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Migración contemporánea: desarrollo social y cultural, Felipe Zúñiga

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Donatien Garnier

Donatien Garnier

Felipe Zúñiga

Migración contemporánea: desarrollo social y cultural

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1. Transductores es un proyecto cultural desarrollado por Antonio Collados, Javier Rodrigo (Aulabierta) y Yolanda Romero en 2010, que incluye la puesta en marcha de seminarios y talleres de formación, la construc-

ción y exposición de un archivo relacional, el trabajo con agentes locales y la edición de diversas publicaciones. El proyecto fue desarrollado para el Centro “José Guerrero” de Granada, ideado desde Aulabierta y coprodu-

cido por la Universidad Internacional de An-

dalucía (UNIA), Arte y Pensamiento y el Ministerio de Cultura. Desarrollo y cultura: lo primero que puedo observar es que el uso repetido de estos términos en múltiples conferencias y proyectos de arte comunitario los ha vaciado de contenido. En mi opinión, no nos dicen nada en concreto. Entonces, para intentar recuperar un sentido específico de esta ecuación, propongo un recorrido por autores y artistas. Voy a centrarme en tres autores que se han referido a esta relación entre cultura y desarrollo; asimismo, revisaré obras y proyectos de artistas y productores culturales en las ciudades de Tijuana y Ciudad Juárez que exploran esta relación en el contexto de la frontera norte de México.

Comenzaré por el término desarrollo. Grant Kester (2010), historiador del arte de la Universidad de California en San Diego, colaboró con un texto muy interesante en la publicación de Transductores. Pedagogías colectivas y políticas espaciales. 1 Para elaborar una genealogía del término desarrollo, nos dice el autor “resulta útil revisar en primer lugar la historia más amplia del neoliberalismo y del desarrollo internacional” (Kester, 2010. p. 30).

Según Kester, el desarrollismo surge en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial y se articula a partir de una reorganización de la geopolítica mundial. Por medio de la creación de diversas instituciones internacionales, como USAID, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, tanto Estados Unidos como las naciones industriales más poderosas de Europa intervinieron en países de Latinoamérica, África y Medio Oriente, imponiendo políticas exteriores y programas de ayuda en distintos ámbitos: educativo, tecnológico, políticas públicas, entre otros.

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Pensar en términos críticos esta noción de desarrollo es plantearnos cómo estos programas desarrollistas generaron dependencia económica, tecnológica y cultural del mundo no occidental. Desde esta perspectiva neocolonial, las culturas no occidentales fueron ubicadas en una etapa “infantil” de la racionalidad y bajo estándares capitalistas. Estos modos de vida fueron pensados como deficientes para la producción de bienes capitales y, por lo tanto, no se consideraron “desarrollados”.

Para ilustrar esta idea del subdesarrollo, recordé unas fotografías de Juan Guzmán (Hans Gutmann Guster) fechadas el 18 de febrero de 1953 y tituladas “Pobre gente paracaidista de la colonia General de Anaya, cerca de calzada de Tlalpan, durmiendo en la banqueta”. En ellas observamos a los habitantes de una colonia cercana al Museo Anahuacalli, en General Anaya, en unos territorios ocupados por los que yo nombraría “migrantes urbanos”.2 Estos famosos paracaidistas fueron los protagonistas de las migraciones internas de este país, encabezadas, en un primer momento, por los desplazados por la Revolución Mexicana y, posteriormente, por los marginados del desarrollo urbano mexicano. La arquitectura informal que cobija a las personas, hecha de materiales de desecho, será una constante “formal” en muchas de las producciones artísticas en la frontera norte del país.

Teniendo en mente la articulación entre desarrollo y modernidad vs. arquitectura informal, se dio la famosa intervención Century 21 de Marcos Ramírez ERRE, con el Centro Cultural Tijuana (CECUT) de fondo, que formó parte de InSite 94. Recordemos que, 1994 había una nueva narrativa desarrollista, o más bien neoliberalista: el Tratado de Libre Comercio. Y lo que encontramos en esta actualización del “desarrollismo” en su versión neoliberal es una serie de desplazamientos masivos de población, migrantes en “búsqueda del sueño norteamericano”, pero también grandes migraciones de trabajadores rurales dentro del territorio nacional. En el caso de Tijuana y también de Ciudad Juárez, estos grupos se ubicaron en las periferias de la ciudad que no contaban con servicios básicos.

