8 minute read

La enfermera, la ética y la pandemia

Aspectos éticos en situación de pandemia a lo largo de la historia

Edad Media convivían con las personas en las ciudades. A través de los barcos y otros medios de transporte, estos animales podían desplazarse lejos y propagar la enfermedad. A lo largo de la historia se han producido otras epidemias de peste negra.

• Epidemias por Variola virus, causante de la enfermedad de la viruela humana, que toma su nombre de las pústulas que aparecían en la piel de las personas afectadas. Se trataba de una enfermedad grave y muy contagiosa que trajo como consecuencia una disminución muy importante de la población. Esta afección se expandió por América cuando los conquistadores cruzaron el océano, donde provocó una gran mortandad entre una población que no tenía defensas frente al virus. En 1980 se erradicó gracias a la vacunación masiva.

• La pandemia de gripe de 1918, también conocida con el nombre de gripe española, apareció en marzo de 1918, al final de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). El primer caso se registró en un hospital de Estados Unidos. La enfermedad fue bautizada con el nombre de gripe española porque durante el conflicto España se mantuvo neutral y la información circulaba con libertad, a diferencia de lo que ocurría en los países que estaban en guerra, que mantuvieron en secreto la información. El virus, muy virulento, se extendió por todo el mundo con el movimiento de las tropas. La mortalidad fue de entre el 10 % y el 20 % de las personas infectadas.

Otras enfermedades contagiosas que han provocado pandemias han sido la gripe asiática (1957), la gripe de Hong Kong (1968) y el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). Éste último es el causante del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida), que se detectó por primera vez en 1981. Gracias a su desconocimiento inicial, el virus del sida se extendió con mucha rapidez. Esta enfermedad ha podido causar unos 25 millones de muertes en todo el mundo (Huguet Pane, 2020).

2.1. La construcción de las ciudades

La Revolución Industrial fue un proceso de profundas transformaciones económicas, sociales, culturales y tecnológicas que se produjo entre 1760 y 1840. Tuvo su origen en Inglaterra y provocó fuertes repercusiones en la salud de las personas. La industrialización supuso un éxodo masivo de población de las zonas rurales en las ciudades donde se construían las fábricas. Los campesinos se convirtieron en obreros que pasaron a vivir con sus familias con condiciones insalubres cerca de las fábricas o minas donde trabajaban. La industrialización supuso un crecimiento desordenado de las ciudades, donde los barrios obreros se convirtieron en verdaderos laberintos, con calles oscuras, sin pavimentar y sin alcantarillado. Por eso, fueron un terreno fértil para la aparición y extensión de enfermedades.

Desde finales del siglo XVIII, aparecieron movimientos que pedían que se airearan las ciudades. Acusaban a las mismas ciudades y a la gente que vivía en ellas de ser responsables de los brotes de cólera y de las fiebres continuas que aparecían (tifus, malaria, fiebre amarilla, escarlatina, etc.), así como de enfermedades crónicas como la tuberculosis. Estas epidemias hacían estragos en los barrios obreros, los barrios de la pobreza.

En ese momento, se discutía qué papel tenía la pobreza y la alimentación deficiente en la aparición de estas infecciones.

En Inglaterra, pionera en la industrialización, las autoridades opinaban que cada individuo debía hacerse cargo de su propia salud y bienestar. Por eso, se delegó en los gobiernos municipales la responsabilidad de mejorar los aspectos sanitarios. Por lo que respecta a la arquitectura, se consideraba que todas las casas y calles debían construirse respetando ciertos criterios.

2.2 Enfermedad, profesión y cuidado

A partir de la segunda mitad del siglo XIX, gracias a los cambios económicos, políticos, sociales, demográficos, científico-técnicos y culturales, se dejaron de percibir las enfermedades como consecuencia de fenómenos sobrenaturales. La actividad del cuidado inició su profesionalización en Gran Bretaña, con una formación reglada y sistemática.

Con la aparición de las teorías higienistas, se adelantó mucho en el conocimiento de las causas de las enfermedades. En ese momento, nació en Inglaterra el concepto de salud pública, que estaba ligado al desarrollo de la industrialización y al desarrollo económico. Se promovieron reformas sociales que llevaron a la organización de la enfermería, tanto en órdenes religiosas controladas por la Iglesia como de manera independiente y remunerada, para proteger a las personas más necesitadas. En los países con cultura católica, el cuidado de los enfermos no fue considerado una profesión, ya que se entendía como una labor de caridad y humildad cristiana, realizada por la Iglesia. Esta norma cuidadora la llevaron a cabo religiosas o personas laicas con inclinación religiosa hasta mediados del siglo XX (Valls Molins, 2007).

