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La enfermera, la ética y la pandemia
Aspectos éticos en situación de pandemia a lo largo de la historia creado en Barcelona por la administración pública, financiado con dinero público. Hay que tener en cuenta que, a principios del siglo XX, los habitantes de Barcelona sufrían muchas crisis económicas, las jornadas laborales eran, habitualmente, de 12 y 14 horas diarias, los salarios eran bajos, y había una elevada inseguridad laboral y una ausencia de seguros médicos. Además, existía una elevada mortalidad, con una esperanza de vida reducida, y unos niveles elevados de analfabetismo y de insalubridad (Ausin Hervella, 2007).
Tras muchas demandas de particulares y de instituciones, se abrió el Hospital Clínic de Barcelona. Durante el curso 1877-1878, el claustro de la Facultad de Medicina acordó pedir al Ministerio de Sanidad la construcción de una nueva facultad y de un hospital (Hervella, 2007). Según se recoge en los artículos publicados en la época, las obligaciones hospitalarias de la Diputación y del Ayuntamiento no se veían suplidas legalmente para la construcción del nuevo hospital y la legislación vigente no obligaba al Estado a construir ningún hospital de agudos ni de crónicos en la ciudad; sólo hacían referencia a la construcción de un hospital para personas con trastornos mentales. Las obligaciones de construir un hospital docente tampoco estaban definidas en ninguna norma. En cambio, sí estaban obligados la Diputación y el Ayuntamiento, que debían contribuir a la construcción del nuevo centro facilitando los terrenos. Sin embargo, los desacuerdos sobre la ubicación y los pagos, junto con la lentitud del Ministerio, hizo que las obras no empezaran hasta la década de 1890. El Hospital Clínic de Barcelona fue inaugurado en 1906.
Entre 1920 y 1924 se institucionalizó la sanidad y aparecieron muchos proyectos innovadores. El elemento característico fue la higiene social y la capacidad de intervención directa y masiva en el medio social y familiar a través de la realización de campañas sanitarias. Estas campañas surgieron para hacer frente a las plagas que tenían mayor incidencia en la mortalidad y la morbilidad, en la paz social y en la eficiencia de los países industrializados. Entre estas plagas destacaban la tuberculosis, la mortalidad infantil y las enfermedades venéreas. Otros como el paludismo, el tracoma, las enfermedades y los accidentes laborales recibieron una atención desigual dependiendo del país (Arrizabalaga, Martínez, & Pardo, 1998). Por primera vez, en España se llevó a cabo una planificación sanitaria, utilizando brigadas sanitarias móviles, proporcionando formación continua a los profesionales sanitarios, organizando las primeras campañas de lucha y creando la figura de las “visitadoras sanitarias”10 (Gascón-Pérez, Galiana-Sánchez, Bernabeu-Mestre, 2002; Guba, Lincoln, 1998).
El despliegue propagandístico y educativo mediante carteles, radio o cinematógrafo llegó a su punto álgido con la incorporación de este nuevo profesional sanitario, que tenía
10. Estas “visitadoras sanitarias” tenían un papel relevante visitando las casas humildes, ayudando a las madres al trabajo de sus hijos, divulgando normas para evitar las epidemias, cuidando a los enfermos, etc. Se fundó la Escuela Nacional de Sanidad. En 1933 se creó el cuerpo de visitadoras sanitarias. Su instrucción constaba de un curso de dos años de formación generalista y de un año de formación especializada. Entre 1933 y 1935 se formaron un total de 76 visitadoras sanitarias, que estaban dispuestas a trabajar en los dispensarios de tuberculosos, los centros secundarios de higiene rural y los servicios de higiene infantil. En 1934 se fundó la Asociación Profesional de Visitadoras Sanitarias. Gascón-Pérez, E. Galiana-sanchez, ME y Bernabeu-Mestre, J. (2002). La acción social de las visitadoras e instructoras sanitaria, Revista de Trabajo Social y Salud, 43. Pp. 149-174.
La enfermera, la ética y la pandemia
Aspectos éticos en situación de pandemia a lo largo de la historia una mayor facilidad para entrar en los hogares y garantizar el seguimiento de las normas higiénicas (Arrizabalaga, Martínez, Pardo, 1998).
La asistencia sanitaria tomó entonces un sentido social (Hervás y Puyal, 2004). Pero con la llegada de la dictadura de Primo de Rivera en 192311, se acabaron las ilusiones de la Mancomunidad, y todo este proyecto quedó interrumpido. En 1931 se recuperó la democracia y se proclamó la 2a República, que acabó en 1936, cuando estalló la Guerra Civil española. En este período de República surgió de nuevo la posibilidad de llevar a cabo una política sanitaria desde un gobierno autonómico.