El emplazamiento que hizo ERRE en la explanada del CECUT tenía las cualidades materiales de estas arquitecturas informales de la ciudad, como una crítica a este sueño modernizador

2. Las imágenes pueden verse en el número 32 de Luna Córnea (2009), dedicado a Gabriel Fi-

gueroa.

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200 neoliberal, pero, además, exhibió los mecanismos legaloides corruptos que permitieron que dicha construcción irregular fuese construida “con los permisos correspondientes” en un predio federal. Con esta obra, Marcos Ramírez ganó notoriedad entre los artista nacionales y locales de aquella emisión de InSite, pero, sobre todo, creó una atinada representación de la “antimodernidad” mexicana, articulando con precisión el binomio que se esconde detrás del “desarrollismo a la mexicana”: la corrupción y la precariedad.

En cuanto a la noción de “lo cultural”, dos autores que en los años ochenta realizaron una puntiaguda crítica a este concepto fueron Suely Rolnik y Félix Guattari, en el libro Micropolítica. Cartografías del deseo (2006).3 Los autores establecieron tres esferas de abordaje en la significación de cultura: valor, alma y mercancía. La primera queda ejemplificada con las campañas de alfabetización en zonas populares en Inglaterra, organizadas por la beneficencia pública victoriana en el siglo XIX. Aprender a leer la Biblia se encuentra íntimamente ligado a cultivar el espíritu. Pensemos cuántas instituciones culturales todavía se alimentan de esta noción de valor, de la superación personal y la beneficencia pública que esconde contradicciones y desigualdades sociales, raciales y políticas. La noción de cultura-alma estaría ligada a valoraciones como las que hizo la antropología en sus inicios y vinculada al colonialismo. Por otro lado, la valoración del “alma” también alimenta posiciones como los nacionalismos. Finalmente, estaría la cultura como mercancía, entendida como la producción masiva de bienes, no solamente materiales, sino también simbólicos. Esta perspectiva nos ayuda a entender cómo se da el fenómeno de la construcción de identidad por medio del consumo cultural.

Las imágenes de la artista tijuanense Ingrid Hernández pueden problematizar estas nociones de cultura. Al igual que Century 21 de Marcos Ramírez ERRE, Ingrid indaga sobre arquitectura informal en Tijuana, pero desde su formación como socióloga. El proyecto Tijuana Comprimida (2004) se produjo casi 10 años después de la instalación de ERRE. En una entrevista que le hice a Ingrid hace algunos años, me comentó que parte del proyecto buscaba visibilizar el uso de los materiales constructivos vinculados con la identidad de las comunidades de migrantes “paracaidistas”. Las imágenes no solamente nos muestran la utilización de materiales de desecho que dan

Del proyecto Tijuana Comprimida, Ingrid Hernández, 2004. © Ingrid Hernández

Del proyecto Tijuana Comprimida, Ingrid Hernández, 2004. © Ingrid Hernández

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202 cuenta de la precariedad de las viviendas en el arroyo Alamar, sino que orientan nuestra atención sobre las diversas técnicas constructivas.

Ingrid buscó establecer una relación “identitaria” entre los lugares de origen de los constructores y la utilización de materiales, así como el emplazamiento de las viviendas. Me pareció muy pertinente que ella hubiera decidido hacer una exposición fotográfica en el arroyo Alamar con los resultados de su investigación. Por un lado, estos proyectos parten de un reconocimiento —incluso de una dignificación— de prácticas culturales marginales al visibilizarlas, y crean nuevos circuitos de consumo cultural o de apropiación cultural. Por el otro lado, nos muestran procesos que muy fácilmente pueden articular un “micro colonialismo”. Es decir, cuando ciertos aspectos de un fenómeno cultural se convierten en una “representación” dentro de una obra de arte, dejando fuera su contexto para mostrarse en otro, puede suceder que los espectadores identifiquemos al artista como sujeto protagónico y que confundamos la circulación y consumo de las obras en el circuito del arte como una forma de justicia social.

A su vez, Mónica Arreola, con su proyecto Desinterés Social, presenta imágenes que dialogan con las de Ingrid. Por un lado, tenemos el fenómeno de autoconstrucción, documentado en Tijuana Comprimida; por el otro, está la crisis del mercado inmobiliario. Mónica documenta miles de viviendas de interés social abandonadas o que simplemente nunca fueron habitadas, dado que las familias que las adquirieron no pudieron pagarlas o que el emplazamiento de la unidad habitacional estaba fuera de la traza urbana. Eso ha hecho a estos espacios inaccesibles para el transporte público y con una pobre o nula infraestructura y equipamiento público: pavimento, parques, escuelas y hospitales.

