que la persona consuma el suicidio, no porque sea imposible notarlo, sino porque es doloroso y resulta más fácil negarlo. Es cualquier acción verbal o no verbal, que indica un deseo autodestructivo, pero por alguna razón la persona por el momento no realiza el acto para dañarse a sí misma. Por ejemplo un joven que amenaza con matarse si su novia se separa de él. (Chávez, Cortés, Hermosillo, Medina, 2008).
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Es importante tomar las siguientes conductas como señales o factores de riesgo: (Wolf, 2016)
Afirmaciones de impotencia “Por más que lo intento nada cambia” Afirmaciones de desesperanza “He perdido toda mi ilusión” Afirmaciones de devaluación “Nada me sale bien” Comentarios sobre suicidio “Sería más fácil no exitir” Preocupación por la muerte Cambio de ánimo Pérdida de interés en cosas que antes le eran importantes Visitas o llamadas a personas significativas Dejar asuntos resueltos Regalar objetos preciados Dolor emocional o físico intenso Intentos previos de suicidio en uno de ellos Consumo de alcohol y drogas
Cuando la idea de morir se instala, el deseo de culminar este acto se fortalece y la persona comienza actuar de manera menos cuidadosa, menos responsable. Aquí comienza lo que se conoce como “comportamiento o conducta suicida”, que no implica todavía hacer algo consciente, intencionado y específico que quitarse la vida. Es decir que, aunque desee dejar de vivir, todavía no toma ninguna acción para conseguirlo; sino que comienza a comportarse de manera “diferente”, exponiéndose irresponsablemente a ciertos peligros que antes hubiera evitado. Empieza actuar de manera temeraria y hasta cierto punto desafiante, como si llamara a la muerte. Es muy común, conducir a exceso de velocidad, exponerse a situaciones irracionales hacer uso y abuso de drogas y alcohol, tener sexo sin protección, realizar ejercicio de alto riesgo, etc. Aunque en ciertas situaciones, el resultado de un comportamiento suicida puede ser la muerte ante una acción imprudente y riesgosa, no se considera como suicidio. Para que el suicidio se entienda como tal, es necesario que exista una acción específica, voluntaria y consciente de una persona para quitarse la vida. Un acto imprudente o un deporte extremo puede llevar a la muerte, pero como no es algo que se hace explícitamente para morir, no se considera suicidio. Cuando existe la duda sobre el posible suicidio ante la muerte de alguien; en la gran mayoría de los casos, se descubre que se trató de un comportamiento suicida con resultados fatales, no se trató de un suicidio; ya que se sabe que el suicidio consumado, generalmente, se identifica por la claridad de la planeación con la que se llevó a cabo.
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Este comportamiento suicida es de suma importancia ya que puede representar, en el proceso doloroso que atraviesa una persona, un paso anterior a la planeacion del acto suicida y esta preparación podrá llevar, consecuentemente, a la culminación del suicidio. ACTO SUICIDA.- El acto suicida es la acción directa para intentar quitarse la vida y puede ocurrir en cualquier momento. Cuando existe la desesperanza suficiente para elaborar el plan suicida, sólo hace falta un poco más de energia para llevarlo a cabo. Este se refiere a poner en práctica el intento mismo. El acto o intento puede variar en cuanto a las causas y el método, los cuales podrán ser distintos según la cultura, la raza y el nivel socieconómico de la persona. Este es el momento culminante de la crisis suicida. El acto puede quedarse en un intento fallido y si esto sucede, lo indicado es realizar una intervención, asegurándonos primero del bienestar físico de la persona. Tal vez requiera atención médica y estabilización física antes de la atención psicológica. Una vez realizada la intervención médica, es necesario llevar al paciente a comprender lo sucedido y el significado que le da la experiencia. Si el acto de muerte autoinfligda se consuma, provoca una serie de efectos o secuelas en los seres que rodean a la persona que lo lleva a cabo. Este será el momento de hacer una posvención con los sobrevivientes, es decir brindarles ayuda psicológica y emocional. Quien considera quitarse la vida, seguramente está deprimido. Todos los suicidas están en depresión, aunque afortunadamente no todos los deprimidos intentan suicidarse. La depresión es la enfermedad emocional más común entre los seres humanos y es la razón principal por la cual no se disfruta la vida. En términos prácticos, estar deprimido implica experimentar una infelicidad clara y concreta. Significa una disminución del buen humor, que conduce a experimentar una incapacidad para llevar una vida funcional. (Canales, 2013). La depresión no es igual a tristeza, aunque este sentimiento sea muy común durante la enfermedad. Es importante diferenciar esto, ya que estar triste es normal; pero estar deprimido implica la pérdida del sentido vital y un nivel alto de desesperanza. Todos los deprimidos están tristes, pero no todos los que se sienten tristes están en depresión.