1.1. Epidemias en la ciudad de Barcelona
Como explica Venturas (2018), las necesidades de la población en cuanto a asistencia hospitalaria en Barcelona eran importantes. Durante el siglo XIX, Barcelona sufrió varias epidemias. Hubo una epidemia de cólera en los años 1884-1885, otra de gripe entre 1889 y 1890, y otra de cólera en 1890. La epidemia de 1885 fue la que tuvo más afectados y fue la primera epidemia en las que se llevaron a cabo actividades preventivas, dado que se conocían las causas y se pudo identificar el vibrión en las aguas (Hervella, 2007; Ausin Hervella, 2007). El cólera-morbo asiático, la enfermedad epidémica más temida, estaba asociado a la necesidad de controlar las condiciones ambientales de donde se originaba. Se consideraba que las corrientes de aire desempeñaban un papel importante en la diseminación del virus a partir de los objetos contaminados. En Barcelona, las muertes provocadas por el cólera representaron sólo una décima parte de las que provocó la tuberculosis en el período de 1880-1893. Aunque el simbolismo que comportaba el cólera le hacía muy temido, las epidemias provocadas por esta enfermedad se asociaban a la miseria, la insalubridad, la desesperación y la alarma social. Durante esta epidemia de cólera se llevó a cabo asistencia a domicilio a los pobres y se abrió un hospital en La Vinyeta, pero Barcelona siguió sin instalaciones para el aislamiento y asistencia de los enfermos.
A finales del siglo XIX, otro evento importante en Barcelona fue la llegada a puerto de los militares que volvían de las guerras de Cuba y Filipinas. Para poder atender a los heridos, la ciudad improvisó nuevas instalaciones. En cuanto a los asilos públicos, en Barcelona la principal institución era la Casa de Misericordia, gestionada por el Ayuntamiento y la Iglesia. Este espacio estaba especialmente dedicado a las mujeres. A principios del siglo XIX, entró en escena La Casa de la Caridad, impulsada por la Capitanía General y después por la Diputación. Con la institucionalización de la beneficencia, pasó a depender por completo de la Diputación. La Casa de la Caridad albergaba a los pobres y los mendigos. Con la Exposición de 1888, para mejorar la imagen de la ciudad, se abrió el Asilo Municipal del Parque, que albergaba a pobres y enfermos mentales (Venturas Nieto, 2018).
11. http://www.historiasiglo20.org/HE/12b-1.htm. El Directorio Militar tomó rápidamente medidas:
· Prohibición de la bandera y el himno catalán y restricción del uso de la lengua catalana en el terreno privado.
· Política de “mano dura” en todo lo referente al orden público.
· Formación de la Unión Patriótica, partido único bajo la dirección de un militar. Se trataba de seguir el modelo fascista impuesto por Mussolini en Italia.
La enfermera, la ética y la pandemia Aspectos éticos en situación de pandemia a lo largo de la historia
El artículo 64 de la Ley de Sanidad de 185512 obligaba a las poblaciones a establecer la hospitalidad domiciliaria. Los ayuntamientos debían suministrar a los necesitados la atención médica y farmacéutica, alimentos y ropa. Pero este tema no fue resuelto y fue la beneficencia privada, a través de la Iglesia, la que acabó atendiendo a estas necesidades, a través de las aportaciones de las parroquias, la caridad cristiana, etc. Por la parte laica, destacó la Asociación de Amigos de los Pobres, que hasta el comienzo de la Segunda República fundó y gestionó muchas de las casas de socorro de la ciudad de Barcelona. No fue hasta 1890, cinco años más tarde, que el Ayuntamiento de Barcelona no empezó a asumir el artículo 64 de la Ley de Sanidad de 1855.
En cuanto a los avances científicos de la Medicina que se desarrollaron en el siglo XIX, Barcelona presentaba un retraso en relación con Europa Central. El Congreso Médico celebrado en la Exposición de 188813 supuso un punto de inflexión importante en la nueva medicina de Barcelona, en la que se llevaron a cabo avances destacados en los ámbitos de la oftalmología, la psiquiatría y la neurología, se incorporó la analítica en la microbiología, la química médica y el radiodiagnóstico. Además, se aplicaron nuevas técnicas quirúrgicas, la antisepsia y la asepsia, y se incorporó la estadística médica y epidemiológica. Todo esto se logró a través de impulsos particulares. Otra de las mejoras importantes en la época fueron las nuevas instalaciones de la Maternidad de Les Corts, la asistencia domiciliaria, el consultorio del Cuerpo Médico Municipal, el Laboratorio de Microbiología Municipal y el Hospital Clínic de Barcelona.
El Dr. Ferran Sabaté, en su Tesis Doctoral (Sabaté Casellas, 1992), explica que en 1904 la vigilancia y cuidado de los enfermos en los hospitales de Cataluña estaba parcialmente cubierta por la dedicación voluntariosa de algunas órdenes religiosas, que suplían esta falta de conocimientos con la su buena voluntad y dedicación, como el caso del Hospital Clínic de Barcelona, donde las Hermanas de la Caridad de Santa Ana se encargaban del cuidado de los enfermos y del funcionamiento del Hospital.
