La importancia del Traductor en las Relaciones Literarias entre las Américas Por ERNESTO J\IONTENEGRO (Conferencia dictada 110r el dbtinguido escritor chileno ante la Conferencia Interamcricana de Escritores en la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras, el 17 de abril de 1941.)
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Mi ponencia en esta grata reunión tiene que ver con la influencia de la traducción en el comercio intelectual entre los pueblos, y más particularmente en el caso de las relaciones entre las Amér icas. Cuatro grandes grupos que hablan inglés, español, portugués y francés formarnos esta comunidad de naciones, tan cercanas por una vecindad de siglos, pero aisladas siempre por la barrera del idioma: muro impalpable, y sin embargo espeso y duro, que no sólo estorba la comunicación de individuo a individuo, sino que además va creando fatalmente prevenciones antojadizas de pueblo a pueblo. Por razones muy humanas, es decir sin razón aparente, los pueblos que se mantienen en desconocimiento mutuo pasan pronto de la indiferencia al recelo, y del hecho de no saber nada uno del otro se deslizan poco a poco a la conclusión de que se¡:rurament c hemos de estar hechos de distinta arcilla-más frágil en ciertos casos, y por lo tanto muy delicada al contacto; en otros, de más sólida contextura, pero cuán rígida y refractari~! La traducción traspasa esa barrera del len~uaje, haciéndola transparente. Traducir es hacer un acto de fe. Al verter una obra extranjera a nuestro propio idioma no solamente indicamos con ello nuestra confianza en In po~ibilidad de darle un ropaje apropiado en el nuestro, sino que en un sentido más general confesamos nuestra adherencia a la proposición de que la naturaleza humana, cualquiera que sea su procedencia, las ideas y el sentir de otros hombres y mujeres de origen remoto por el tiempo o la distancia, cuando están expresados con vigor y sinceridad, pueden y deben ser comprensibles y ha's ta apasionantes para otros seres humanos. El ideal será siempre por cierto llegar a comprender a los gran'd es escritores y poetas en la lengua original en que escribieron, alcalizando con ello hasta esa exquisita intimidad en que _uno cree asistir a la formación de sus pensamientos. El sello de su genio está
en la justeza de su expres1on, tanto como en la honesta desnudez de su alma. E sa sensación de lo definitivo y lo perfecto que recibimos de su lectura hace del buen traductor un intérprete r everente, descorazonado a menudo por lo arduo de su tarea, pero por eso mismo cuán feliz cuando llega a sentirse en íntima correspondencia con el autor. En esa intimidad devota, el t raductor se esfuerza por penetrr.r detrás de las páginas del original, buscando el sentido recóndito de la frase, el espí.r itu mismo de su creador. "Aquí estamos, tú y yo, se dice ; tú que moldeaste en la a lta tensión del pensamiento la forma precisa en que cuaja la idea fluí da y fugaz; haz que mi palabra responda como un eco a la tuya". Por medio de la traducción la cultura se hace universa!. Este comercio internacional de las letras es acaso el único que enriquece al que recibe sin empobrecer en lo más íntimo al que da. Así F'rancia, República Imperial de las Let ras esparció por el mundo con largueza sin igual sus obras maestras en la novela, el teatro, las ciencias y la historia, ensanchando con ello su prestigio y ganando al mismo tiempo influencia en otras esferas. Inglaterra, Alemania, Rusia y hasta los países • más pequcñcs de Europa proveyeron asimismo a · los demás pueblos con su aporte científico y literario. Pe1·0 cuando las naciones americana s alcanzan su independencia, España y Port ugal no están ya a la altura en que descollaron en el siglo de Cervantes y de Camoens. Esa fué la razón de que el argentino Sarmiento pidiera a las nuevas democracias que aprendieran las lenguas modernas en que se expresaba el espíritu del progreso, relegando a segundo término la tendencia aristocrática de la · educación clásica. Y no he.y nada de extraño o de ingrato en ello, si recordamos que sus palabras habían tenido resonancia anticipada en la admonición de Larra a sus compatriotas, ante el espectáculo ignominioso de la decadencia .Y el absolutismo: "No nos queda más que llorar y traducir".· A lo cual nosotrns en