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EL SUICIDIO EN EL ADOLESCENTE
Aunque cada vez sea más común la existencia de suicidios infantiles, la realidad es que tradicionalmente se presentan a partir de la adolescencia. Lo que es una realidad, es que el suicidio en las sociedades actuales parece comportarse como una epidemia, un efecto en cadena. Cada vez se presentan más intentos suicidas en casi todo el mundo. El suicidio en adolescentes principalmente hombres, ha aumentado en más del 650% en nuestro país, desde 1990. El suicidio es la segunda causa de muerte entre los jóvenes, después de los accidentes automovilísticos. (Canales, 2013). Las principales causas para el suicidio de jóvenes son las dinámicas familiares tóxicas, que terminan por generar problemas en sus relaciones interpersonales; tales como los problemas en la sociabilización, en el área amorosa o cuando son víctimas de bullying, que significa ser molestado y acosado por el grupo social al que se pertenece. Los adolescentes se identifican con modelos y figuras en esta etapa porque están en la búsqueda de su identidad. Sin embargo, un joven que no tiene vulnerabilidad emocional, ambiental y biológica no imitará estos patrones. El adolescente con o sin problemas, utiliza como mecanismos la actuación. Como sabemos, el acto es una de las formas privilegiadas para expresarse, descargar, y el suicidio es un acto. El intento de suicidio en el adolescente traduce, la mayoría de las veces, la expresión de un deseo de cambio, de poner fin a una situación en la cual se encuentra, de dejar de sentir lo que se esta sintiendo; se puede afirmar que es una forma de reacción ante el sentimiento de impotencia para cambiar una situación que se ha hecho insoportable. (Barón, 2000). Es importante señalar que en los últimos tiempos se ha eliminado la idea de que un intento de suicidio es una forma de llamar la atención en un sentido peyorativo, una forma de manipulación, es decir, de chantaje, un capricho o un berrinche. Aunque no se puede negar que en muchos casos es un aspecto del síndrome del adolescente suicida, no es el motivo principal, que siempre es inconsciente y mucho más profundo. Un intento de suicidio siempre es una forma de llamar la atención, pero en otro sentido, es un grito desesperado de ayuda, un recurso a una acción potencialmente letal traducida por la ausencia absoluta de una solución diferente para el adolescente. (Barón, 2000).
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Otro factor que influye fuertemente en el suicido en ésta etapa, es el alcoholismo que entre los adolescentes se ha elevado profundamente. ¿Por qué sucede lo anterior? ¿Por qué hay una relación tan cercana entre el alcohol y la muerte? La razón es sencilla: el alcohol es un depresor del sistema nervioso y lo primero que deprime es el autocontrol. Es por eso que cuando una persona esta alcoholizada se atreve a decir o hacer cosas que nunca haría si estuviera sobria, se puede desinhibir hasta el punto de cantar, bailar y reír sin control. Sin embargo también se desinhibe nuestro contacto con la realidad y la capacidad de medir las consecuencias de nuestros actos. Por eso en la mayoría de los casos donde hay ideación y conducta suicida, el sujeto se atreve a llevarlo a cabo. Esto no significa que sin el alcohol no habría suicidios; sino que en muchos suicidios hay alcohol de por medio. Aunque la decisión de quitarse la vida, normalmente es un proceso que toma 9 meses en promedio, el estar alcoholizado puede ser el disparador para llevarlo a cabo. El alcohol y las drogas producen estados de ánimo maravillosos, pero existe un precio importante por pagar: el síndrome de la abstinencia o “cruda”, que necesariamente trae consigo un estado depresivo y altos niveles de ansiedad. Tener pensamientos suicidas y beber alcohol se relacionan frecuentemente y son muy peligrosos. Al beber alcohol el autocontrol de la persona y el sentido común se distorsionan y el suicida materializa sus fantasías en muerte. El alcohol no disminuye los pensamientos suicidas, al contrario, los potencializa. Las personas que usan alcohol o drogas son mucho más susceptibles de consumar un suicidio. De hecho, es el principal factor de riesgo cuando existe ideación suicida. El suicidio y el alcoholismo son enfermedades comorbes, es decir, que se presentan juntas aunque una no pueda explicar a la otra. La comorbilidad es la existencia de dos padecimientos que se presentan juntos, pero que no son explicables uno a través del otro. De esta manera, estas dos enfermedades autodestructivas van de la mano. Hoy se sabe que los pensamientos suicidas sumados a las drogas, en algún momento, terminan en un suicidio consumado. (Canales, 2013).
