3 minute read

N asrin S otoudeh

Aún resuenan en los medios las protestas en Irán tras la muerte, el pasado mes de septiembre, de Mahsa Amini, una joven que, al parecer, falleció a consecuencia de la violencia ejercida sobre ella por la Policía Moral por llevar mal puesto el hiyab. Y es que, aunque el Corán no menciona el uso obligatorio del hiyab ni el uso de la fuerza para imponerlo, desde la Revolución Islámica de 1979 (tras la que las mujeres iraníes perdieron, entre otros, el derecho a divorciarse, a quedarse con la custodia de sus hijos y a viajar sin sus maridos), rige en Irán una ley que exige que todas las mujeres —incluidas las turistas— se cubran la cabeza en público. Esto ha derivado en numerosos incidentes en los últimos años, en algunos de los cuales ha intervenido la abogada iraní Nasrin Sotoudeh.

Ferviente defensora de los derechos humanos, Sotoudeh se ha rebelado contra la creencia de los líderes de su país de que estos son propios de Occidente e incompatibles con las tradiciones iraníes. Así, se ha encargado de defender a menores víctimas de violencia doméstica o de abusos sexuales, a adolescentes condenados a pena de muerte, a integrantes de minorías étnicas como personas kurdas o baha’is, a activistas opositores con motivo de las elecciones presidenciales del país celebradas en 2009 y a diversas mujeres acusadas de haber protestado contra leyes discriminatorias o de haber aparecido en público sin hiyab.

Advertisement

Sobre esta última cuestión, la postura de Sotoudeh siempre ha sido clara, tal y como manifestaba en el documental Nasrin : “si consiguen obligarnos a que llevemos este medio metro de tela, podrán obligarnos a lo que quieran”. A lo que añadía: “si a través de estos esfuerzos conseguimos ganar la libertad de decidir qué ponernos, esta será permanente”. Y no son solo palabras o declaraciones de intenciones: en el año 2009 Sotoudeh causó un gran revuelo al aparecer sin hiyab en una entrevista que le realizó la periodista estadounidense Ann Curry para la NBC y, un año más tarde, cuando fue encarcelada en la prisión de Evin por ejercer su labor como abogada, se negó a vestir el tradicional chador (que cubre a las mujeres de cabeza a pies) alegando que dicha imposición era ilegal; la institución penitenciaria terminó por aceptar que Sotoudeh no lo llevara y, con el tiempo, todas las reclusas del pabellón de presas políticas pudieron optar por no llevarlo.

Sotoudeh ha defendido, asimismo, a la también abogada iraní —y premio Nobel de la Paz— Shirin Ebadi. Se conocieron cuando Sotoudeh aún no era abogada, sino periodista y entrevistó a Ebadi, que entonces era la responsable de la Asociación de Apoyo a los Derechos del Niño. Y fue precisamente Ebadi quien sugirió a Sotoudeh que obtuviera el permiso para poder ejercer como abogada (lo que, efectivamente, esta hizo poco tiempo después).

La trayectoria profesional de Sotoudeh no ha sido fácil: ha sido detenida en múltiples ocasiones acusada de cargos como “incitación a la corrupción y la prostitución”, “difusión de propaganda contra el

Por Carmen Castro Manzanares, abogada

sistema” o “confabulación contra la seguridad nacional”.

En 2012 recibió el Premio Sájarov del Parlamento Europeo a la libertad de conciencia junto a su amigo y compatriota el director de cine Jafar Panahi (conocido por, entre otras películas, el premiado documental Taxi Teheran). Sin embargo, Sotoudeh no pudo recoger el premio por encontrarse en prisión.

Entre las condenas más recientes, encontramos la que le fue impuesta en 2018 (seis años de prisión), o la de marzo de 2019, en la que se le impusieron 38 años de cárcel y 148 latigazos. En este último procedimiento

Sotoudeh se negó a apelar la sentencia por considerar que el proceso no había sido justo y que apelar supondría legitimarlo. El panel de expertos de Naciones Unidas, encabezado por la relatora especial de las Naciones Unidas sobre la violencia contra la mujer, Dubravka Š imonovic, ha solicitado reiteradamente su liberación.

SOfÁ, PELI Y MANTA : EL DOCUMENTAL Nasri N

Conocí la figura de Nasrin Sotoudeh a raíz de una campaña de Amnistía Internacional a favor de su excarcelación inmediata y sin condiciones. Y quise saber más, pero no fue fácil: la información que encontraba en internet, tanto en castellano como en inglés, era escasa y repetitiva. Tiempo después, por casualidad, descubrí en una plataforma digital un documental sobre ella. ¿Noventa minutos sobre alguien de quien hasta entonces no había conseguido saber apenas nada? Pues sí: noventa minutos de grabación clandestina (el documental comienza con un agradecimiento a los cámaras del rodaje, que pusieron en riesgo su vida para poder realizar su labor y que, según se narra, solicitaron permanecer en el anonimato) para acercarnos a Sotoudeh. Noventa trepidantes minutos para escucharla, para conocer a su familia, para comprobar que el rostro serio de las fotografías que había visto por internet no permitía intuir que nos encontrábamos ante una mujer enormemente carismática, risueña, valiente, con unas férreas convicciones y un optimismo desbordante. Noventa minutos, en fin, para descubrir que Sotoudeh es una de las pasajeras que se sube al taxi que conduce el propio Panahi en ese maravilloso experimento cinematográfico que es Taxi Teheran

This article is from: