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etcétera

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apoyaba el plan de retirada). Esta última nos había repartido a algunos amigos listones azules para colocar en nuestras mochilas. Pero realmente, no pasó más allá de unas cuantas acaloradas discusiones, y hacia el final del viaje, tuvo un buen desenlace cuando, en algún lugar que ahora no recuerdo, vimos que había un grupo de jóvenes repartiendo listones color morado claro. Inmediatamente nos acercamos a preguntar qué significaban, y la respuesta nos impresionó: “Hay demasiada polarización en Israel, por lo que estos listones, que no son ni naranjas ni azules, son para recordarnos que todos somos parte del mismo pueblo, hermanos. No importa si estás a favor o en contra del plan de Sharon, lo verdaderamente relevante es que debemos escucharnos y entendernos los unos a otros”. Así, con listones morados (además del respectivo que la madrijá y nuestra compañera tenían desde antes), pasamos los últimos días del viaje con mucha más armonía y sin rispideces.

Tristemente, la realidad no tuvo el mismo final. Las fuertes imágenes captadas por los medios a tan solo un par de semanas de la retirada, dieron la vuelta al mundo. Vimos soldados israelíes desalojando de sus casas a los últimos colonos que se negaban a evacuar Gaza voluntariamente. Y vimos palabras, símbolos e insultos denigrantes bajo ese contexto, en lo que fue, sin duda, un episodio traumático para cierto sector de la población israelí.

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Claro está que la polarización política siempre ha existido en la sociedad israelí. Un ejemplo muy claro, y previo a los eventos comentados, es el asesinato de Yitzhak Rabín en 1995. Dicho magnicidio puso de manifiesto la disociación creciente entre los sectores demócratas y pro-paz, y las facciones más conservadoras e intransigentes de Israel.

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