El tema del “desarrollo” en términos urbanos nos lleva a la escala macro de las políticas públicas. Algo que comparten Tijuana y Ciudad Juárez es que pertenecen al plan que se implementó en todas las poblaciones fronterizas de México a través de una institución descentralizada que se llamó el Programa Nacional Fronterizo (PRONAF), creada en 1961. El eje estratégico era la construcción de los corredores industriales con equipamientos culturales entre los que se encuentran

Desinterés Social, Mónica Arreola. © Mónica Arreola

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204 obras del arquitecto Ramírez Vázquez (el Museo de Arte de Ciudad Juárez y el Centro Cultural Tijuana). También incluyeron los puentes de cruce en ambas ciudades.

A largo plazo, fue revelándose la vinculación entre la especulación de tierra en terrenos (muchas veces federales) donde se construyeron estos complejos industriales, así como viviendas para trabajadores. Este fenómeno involucró a pequeños grupos, entre los que se encontraban grandes empresas de construcción, pero también miembros de distintas administraciones gubernamentales que contaban con información privilegiada, sobre todo de planes de desarrollo urbano. Como lo documenta Mónica Arreola, la especulación mobiliaria tenemos que pensarla en términos de política pública y sus vínculos con los modelos neoliberales de “desarrollo”.

El libro Juárez: The Laboratory of our Future, de Charles Bowden (1998), fue muy importante para mostrar diversas aristas de este modelo de desarrollo neoliberal impuesto en Ciudad Juárez, y también en Tijuana. Con imágenes captadas por fotorreporteros locales, entre los que destaca Julián Cardona, tiene un texto preliminar de Noam Chomsky y un epílogo de Eduardo Galeano. Las imágenes del libro van tejiendo los componentes de este experimento desarrollista neoliberal: maquiladoras, precariedad, violencia y feminicidio.

El trabajo de Teresa Margolles, La promesa (2012), nos habla de estas ruinas urbanas en Juárez. Pone el dedo en la llaga en estas promesas de movilidad social y bienestar que les han sido negadas a miles de trabajadoras y trabajadores en las regiones fronterizas de nuestro país. En este proceso de “deconstrucción”, Margolles recupera, en cierto modo, las prácticas de Gordon Matta-Clark, pero cargadas del contexto específico de Juárez: la migración forzada por violencia. Desde el 2007, alrededor de 160 mil mexicanos han tenido que abandonar su vivienda para huir de la violencia, esto representa unas 115 mil casas deshabitadas, la mayor parte, en las colonias y fraccionamientos periféricos.

Algo que me parece relevante de La promesa es que pone en contraste un monumento que se erigió durante esa administración en Ciudad Juárez, la famosa X del escultor Sebastián, dentro

de un equipamiento llamado la Plaza de la Mexicanidad. La obra monumental de Sebastián tuvo un costo al erario público de 120 millones de pesos; aunque, inicialmente, la obra fue presupuestada en 32 millones. Esta obra se sumó a una zona de parques interconectados entre sí que fueron construidos con recursos de la iniciativa “Todos somos Juárez”, respuesta de Felipe Calderón a la desigualdad y para promover el desarrollo social en Juárez. Como pueden prever, mi crítica a esta obra queda claramente enunciada por las tres esferas de la noción cultura de Rolnik y Guattari, ya que conjunta de forma sintomática al menos dos niveles de la ecuación problemática de “lo cultural”, en tanto identidad (mexicanidad) y en tanto cultivo o superación (una obra de arte que tendrá un “impacto social”). Para cerrar con broche de oro este apunte, la inauguración de la plaza se dio con un concierto del Divo de Juárez, Juan Gabriel.

Referencias

Bowden, Ch. 1998. Juárez: The Laboratory of our Future. Aperture, Nueva York.

Guattari, F., y Rolnik, S. 2005. Micropolítica: cartografías del deseo. Tinta Limón.

Kester, G. 2010. Re-pensando la autonomía: la práctica artística colaborativa y la política de desarrollo. En: Centro José Guerrero, Transductores. Pedagogías colectivas y políticas espaciales, Granada, Centro José Guerrero, pp. 30-42.

Luna Córnea. 2008. Gabriel Figueroa: Travesías de una mirada. No. 32.

Margolles, T. 2012. La promesa. Ciudad de México, Universidad Nacional Autónoma de México.

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