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Algunos aspectos considerados como factores de vulnerabilidad en relación con el suicidio son:
Proceso de duelo por muerte, pérdida emocional o abandono Conflicto nuevo e inesperado en sus relaciones personales, familiares y sociales Proceso de victimización, culpa-castigo vinculado a conflictos familiares Crisis económica-social
FACTORES DE RIESGO PERSONALES
Abuso del alcohol y otras drogas Aislamiento Enfermedades mentales y condiciones psiquiátricas (depresión, trastorno bipolar, esquizofrenia y desórdenes de la personalidad) Bajo autocontrol Confusión sobre la orientación sexual Pérdida de relaciones significativas (la muerte de uno de los padres, hermanos, etc.) Perfeccionismo compulsivo, extremo Poca habilidad para sociabilizar Búsqueda de conflictos y mala canalización del enojo; problemas no resueltos Pérdida (percibida o real) de identidad Sentimientos de ineficacia, desesperación o impotencia Embarazo o miedo al embarazo Humillación exagerada o miedo a la misma Ciertas creencia religiosas (por ejemplo: “El suicidio es una acción noble”). Enfermedad terminal
FACTORES DE RIESGO CONDUCTUALES
Tentativa de suicidio anteriores Agrasión/rabia/desafio Huir de casa Fracaso escolar, haraganería Fascinación por la muerte y la violencia
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FACTORES DE RIESGO FAMILIARES
Historia familiar de suicidio Cambios en la estructura de la familia (muerte, divorcio, segundas nupcias) Cuando la familia se encuentra involucrada en el abuso de alcohol u otras drogas Falta de unión familiar El retiro de apoyo Expectativas paternales poco realistas Interacción padre-niño violenta y destructiva Conducta paternal incoherente, imprevisible Padres deprimidos suicidas Abuso físico, emocional o sexual
FACTORES DE RIESGO MEDIOAMBIENTALES
El estigma asociado con buscar ayuda Falta de acceso a los servicios de ayuda Acceso a medios letales (armas de fuego) Cambios y movimientos frecuentes en la situación de vida Aislamiento social Exposición al suicidio de un compañero Muerte inesperada o el suicidio de alguien más Encarcelamiento o pérdida de la libertad; preocupación por haber faltado a la ley Altos nieveles de tensión, incluso la presión para tener éxito La exposición a altos niveles de violencia a través de los medios de comunicación
Otros factores importantes son: la vulnerabilidad en que se encuentra la persona; es decir, el que no pueda percibir el peligro de una agresión o autoagresión y que eso lo imposibilite a reaccionar adecuadamente ante una situación de estrés.
Sobrevivientes del suicidio Hablar de suicidio no es solo hablar de un individuo, sino de un individuo en interacción con otros. Lo que el ser humano hace no esta aislado de los demás y de la misma manera, lo que sucede con otros repercute en nosotros.
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Cuando se habla de sobrevivientes del suicidio se refiere a familiares, amigos y otras personas cercanas que han vivido el suicidio, como acto consumado de un ser querido. Lo que define a un sobreviviente del suicidio no es el tipo de relación que se haya tenido con la persona, sino la intensidad de la respuesta tras conocer el hecho. Por cada suicidio que tiene lugar, hay un número variable de personas que sufren debido a esta experiencia. El número depende de la situación y de la cultura en la que ocurre este hecho, porque la cercanía de las relaciones que establecemos con otros está matizada por la cultura. Por consiguiente, cercanía y relación tienen diferentes expresiones y significiados en los diferentes ámbitos sociales y culturales. En lo individual, el suicidio de un ser querido aparece en circunstancias particulares y en momentos de vida diferentes, por lo que el número de sobrevivientes será diferente en cada caso. Pese a las diferencias que existan, el suicidio siempre ejerce efectos más allás del suicida mismo. Las muertes repentinas como el suicidio toman por sorpresa y llevan a los familiares a un estado de shock inicial, ante esa conmoción, la primera respuesta emocional que permite protegerse del dolor intenso es la negación. “No, esto no es verdad”, “Si apenas ayer estaba conmigo”. Lo repentino de la muerte puede llevar al sobreviviente a sentirse más vulnerable, más impotente y con menos seguridad y capacidad de controlar lo que sucede a su alrededor. Esto podría ocasionar que viva preocupado y esperando ser sorprendido en cualquier momento por alguna otra situación dolorosa e incluso por la misma muerte. Además lo pone en un estado de alerta que suele manifestarse en síntomas de ansiedad. (Wolf, 2016). El carácter repentino de la muerte obliga al sobreviviente a hacer diversos movimientos en su vida para restablecer su orden en la medida de lo posible, como posibles ajustes en el estilo de vida, en sus relaciones sociales, en su situación económica, entre otros. Los ajustes que tendría que enfrentar de forma abrupta dependerán de la relación que se haya tenido previamente con la persona fallecida. Cuando una persona se quita la vida, los deudos manifiestan una profunda angustia, culpa, miedo, caos, fragilidad, desesperanza y en la gran mayoría de los casos se viven, momentos infernales donde la imposibilidad de elaborar el duelo de manera natural, normal, sana, es casi absoluta.
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El suicidio se convierte en un tema tabú, que estigmatiza no solo al suicida, sino también a los sobrevivientes. Se tiene un temor enorme a hablar de suicidio, como si al hacerlo existiera la posibildad de “darle ideas” a quien se encuentre en situación vulnerable. (Wolf, 2016). La vergüenza aparece como resultado de este estigma social. La falta de apoyo social es consecuencia de que como sociedad, no se alcance un entendimiento sensible y adecuado frente a este tema. En algunas ocasiones la vegüenza y el aislamiento se refuerzan porque las personas alrededor no saben qué decir, cómo acercarse o cómo ayudar. Si el suicida tenia una historia previa de alcoholismo, drogadicción o enfermedad mental, el estigma se vivirá como doble. Esta situación puede llevar al sobreviviente a recurrir al secreto, situación que impedirá un manejo adecuado del duelo. En un funeral por suicidio, los familiares y amigos más cercanos están totalmente traumatizados, no pueden creer lo que está sucediendo, están totalmente confundidos y en un dolor emocional profundo. La necesidad de aclarar y ordenar mentalmente los eventos que aparecen como extraños y sorpresivos hace que se busque explicarlos. Los sobrevivientes del suicidio sufren más al buscar una explicación y señales que quizá no vieron en un momento dado. La mayoría de las veces no es posible encontrar una respuesta que satisfaga la terrible pregunta ¿por qué? y es que no hay una explicación. Los suicidios son actos complejos y multicausales que entrelazan el mundo interno de una persona con su contexto en un determinado momento de vida. En un orden lógico, primero debería entenderse “¿qué sucedió?”, en un segundo momento, intentar acercarse a una respuesta tentativa de “¿cómo o por qué sucedió?”, así por último se buscará dar un sentido a la experiencia “ ¿para qué sucedió?. Esta última pregunta conduce a una profunda reflexión y abre la posibildad de concluir que, aun en las experiencias más dolorosas, se puede encontrar un sentido.
