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los partidarios del despacho tradicional se niegan aún a perder totalmente “su idiosincrasia” y “autonomía”.

En este aspecto, una compañera afirma: “Los abogados, en muchas ocasiones, actuamos como psicólogos de los clientes que, aparte de nuestros servicios jurídicos concretos, necesitan saber que al menos empatizamos con ellos”. Entiende que esta labor, “difícilmente cuantificable”, no se lleva a cabo por grandes despachos “organizados y formados como verdaderas empresas mercantiles”.

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puesto”. “El teletrabajo ha mermado mucho la calidad del servicio, al igual que la limitación de acceso al interior de las sedes judiciales con esas mesas-barricadas de hidrogel que impiden la entrada”, cuenta y añade: “El acceso debería ser expedito”.

3 ¿Qué consecuencias crees que está teniendo para los clientes el progresivo incremento de los despachos colectivos de abogados en detrimento de los tradicionales?

Las contestaciones recibidas a esta última cuestión vienen muy marcadas por la localidad de ejercicio de nuestra profesión, pues, aun siendo Valladolid una ciudad que ha crecido en los últimos diez años, todavía tiene un tamaño medio, no equiparable a otras grandes urbes de nuestro país. Ello, obviamente, condiciona muchos escenarios, como puede ser la manera de orientar un negocio como el nuestro.

En las respuestas recibidas se aprecia la dicotomía de opiniones entre el despacho individual y el colectivo, observándose una ligera preferencia por el despacho unipersonal.

Aunque es evidente que los tiempos obligan a cambiar y se denota en las respuestas recibidas que hay un planteamiento de renovación,

Otro colegiado, en el mismo sentido, manifiesta que el despacho tradicional supone una atención y estudio individualizado del caso concreto “con un trato directo con el cliente, basado en una relación de confianza”. Por ello, nos indica que “la implantación de despachos despersonalizados, podría llevar a una cierta desafección de los ciudadanos hacia la figura del abogado como profesional liberal”.

En esa transformación a la que hemos hecho mención en las líneas anteriores, un compañero ha observado que algunos despachos están “copiando el estilo americano”, convirtiéndose en “meros tramitadores administrativos”. En esta nueva forma de funcionar, ve pros a favor del ciudadano, al poder ajustar sus costes y contras en los despachos tradicionales “que no pueden competir en precios”.

En cambio, un colegiado nos manifiesta: “Estamos ante una deriva fundamental para la atención integral del cliente”. Lo basa en que las relaciones de los ciudadanos son “cada día más complejas”, porque afectan a distintas disciplinas, lo que sólo puede cubrirse con despachos colectivos.

Básicamente lo mismo nos transmite otro opinante al decir que “el principal objetivo de la profesión debe ser el servicio al cliente, un servicio de calidad y máxima atención”, y asegura que para conseguirlo está más preparado el despacho colectivo. “Además —continúa— el despacho colectivo fomenta la colaboración entre compañeros y compañeras y mejora el ambiente profesional”.

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