Ante esta demanda de cuidados, surgieron las “veladoras de enfermos”. Estas personas, mayoritariamente de género femenino, ejercían por vocación o por necesidades económicas o de vivienda de cuidadoras de enfermos.
El aumento del número de veladoras contribuyó a que el Ministerio de Instrucción Pública promulgase una Real Orden el 25 de abril de 191514 15, que creó el Cuerpo de Enfermeras como primer paso en la organización de la profesión.
La epidemia de fiebre tifoidea que sufrió Barcelona en 1914 puso de manifiesto la necesidad de disponer de personal preparado para el cuidado de los enfermos encamados. Esta evidencia, junto al interés del Montepío de Santa Madrona, acentuó la necesi-
12. http://www.boe.es/datos/pdfs/BOE//1855/1068/A00001-00002.pdf Artículo 64 Ley General de Sanidad 1855
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13. https://es.wikipedia.org/wiki/Josep_Maria_Garrut. (Garrut, 1888). Congrés de Ciències Mèdiques
14. 1915 Real Orden de 7 de mayo (Enfermeras) (1915, 1915)
15. https://www.um.es/documents/479763/2033837/Gaceta+Madrid+141+21051915.pdf/6e5069a2-b92548f7-a727-accccf0c1495
La enfermera, la ética y la pandemia
Aspectos éticos en situación de pandemia a lo largo de la historia dad de encontrar profesiones femeninas remuneradas y adecuadas para las mujeres tuteladas por el Montepío. La Junta del Patronato contactó con médicos e instituciones sanitarias para organizar su formación profesional. En abril de 1917 se inició un curso teórico de 30 lecciones. Se fundó la Escuela de Santa Madrona (Sabaté Casellas, 1992).
La tuberculosis, principalmente pulmonar, fue la enfermedad que más se atendió en el Hospital Clínic de Barcelona, sobre todo en la primera mitad de siglo XX. Su incidencia estaba repartida por toda la sociedad, aunque la posibilidad de medicación y recuperación era diferente según el perfil socioeconómico de los afectados. La clase social que resultaba más afectada era la de los jóvenes obreros durante el período industrial, debido a sus duras condiciones de vida. La tuberculosis estaba considerada como una enfermedad relacionada con la pobreza, la insalubridad, el alcoholismo y la inmoralidad. Anteriormente, la tuberculosis se había relacionado con el romanticismo16.
En España, en 1751 Fernando VI promulgó un edicto que decía que todas las personas afectadas de tuberculosis debían ser ingresadas en un sanatorio. De esta forma, se inició la era de los sanatorios antituberculosos. En el siglo XIX el tuberculoso empezó a ser considerado un peligro para la sociedad y se estigmatizó la enfermedad y las personas que la sufrían. (Gofman, 2008).
A finales del siglo XIX, a través de Koch y Pasteur, empezó a conocerse el papel de los microbios y de los virus en el desarrollo de las enfermedades infecciosas. Las epidemias de tuberculosis eran devastadoras y no había medios para frenarlas. Las medidas preventivas y paliativas para quienes enfermaban eran tener una alimentación correcta, mantener las casas limpias, aireadas y soleadas, salir al aire libre, respirar aire puro en la montaña y, si había medios, respirar aire puro en un sanatorio.
Durante esos años, la arquitectura de los edificios favoreció la higiene. Así, se diseñaron grandes ventanas en escuelas, hospitales y casas para que entrara el sol, el aire y la luz. Se cubrieron las paredes de los hospitales con baldosas para favorecer su limpieza. La doctrina higienista influyó en las construcciones hasta finales de la década de los años 60 del pasado siglo.
Según refiere Paola Galbany-Estragués (2014) en su artículo “Cuidados Enfermeras a portadores de Tuberculosis en un Sanatorio Español, 1943-1975”, el primer sanatorio que se hizo en España fue el Hotel balneario de Busot, inaugurado en Alicante en 1897, que estaba destinado a la clase social alta. El primer sanatorio del país que tuvo continuidad fue inaugurado en 1911 en Terrassa. El Sanatorio del Espíritu Santo, en Santa Coloma de Gramenet, se construyó siguiendo una filosofía de cuidados cristianos para
16. François Laplantine (1999), en su libro Antropología de la Enfermedad, refiere que, en determinadas épocas, se relacionaba la tuberculosis con la pasión y los sentimientos. El autor habla del personaje central de la novela de Thomas Mann El Monte Mágico, Hans Castorp, un personaje que expresa el propio pensamiento del novelista influenciado por la época y el contexto social en el que vivía, donde el personaje afectado por la enfermedad de la tuberculosis es transformado en un “elegido”, y donde la altura de Davos, la montaña y el sanatorio, son sitios que liberan, lugares de verdad, donde se desnudan de las convicciones de la época. Para Thomas Mann, la enfermedad permite al ser humano acceder a un placer intenso que nunca conocerá el individuo de buena salud. Laplantine, Françoise (1999). Antropología de la Enfermedad. Ediciones del Sol. Serie Antropológica. Buenos Aires. Argentina (Laplantine, 1999).