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Patinetes eléctricos: un nuevo desafío para las ciudades
Este tipo de vehículos ha impulsado la movilidad urbana hacia una nueva realidad que demanda la existencia de normas específicas para su regulación
Por Elisa Campillo, periodista
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Al tratarse de un fenómeno relativamente reciente, todavía no se dispone de estadísticas oficiales asentadas que cifren con exactitud su número actual y su expansión en los últimos años, pero a nadie se le escapa que cada vez son más los patinetes eléctricos que circulan por las calles de nuestras ciudades y que conviven a diario con peatones y otros tipos de vehículos. Un boom que ha obligado a las administraciones a regular su uso para una nueva realidad que ha revolucionado la movilidad urbana en el último lustro, empezando por determinar qué se entiende por patinete eléctrico.
Así, este “vehículo de una o más ruedas dotado de una única plaza y propulsado exclusivamente por motores eléctricos que pueden proporcionarle una velocidad máxima de entre 6 y 25 kilómetros por hora”, tal y como lo define la Dirección General de Tráfico (DGT), se ha convertido en un nuevo actor del paisaje de las ciudades.
Desde los más básicos, pensados para niños, a los más evolucionados y equipados, existe una amplia gama de variedades según potencia y prestaciones. En cualquiera de los casos, su precio, su manejo portátil, su impulso sin esfuerzo físico y el uso de una fuente de energía que evita la emisión de gases contaminantes hacen de los patinetes eléctricos una solución eficaz y sostenible para moverse por las ciudades, que atrapa cada vez a más usuarios de todas las edades.
A pesar de que su popularidad creciente hizo que ya comenzaran a extenderse a finales de la década pasada, fue la pandemia de covid-19 una de las circunstancias que dieron un impulso aún mayor a su vertiginosa proliferación. Vehículos de movilidad unipersonales, que ya no solo suponían una alternativa al coche particular sino también al transporte público, se convirtieron en una manera de huir de sistemas de desplazamiento como metros y autobuses, que obligaban a mantener un contacto estrecho con muchas personas a un mismo tiempo.
Sin embargo, el rápido incremento de este tipo de vehículos de movilidad personal ha generado una nueva realidad que ha obligado a las administraciones a regular su uso y características. Una respuesta a la problemática que generaba la ausencia de normativa al respecto y la inseguridad que se presentaba ante eventuales accidentes o conflictos en la convivencia con otros usuarios de la vía pública.
Alquileres
Las posibilidades que ofrece esta forma de moverse por las ciudades, que entre otras cosas no requieren de esfuerzo físico para impulsarse, han permitido que no sólo se utilicen como medio de transporte, sino que se han abierto paso en otros usos y necesidades, como el ocio o el reparto de mercancías.
En las principales ciudades, en las que existen servicios de vehículos compartidos, como bicicletas, motos o coches, se ha sumado a la oferta el alquiler de patinetes. Su reducido tamaño hace posible dejarlo aparcado en cualquier punto de la ciudad, sin necesidad de desplazarse a una estación fijada. Esta modalidad, sin embargo, se ha convertido por otro lado en un quebradero de cabeza para los viandantes, que ven las aceras repletas de patinetes aparcados sin orden.
Las administraciones locales, que otorgan las licencias a las empresas de transporte compartido, empiezan a tomar medidas ante