Como nos refiere Alex Attewell a su artículo publicado en la revista Prespectivas (Attewell, 1998), Florence Nightingale se hizo célebre curando a los enfermos y heridos durante la Guerra de Crimea (1854-1856). Cuando terminó el conflicto, Nightingale escribió unos 200 libros, informes y opúsculos que tuvieron una repercusión importante en la sanidad militar, la asistencia social en India, la organización de los hospitales civiles, las estadísticas médicas y, en general, la asistencia a los enfermos. Nightingale creó nuevas instituciones para la formación de médicos militares y de enfermeras de hospitales. Siempre se inclinó por la formación laica de las enfermeras. En 1859 empezó a negociar la creación de un centro de formación de enfermeras en el Hospital St. Thomas de Londres (Attewell, 1998).

En este centro, enseñaba “el arte de la enfermería”. El oficio de enfermera se convertía en una ocupación digna para la mujer y la lámpara de aceite de Florence Nightingale pasó a ser el emblema de la profesión, símbolo de la esperanza transmitida a los heridos de Crimea, en la cultura y en el estudio. En 1934 se creó la Florence Nightingale Foundation.

En el libro Notas de Enfermería, publicado por primera vez en 1959, Nightingale sentó las bases de la enfermería profesional. El objetivo esencial de su modelo era conservar la energía vital de la persona atendida partiendo de la acción que ejerce la naturaleza sobre los individuos, poniéndolos en las mejores condiciones para que la naturaleza

La enfermera, la ética y la pandemia

Aspectos éticos en situación de pandemia a lo largo de la historia actuara sobre ellos. La teoría de Nightingale se centraba en el medio ambiente. Ella creía que, para aplicar unos cuidados enfermeros adecuados, era imprescindible disponer de un entorno saludable. Afirmaba que existen cinco puntos esenciales para asegurar la salubridad: el aire puro, el agua pura, unos desagües eficaces, la limpieza y la luz. Era su teoría del entorno, que constituye la base del cuidado. Esta teoría se ha utilizado para formar directrices generales a enfermeras desde hace más de ciento cincuenta años.

Joyce J. Fitzpatrick propone el modelo de Perspectiva de vida (Fitzpatrick, 1982), que acepta que la salud es una dimensión humana en continuo desarrollo que favorece siempre el conocimiento del sentido de la vida.

En París, Napoleón III, inspirado en las ideas de gobierno de Londres sobre la salud pública, impulsó la reforma urbanística de la capital francesa. En 1854 desmanteló los tugurios de París y potenció la apertura de avenidas amplias, conectándolas con zonas estratégicas del centro de la ciudad, creó espacios verdes, limpió las calles y construyó reservas de agua potable, acueductos para transportar agua a las casas y una red de galerías para recoger las aguas residuales. La arquitectura y el urbanismo tuvieron un papel decisivo en la lucha contra las epidemias.

Sin embargo, hay autores que han visto detrás de estos planteamientos urbanísticos el intento de facilitar la entrada de los ejércitos en las ciudades para sofocar rebeliones y evitar la colocación de barricadas, con la construcción de grandes avenidas.

En el caso de Barcelona, el llamado Pla Cerdà es un claro ejemplo del urbanismo higienista, que repercutió en el aumento de la esperanza de vida de sus habitantes. Con su Plan, el ingeniero Ildefons Cerdà redujo la densidad de la ciudad antigua con el trazado del Eixample y proyectó zonas verdes en el interior de las manzanas.

3. Contexto sociosanitario de Cataluña de principios del siglo XX

“A principios de siglo XX, la asistencia hospitalaria estaba socialmente reservada a los enfermos pobres, atendidos por beneficencia. Quienes tenían medios económicos eran atendidos particularmente en sus domicilios. En ambos casos, los médicos realizaban las visitas correspondientes para el diagnóstico y prescripción de los enfermos. Pero el médico no estaba todo el día a pie del enfermo.” (Sabaté Casellas, 1992).

