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Ist’apxasiñani. La música como herramienta de inclusión del mundo andino

Nombre de actividad | Ist’apxasiñani. La música como herramienta de inclusión del mundo andino Nombre del expositor/a | Mauricio Novoa Institución que representa | Colegio Salesiano de Alto Hospicio Congreso | II versión – 2019

Descripción

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El expositor explicita el encabezamiento del título de su charla “Ist’apxasiñani”, que quiere decir “nos escucharemos”. Explica que es justamente aquello lo que hace falta: dialogar para entendernos y atendernos. Para escuchar lo que la gente quiere, piensa y sueña.

Plantea, a modo de interpretación de una idea de Jacques Le Goff sobre historia y descolonización, la negativa a reconocer la existencia de una perspectiva o un correlato diferente a la historia oficial en gran parte de la región latinoamericana, como el rechazo a lo propio o a la visión de lo originario. Para él existe un choque con la historia oficial y establecida en textos, y, por otro lado, existe la historia contada, la historia oral.

Argumenta que estamos siendo testigos del colonialismo más complejo, amplio y salvaje de la historia de la humanidad, por lo que la educación tiene que ser responsable con esto. En lo cultural vivimos de copiar lo de afuera; en lo económico nos basamos en un sistema económico que nosotros no hemos creado; en educación se replica el modelo y la reflexión de experiencias ajenas, las modas, hábitos, lenguaje, se imitan. Postula que no hemos sido capaces de crear “una experiencia efectiva de ciudadanía cultural, teniendo como base la cultura propia”, debido a que existe un desconocimiento y poca valoración de las raíces. También habla de los neologismos como formas de colonización cultural, y las propiedades del lenguaje como forma de crear realidades.

Respecto al arte, menciona que se separa la experiencia artística de la vida, pero no hay vida verdadera sin el cultivo del arte ni viceversa. Asimismo, cuestiona y reflexiona sobre el juego como un espacio y herramienta para el desarrollo del aprendizaje y el diálogo de saberes.

Según su perspectiva, en diversos establecimientos se imita lo que se hace en París, porque se cree que ellos sí conocen de arte, como si nuestras experiencias fueran de seres clonados, como si imitando lo de afuera encontrásemos lo de adentro. Apela al sentido de cultura, que es cultivo, y se pregunta: ¿es verdad que se está cultivando desde el punto de vista de la educación?, ¿es verdad que enseñamos desde la cultura?

El expositor apunta a que estamos viviendo en una cultura del miedo y la desconfianza, en donde se desconfía de un otro y de nosotros mismos, de las propias capacidades de sentir, de los sueños, entonces, “me quedo sin mí”. Es por ello que considera preciso desentramar la cultura en su sentido más amplio: pensar

la educación desde la cultura, la identidad desde la participación, la pertenencia. Considera la identidad-cultura-educación-participación-pertenencia-creatividad como una secuencia fundamental. De ahí que si los educadores no enraízan la práctica educativa en la experiencia de la cultura, se está enajenando a niños y niñas. Por ello enfatiza en el problema de pensar la educación de manera diferente de la cultura, y la cultura como distinta de la identidad.

Repara en la separación, desde la occidentalidad, de los opuestos no complementarios. Esto se ve en las decisiones sobre educación, que se realizan de forma paternalista y centralista, en total desconocimiento de la realidad de las comunidades. Ofrece el ejemplo de una importante migración de chipayas (habitantes de las islas flotantes del lago Titicaca que hablan en puquina, una de las lenguas más antiguas del planeta). Actualmente, el sector entre Chintaguay y La Huayca tiene una importante población de familias chipayas.

En su visión, la cultura se hace día a día. Su cultura material y sus imaginarios sobre una imagen del universo, llamada cosmovisión, es una construcción cotidiana. Entonces, alude también a que la visión crítica debe ser parte de los proyectos, ya que “sin crítica no hay posibilidad de mejoría”.

Expone que el tiempo de los aymaras no es lineal (como los tiempos occidentales), sino que es cíclico, por lo tanto, frente a ellos está el pasado y hacia atrás, el futuro, porque no ha pasado. Entonces, se tiene de frente la imagen de nuestros ancestros; y sin memoria no hay proyecto coherente y una sociedad debe tenerlo.

El expositor se refiere a los atropellos culturales que se hacen a la cultura, la invisibilización que se realiza de esta y que tampoco se considera aquello al hablar en educación. Afirma que los proyectos de desarrollo educativo tampoco pueden ignorar las aspiraciones, necesidades y el valor movilizador de las comunidades de un territorio. ¿Cuántas veces se les consulta a las comunidades lo que se está haciendo? La cultura debe ir en el centro de la experiencia educativa, y agrega: “No hay desarrollo auténtico sin cultura”.

Un rol fundamental de la educación y enseñanza se basa en el reconocimiento; consolidar esa confianza es la primera forma para educar desde la cultura. Sugiere que las tareas de una escuela o establecimiento pedagógico son el ser un centro de recopilación e información del patrimonio cultural y artístico propio del territorio, pero contrasta que las melodías, sonidos, canciones con las que aprenden niños y niñas solo provienen desde afuera, desconociendo las melodías que puedan ser más cercanas, que hablen de lo nuestro. Recalca que el principal sentido de la enseñanza es la comunicación humana, y existe la comunicación al cantar, danzar, tejer símbolos, tocar, vestir. Plantea, entonces, que es tarea de los músicos despertar la memoria desde la sonoridad y los sonidos interiores.

El expositor comenta acerca de lo paradigmático de su identidad aymara, que radica en la forma en cómo adquiere la calidad de indígena. Cinco comunidades lo adoptaron como otro aymara más. Cuenta esto para graficar que es factible realizar este puente con las comunidades. Su canal de integración fue la música y la construcción de instrumentos.

Respecto a la colonización y la relación con la lengua y la cultura, menciona que hay que cambiar esa historia, esas desconfianzas, y hacer algo por la reparación. Al cortar la lengua materna se corta la lengua de la emoción y la capacidad de comunicación del plano emotivo. Los imaginarios de los saberes que tienen los pueblos originarios son holísticos, por ende, no hay división en saberes. Sostiene: “La música tiene tanto de filosofía, matemáticas y ciencias como de religión”.

Plantea como conclusión entender la otredad. El principio fundamental es reconocer que hay más de una forma de ver la vida. Solo así se dará un gran paso a nuestra humanidad; ni mejor ni peor cultura, sino una legítima. También, menciona que se necesita un perfil de profesor de música para la región, debido a que no es igual enseñar música en Iquique y el Tamarugal que en el sur del país. Es por ello que los profesores deben tener dichas competencias, y de no tenerlas, capacitarse en ello y compartir experiencias y saberes, y estar atentos a escucharse mutuamente, a conocer y reconocerse y dejar atrás la ignorancia y prejuicios. Cierra su ponencia con la siguiente frase: “Somos diversidad y diferente es tener un sello único e irrepetible. Ante esto, no podemos escapar, es nuestro documento de identidad y esto no puede ser transferido ni delegado, es nuestra responsabilidad”.

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