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JORGE SALOMÓ FLORES
Gerente Corporación Cultural Viña del Mar
Dosaños de teatros, galerías de arte, centros culturales reducidos o cerrados; restricciones de aforos en conferencias, presentaciones de libros, encuentros de poesía, dramaturgia, danza; tiempo de reflexión, de preocupación. Han partido artistas y creadores, amigas y compañeros de ruta en una soledad patética, estremecedora.
Por otra parte, se han fortalecido las redes sociales, las reuniones virtuales, los conversatorios, las instancias fundadas en los recursos técnicos. La pantalla ha servido de punto de encuentro pluricultural, de ejercicio democrático de participación y colaboración.
Hemos sido testigos de la incertidumbre, un sentimiento inestable que nos sobrecoge y afecta, pero que también nos levanta para gritar que seguimos vivos, que estamos presentes, que nos necesitamos, que en algún momento podremos abrazarnos libremente, que volveremos a sentirnos parte de la sociabilidad postergada sin nuestra voluntad.
Aún afectados por la pandemia, miramos al mañana con la esperanza de cumplir con los sueños de cada persona, en un tiempo en que han proliferado ideas como en un jardín primaveral, para concebir los frutos del alma en medio de la vicisitud, el dolor, la postergación.
Cuánto necesitamos de conciertos vibrantes, de técnicos y productores ágiles, de la adrenalina acelerando nuestras venas y las del público, expectante que ha guardado sus aplausos, sus emociones, sus gritos, sus pensamientos con la voluntad íntima de compartirlo en el esperado reencuentro.
Que los libros vuelvan a circular y a contagiarnos de rebeldía, de pasión, de ganas de vivir, de fuerza; que la poesía invada nuestras calles y seamos sensibles al canto desesperado de la naturaleza, hija predilecta de la pausa que ha revivido en los manglares, las cumbres nevadas, los hielos milenarios, para mostrarnos el rostro de un mundo en pausa con más manadas de delfines, bandadas de aves y personas buscando una sonrisa que acompañe el andar cotidiano y lo haga un poco más amable y humano.
Hemos sido testigos de la incertidumbre, un sentimiento inestable que nos sobrecoge y afecta, pero que también nos levanta para gritar que seguimos vivos.
Jorge Salomó