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MARÍA CATALINA RODRÍGUEZ

Consultora e Investigadora adscrita

Art Buró of Latin American Certifications

Elemprendimiento es una labor titánica, pero como un gran amigo dice, “el emprendedor creativo es el ultimate emprendedor”. Y es que montar algo como una farmacia en tiempos de pandemia es evidentemente rentable, pero consumir cultura, a pesar de ser medicina para el alma, sigue sin estar normalizado como un artículo de la canasta familiar que merezca un intercambio comercial. Las culpas: a veces del gestor que no se acostumbró a monetizar lo que hace, algunas del público habituado a la aparente gratuidad, otras simplemente de la inercia y la usanza; lo cierto es que tenemos el agua al cuello.

Mientras que para algunos el aislamiento fue frenar en seco y luchar contra la asfixia de un sector paralizado, desde mi orilla se vivió a diario en el rol de primeros auxilios.

Mis últimos 16 meses se han medido en la cantidad de proyectos creativos rescatados del fantasma de la quiebra. Se siguen midiendo en un listado de estrategias —que seguramente ya superó las letras del abecedario porque la buena intención no las hace a todas necesariamente exitosas— para darles aire, ganarles tiempo a esos visionarios que le apostaron al emprendimiento cultural.

Así es haber recibido esta invitación: una gran oportunidad para contar lo que se ve desde el lado de quienes cambiamos los cuadros al óleo por cuadros de Excel. Es un llamado a inventarnos flotadores que permitan mantener vivas esas iniciativas y no solo se queden en buenas ideas. Es un campanazo para transformarlas en proyectos sostenibles con método y estrategia. Al final de cuentas, el reto siempre será que la próxima tormenta nos encuentre mejor preparados, con flotador y motor a mano.

Mis últimos 16 meses se han medido en la cantidad de proyectos creativos rescatados del fantasma de la quiebra… para darles aire, ganarles tiempo a esos visionarios que le apostaron al emprendimiento cultural.

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