Como refieren Montserrat Venturas Nieto, en su tesis doctoral La evolución de la profesión enfermera en el Hospital Clínico de Barcelona: Una investigación histórica 19062018 (Venturas Nieto, 2018), y Arrizabalaga, Martínez y Prado, en la publicación realizada por la Residencia de Investigadores La salud en la historia de Europa (1998), desde finales de siglo XVIII la industrialización comportó malas condiciones de vida y de trabajo de las masas proletarias que procedían del éxodo rural y se agolpaban en las ciudades europeas, que estaban creciendo muy rápidamente. Por eso, los higienistas6 adver-

6. El Movimiento higienista es un movimiento arquitectural y de urbanismo que defiende la aplicación de las teorías higienistas. Fue el fruto, a principios del siglo XX, de los trabajos de médicos y políticos que luchaban contra la insalubridad de las viviendas parisinas y la propagación de la tuberculosis.

La enfermera, la ética y la pandemia

Aspectos éticos en situación de pandemia a lo largo de la historia tían a las autoridades públicas de la extensión de la miseria que, para ellos, era el origen de la mayor parte de las enfermedades. Por este motivo, avisaban a los gobiernos sobre la aparición de enfermedades ligadas a las duras condiciones laborales de la industria, denunciando las grandes diferencias de mortalidad y morbilidad entre ricos y pobres.

El discurso social de los higienistas de la época fue claramente económico, político y liberal, coincidiendo con la crítica de los comportamientos públicos y privados de las clases populares. Tenía un tono moralizador y achacaba las causas de la miseria y la enfermedad a la inmoralidad de los trabajadores y no a las desigualdades sociales. Esta visión de la enfermedad culpabilizaba al proletariado de sus problemas, considerando determinadas enfermedades una patología social. Así, se erigieron medidas de saneamiento urbano, con intervenciones sociales basadas en tres pilares fundamentales: la construcción de viviendas obreras, el control de la prostitución y la vigilancia de la salud en el ámbito de trabajo industrial. Estas medidas estaban limitadas por criterios de rentabilidad económica. También se añadieron campañas a favor de la previsión social de las capas populares, en sintonía con los valores burgueses. (Arrizabalaga, Martínez, & Pardo, 1998).

En Cataluña, los hospitales eran instituciones de origen cristiano, que tenían la obligación de atender a los enfermos y desamparados. En el siglo XIX, esta noción de caridad cristiana fue sustituida por el concepto de beneficencia pública y posteriormente por el de asistencia social. En este contexto, se puso de manifiesto la falta de hospitales. La ley de Beneficencia de 18497 dictaminó que la titularidad de los hospitales podía ser del Estado, de las diputaciones o de los ayuntamientos, según la tipología del centro. La Ley de Sanidad de 1855, en su artículo 64, conformó un sistema de asistencia sanitaria pública a domicilio para pobres, a cargo de los ayuntamientos (Venturas Nieto, 2018).

Durante el siglo XIX, la población que podía necesitar asistencia hospitalaria eran los enfermos pobres, por lo que el resto de las personas no necesitaba utilizar los hospitales. Sin embargo, durante este período había una falta de capacidad para atender las demandas de la población. En Barcelona, al principio no existía más estructura hospitalaria que el Hospital de la Santa Creu, de beneficencia privada, que poco a poco fue dejando de atender a los militares (1814), los expósitos (1853) y los locos ( en los años 1890). (Ausin Hervella, 2007).

Los orígenes de la atención hospitalaria en Cataluña se remontan a la Edad Media. El primer hospital barcelonés del que se tienen noticias es el Hospital de los Mesells o Casa de los Mesells, que estaba dedicado a acoger leprosos desde el siglo IX. En el siglo XI se fundó el Hospital de Guitart, que posteriormente pasó a llamarse Hospital de la Canonja y Hospital o Casa de la Seo o de la Santa Eul àlia y de la Santa Creu. El Hospital de Guitart y el Hospital de Marcus fueron creados por particulares y mantenido por donativos de los ciudadanos, con la ayuda y protección de los obispos barceloneses.

Entre 1401 y 1926, el Hospital de la Santa Creu fue el Hospital General de Barcelona. Estaba instalado en un edificio gótico del siglo XV. Se creó con la finalidad de albergar en un único edificio los diversos hospitales que había en la ciudad de Barcelona en 1401,

7. http://www.boe.es/datos/pdfs/BOE/1849/5398/A00001-00002.pdf

This article is from: