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Con JOSE MARÍA DÍEz SEGOVIANO

16 AÑOS EN LA JUNTA DE GOBIERNO DEL ICAVA

Por Piluca Burgos, periodista abogado, la verdad es que es un honor haber formado parte de la institución que nos representa. Pero, sobre todo, hay que trabajar con mucha humildad para aprender, porque cuando uno llega, o por lo menos ese fue mi caso, sabe poco de la estructura del Colegio. En definitiva: oír, ver y aprender.

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P.— y trabajar…

R.— Mayoritariamente la gente se implica. Queremos y debemos sacar las cosas adelante; es para lo que estamos aquí. Somos un equipo y se evitan protagonismos. Llevamos ya 20 años de tranquilidad absoluta en el Colegio y así el trabajo es más productivo. Si hubiera habido confrontación me hubiera ido.

P.— En 16 años se puede hacer balance con conocimiento de causa, ¿cómo ha evolucionado el Colegio?

R.— El colectivo tiene una capacidad de adaptación sorprendente. Desde que me incorporé he visto que tanto el Colegio como los colegiados nos hemos tenido que ir adaptando a numerosas circunstancias. Por ejemplo, económicamente hubo un cambio en el tema de los bastanteos, se superó y nos adaptamos. Antes no se cobraba por expedientes y ahora con la justicia gratuita conseguimos 30 euros por expediente.

Tecnológicamente igual: se incorporó el sistema de los correos electrónicos, que fue muy complicado porque había gente que se resistía. Luego vino Lexnet, con lo que hemos protestado mucho…, pero que ha resultado una magnifica herramienta.

Toda la abogacía hemos tenido capacidad de adaptación, el CACYL y el CGAE, también.

Antes la abogacía era artesanal, cada uno en su despacho, con su máquina de escribir…

P.— ¿El Colegio ha sido una ayuda para esa adaptación?

R.— Los compañeros no se dan cuenta de que el Colegio vertebra, estructura, ampara, potencia... La capacidad que tiene el ICAVA es enorme, hay cerca de cien personas en las comisiones. A ellos les prestigia y ellos nos prestigian a todos. El objetivo final es el Colegio, por eso tenemos el Colegio que tenemos.

También es verdad que hemos tenido unos decanos que aglutinaban a la junta, evitaban enfrentamientos y serenaban. Esto la gente lo reconoce. No tenemos ningún problema en cuanto a la gestión material y económica, por ejemplo.

P.— De los cargos que ha desarrollado, ¿con cuál se queda?, ¿con cuál ha disfrutado más?

R.— El que más intensidad, tiempo y dedicación me ha llevado ha sido la Secretaría, pero tengo un cariño a los honorarios... De hecho, sigo en la comisión donde comencé en el 2002 o 2003. Y en la Tesorería aprendí mucho. Sobre todo, yo lo que he hecho ha sido aprender mucho. No sé si he hecho bien las cosas, pero he intentado hacerlas de la mejor manera posible y evitando errores pasados.

P.— Se le ha olvidado un cargo, el de ir a todos los saraos… ¿A cuántos ha podido asistir en 16 años?

R.— A decenas, porque siempre decía que sí a todo. Era muy difícil que dijera que no. Incluso el último día me han seguido enviando. Pero bueno, también ha ido mucha gente de la junta, que nos vamos rotando. Aunque es verdad que yo he ido a muchos de todo tipo y condición.

P.— Pero no le van a batir el récord…

R.— Va a ser difícil. He de reconocer que ya al final estaba un poco cansado. He estado en la universidad, en otros colegios profesionales, en la policía… Y en los sitios más insospechados, porque me han mandado a muchos… (se ríe). Aunque creo que debemos estar, las relaciones institucionales hay que potenciarlas, porque somos una institución que lleva 430 años.

P.— 16 años formando parte de la dirección del ICAVA, ya como su segunda casa...