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LA CULPA La frustración y la impotencia que dominan al sobreviviente por no haber podido modificar la experiencia suelen convertirse en un peso enorme en el proceso de duelo. El sobreviviente se siente rechazado y abandonado por el suicida y llega a pensar que ha hecho algo malo y que se le castiga con esta experiencia. Expresará su culpa con autoacusaciones o preguntas comunes como “¿Qué hice mal para merecer esto?”. Este cuestionamiento lleva al sobreviviente a asumir la responsabilidad del suicidio, así como creer que la muerte pudo haberse evitado. La culpa puede aparecer en forma de negación. Cuando uno culpa a otros por lo sucedido, busca salvar al ser querido de ser él mismo quien decidió sobre su muerte. Con ello se pretende mantener la imagen y la idea idealizada del ser querido. Esto afecta la relación con otros e impide darle el lugar al fallecido de una manera realista pero amorosa. Dejar de idealizar al ser querido es parte del proceso de duelo. Mantenerlo idealizado y seguir con la vida nos complicará el hecho de que no habrá otro ser vivo que alcance su nivel de ideal. En realidad la solución para el tema de la culpa es hablar de responsabilidad. Se puede ser responsable parcialmente de la relación que se tuvo con la persona que se suicidó, pero la responsabilidad total del suicidio es solo de quien lo lleva a cabo. “NADIE ES RESPONSABLE DEL SUICIDIO DE OTRO” La incertidumbre respecto a qué fue lo que sucedió o motivó al ser querido a llegar a tan fatal desenlace complica y prolonga el duelo. El suicidio es una tragedia que traumatiza, abate y que causa un golpe emocional que no permite que el duelo fluya de una manera natural. Las personas que viven un duelo por suicidio están expuestas a un dolor emocional que, como es difícil de entender, es difícil de procesar y por lo tanto, el duelo es más intenso y más largo. Una vez que los sobrevivientes pasan el dolor intenso y el shock emocional, entran en una fase de larga tristeza, culpa y desesperanza profundas, además de que el enojo se convierte en parte constante de su vida. Al tratar de entender lo ocurrido, la persona puede lograr aislar sus pensamientos y sentimientos, concentrándose en los hechos. Sin embargo la tarea desgastante de entender
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el suicidio llega a aumentar la vulnerabilidad del deudo para enfrentar la tarea pendiente de afrontar el proceso de duelo. (Wolf, 2016). Afortunadamente, existen muchos más intentos suicidas que suicidios consumados; aunque es una realidad que el 60% de aquellos que lo han intentado, lo volverán hacer. La gran mayoría de los intentos suicidas, son un intento desesperado de comunicación y no un deseo verdadero de morir, pues lo que el suicida en realidad quiere, es dejar de vivir como lo está experimetando y el intento de quitarse la vida puede ser un acto desesperado para comunicarlo. Es una realidad que no se puede ignorar las respuestas emocionales que se presentan en la persona que intenta suicidarse; pero tampoco se debe dejar a un lado el trauma que viven las pesronas que la rodean. Por este choque emocional que experimentan ambos, es lógico que después de un intento de suicidio, las relaciones interpersonales necesariamente se modifiquen, pues se establece un antecedente de riesgo y peligro, tanto para el que lo intenta, como para el resto del sistema familiar. UNA PERSONA QUE DESEA SUICIDARSE, NO ES QUE QUIERA MORIR, ES QUE NO SABE COMO VIVIR.
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REFERENCIAS Barón, O. (2000). Adolescencia y suicidio. Revista Psicología desde el caribe, Universidad del Norte, Colombia,6, Pp. 48-69 Canales, J. Suicidio “Decisión definitiva al problema temporal”. EE.UU. Palibrio Chávez, A., Cortés, M., Hermosillo, C., Medina, M. Prevención del suicidio en Jóvenes “Salvando vidas”. México. Trillas Gutiérrez, A., Contreras, C., Orozco, R. (2006). El suicidio, conceptos actuales. Salud Mental. Instituto de psiquiatría Ramón de la Fuente Muñíz, 29, Pp. 66-74 Palacios, J., Sánchez, B., Andrade, P. (2010). Intento de suicidio y búsqueda de sensaciones en adolescentes. Revista Intercontinental de Psicología y Educación,12, Pp. 53-75 Wolf, J. Superando el Duelo después del suicidio “Las experiencias de los que se quedan”. México. Pax