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RAÚL PADILLA LÓPEZ
Presidente
Feria Internacional del Libro de Guadalajara
Enmedio de la extrañeza de estos tiempos, resalta la necesidad de mirar con ojo crítico el statu quo de la industria cultural y cuestionarnos sobre la vigencia de los factores que la definen, así como sobre el horizonte hacia el que se conduce, a la luz de los vertiginosos cambios que la han sacudido y que nos han develado importantes lecciones.
El súbito escenario de aislamiento que se impuso a nivel mundial trajo una gran incertidumbre que nos alertó sobre la significación y alcance de la cultura y el arte, no solo por su valor estético, sino especialmente por su capacidad de conectar los aspectos más humanos de las personas y comunidades, con independencia de sus diferencias, preferencias o ubicación geográfica.
Toda crisis es un catalizador de oportunidades y cambios: estamos en un momento para redefinir el rumbo y encontrar soluciones que nos ayuden a diseñar un futuro más favorable. Es en esta comprensión que debemos continuar nuestros esfuerzos y transformar las formas en que realizamos nuestra labor; especialmente ahora que reconocemos la importancia de la cultura en el fomento de una comunidad más abierta y dispuesta a cambiar la realidad en la que vivimos.
El espíritu identitario de Latinoamérica está cimentado en su cultura y la creatividad de sus pueblos; es ahí donde reside nuestra mayor riqueza y potencial de desarrollo. De cara a la sociedad del conocimiento que definirá el futuro del mundo, México requiere con urgencia valerse de su fértil e inmensa cultura como principal instrumento para disminuir la desigualdad económica y social que hoy le caracteriza. Si contamos con instituciones educativas y culturales que formen a ciudadanos autónomos y críticos, que apoyen las industrias culturales y creativas, con el convencimiento de su poder transformador, tanto en lo económico como en lo social, seremos capaces de encarar con éxito los retos que tenemos por delante, no solo en lo inmediato sino a largo plazo.
Solo teniendo clara la magnitud de lo anterior, con miras a edificar verdaderas sociedades integradoras basadas en la cultura y el conocimiento, podremos abolir los constructos paradigmáticos del tercer mundo, a sabiendas de que gozamos de lo necesario para sustentar un entorno con mayores oportunidades, productivo, innovador, colaborativo y, sobre todo, equitativo.
Toda crisis es un catalizador de oportunidades y cambios: estamos en un momento para redefinir el rumbo y encontrar soluciones que nos ayuden a diseñar un futuro más favorable.