R.— En más de la mitad de mi ejercicio profesional he estado vinculado institucionalmente. Como secretario hacía más horas aquí que en mi casa, porque venía casi todos los días, aunque a veces no hiciera falta. El Colegio es diferente, porque hay 13 jefes, pero no somos fijos, vamos cambiando. Es muy complicado. Como secretario era un poco la correa de transmisión entre la junta y los empleados.

P.— y en el cafetín también ha echado algún que otro rato, ¿no?

R.— (Se ríe) Sí, muchas horas y con mucha gente. El cafetín es el nexo de unión y estamos más relajados. Los de las comisiones bajan a tomar algo y da un poco de vida. No sé qué será si algún día desaparece…

P.— ¿Debemos intentar atraer a la gente hacia el Colegio?

R.— Vivimos en una sociedad con una evolución de la profesión donde existe falta de contacto. Al final solo te ves en los tribunales, las guardias se recogen por centralita... Antes había más vida en el Colegio. O coincides en algún acto colegial o en algún juzgado, o puede pasar mucho tiempo sin ver a muchos compañeros. Ese contacto personal se ha perdido.

P.— ¿Cuál es el mejor recuerdo que se lleva de estos 16 años?

R.— Fue un honor haber colaborado y ayudado en el congreso nacional, aunque los que verdaderamente se esforzaron fueron Garicano y la junta. Eso sí, la mejor satisfacción que yo tengo como jefe de personal es no haber tenido problemas con ningún trabajador.

P.— ¿y el peor?

R.— El fallecimiento de Blanca y la enfermedad de Belén. Lo de Blanca fue un hachazo y siempre la tengo en el recuerdo. Era una persona estupenda. Es que en esa junta estábamos muy unidos.

P.— Antes me decía que había aprendido mucho en la junta. ¿Personalmente qué se lleva?

R.— Una experiencia fantástica. He conocido a gente extraordinaria. Siempre he trabajado con compañeros que tenían algo que decir, algo que aportar. He aprendido. Incluso he hecho grandes amistades. La faceta institucional te permite una apertura de miras que al cabo de los años te puede sorprender.

P.— Solo le queda ser decano…

R.— Nunca he querido ser decano. Por eso seguramente me he llevado bien con todos.

P.— ¿Por qué no ha querido? ¿Le gusta estar en segunda fila o es por no meterse en ese charco?

R.— Yo no he querido por razones estrictamente personales. Como me conozco y me implico, lo mismo hubiera dejado el despacho arruinado. Una vez que he visto a los decanos el esfuerzo que supone, no sé si sería capaz.

Si yo tuviera un millón de euros en el banco, podría ser decano, porque es fantástico. Entiendo el sacrificio y el esfuerzo. Esto la gente lo intuye, pero no lo sabe. El tiempo, la dedicación, el coste personal es mucho.

P.— ¿Le da pena marcharse?

R.— Claro, ¡cómo no me va a dar pena! Es verdad que ahora tengo una tranquilidad que me ha permitido recuperar mis aficiones, como la música clásica, la lectura, y tiempo para poder hacer otras cosas y estar en familia. Pero lo voy a echar de menos, porque he estado muy implicado y con personas estupendas.

Por eso quiero reivindicar la labor de las comisiones, los empleados, los miembros de la junta y los decanos, que son una figura muy sacrificada. De los cuatro decanos no tengo más que palabras positivas…

P.— Dígame alguna…

R.— Quique Lomana tiene una capacidad de trabajo y un carisma fantástico. Es una persona sorprendente.

Chuchi Verdugo es un hombre muy tranquilo y con una visión de la abogacía de futuro; avanzó todo el tema de Lexnet, la firma electrónica…

Garicano es un hombre de un temple, de una serenidad, de una visión de las cosas… Tiene tesón, dedicación y unas buenas maneras de hacer todo…

Martín es una bellísima persona, y muy buena gente. Es sorprendente porque está blindado, nunca se enfada. Conoce muy bien el funcionamiento del Colegio; es incansable y nada pretencioso.

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