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LUCÍA BEVIÁ

Directora IBERARTE

Sila familia es el abismo que todos llevamos dentro, cuando más te acercas a la familia más te asomas al abismo. Tomaz Pandur lo sabía.

La petición para participar en este libro se coló en mi correo durante el pico más alto de estupor por la pandemia. En Madrid la desolación era total.

La familia de teatreros, los mismos que en la foto me rodean y sostengo, vivimos esos meses desde el fondo de un oscuro abismo. A nuestra incertidumbre habitual se sumaba un virus contagioso. Acostumbrados a deleitarnos en conversaciones eternas en pasillos de camerinos o en el patio de butacas y, como quien recibe a Dios, a emocionarnos durante el silencio de un actor, pasamos del azul del ciclorama al azul de la pantalla.

Entramos, como ovejas al cadalso, a eso que se llama vivir conectados y que, intuíamos, de todo nos separaba. Atravesando ese mismo pasillo, tantas veces embelesante, escuchábamos el retumbar de la sentencia: “Ha venido para quedarse”.

Pero más pronto de lo imaginado, reapareció el individuo y su necesidad irrenunciable de vivir; conectado, sí, pero compartiendo el mismo espacio donde laten todos los corazones a la vez: los teatros. Y volvimos.

Es una vez más EL PÚBLICO —permítanme las mayúsculas— quien me repara y me consuela. Su deseo de volver a emocionarse dentro del teatro es lo que me empuja a seguir. El resto seguirá siendo tan incierto como siempre.

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