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La narrativa de las patrias inmateriales, Laila Hotait
Laila Hotait
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La narrativa de las patrias inmateriales
Estas jornadas sin fronteras
Nunca había estado en un lugar en el que no tuviera que esconder una de mis habilidades. Normalmente, cuando estoy en un festival de cine no digo que me dedico a lo académico y cuando participo en un evento académico parece no tener cabida mi trabajo como artista. Pero en este volumen, en el cual se revaloriza y observa la identidad situada en las fronteras como algo poliédrico y enriquecedor, todo merece la pena ser tenido en cuenta.
Describiré brevemente algunos conceptos con los que he trabajado para reflexionar acerca de la identidad y cerraré pensando cómo estas ideas se reflejan en mi trabajo. Asimismo, señalo que haré referencia al Líbano, de donde es la mitad de mi familia —un país del que fueron muchos los que tuvieron que partir por las circunstancias—, y no a España, de donde es el resto de mi familia, a pesar de que en este segundo país es quizás aún más necesario proponer una reflexión en torno a los exiliados de la Guerra Civil y su posterior dictadura.
El lenguaje y el ser exiliado
Primero, propongo el lenguaje, sus estructuras gramaticales y la palabra como el espacio ideal de juego para pensar las identidades construidas en las fronteras aquí tan debatidas.
Martin Heidegger nos sugiere un concepto rico y ampliamente conocido, Da-sein, been there, el estar ahí, en su obra incompleta más famosa, Ser y tiempo, e indaga acerca de la identi-
dad, quiénes somos y qué es lo que nos define justo a partir de preguntar y profundizar en cómo el estar abierto al devenir del tiempo y el espacio, de la vida en general, afecta al ser humano y lo conforma, es decir, ahonda en una concepción dinámica del ser persona. La Real Academia Española, por su parte, explica la identidad de una manera fértil, haciendo uso de varias acepciones. Rescato aquí el significado que nos es más útil como herramienta, pues propone la identidad, también, como algo activo: “Hecho de ser alguien o algo el mismo que se supone o se busca”. Partiendo entonces de entender la identidad como un concepto ágil y cambiante, podemos entender que ser y estar en uno y varios sitios al mismo tiempo, característica que define a los denominados migrantes o exiliados, es parte esencial y no contradictoria del ser uno.
Ahora, vamos a apuntalar el tema del lenguaje. Hemos de cambiar la nomenclatura y considerar de frente y de forma clara las circunstancias que nos convierten en un desplazado para abordar realmente el impacto de esta condición en cada ser humano, con todo el peso que supone el desplazamiento para ser y estar en su forma más digna.
Entonces, hemos de diferenciar a quienes salen de sus países por motivos ajenos a ellos de aquellos quienes no dejan su espacio familiar más que de vacaciones o circunstancias de trabajo y ocio muy temporales, propongo llamar a la mayoría de los primeros “exiliados”, no migrantes ni refugiados, pues estos dos últimos términos no reflejan el dramatismo radical que impacta en la construcción del ser de cada una de estas personas, sólo por esta condición.
Sugiero entonces considerar, de esos mismos exiliados, dos tipos, también desde una concepción dinámica y cambiante: los “exiliados fuera”, desplazados físicamente del país, por ejemplo, los libaneses, sirios o mexicanos que por una guerra o una situación política violenta son forzados a vivir en una nueva geografía y tiempo. Y un segundo tipo, los “exiliados dentro”, aquellos expoliados o ajenos al desarrollo socioeconómico y la prosperidad de su país y que, debido a esas circunstancias violentas estructuralmente, han de salir y son exiliados pues viven una guerra encubierta económica que les impide ser parte activa y beneficiada de la construcción nacional.
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172 Estos “exiliados dentro” se convertirán, eventualmente, si lo logran, en exiliados, no migrantes, obligados a transitar por trenes, lanchas y aviones hacia nuevas geografías y lenguas.
El arte y las patrias inmateriales
En cualquier caso, una vez que parte el exiliado, su territorio íntimo, y no sólo el exterior, transmuta en otro y ya no vuelve nunca a habitar realmente ese espacio que era para él o ella: el México, la España o el Líbano que conocía antes de la partida.
Entonces, a partir de que uno se va, se genera dentro de sí una nueva forma de ver el mundo, una nueva estructura mental y, por tanto, una estructura narrativa original y distinta a la visión monolítica del ser y el estar que pretenden imponer las banderas y las nociones de país o nación.
Entonces, la expresión artística permite exponer esa nueva patria inmaterial en una obra, bien sea una película, una foto o un cuadro, para enfrentarla a la realidad y generar un diálogo apoyado, ahora sí, en ese nuevo espacio tiempo singular, construido y reconstruido.
El arte es un espacio/tiempo y medio ideal para presentar esos nuevos espacios, nuevas patrias, y plantearse uno mismo en el ahora y hacia el futuro. El cine, la fotografía, los objetos intervenidos, así como lo relativo a lo oral, lo imaginario, lo soñado o lo que evoca, es tan importante como lo tangible y, a veces, mucho más útil, pues es la herramienta que sirve para construir esas nuevas patrias inmateriales. Estas patrias nos habitan a la vez que se convierten en el espacio propicio para habitar, pues existen en una de las extensiones más allá del plano físico.
Una de estas patrias inmateriales sería la de los exiliados, “la patria de la nostalgia”. Un tercer espacio generado en la mente del exiliado, quien durante el tiempo que reside fuera genera un lugar conformado por sus recuerdos de infancia, lo que le cuentan por teléfono desde el lugar de origen, lo visto en las noticias, lo imaginado y aquello que a él o ella, en particular, les interesa.
Y ese tercer espacio es el túnel a través del cual retorna el exiliado, si es que tiene la oportunidad de hacerlo, al país de origen.
El caso del Líbano
En el caso del Líbano, hubo una Guerra Civil que duró 15 años y una ocupación violenta israelí que acabó oficialmente sólo hasta el año 2000. Muchos ciudadanos y ciudadanas, entre ellas muchos artistas, se fueron, y cuando regresaron, a veces tras más de 10 años en el exilio, encontraron un país que no era el que vivía en sus pensamientos.
Así, por ejemplo en el caso del cine, que en lo particular es el territorio que más me conmueve, la mayoría de las películas de los cineastas libaneses, y de muchos otros para quienes el exilio se ha convertido en parte de su ser, está estructurado en torno a narrativas de confrontación de esa patria de la nostalgia con la realidad.
Muchos de estos cineastas exiliados, una vez realizan esa película fundamental que traslada de lo mental a lo tangible su patria de la nostalgia, es decir, una vez producen una película/ patria que pueden transitar, les es posible realizar una siguiente historia que trate de cualquier otra cosa. De su primer amor, de los poderes de las drogas, de una noche de fiesta, en fin, de cualquier cosa, pero tras haber pasado por ese proceso de reconstrucción que, a veces, no terminará nunca.
Por lo tanto, el arte, la producción artística, brinda la posibilidad de sobrepasar el trauma derivado de la confrontación de la realidad con una identidad íntima, que es y conforma al exiliado, en esencia multifacética y construida por las circunstancias.
Siendo entonces el arte un privilegio que debería estar al alcance de todos, sería interesante indagar si alguien no produce arte materializando ese lugar imaginario, si acaso, ¿vivirá con el dolor de ese choque constante?, ¿esto le impedirá encajar nunca en ningún sitio, quedándose
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La necesidad de una nueva estructura narrativa
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Así, quizás habría que plantearse que hay otras formas de vivir el ser y el estar y para ello se necesitan nuevas estructuras narrativas válidas y respetadas. Pero en el arte, el cine e incluso en la narrativa de los medios en general, estos nuevos otros tienen que luchar con “la maldita narrativa de la felicidad del pene del hombre blanco”. Es decir, la forma del relato enseñada en las escuelas de cine y cimentada en las películas de Hollywood, en las que un héroe busca cumplir un objetivo, hace todo lo posible por conseguirlo y, cuando lo logra, es feliz.
