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Dos circunstancias esenciales
Por Fernando Herrero
Entre las monstruosidades jurídicas que se denotan en este tiempo tal vez la más significativa es la no renovación del Consejo General del Poder Judicial porque el Partido Popular no quiere, a pesar de que es una obligación constitucional. Curiosamente no hay norma que le obligue y tampoco los representantes del Poder Judicial han dimitido como era su obligación moral.
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Derecho conculcado sin que los comentarios hayan sido acertados. La mayoría ha hablado de la culpabilidad de los dos partidos mayoritarios, lo que no es cierto. Un dislate que también afecta a la izquierda incapaz de acuerdos que impidan el triunfo cantado del fascismo en Italia y las consecuencias que seguirán. Esta etapa de locura populista es una insania antijurídica. ¿Qué esperan los votantes de la ultraderecha? No se puede decir que engañe a nadie. Sus propuestas lo dicen todo.
Por ello hay que felicitar a los garantes de un derecho en peligro, aunque el desánimo impregne la atmósfera y nos cueste ser optimistas. El realismo negativista es demasiado fuerte.
¿Y la cultura? Si el derecho no va bien, la cultura, la creatividad, tampoco puede lucir. Hay varios síntomas, aparte de una pandemia que ha hecho entrar al mundo en otra época. Tiempo de suspensión de actividades. Limitaciones en las formas de producir hechos creativos. La crítica, la buena crítica, casi ha desaparecido, y son las redes sociales las que dictaminan desde mayorías conservadoras. La digitalización y los grandes avances tecnológicos son excepcionales en lo positivo y peligrosas en lo negativo, en lo que se puede caer fácilmente.
El mundo es muy pequeño. Lo que ocurre en Ucrania o en Venezuela, por ejemplo, va más allá de sus fronteras. Hoy se está dando una especie de similitud global (Inglaterra, Estados Unidos, Suecia, Francia, Italia, España…). El ciudadano es cada vez menos libre y, en materia de cultura, menos exigente. La palabra elitismo es como un proyectil que rebaja. Faltan nombres señeros como los de Aranguren, Delibes, Sampedro, maestros admirados por todos. Emilio Lledó es una supervivencia. Leyendo los diarios aparecen cientos de entrevistas con escritores o músicos casi desconocidos. Puede haber alguna sorpresa, pero el nivel es bajo. La muerte de Almudena Grandes y Javier Marías nos priva de dos magníficos autores, mala suerte. Buena voluntad existe en muchísima gente, esfuerzo y hasta talento, pero todo es difícil y el ambiente, a pesar de la ficticia alegría, no ayuda mientras las desigualdades avanzan implacablemente.
Resulta curioso que, aunque no sin dificultades, el nivel más alto de cultura se dé en las temporadas de ópera, aunque con menos riesgo que antaño. El Teatro Real repite algunas de las grandes óperas (Aida, contra las series, en otra de esas alternativas políticas o sociales que llevan al absurdo que impide colaboraciones imprescindibles.
Derecho, cultura. Dos de los cauces indispensables de las relaciones humanas que es necesario recuperar en su verdad. En esta revista llevo escribiendo muchos años,
Turandot, Tristán e Isolda) de comercialidad probada, pero sigue explorando en otros títulos del barroco o contemporáneas ( La nariz, Aquiles en Eciros). No se rinden Matabosch y los suyos. Sigue habiendo algún montaje teatral de excepción entre mediocridades, y el cine lucha con desventaja buscando siempre la exaltación de ambos conceptos. Quizá esté equivocado algunas veces, pero siempre he sido sincero. Desgraciadamente estamos peor que hace años con varias amenazas inmediatas y otras, como el cambio climático, más lejanas, pero podemos hacer cosas y esta revista servir de testimonio y apoyo.
Por último, hay que agradecer el esfuerzo de muchos, contra el “me gusta” de las redes sociales y las mentiras y los insultos que surgen de ellas. Repito que la verdad es indispensable, el rigor, el esfuerzo, la justicia y algunas cosas más. Si una igualdad total no es posible, el poder, las corporaciones, los Elon Musk y demás, apesta. Un ritmo más amigable, más generoso, más solidario se impone, y el derecho y la cultura son los mejores cauces.