ana sofía willemoës
© de los textos y de las imágenes Ana Sofía Willemoës edición taller contar la propia historia La Plata / Buenos Aires 2022
años ana sofía willemoës
Time present and time past Are both perhaps present in time future, And time future contained in time past. If all time is eternally present All time is unredeemable. What might have been is an abstraction Remaining a perpetual possibility Only in a world of speculation. What might have been and what has been Point to one end, which is always present. T. S. Eliot
Mi mamá dice que me puso Sofía porque desde el momento en que me vio pensó que tenía cara de reina. Mi abuelo se encargó de solidificar esa creencia al regalarme una cuchara de plata para mi primera comida. Sofía: palabra griega para sabiduría. Dicen que los nombres definen simbólicamente a las personas. Siempre me pesó el significado del mío como si yo tuviese que estar a la altura de eso. “Habilidad en los asuntos de la vida, administración sabia y buen juicio. El conocimiento, las percepciones, y la comprensión profunda se representan en todas partes como un don divino.” Encontré esta definición en un papelito que tenía guardado mi mamá.
1989
Estamos en Brasil. Fuimos a visitar a mi madrina. Ella me regaló un ramo de globos hermosos. Yo no puedo dejar de jugar con ellos. Mi mamá y mi tía toman sol al lado de la pileta. Sopla el viento. Oh no, mis globos. Corro tras ellos y caigo al agua. Mi mamá se tira atrás mío. La veo venir hacia mí. Me agarra y me lleva hacia la superficie. Sus ojos chiquitos de pronto se ven enormes. Esta es mi oportunidad. No la puedo desperdiciar. —Mamá, ¿me compras galletitas? Se ríe.
1991
No, no y no. No quiero tener una hermana. Yo quiero ser hija única. No me gusta compartir. Mamá y papá son míos. Papá dice que llegó. Hoy la vamos a conocer. Pongo los ojos en blanco. Llegamos a la clínica. Ahí está mamá…y la otra. —¿La querés alzar? La miró. Lo único que veo es el chupete. Se lo saco de la boca y lo pongo en la mía. Yo llegué primero. Es mío.
1993
Estoy en la galería de mi casa. El piso es blanco y negro como un ajedrez. A veces me gusta caminar como un alfil. Me encanta jugar sola, hacer pociones. Pruebo las hojas de las plantas del jardín como si se tratara de medicinas. Un poquito de tierra nunca le hizo mal a nadie. Veo una serpiente, pero no me asusto porque sé que esas no son venenosas. Por ahí anda caminando el Osaco, caballo viejito que papá compró para nosotras. Hay olor a quinotos en el aire. Las flores del jacarandá decoran el suelo de la única vereda del barrio. Un barrio con todas casas iguales.
1995
Me levanto de la cama y voy hacia la galería donde mis padres se encuentran tomando mate. No se escucha ni un ruido. Anoche llovió y están todos tranquilos en sus casas. El pasillo que me lleva a la galería parece no terminar más. Se extiende como si fuera un lengüetazo. Cuando por fin logro llegar veo a mis padres mirando hacia la derecha, hay algo grande tirado en el piso. ¿Qué es? No…no…nooo. Rompo en llanto. Mi mamá preocupada no entiende qué sucede. Murió mi mejor amigo. El de las flores blancas con bordes rosas. Su tronco bajo siempre nos permitió treparlo con facilidad. Y ahora ya no está más. Un terrible rayo lo bajó de un golpe. Pego la vuelta y corro hacia mi cama. Estoy de duelo.
1997
Es nuestro último día. La escuela a la que asisto y donde mi mamá da clases decide celebrar nuestra despedida. ¿Qué hay para celebrar? me pregunto yo. Si nos vamos. Mi hermana ganó el sorteo de dibujo de Bayaspirina y donamos los libros. Ni la bici se pudo quedar. Y ni hablemos de las cunitas de hierro. Pero todas las cosas que tuvimos que regalar no se comparan con toda la gente que dejamos atrás. Es un día triste. No hay nada que celebrar. Pero hay música. Hay besos y abrazos. Hay chicos corriendo. Mis compañeros alzan corazones rojos. Cada uno lleva una letra de mi nombre. Detrás, un poema, que van leyendo de a uno. Trato de disimular, pero la tristeza la tengo escrita en la cara salada. Después del evento busco a Jorgito. —Gastón, ¿lo viste a Jorgito? —Creo que se fue por allá. Entró a nuestra aula y lo encuentro escondido detrás de una pizarra. Se limpia la cara con el buzo. —Tengo un regalo para vos. Le entrego un sobre blanco con un tesoro adentro. Lo abre y me mira sorprendido. Yo soy serpiente en el horóscopo chino. Y es hora de mudar la piel. Te dejo mi cascabel.
