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FRANCISCO SERRANO

COO Auditorio Nacional Director Lunario

Unpar de meses después del alto total en 2020, tuvo lugar un peculiar concierto en el Teatre Liceu de Barcelona. Un cuarteto de cuerdas interpretaba obras de Puccini en un recinto abarrotado por mudos espectadores: más de dos mil plantas ocupaban cómodamente las elegantes butacas del mítico recinto, mientras escuchaban atentas a la música, al tiempo que las imágenes del suceso se convertían en el símbolo universal de la resiliencia, reafirmando que la cultura es esencial.

Después de ser condenadas a la no expresión viva, estigmatizadas como uno de los principales factores de propagación y forzadas a la reflexión, las artes escénicas se lamían las heridas que dejaba la imposibilidad de ser, en el más estricto y tradicional de los sentidos. Se convirtieron así en la industria más golpeada, pero también la que más rápido supo reinventarse para sobrevivir.

Como el agua que busca siempre el camino hacia más agua, el proceso creativo desafió preconcepciones monolíticas que le encorsetaban y logró

México permear el contenido artístico a quienes estaban dispuestos a consumirlo en nuevas formas de representación —algunas puramente tecnológicas— que juntos, público y arte, fueron descubriendo de la mano.

De pronto, el escenario es pantalla y la silla del comedor es la nueva butaca; la narrativa se adaptó al nuevo estilo y el discurso adoptó lo que había al alcance de una creatividad azuzada por la también inmensa necesidad, algo que ya no cambiará.

En perspectiva, aprendimos que no hay una nueva realidad; hay múltiples realidades que inciden en cada uno de los proyectos, en un mundo donde deseamos ser los mismos y hacer las cosas de forma diferente, cuando en realidad somos diferentes haciendo las mismas cosas.

Aprendimos lo que ya sabíamos, que la cultura es una actividad esencial.

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