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confinamiento. Hablábamos de camas disponibles en los hospitales, del aumento de contagios, posibles vacunas, síntomas, efectos secundarios, secuelas de la enfermedad, etc. Estuvimos meses sin reunirnos con nuestros padres, abuelos, amigos. Una gran sorpresa para la humanidad que nos demostró nuevamente nuestra vulnerabilidad.
La versión más aceptada acerca del origen de la pandemia se centra en Wuhan, supuestamente en un mercado de comida en la que una persona ingirió un animal enfermo del virus. ¿Será murciélago? ¿Será pangolín? ¿O habrá sido un empleado de Instituto de Virología de Wuhan que accidentalmente resultó infectado por un virus que estaban estudiando ahí? Será el sereno, pero todo hubiera sido distinto si esa persona no se hubiera parado a comer en el mercado ese día. ¿O será que simplemente debemos asumir que cada cierto tiempo surgen pandemias así por que sí?
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A lo mejor esta imprevisibilidad está en todo. Algunas situaciones nos ocurrieron la semana pasada de manera repentina, y otros se llevan construyendo por meses, años, incluso décadas. Algunos momentos son sorpresivos, mientras que otros son provocados con una intencionalidad metódica y calculada. La invasión de Rusia a Ucrania, las maromas chinas para convertirse en los reyes del mundo, y por supuesto la pandemia del COVID-19 son eventos omnipresentes en la agenda internacional. Y cada uno de ellos es la consecuencia de un pasado que no logramos dejar atrás.
Llenamos nuestro vaso de experiencias colectivas: algunas buenas, como la cooperación; otras no tanto, como la guerra y la inflación provocada por la guerra. Algunos pasos para adelante, otros para atrás. Y otros pasos nuevos, como la reconfiguración de la cadena de suministros, o la destrucción de los recursos naturales y el cambio climático.
No podemos cambiar el pasado. No podemos recuperar esas llaves que cayeron en la coladera, ni podemos deshacer los efectos de decisiones equivocadas que hemos tomado. Ya sea por ignorancia, por impulsividad, por inmadurez, o por lo que sea, todos cometemos errores; y desafortunadamente, no podemos regresar en una máquina del tiempo para prevenirlos.
Pero conocer el pasado es importante para extraer aprendizajes, experiencia y humildad, herramientas que nos sirven para enfrentar los retos del presente.
Porque nada nos libra de lo que aun está por venir, ni como individuos, ni como país, ni como humanidad. Y siempre volvemos al mismo punto de partida, a ese instante en que todo puede salir bien o todo puede salir mal, ya sea por azar o por nuestras propias decisiones. Porque así somos (y así es el mundo), perfectamente imperfectos.