1999
2000
Es sábado y como todos los sábados vamos a ir a la playa de los Bowman. Me pongo la malla azul entera y arriba cualquier vestido. Nos subimos a la camioneta y emprendemos viaje. De fondo se escucha Phil Collins. Después de una larga vista de casitas sobre tacos de maderas, empieza a aparecer la arena. Llegamos a lo de los Bowman. La barbacoa está lista. Comemos en platos de papel hasta chuparnos los dedos. Hay que esperar un rato hasta que mamá nos deje entrar al mar. Nos sacamos fotos, trepamos árboles, hacemos castillos de arena. Julia me enseña cómo agarrar una medusa sin que me pique, hay que pescarla desde la umbrela. Es hermosa, toda transparente con una flor violeta en el centro. Ya llegó la hora de irnos, el cielo está rosa, el sol comienza a bajar. Pero antes de volver a casa una última parada… la estación de servicio. Un sanguche de helado para cada uno. Dos galletitas con m&m’s y en el centro una lonja gruesa de helado de vainilla.
2002
Es un caluroso día de verano. Me puse el vestido amarillo con las flores blancas y me hice dos rodetes. Salgo a la calle a jugar a las escondidas con los chicos del barrio. Apenas arranca el juego siento que me agarran de la mano y me llevan corriendo. —Vení conmigo que tengo un buen escondite. Estamos detrás de unas plantas grandes. Martín acerca su cara a la mía y lo miro confundida. —¿Qué haces? —Te quería dar un beso. —¿Acá? ¿Al aire libre? ¿Dónde nos puede ver cualquiera? ¡Ni loca! Cesar nos descubre. Se termina la escondida. Martín cranea otro plan, el primero no salió como lo esperaba. —Vamos a lo de Cesar, a ver sus carpetas de la escuela. Hace unos dibujos re copados. —Bueno, dale. Vamos Martín, Cesar, Sofi (mi tocaya) y yo. Cesar le muestra las carpetas a Sofi en el cuarto de su hermano, con Martín estamos en el otro cuarto. Recién me doy cuenta de que no vinimos a ver las carpetas. Él entorna la puerta, se acerca a mí y zas, me planta un beso.
2004
Después de cinco años decidí dejar de tocarte. Tus teclas blancas y negras, que cuando los dedos coordinan logran sacar una linda melodía. No es que no me gustara tocarte, pero este fue un momento de quiebre. Estuve todo el verano estudiando para este examen. Solo había cuatro cupos y yo quedé en el quinto lugar. Tan cerca pero tan lejos del Bellas Artes. La Sonatina Op. 36 No. 3 de Clementi tiene un cajoncito especial en el cuarto de las memorias que habita en mi cerebro. Es de esas cosas que nunca lograré eliminar, estará ahí ocupando lugar al pedo, donde podría meter algún nombre. Siempre olvido los nombres, soy mejor para las caras. No te sientas triste porque me voy, mi hermana te va a seguir tocando. Fue divertido mientras duró. Bueno, todo menos las clases con Miss Bonnie. Por favor que olor a perro que había en esa casa. Tenía que ir con un pañuelo perfumado a la clase porque si no me moría. En cambio Susana Romé nada que ver. Era una lady, que vivía en un bosque encantado. Siempre nos hacía té con galletitas de manteca. Adiós para siempre.
2006
Recién salimos del cole y vos me acompañas caminando a casa. Vamos agarrados de la mano. Nunca me imaginé que iba a hacerme amiga tuya. El chico más bonito del aula. Cara de pícaro y caminata de pato. Solo sucedió porque te cagué a pedos. Se siente el aire primaveral. Olor a tilo en todos lados. Pollera gris, camisa blanca y la corbata roja horrible. —Sofi, hagamos una promesa. —A ver…¿qué? —Si para los treinta no estamos casados nos casamos nosotros. ¿Te parece? —Bueno, dale. Nuestros dedos meñiques se entrelazan. —¡Promesa!, decimos los dos a la misma vez.