Pero esta estructura excluye precisamente a los que no tienen ni son conscientes de una sola línea narrativa que los construya y los defina, pues parten de una realidad más compleja, horizontal y plural de la que sí son conscientes.
Y son, somos, cada vez más visibles aquellos a los que la estructura lineal del gran pene ni nos define ni nos explica ni nos sostiene y, sin embargo, somos felices.
El exilio, la patria inmaterial, el Líbano y otras narrativas
Comparto en las siguientes páginas algunos fotogramas de una videoinstalación en tres pantallas realizada con mi hermana, Nadia Hotait, titulada La noche entre Ali y yo, 1 exhibida, entre otros lugares, en la Casa Encendida de Madrid al ser parte del Premio Generaciones.
Ésta es una instalación que recrea el asalto al Banco de América de Beirut en 1973 por parte de cuatro jóvenes del Movimiento Comunista libanés, cuya esperanza era obtener diez millones de dólares para la lucha árabe contra Israel. El grupo no consiguió su objetivo, la policía mató a dos de los asaltantes y dos sobrevivieron.
1. El video puede verse en el siguien-
te enlace: <vimeo. com/150169389>.
174 siempre ahí en esa especie de patria de la nostalgia y, por ende, dejando de ser y estar en el ahí de ninguna parte?
Esta obra en video, narrativa sin duda, utiliza un espacio particular, tres pantallas, y un tiempo también alejado de la línea recta y una dirección determinada, pues es un loop infinito a tres voces: la de uno de los asaltantes narrando cómo ocurrió el evento; la de la hermana del líder asesinado, quien nos relata cómo vivieron ella y su familia el momento en que se enteraron de la muerte de su familiar y la voz de mi hermana Nadia, narrando lo que recordamos que describió nuestro padre de aquel evento. Relato que llegó a través de retazos de memoria mitad narrativos y mitad poéticos.
Consideramos que esta forma de narrar, aparentemente fragmentada y definitivamente no lineal, reflejaba mejor el impacto y los ecos que este hecho tuvo a lo largo del tiempo en distintas personas. Y quizás así son los eventos: fragmentos con eco construidos por distintos puntos de vista.
Parte de mi familia es originaria del sur de Líbano, de donde era el líder asesinado, y la línea narrativa en ese punto de la geografía mundial no es lineal. Nadie tiene un objetivo, lucha por él, lo consigue y es feliz. Si eso no existe en los lugares donde no hay guerra, imaginemos cuán difícil es esta narrativa en aquellos espacios donde la violencia y los aviones de combate sobrevolando las casas son parte de la realidad cotidiana. Personalmente me identifico con algunas maneras de este lugar del mundo, pero no me reconozco en todo. No me identifico con la historia oficial narrada en las escuelas, sino con lo que me contaba mi padre, quien durante años no pudo siquiera volver a su país o había de hacerlo en secreto.
Así, revisando mis propios conceptos, me doy cuenta de que nosotras, mi hermana y yo, también intentamos crear en esta obra esa patria de la nostalgia. Y para construirla, necesitamos una estructura no lineal. Esta pieza fue, entonces, una suerte de terapia que ahora nos permite tener una patria con un pasado que ya podemos mostrar y contrastar.
Conclusiones
Ahora me doy cuenta que sí somos yo y nuestras circunstancias, más que yo y nuestras banderas. El exiliado encontrará muchas veces sentimientos, miedos y deseos en común con aquellos
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Fotogramas de la videoinstalación en tres canales La noche entre Ali y yo. © Nadia Hotait y Laila Hotait
con quienes comparte su situación, sea cual sea su origen; siendo las circunstancias lo que les une y no su lugar de nacimiento. Pues el emigrante-exiliado habita un territorio que no necesariamente tiene una proyección directa en el plano físico.
Es evidente que todos, y no sólo unos pocos, debemos reconocer esas patrias inmateriales que nos habitan y habitamos, caminarlas juntos y generar un futuro común que reconozca nuestras singularidades y no nos encasille.
Entonces, tal vez, si el arte es un lenguaje que nos permite construirnos, ¿el arte y la expresión artística no son sino la patria de las patrias inmateriales universales y únicas?
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