2008
Mi papá siempre dice que los mejores amigos se hacen en la facultad. Entonces ahora que estoy por arrancar siento un poco la presión de encontrarlos. Es el primer día del curso de ingreso. Tenemos clase en la sede Fonseca. Hace un calor infernal y para colmo las ventanas están tapadas con bolsas de residuos. Hay olor a tufo. Estamos todos mirando hacia la puerta a que llegue el momento del corte. Por fin...salimos un ratito afuera. Todos buscando gente que sea de su misma carrera. —Yo soy de multimedia. —Yo también. Estaba apoyada contra la columna. Vestía ropa de niña. Ojos grandes y dientitos de conejo. Los rayos del sol coronaron su pelo castaño ultra lacio. —Me llamo Mer. —Yo Sofi. Charlamos un ratito y ya se hizo la hora de volver a clase. Nos hicieron elegir un poema para trabajar en equipo. Yo terminé en un grupo de todas chicas. Una era particularmente llamativa. Tenía uñas larguísimas pintadas de amarillo. Pelo entramado y largo hasta la cintura. Ojos almendrados con una línea negra gruesa a su alrededor. Mi papá tenía razón, solo que no imaginé que iba a suceder tan rápido.
2010
Estoy en mi cuarto, a oscuras, mirando un k-drama hipnotizante. Las canillas del baño me distraen. ¿Qué están haciendo los chicos que joden tanto? Pauso la serie y abro la puerta de un tiro. —Chicos, ¿qué hacen? ¡Déjense de joder con el agua! Me miran sorprendidos, en sus ojos se oculta un secreto. —¿Qué pasó? Silencio —¿Qué pasó? —Fran se quemó. —¿¡QUÉ!? —Estábamos haciendo un experimento con una botella de alcohol… Hay olor a choripán y a vodka barato. Mi hermano tenía todos los pelos achicharrados. Cejas, pestañas y cabeza. Como cuando te apoyas en la estufa y la ropa te queda crujiente. Lo agarro de la mano y lo llevo directo al baño. Abro la ducha fría. —¡Metete ya! Mientras corro hacia la entrada escucho como mi hermano grita de dolor. Toco el botón de emergencias, llamo a papá, llamo a la ambulancia, toco el botón de emergencias. Ingresamos al purgatorio. Pareciera que al reloj se le acabó la pila de lo lento que van las manecillas. Todos nos miramos mientras esperamos que alguien venga a ayudarnos. De fondo se escuchan los gritos del ave fénix. Los ojos cristalizados de los chicos se hunden cada vez más. El aire está muy espeso. RIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIING Mi papá. La ambulancia. La casa ahumada quedó en silencio.
Decidimos ir a pasar el día a Bournemouth. Tomamos el tren temprano, está nublado. Miro el paisaje borroso por la ventana. Frente a mí está Nes, la francesa, su look negro combina con los asientos rojos. Ellas hablan, yo escucho y sonrío. Recorremos el pueblo costero en lo que dura un pestañeo. Comemos comida chatarra en un restaurante mega cliché. Diana, la polaca, surfea sobre una ola falsa. Caminamos por la playa. Una hilera de casitas color pastel marcan el recorrido. El pelo manteca de María, la sueca, juega con el viento. Disfrutamos del aire libre. Lourdes, la española, nos hace reír a todas. Algunas sacan fotos con cámaras analógicas, algunas caminan descalzas por la playa. Yo soy como un observador oculto que inmortaliza este recuerdo. Si bien me integran, a pesar de conocerme poco, siento que no encajo. No son ellas el problema, simplemente soy incompatible con este lugar. Lo sentí desde que llegué, pero me llevó un rato darme cuenta.
2015
Zarpamos en el Buquebus rumbo a Uruguay. Las tres en nuestro primer viaje de mochileras. Montevideo Churros con requesón. Un harpa y una trompeta. El viento feroz que nos quiere llevar voladas. La Pedrera Playita, conchas de mar y quemaduras inesperadas. Empastilladas. Miles de trencitas girando en cámara lenta. Cuarzos de todos los colores y tiradas de tarot. El Cabo Una sirena con cola de arena. Duchas de 5 minutos. Y el faro. Valizas Pasar todo el día entre las olas. Inversión de energía. La despedida. Al finalizar solo quedan las memorias y un par de polaroids.
2017
Son las 22:33 y ya terminé de ordenar todo. Mañana arranca el invierno, mi temporada preferida. Hago un video para mostrarle a mis amigas como quedó el depto. Todavía no caigo. Me apoyo sobre el balcón y escucho los ruidos que vienen de la rambla. Saco la primera foto, de lo que sospecho que serán miles, de ese cielo estrellado. Se siente en el aire el olor a libertad.
2019